sábado, abril 13, 2024

Los negocios perdidos.

Hace unos años en una reunión familiar, alguien mostró su preocupación por el futuro profesional de unas personas, que ahora no recuerdo a qué se dedicaban. La inquietud por semejante situación me pareció gratuita. Era evidente – al menos para mí lo era – que el trabajo de esas personas ya no tenía sentido en nuestra sociedad, como no lo tendría hoy en día, encontrarse con un vendedor de barras de hielo, un carbonero que te vendía pedazos de carbón para el brasero de casa, un afilador de cuchillos ambulante, un vendedor de lana para el colchón o la chica que recogía y arreglaba las medias a las señoras.

Todos esos oficios los he conocido yo, pero la evolución social los ha hecho desaparecer. El vendedor de hielo ya no tiene sentido cuando hace ya años que algunos frigoríficos ya te proporcionan hasta los cubitos hechos sin mojarte las manos.  Lo mismo cabe decir del vendedor de carbón: ya no hay braseros, porque hay calefacción en las casas y si a alguien le apetece tener un brasero, ahora son eléctricos. Y hoy, nadie lleva medias e incluso si las llevas, es con agujeros y queda súper guay.

Por tanto, la sociedad va creando una serie de negocios en función de las necesidades de cada momento, y en ocasiones llega un punto en el que esos negocios no son rentables porque la sociedad no los necesita y desaparecen. Y ejemplos de esto tenemos muchos.

Tristemente, se cierran librerías que han sobrevivido a guerras y destrucción, pero no han podido soportar la aparición del libro electrónico. Lo mismo se puede decir de las mercerías de barrio, donde las señoras compraban todo lo necesario para hacer o remendar los vestidos y los pantalones de su familia. Hoy nadie cose y si necesitas alargar la vida de alguna prenda, ya sea por razones económicas o sentimentales, pues vas a una tienda especializada, que, en ocasiones, hasta pertenece a una franquicia.

Más extraña es la desaparición de ciertos bares, cafeterías y demás. Lugares en los que las personas de toda clase y condición se sentaban a degustar un buen café, un rico chocolate, todo ello acompañado o no de alguna bollería típica, pero, sobre todo, donde las personas se comunicaban, compartían, socializaban.

Algunos de esos bares forman parte de la historia. De la Historia con H mayúscula, porque allí se juntaban toreros, escritores con aspiraciones de serlo, otros consagrados, y hasta espías, ya fueran alemanes o de los aliados. Incluso alguno de los escritores consagrados incluía esos lugares en algunas de sus obras, por lo que, finalmente, han alcanzado la inmortalidad.

Desconozco qué razones pueden convertir un lugar destinado al esparcimiento, a la tranquilidad, al hedonismo, en algo poco o nada atractivo a los ciudadanos. ¿Quién puede rechazar charlar con una taza de buen café por medio? ¿Quién puede negarse a sentarse a degustar un chocolate o un té, mientras el camarero le trae el periódico para que lo lea gratis? ¿Qué ha hecho que la gente no quiera dejar de correr quince o veinte minutos y sentarse y relajarse? ¿Ha sido el móvil, el WhatsApp, las redes sociales, el precio del café, del cruasán?

Acabo de leer que, en Madrid, en plena calle Serrano, que es tanto como hablar de la Quinta Avenida de NY, cierra una bombonería con más de cien años de historia. Puedo entender que desaparezca un carbonero, la chica que “cogía” las medias y las arreglaba. Y hasta una mercería, aunque después, cuando perdemos un botón, tengamos que comprarnos una prenda nueva. Pero ¿una bombonería?

¿Es que ya nadie come bombones? ¿Nadie los regala? ¿No hay cumpleaños, aniversarios, fechas señaladas, compromisos sociales, enfermos que visitar, amigos o amigas a los que alegrar un poco el día? ¿Es que todos estamos a dieta? ¿Es que hay tanto diabético por ahí suelto? ¿Ya no hay caballeros que regalen bombones a una dama? ¿Qué hay de malo en regalar un dulce? ¿Se trata de que la edad media en el barrio de Salamanca es demasiado alta? ¿Es por ello que la ingesta de dulces está contraindicada por los médicos? ¿Es el precio de los productos básicos, el cacao, el azúcar? ¿Es el aumento del salario mínimo a los dependientes la causa de su baja rentabilidad?

Es bien sabido que al comer chocolate el cerebro libera endorfinas y serotonina, que aumentan la sensación de felicidad y bienestar. Se trata de las mismas sustancias que se liberan al practicar el sexo. Pero también lo hacen al tomar el sol.

No se trata de zamparse cada día un kilo de bombones de chocolate belga, como tampoco sería muy aconsejable practicar sexo como un bonobo, ni tomar el sol hasta chamuscarse la piel, pero tener que cerrar una pastelería de más de cien años, en pleno centro de Madrid, en uno de los barrios más ricos, es lo más parecido a un sacrilegio. Las pastelerías deberían ser propiedad del Estado, como pretende serlo en Telefónica, como la SEPI o como los Paradores del Estado.

sábado, abril 06, 2024

CENSURA DE FACEBOOK

 

AL PARECER LA CENSURA DE FACEBOOK SE VA PERFECCIONANDO CON LA EXPERIENCIA, LO QUE ME OBLIGA A PUBLICAR EN MI BLOG Y DESPUES PUBLICAR EL ENLACE EN FACEBOOK.

POR CIERTO, YA ESTÁ EN MARCHA EL EXPEDIENTE DE DENUNCIA POR CENSURA ANTE EL DEFENSOR DEL PUEBLO DE ANDALUCÍA.




viernes, marzo 29, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. El SEPE y la madre que los parió. (FIN DE LA SERIE)

Siempre me ha parecido un sarcasmo que un organismo público que nos cuesta a los españoles miles de millones, lleve en su nombre la palabra “empleo”, cuando en realidad no sirve para eso. El número de personas desempleadas que consiguen un trabajo a través de las ofertas de dicho organismo – se llame como se llame – es del 1% en el mejor de los casos.

