Hoy en día no es fácil encontrar a alguna persona – generalmente una dama – usando este ancestral sistema de refrescarse en los días más calurosos. Si ves a alguna, es muy probable que sea una señora de mediana edad. Ver a una chica joven abanicándose es como encontrarse con un mirlo blanco y ni te digo ver a un hombre usando uno. Y, sin embargo, hubo un tiempo en el que el uso del abanico fue mucho más democrático y estuvo mucho más extendido que ahora.
El abanico, además de tener una función práctica, siempre ha estado ligado a las diferentes tendencias de la moda según la época. Era un complemento más, como lo pudieran ser las joyas, los zapatos o los bolsos. Así, por ejemplo, existían
- Abanicos de lujo: que se fabricaban con
elementos como el carey o el marfil. Si eran para regalar, normalmente se
entregaban grabados.
- Abanicos de violín: estos abanicos se
remontan al siglo XIX, y se denominaban de esta manera porque cuando se
cerraban recordaban la forma de este hermoso instrumento.
- Abanicos para ver los toros: aunque sea
algo particular, existían abanicos especialmente hechos para ir a los
toros. Eran grandes para que los asistentes a este evento pudieran hacerse
sombra con él.
- Abanicos de olor: La marca
británica Kimmel inventó los abanicos de olor, estos
instrumentos desprendían mientras se movían un agradable y rico olor. Además,
como curiosidad, a estos abanicos, el varillaje se los pintaba con motivos
florales iguales a las plantas que se había usado para el perfume que
desprendía.
- Abanicos máscara: en Venecia, durante
el siglo XIX, se volvieron muy comunes los abanicos llamados de careta que
se usaban para ir a las mascaradas que se realizaban durante el Carnaval.
- Abanicos de doncella o de casada.
- Abanico español
- Abanicos para andar por casa o de visita.
- Abanicos para caballeros. (sorprendente)
- Abanicos para la mañana y para la tarde.
- Abanicos de invierno o verano.
- Abanicos de paseo o de viaje.
- Abanicos para bodas o para luto.
El abanico tiene su origen en
oriente, pero que con el paso del tiempo los españoles nos apropiamos de él y
lo hicimos tan nuestro como la paella, al igual que los italianos se adueñaron
de la pasta cuyo origen comparte con el abanico.
Del abanico existen referencias tanto
en China, - al menos desde la dinastía XIX-, como en Japón o en la propia tumba
de Tutankamón.
En relación a su uso en España se
tiene constancia de ello en el reinado de Pedro IV de Aragón (1319-1387),
aunque los primeros fabricantes españoles de los que se tiene noticias datan
del siglo XVII.
Aparte lo delicado, costoso y
laborioso que puede llegar a ser la fabricación de un abanico, - que en
ocasiones es una auténtica obra de arte - para mí, lo más fascinante es el
lenguaje que se desarrolló en torno a él.
En efecto, en una sociedad
encorsetada – literalmente – y atada a unos convencionalismos extremos, la
comunicación entre hombres y mujeres debía respetar una serie de normas, entre
las que mantener la distancia física entre ellos, era una de las principales.
De hecho, muchos siglos después, en pleno siglo XX, cuando se hablaba de que
una pareja estaba comprometida, una forma de expresarlo era decir “están
hablando”, lo que debería interpretarse como una herencia del más lejano pasado
en el que si te veían hablar con alguien del otro sexo, se podía considerar que
existía algún tipo de interés o compromiso.
Precisamente, para evitar ese
tipo de comentarios insidiosos o malentendidos, se inventó un sistema de
comunicación mediante el uso del abanico, que reunía algunas ventajas: era
discreto, respetaba la distancia social y podía ser tan explícito como la dama
que portase el instrumento deseara, todo lo cual me lleva a preguntarme: si al
final, todos conocían los códigos que se utilizaban, aunque fuese en la
distancia, ¿dónde estaba la discreción y el secreto?
El lenguaje codificado del uso
del abanico representa una auténtica joya antropológica. Una joya que estaba en
las exclusivas manos de las damas, quienes, con su sabia utilización,
proporcionaban la información pertinente a los caballeros.
“Deseo novio, estoy comprometida, te amo, pienso en ti, indiferencia, estoy celosa, soy tuya, sufro, tengo que hablarte, nos espían, soy tímida pero dispuesta, bésame…” etc. Son algunos de los mensajes que las señoras podían enviar a los caballeros, algo que, imagino, llevaría años de práctica y en ocasiones, generaría algún malentendido que otro, porque la verdad, me parece más complejo que usar el código Morse.
Es una lástima que se haya
perdido la sutileza, la seducción, el galanteo, la incitación, la pasión
contenida que encerraba un simple elemento decorativo sabiamente manipulado.
Lástima que el abanico haya sido sustituido en el lenguaje por la grosera peineta.
Actualmente, el uso del abanico
prevalece tan solo entre algunas señoras de mediana edad - la mayoría-, y
básicamente en España y su área de influencia en Latinoamérica.
Un abanico podía ser toda una
experiencia sexual.