Sisebuto Zabala, al margen de que se dedicara con el mismo frenesí a cuantos proyectos e ideas fuera capaz de soñar, jamás abandonó las listas del ilustre organismo, a la espera de que en algún momento pudiera encontrar un trabajo acorde a sus aptitudes. Fue ahí, donde pudo contactar con un francés desarrollador de webs para casas rurales y también fue ahí donde vio una oferta para trabajar de agente inmobiliario.

La oferta hablaba de que los candidatos debían presentarse en las oficinas del SEPE y una vez allí, y superado el filtro de la funcionaria, se podría inscribir. Fue tal la rapidez que imprimió Sisebuto que cuando llegó a la oficina del SEPE, a la funcionaria ni siquiera le sonaba la oferta. Ésta, se había publicado hacía escasamente un par de horas antes y Sisebuto era el primero en acudir.

Después de una breve conversación con la funcionaria, en la que dejó clara su experiencia en el terreno comercial y concretamente en el inmobiliario, ella le sugirió:

    - Pues mire, la empresa que ha publicado la oferta está justo ahí abajo. Podría acercarse andando y así sería usted el primero.

Y así lo hizo el bueno de Sisebuto. Al salir de la oficina del SEPE y con toda la ilusión del mundo, como si fuera la primera vez en su vida que acudiera a una entrevista, se fue derecho a la oficina de la agencia inmobiliaria.

No hacía mucho que habían levantado el cierre y los vio que todavía estaban de cháchara entre ellos y con el primer café de la mañana entre las manos.

   -Hola, buenos días. Me envían del SEPE. Vengo por lo de la oferta.

Al escaso número de asistentes casi se les atraganta el café. Se miraban entre ellos como buscando a alguien que les tradujera del sánscrito lo que acababan de oír. Si hubiera gritado “esto es un atraco, todos al suelo”, no les habría impactado más. Todos guardaban un silencio espeso, que empezó a incomodar a Sisebuto.

    -¿Podría hablar con el responsable de la oficina, por favor? – dijo Sisebuto.

Entonces, un par de personas le invitaron a seguirles a un despacho. Sisebuto analizaba el lenguaje corporal de esas personas y era evidente que estaban totalmente descolocados. Como si el responsable del anuncio no fuera ninguno de ellos y no hubiera informado a nadie de tal circunstancia.

Ninguna de esas personas se presentó. Ninguno dio su nombre y en realidad, Sisebuto no sabía si alguno de ellos era el responsable, lo eran los dos o sólo hacían el paripé.

Finalmente, una vez sentados alrededor de una mesa y después de cerrar la puerta del despacho, Sisebuto intentó explicar lo que sucedía.

    -El motivo de que esté aquí se debe a que ustedes han publicado una oferta de empleo para un agente comercial, ¿verdad?

Sisebuto no recuerda que nadie respondiera a la pregunta, con lo que se convirtió en retórica. Pero continuó.

   -La oferta se ha publicado a través del SEPE y era condición indispensable personarse en las oficinas para ser inscrito. Y vengo de allí. Soy el primer candidato y ellos mismos, los del SEPE, me han sugerido que les visite ahora, dada la cercanía de su oficina.

Ellos, los de la inmobiliaria, escuchaban a Sisebuto como si hablara en serbo-croata. Su comportamiento delataba un total desconocimiento, o bien, de la propia oferta como tal, o bien, de cómo abordar una entrevista de trabajo. Algo que a Sisebuto le sorprendió sobremanera.

Antes el inquietante mutismo por parte de los de la agencia, el que llevaba la reunión era el propio Sisebuto, lo que dice muy poco de los otros.

    -¿Prefieren que charlemos ahora acerca de mi experiencia, de mi currículo, o prefieren que se los envíe por email? No sé si disponen de tiempo y como me he presentado así, de improviso, no quisiera que pareciera un atraco.

Al fin parecía que Sisebuto había tocado con la tecla adecuada, porque uno de los presentes acertó a hablar:

     -Mejor, envíelo por email.

Sisebuto entendió en ese instante que algo no había funcionado en el proceso. No parecía lógico que alguien que está buscando candidatos para un puesto, el que sea, y que tiene enfrente al primero de todos, renuncie a una entrevista personal y prefiera leer un papel. Eso sería invertir los pasos habituales en cualquier proceso, en el que primero envías el CV y luego, tal vez, te llaman a una entrevista. Por eso, la respuesta del supuesto responsable junto con su tono poco convincente, terminaron de señalar a Sisebuto que por mucho interés que le había puesto y por muchas cualidades y conocimientos que pudiera aportar, allí no le querían ni ver.

Tardó poco en comprobar que, en efecto, sus sospechas estaban bien fundadas. Al regresar a casa les envió el email. No recibió ni siquiera un acuse de recibo, un “gracias” por presentarse el primero. Un “ya le llamaremos”. Es cono si hubiera tirado el papel a la basura. Nunca más supo de ellos.

sábado, marzo 23, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Wordpress

Cualquiera en la posición de Sisebuto habría abandonado hacía ya tiempo y se hubiera dejado llevar hacia el mundo de las drogas, el alcohol o ambas. Todas las iniciativas que había afrontado habían tenido el mismo final. Pero Sisebuto tenía una capacidad de resiliencia infinita.

Un día de esos que pasaba la mayor parte navegando por internet, buscando una salida, un empleo, unos ingresos, se topó con algo que le hizo pensar. Se encontró con un curso sobre una nueva herramienta, que se había puesto de moda y que servía para desarrollar páginas webs. Esa podría ser una nueva alternativa y el precio del curso era asequible. Así es que se apuntó.

Era un curso online a base de vídeos y muy bien explicado todo paso a paso.

A partir de entonces, comenzó a familiarizarse con un mundo totalmente desconocido y que, al tiempo, le abría unas opciones de futuro muy interesantes. Aprendió cómo podría desarrollar webs a partir de plantillas ya prediseñadas; cómo diferenciar la calidad de unas y otras; cómo descargarlas e instalarlas; cómo simular en el ordenador un entorno virtual como si se estuviera en internet, etc. etc. etc. El precio del curso mereció cada euro invertido.

Sus nuevos conocimientos le permitirían abrir una nueva línea de búsqueda de empleo, como autónomo y trabajando desde casa. También aprendió conceptos básicos de cómo redactar textos, hacerlos atractivos, utilizar palabras que posicionen mejor a la web, monetizar la página web, etc.

Al principio, antes de ofrecer sus servicios profesionales, practicó con algunos proyectos de carácter personal.

Un día recibió una llamada. Se trataba de una chica que tenía una empresa. La empresa en cuestión había contratado a un profesional autónomo para hacer el desarrollo de una web con comercio electrónico online a una tienda de ropa. Es decir, los clientes de esa tienda, podían comprar usando la web, como quien compra en El Corte Inglés o Amazon.

La cuestión que tenía la chica era que se le había escapado un detalle en el contrato con la tienda de ropa, y tenía que dar un curso de formación a su cliente, pero el desarrollador vivía en la otra punta de España de donde estaba la tienda de ropa y alguien tenía que ir a la tienda a dar el curso. Y ahí era donde entraba Sisebuto.

La chica pretendía que fuera a la tienda, diera la cara y respondiera a las cuestiones que le planteara el cliente. Un curso sobre algo de lo que Sisebuto no sabía nada, porque no había estado involucrado. Por mucho que intentó convencer a la chica de que aquello iba a ser un desastre y que su presencia no iba a solucionar nada, la chica estaba pillada, totalmente bloqueada. Y como a valiente no hay quien gane a Sisebuto, se presentó en la tienda de ropa.

Afortunadamente, pudo resolver el 90% de las cuestiones que le planteó la responsable. Y eso se puede considerar un rotundo éxito habida cuenta de los conocimientos que tenía y la nula relación con el asunto.

Por semejante ayuda, Sisebuto aceptó de buen grado los 100€ que le dio la chica responsable en mano. Acababa de recuperar la inversión en el curso de formación.

Con el entusiasmo que le caracterizaba y sus nuevos conocimientos adquiridos, se lanzó a un ambicioso proyecto decidido a cambiar definitivamente su errático rumbo. Para ello, aplicó todo lo que había aprendido a desarrollar webs de cocina, otra dedicada a su equipo de fútbol preferido, otra más era un escaparate de libros que recomendaba, etc.

Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos, los frutos seguían siendo esquivos. Fue entonces cuando decidió regresar al negocio inmobiliario.

La primera experiencia, en solitario, no triunfó porque le faltó imagen, infraestructura, visibilidad. La segunda intentona, no fue mal hasta que empezó a sospechar de las verdaderas intenciones del franquiciador y de sus tortuosas maniobras. Pero ahora, era algo distinto.

Ahora estaba en disposición de retomar su proyecto inicial de agencia inmobiliaria, con la diferencia de que ahora, por unas cantidades ridículas, podría disponer de la infraestructura necesaria que en su día no pudo.

Por otra parte, agradecía al franquiciador el esfuerzo económico que realizó, pero en realidad, tampoco aprendió nada de la oficina central. Antes, al contrario, más que un simple agente, en ocasiones actuaba como un auténtico director comercial de la franquicia. Todo ello le hizo albergar esperanzas de que, en esta ocasión, las cosas sí iban a funcionar. Y se lanzó.

Por un módico importe consiguió adquirir el nombre del dominio de su inmobiliaria online. También consiguió a precio de saldo, un espacio en el que hospedar la web, que incorporaba emails, gestión, administración y atención al cliente 24x7, y en español. Con el fin de intentar sacar algún beneficio, en su nueva web incorporaba enlaces a la plataforma. Si alguien interesado pinchaba en el enlace y contrataba los productos de esa plataforma, Sisebuto se llevaba una comisión. Unos 20€ por cliente, lo cual no estaba nada mal.

El negocio funcionó mucho mejor que antes. Sisebuto no tenía ningún problema a la hora de captar propiedades y que los propietarios confiaran en él. Llegaba puntual a las citas, desplegaba los documentos con el logo, realizaba las fotos, rellenaba la ficha de cada vivienda, etc. Después, tenía que desarrollar todas las tareas de gestión y administración de esas propiedades, publicidad (gratuita, por supuesto) y acompañar a los posibles interesados a visitar los pisos y apartamentos. Era una actividad a tiempo completo.

Tuvo un relativo éxito, pero se dio cuenta de que lo que realmente dejaba dinero, era el vacacional. Alquilar una vivienda para larga estancia tenía el inconveniente de que los propietarios, en mayo o junio, largaban a sus inquilinos a la calle para colocar su casa a precios 4 veces más caras, de cara a las vacaciones. Eso era un proceso mucho más iterativo y mucho más lucrativo. Y Sisebuto se centró en ello.

Con el tiempo descubrió otro aspecto importante: sólo interesan las casas más cercanas a la playa o con servicios de la comunidad fuera de lo común. El objetivo se reducía, pero eso era lo que reclamaban los clientes.

Al final, terminó eliminando de su cartera de clientes a la mayoría de ellos y se centró en un par o tres de viviendas, las cuales, acaparaban el 80% del interés de los veraneantes. Era menos trabajo, menos esfuerzo y más ingresos.

Aun así, seguía siendo insuficiente. Habría que seguir buscando.

sábado, marzo 16, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Aspiradora de lujo.

En su insaciable búsqueda de unos ingresos suficientes y continuos, Sisebuto Zabala vio en las ofertas de empleo una para un puesto de comercial. Se trataba de vender una máquina de esas que además de aspirar como cualquier otra, depuraba el aire y hasta te hacia huevos fritos con morcilla. Como era lógico, para una máquina tan compleja, debías superar un curso de entrenamiento.

Bueno. En peores plazas hemos toreado, pensó Sisebuto. Y aceptó el reto.

El entrenamiento se realizaba en las oficinas de la empresa. Aparte de la instructora que daba el curso, había otras cuatro personas que eran los futuros agentes comerciales.

El método de venta de la dichosa aspiradora había sido estudiado al milímetro por unos sabios americanos, que lo habían depurado hasta el más mínimo detalle. El proceso de demostración requería de unas dos o tres horas, en las que se incluía un vídeo en el que se cantaban las alabanzas de la maquinita. Después, el truco consistía en que tenías que aprenderte todo un monólogo, con las bromas incluidas, como si fueras un actor. Y tenías que soltar el monólogo al tiempo que ibas manipulando la aspiradora, colocando los diferentes accesorios y, en resumen, haciendo una completa demostración de que aquello, no era una simple aspiradora; aquello era la madre de todas las aspiradoras del mundo.

Pero había algunos aspectos que llamaron la atención de Sisebuto.

En primer lugar, debía trasladarse cada día 40 kms para llegar hasta las oficinas (ida y vuelta). Eso suponía un coste en gasolina importante.

Por otro lado, el entrenamiento no tenía fecha de fin. Es decir, el visto bueno para salir por ahí a vender la aspiradora, te lo daban o no, en función de lo bien que te supieras el papel. Hasta que no te sabías el guion, no te dejaban entrar en escena. Y eso podría durar semanas o incluso meses.

Pero lo peor de todo no era eso, que ya es. Lo peor de todo era que tenías que estar una hora y media de la demostración con la rodilla hincada en el suelo. ¿Por qué? Pues porque los sabios que habían perfeccionado el método, pensaron que el cliente estaría sentado en el sofá, frente al agente, y de esa forma el vendedor quedaba a su misma altura. Si el vendedor permanecía de pie tendría una posición de prevalencia sobre el cliente y eso no era bueno.

Más que superar un curso de entrenamiento se trataba más bien de sobrevivir a dicho curso. A partir de cierta edad, lo de hincar la rodilla hay que hacerlo con mucho tiento no vaya a resultar que al levantarte te quedes tieso por un pinzamiento en la espalda.

Pero para más inri, lo que determinó que Sisebuto renunciara a tan atractivo trabajo de peregrinar como nazareno por las casas de los clientes, fue cuando se enteró de el precio de la maldita aspiradora: 4.000€, que podías pagar en cómodos plazos. Había coches de segunda mano que costaban menos.

Entonces, Sisebuto tuvo una visión. Se imaginó yendo a un pueblo de mala muerte para hacer una demostración a una señora que no había comprendido bien la enjundia del problema, porque el departamento de marketing que había contactado con ella, no había sido suficientemente explícito.

Presentado en el lugar de los hechos, a unas horas intempestivas y con el mamotreto de la aspiradora que tenía el tamaño de un cohete Saturno V, procedería a iniciar toda su actuación, con el vídeo para ir abriendo boca y después, hincando la rodilla como un penitente arrepentido.

Unas dos horas después y con agujetas hasta en el lóbulo de las orejas, procedería a decirle a la buena señora que la maquinita en cuestión costaba sólo 4.000€, pero que lo podía pagar en cómodos plazos durante dos generaciones.

Y se imaginó que el esposo de la doña, al escuchar el precio iría en busca de la escopeta de caza para cocinar vendedor al horno, mientras éste aprovechaba la confusión, recogía todos los bártulos de la puta aspiradora e intentaba llegar al coche antes de que el otro descargara dos cartuchos del doce contra sus posaderas.

viernes, marzo 15, 2024

Georges Moustaki, Cristina y yo.

En casa, la música es casi tan imprescindible como el oxígeno. Es rara la mañana en la que no se escuche nada. Sobre todo, los fines de semana. Además, el menú es variadito: puede sonar ABBA, Burt Bacharach, música celta, Ray Charles, los Beatles, música Country interpretada por el antiguo solista de “Los Monkees” o dependiendo del día, podemos escuchar a Silvio Rodríguez, por poner algunos ejemplos. Eso sí, si un servidor quiere escuchar jazz, ya me puedo ir poniendo los cascos y buscarme la vida.

Últimamente nos ha dado por lo francés, de aquella época dorada de la música francesa, cuando había música y los cantantes cantaban. No como ahora, que cualquiera con una voz de cabra parturienta y monocorde, se agarra a un micrófono como si fuera un salvavidas en una tormenta en mitad del océano y emite sonidos como si hiciera esfuerzos porque está estreñido o en mitad de un orgasmo.

Hemos vuelto a disfrutar del inefable Aznavour y sus míticas canciones: Venecia sin ti, la Boheme, She, Hier encore, Et pourtant y tantas otras. Junto a él, no podían faltar Edith Piaf, Gilbert Becaud, Yves Montand, etc.

Siempre que escucho a Gilbert Becaud me viene a la memoria una actuación suya en televisión, en aquella televisión con un único canal en blanco y negro. Allí, Becaud, sentado frente a su inseparable piano, interpretaba su famosa canción “Et maintenant”, pero a mí lo que me llamó la atención era, que la corbata de topos le llegaba casi a los pies. Mucho tiempo después, hubo otros artistas que siguieron su ejemplo vistiendo unas corbatas exageradamente largas. Tal fue el caso de Fofó y sobre todo, otro ilustre cantautor llamado Luis Aguilé.

Pero retomemos el hilo que me pierdo.

De entre todos esos artistas franceses con sus clásicas melodías, hay dos que despiertan en mí sensaciones contrapuestas, aunque he de decir que la culpa no es directamente de ellos. Me refiero a Moustaki y a Jacques Brel.

Corría el año 1970 o así y un servidor transitaba por en medio de la pubertad con unos trece años. Mis tíos se habían construido una segunda residencia en una urbanización del término municipal de Valdemorillo. Un pueblo de la provincia de Madrid, situado a escasos kilómetros de El Escorial. Vamos, en mitad de ninguna parte. Allí no había más que pinos, jaras y monte bajo.

Por razones que mi memoria no alcanza a ubicar, se formó de manera espontánea – más o menos – una pandilla de gente bastante heterogénea entre nosotros, aunque, sin duda alguna, el más heterogéneo de todos era yo. Quien más quien menos, tenía su Vespino, su moto de trial o de motocross; incluso alguno disponía de coche más o menos propio. Y mientras este era el nivel del resto, un servidor daba pedales a una bicicleta que hacía ya tiempo se me había quedado pequeña.

En dicha pandilla coexistían, al menos en un primer momento, gente de edades muy diferentes: había gente de 16, de 19 e incluso de más de 20. Y yo era el benjamín. Por eso, de entre toda esa marabunta de personalidades distintas y distintos grados de madurez, me pareció, que aquella chica con el pelo muy rizado, no muy alta, simpática y con una edad parecida a la mía – era un poco mayor – era la indicada para tirarle los tejos.

Llegados a este punto he de confesar que mis habilidades sociales por aquel entonces constituían todo un reto digno del mismísimo Pigmalión, toda vez que mi miserable vida de adolescente, transcurría entre el colegio de curas - exclusivo para chicos -, los autobuses cruzando Madrid de punta a punta y mi casa, con algún breve paréntesis dedicado a los partidos de fútbol.

(Para más información visitar la colección de posts de mi blog titulados SINATRA.)

Era tal mi grado de asilvestramiento, que en cierta ocasión una amiga de mi misma edad, me hablaba de que sus padres le habían regalado un Hermés y yo estaba convencido de que se trataba de un diccionario. Y eso me descolocó bastante, porque no le encontraba la gracia de sentirse tan orgullosa de tener un diccionario, que, por otra parte, parecía que era muy famoso por cómo me lo dijo mi amiga. La confusión tardó varios minutos en ser resuelta cuando mi amiga empezó a hablar de cómo combinar el pañuelo con la vestimenta.  

Pues bien, en ese caos mental andaba un servidor cuando a la chica del pelo rizado comencé a comentarle algo que me pareció un tema de conversación apasionante, como era la colección de cuchillos y machetes que hacía pocos días me había enseñado mi padrino.

Cristina, que así se llamaba – y se llama – aquella chica, sin embargo, no pareció captar la enjundia del asunto. Hoy en día, con la perspectiva del tiempo y vivido lo vivido, no me imagino la reacción de una chica a la que un desconocido le empieza a hablar de cuchillos y machetes. Supongo que salir corriendo sería la solución más rápida y eficaz. Sin embargo, Cristina, con una amplia sonrisa dibujada en su cara, aguantó con estoicismo y educación, aquel pelmazo desconocido y tan fuera de lugar como un garbanzo en una paella, que sin ton ni son pretendía introducirla en el apasionante mundo de los matarifes.

A pesar de mis limitaciones más que evidentes, fui capaz de darme cuenta de que aquello había sido una cagada del tamaño de La Giralda y enseguida procedí a cambiar de tercio. Torpe del todo no parecía que fuera. Fue entonces cuando se me ocurrió que si el tema no atraía, había uno que seguro que íbamos a coincidir: la música.

Hasta donde alcanzan mis recuerdos musicales siempre he tenido una inclinación muy acusada por la llamada música negra. Soul, jazz, R&B, gospel, etc. Los “Four Tops”, “Temptations”, “Steve Wonder” …También había otros grupos que se distinguían del resto y no sólo por no estar compuestos por gente de color. Recuerdo, por ejemplo, que por aquella época había uno que se llamaba “Chicago” – en sus primerísimos tiempos - y un tema en especial: 25 Or 6 To 4 , que me gustaba mucho; un estilo que nada tenía que ver con lo que se estilaba en esos momentos en España. Así es que, decidido a rematar la faena con Cristina, convencido de que mis gustos especiales terminarían por fascinarla y sin perder un ápice de mi impulso candoroso, solté en el ruedo el tema de la música, y esperé a ver qué tal se me daba la faena. Y fue ahí, justo en ese momento, cuando Cristina, en contra de lo que yo había supuesto que serían sus gustos, me empitonó, me desarboló como un Mihura y me dejó tirado en mitad del albero y lleno de polvo. Fue en ese momento, cuando le pregunté por sus gustos musicales, cuando Cristina me respondió que a ella el que más le gustaba era Georges Moustaki.

La cara de bobo que ya por naturaleza tiene uno, se debió de acentuar. No recuerdo si, aparte de la mirada perdida, también se me quedó la boca abierta, pero quedó patente que ella se dio cuenta y me preguntó: “¿No le conoces?”. Confesé sin tapujos que en mi vida había oído hablar de él ni de ese otro que más tarde sí llegué a escuchar, Jaques Brel.

En un intento vano en mi descargo, debo añadir que Cristina, al igual que sus hermanos, estudiaba en el Liceo Francés, lo cual podría explicar algo más la razón de que la figura de Moustaki le resultara más familiar que a mí, aunque mi colegio, fue fundado en Pau, Francia, y el idioma oficial del centro era el francés. Pero en ninguna clase se nos mencionó al puto Moustaki.

Ni que decir tiene que a partir de ese momento abandoné todo intento de acercamiento a la tal Cristina, a pesar de que la veía con cierta frecuencia.

Muchos años después, riéndonos los dos, ella todavía se acordaba de los cuchillos y los machetes. Yo, además, asocio Moustaki con Cristina.

sábado, marzo 09, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Una inmobiliaria de andar por casa.

Cuando uno piensa en la cantidad de problemas que tuvieron que resolver los de la NASA para hacer todo lo que hicieron, se da cuenta de que la necesidad exprime las neuronas más que una centrifugadora.

Sisebuto Zabala llevaba ya unas cuantas experiencias frustradas a la hora de encontrar un trabajo que le proporcionara unos ingresos más o menos estables. Lo había intentado todo y todo había terminado en el mismo sitio. Pero las ideas seguían surgiendo. La última que se le había ocurrido era montar una inmobiliaria desde casa.

Recordó que hacía muchos años atrás, conoció a una persona que, de la noche a la mañana, se quedó sin empleo. Esta persona se hizo con una guía de empresas de software en EE.UU. y se dedicó a contactar con las que estimó conveniente, para convencerlas de establecer una sucursal en España y que él fuera el responsable. Y lo consiguió. Sólo necesitó una guía y un teléfono.

Reflexionando sobre su situación, Sisebuto llegó a una conclusión similar: en realidad, para establecerse como intermediario en el sector inmobiliario sólo necesitaba un teléfono y mucha personalidad, un cóctel que proporcionaba la necesidad. Y dicho y hecho.

Pero aparte de arrojo, al menos necesitaba dar una imagen, como mínimo, decente. Necesitaría una página web, unas tarjetas de visita, un logotipo con el que encabezar los documentos que fuera a utilizar. ¿Y presupuesto para todo eso? CERO, patatero.

Entonces se dedicó a navegar por internet y descubrió un sitio donde te podías descargar logos gratis. Y también descubrió un software con el que poder diseñar una web, también gratis. Para publicar las ofertas era fundamental. Y también descubrió una web donde se podía publicar anuncios para extranjeros gratis. Y finalmente, por unos pocos euros, podías obtener unas doscientas tarjetas de visita, con tu propio logo impreso y te regalaban un sello de caucho para imprimir donde quisieras.

Ya sólo se trataba de conseguir clientes. Para ello, usó dos sistemas. Uno fue leer en internet las viviendas que se alquilaban o se vendían por parte de particulares. No tenía sentido si las ofertas eran de inmobiliarias. Contactar con todos ellos no fue difícil y preguntar si estarían dispuestos a colaborar con una agencia, tampoco. Pero no todos aceptaron.

El otro sistema fue ir con el coche y fijarse en los carteles que hubiera en las casas y tomar nota a mano de los teléfonos. Y repetir el proceso de contactar y preguntar si colaborarían.

El negocio eran las casas para vacaciones, para estancias cortas, pero Sisebuto no hacía ascos a nada y si alguien ponía su casa en venta, a por él que iba.

El trato comercial no lo había perdido nunca. Su aspecto serio y formal, tampoco. En este caso dar una imagen de adulto en vez de la de un pipiolo, corría a su favor. Hablaba inglés por si fuera necesario. Y con su carpeta, sus tarjetas de visitas y sus documentos con el logo, daba una buena imagen. Lo demás era lo de siempre: tesón y paciencia. Pero, aunque ambas cosas las tenía de sobra lo que seguía faltando era el dinero, el fruto de tanto esfuerzo y dedicación.

Un día recibió una invitación muy interesante. Por alguna razón, los de IDEALISTA iban a organizar un evento hablando sobre ciertos aspectos del sector inmobiliario. La invitación a participar era totalmente gratuita y por supuesto asistió. Y resultó muy interesante.

En esa reunión fue donde aprendió que por mucha necesidad que haya de cualquier producto, su visibilidad es primordial para que se venda, pero en el caso de una vivienda, la imagen lo es todo. La gente compra o alquila por lo que ve. Y aprendió ciertos trucos sobre las fotografías, sobre cómo hacer para que tus anuncios aparezcan en los primeros lugares de búsqueda y, sobre todo, qué es lo que no hay que hacer a la hora de fotografiar una vivienda.

Pero a pesar de todo eso, el negocio seguía sin funcionar. Las webs en las que había incluido sus anuncios gratuitos, no podían competir con plataformas especializadas como IDEALISTA, por lo que, en realidad, era como si no existieran. Era necesario dar un ligero empujón al negocio, pero a partir de ese punto siempre se topaba con el mismo problema: dinero.

Entonces surgió algo que le vino como anillo al dedo. En las páginas de ofertas de empleo – que nunca había dejado de visitar – apareció una de una nueva inmobiliaria. La novedad era que esta agencia era 100% online, no tenía negocio puerta a calle.

La agencia, en realidad, era una franquicia inmobiliaria, una idea que a Sisebuto le gustó. Se puso en contacto con ellos, hablaron por teléfono y llegaron a un acuerdo de colaboración, sin verse las caras. Tan solo firmando el contrato con las condiciones y usando el email.

Con este sistema la agencia le proporcionaba: un correo corporativo, un teléfono de atención al cliente atendido por la esposa del dueño, unas tarjetas de visita con el logo de la compañía y una página web oficial en donde se incluirían las propiedades de todos los agentes. Además, también le proporcionaron docenas de documentos y plantillas ya redactados y susceptibles de ser adaptados a cada necesidad. En definitiva, el apoyo de infraestructura que necesitaba para proporcionar una imagen de seriedad.

Con la dedicación y el entusiasmo que siempre ponía en cualquier trabajo, pronto consiguió que la mitad de las propiedades anunciadas en la web de la agencia, habían sido captadas por él. Él conseguía a los posibles clientes, los visitaba, realizaba el reportaje fotográfico con su cámara de fotos – no con el móvil – rellenaba las fichas con los datos y enviaba la documentación por email a la oficina.

Contactó con clientes particulares y también con promotoras. En algunas ocasiones para formalizar los distintos acuerdos, se necesitaba la firma del propietario de la agencia de la franquicia y gracias a eso, tuvo el apoyo necesario que, de haberlo intentado por su cuenta, hubiera sido inviable. En estos casos, las promotoras le incluyeron en su lista de distribución de viviendas por toda la provincia, proporcionándole toda la información necesaria como planos, precios, superficies, condiciones, fechas, etc. Era un canal de venta importante.

En algún caso, sugirió que, debido a la importancia de la promoción, podría ser interesante imprimir unos folletos publicitarios con el fin de colocarlos en lugares estratégicos. La propuesta tuvo buena acogida y la oficina le proporcionó una buena cantidad de flyers que fue colocando aquí y allá.

Tras más de un año dedicado a estos temas, los escasos éxitos obtenidos – que los tuvo - no eran suficientes ni siquiera como para justificar el gran esfuerzo que Sisebuto aplicó. Y el coste en gasolina de los obligados traslados, era otro inconveniente. Pero lo que obligó a Sisebuto a tomar la drástica decisión de dar por terminada esta relación, fueron algunos detalles que consideró muy importantes.

El primero fue toda una sorpresa desagradable.

Sisebuto tenía por costumbre entrar con frecuencia en la web de la franquicia y comprobar si se habían incluido sus viviendas captadas y si la información era correcta y si el contacto era el suyo, el adecuado. Pero un día descubrió que una de las propiedades que había captado, se presentaba en la web como que pertenecía a otro agente. Inmediatamente llamó para comunicar el error y que se eliminara al segundo agente. Eso dejaba bien a las claras que el control de la oficina era inexistente y obligaría a Sisebuto a tener que hacerlo él para asegurarse que no se repitiera otra vez. También, que la zona teóricamente asignada a Sisebuto en exclusiva, había sido invadida por otra persona. Algo preocupante.

El otro error, fue mucho más chusco.

Una amiga de Sisebuto puso su casa en venta y él pensó que sería una gran idea publicarla en la web de la agencia. Sin embargo, la sorpresa fue que de repente apareció la hermana de otro agente cuya área de influencia estaba a años luz de la vivienda en cuestión, diciendo que había una persona interesada en dicho piso. El problema era que, según el contrato firmado de colaboración con la agencia, en caso de llegarse a un acuerdo definitivo, la comisión debía ser repartida al 50%.

Sisebuto consideró que una cosa era repartir con otro agente, - aunque en realidad no había hecho nada, porque la captación y el contacto eran de Sisebuto-, y otra muy distinta, meter en la ecuación a una supuesta hermana de un supuesto agente. 

De nuevo llamó a la oficina y dejó claro su malestar por lo rocambolesco de la situación. Le pareció un timo destinado a burlarle el 50% de su comisión y fue entonces cuando decidió que ya no seguiría trabajando con gente en la que no podía confiar. Por supuesto, no se llevó a cabo ninguna operación porque la única persona que podría contactar con la propietaria era el propio Sisebuto.

Había otro dato importante. La agencia no anunciaba nada en IDEALISTA, a excepción de los contratos con exclusividad, algo que ningún cliente aceptaba. Era otro escollo a la hora de hacer visibles las viviendas.

Ahí acabó su experiencia con esa agencia.

sábado, marzo 02, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vender seguros por internet

De las infructuosas experiencias anteriores Sisebuto caviló que, tal vez, encajara mejor la venta de seguros. En este caso, además, Sisebuto ya tenía experiencia previa y a su juicio, el proceso era bastante más sencillo. Además, no todas las empresas necesitan - o incluso comprenden -, qué es un BPM, pero tanto las empresas como los particulares, necesitan al menos un seguro. Por lo tanto, ahí ya tenía algo a su favor.

En este caso el proceso es más sencillo. Sólo necesitas tentar al cliente y ofrecerle la posibilidad de que pague algo menos, por lo mismo que ya tiene. En ocasiones, se puede dar el caso de que al estudiar la póliza que tiene el cliente descubras que hay alguna laguna importante. En definitiva, son todo ventajas para el cliente.

A través de su íntima amiga Inés, Sisebuto se puso en contacto con la correduría de seguros donde trabajaba y después de la firma protocolaria del contrato, se puso manos a la obra. Fue entonces, cuando recordó su anterior experiencia con las casas rurales. Por algo había que empezar.

Como ya tenía experiencia previa se hizo con un listado de casas rurales de toda España. Las ordenó por regiones. Visitó sus respectivas webs, recopiló todos sus teléfonos, sus emails, los nombres de los propietarios y se dispuso a dedicar todo su tiempo a conseguir convencerlos de que necesitaban pólizas de seguros. Pólizas para el negocio, de responsabilidad civil, para los coches, de seguros de vida, de salud…de cualquier cosa.

Se había impuesto una disciplina militar. Se levantaba a las ocho, se aseaba, desayunaba y después se sentaba frente al ordenador, organizando el orden de ataque de la batalla de ese día. Una vez que consideraba que los negocios estaban abiertos y disponibles, comenzaba a bombardear con llamadas y cuando no era posible, con emails, para ofrecer los servicios de la correduría que representaba. Era un gran esfuerzo, sobre todo de tiempo y mucho trabajo administrativo.

De vez en cuando conseguía alguna póliza, pero un día, después de cientos de llamadas, cientos de correos, y horas al teléfono, Sisebuto comenzó a diversificar su público objetivo, ampliando hasta el infinito su círculo de influencia. Cualquier empresa, ubicada en cualquier sitio, dedicada a cualquier tipo de actividad o negocio, era susceptible de ser contactada y tentada con una propuesta de ahorrar algo de dinero.

Tras dos años dedicados a esta ardua tarea, finalmente el esfuerzo no compensó en absoluto los escasos e insuficientes frutos obtenidos. Una vez más había que reorientar los objetivos. Había que volver a empezar.

sábado, febrero 24, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Cambio de compañía eléctrica.

La situación personal de Sisebuto - obligado por sus míseros ingresos-, le obligaba a pensar en todo tipo de alternativas laborales, pero cualquiera de ellas debería de proporcionarle la posibilidad de realizarla desde casa. Sin vehículo propio – eso es digno de otra historia aparte - y sin medios económicos para poder desplazarse aun cuando lo tuviera, le obligaban a ello.

Por eso, cuando se topó con la nueva propuesta le pareció interesante.

Una vez más, se trataba de ofrecer la posibilidad de cambiar de compañía de suministro de electricidad, pero en esta ocasión, en vez de acudir a una gasolinera e introducirse en la furgoneta de la muerte, lo podría realizar desde casa, aunque el procedimiento fuera un poco chusco.

El proceso de conseguir a un posible interesado, no cambiaba nunca: era responsabilidad del comercial. Pero en esta ocasión, había algo muy peculiar.

En primer lugar, Sisebuto debía convencer a su posible víctima que le entregara un recibo de la luz reciente. Después, en base a unos cálculos algo discutibles, debía utilizar una regla normal y corriente, y medir con exactitud la longitud de la barra de consumo que aparecía en el recibo. En base a la longitud y a esos cálculos mencionados, supuestamente se obtenía el descuento por parte del cliente, que a continuación, firmaría el contrato con su nueva compañía.

Sisebuto estudió detenidamente todo el proceso, los cálculos, y toda la información que le proporcionó su contacto, y había aspectos que no terminó de entender. No estaban claros, y si él no lo tenía claro, no podría asesorar adecuadamente a ningún posible cliente. Así es que, le trasladó sus dudas a su contacto. Y esperó una respuesta. Y esperó. Y esperó, como aquellos viajeros en Casablanca esperaban los salvoconductos para Lisboa, al tiempo que por la noche visitaban el Rick’s Café. Y un día recibió un email en el que no le respondía a la cuestión planteada que, básicamente era ¿de dónde salen esos números?

Después de un intercambio de correos en donde era evidente una cierta tensión, lo de medir con una regla la longitud la barra de consumo del recibo, tuvo que aparcarlo. Aquello no tenía ni pies ni cabeza.

Había que seguir buscando.

sábado, febrero 17, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Me apunto a lo que sea

Los sucesivos intentos de salir del hoyo profundo al que le habían arrojado, primero con una franquicia, y después, con la venta de un software por internet, o la de SEO, no habían dado los frutos esperados. Así es que, siguiendo los sabios consejos de Albert Einstein, que decía: “No hay nada más estúpido que pretender que las cosas cambien haciendo lo mismo de siempre”, se puso manos a la obra. Decidió intentar un empleo de comercial. De antemano sabía que no habría sueldo fijo y esas cosas, pero si el producto era bueno y las comisiones acompañaban, al menos habría que intentarlo. Se armó de ilusiones y comenzó a devorar las ofertas de empleo.

 

Comercial de electricidad.

 

En España se había desatado una guerra sin cuartel entre las grandes distribuidoras de electricidad por conseguir cuantos clientes fuera posible. Mientras en las altas esferas los sillones en los Consejos de Administración se intercambiaban como si fueran cromos a cambio de unos pocos miles de millones, en el subsuelo, un ejército de subcontratados, de mercenarios, se afanaba por conseguir los objetivos marcados por los responsables.

El anuncio como tal no se caracterizaba porque fuese prolijo en detalles acerca de las condiciones laborales, ni comisiones, ni nada. Lo más llamativo de la oferta era que citaba a los interesados a las ocho de la mañana en una gasolinera. Una oficina parecía lo más razonable. En su defecto, se admitía cafetería como sustituto, pero lo de la gasolinera era lo más cutre que había visto Sisebuto en su dilatada experiencia laboral. Además, era puro invierno y a las ocho de la mañana, haría frío. Pero bueno, Sisebuto se armó de paciencia y de valor y allí que fue guiado por el TomTom.

Estaba oscuro. Todavía no había amanecido y hacía una rasca que cortaba el cutis. Salir del coche, con lo calentito que se estaba, daba casi miedo. En un momento dado, comenzó a ver reunirse un grupo cada vez más numeroso de personas, todas ellas muy jóvenes. Dedujo que ese debía ser el grupo al que debía unirse. Al poco de incorporarse, uno de los allí presentes, que se suponía era el responsable, tomó la palabra y comenzó a explicar cómo sería la forma de trabajo.

La gasolinera sería el centro de reunión diario. Después, una furgoneta con capacidad para acoger a todos, los llevaría hasta un destino desconocido. Allí, el responsable asignaría una zona a cada uno y su tarea sería la de llamar puerta por puerta y convencer a los propietarios de que se cambiaran de compañía. A la hora de la comida, se haría un descanso, cada uno se buscaría la vida y después de comer, continuaría su trabajo. Así hasta que el responsable diera por finalizada la jornada, regresaran todos a la furgoneta y fueran devueltos a la civilización en la gasolinera.

Cuando el responsable terminó de dejar alucinados a todos, los invitó a subirse a la furgoneta. Y fue entonces cuando Sisebuto, que por cierto necesitaba con cierta urgencia visitar el lavabo de la gasolinera, intentó procesar la información lo más deprisa que pudo.

Hasta donde él sabía nadie conocía la identidad de los allí presentes. Nadie había elaborado una lista y ninguno de los presentes había firmado ningún documento de ninguna clase. Tan solo eran un grupo de desconocidos a punto de adentrarse en un universo ignoto. Nadie les podría asegurar que pudieran acabar en la mesa de algún carnicero sin escrúpulos cuyo único objetivo fuera extirparles algún riñón o similar, para después traficar con él en el mercado negro.

Aquello era lo más parecido al tráfico de esclavos en Jamaica o Carolina del Sur, pero sin cadenas. En el peor de los casos, tampoco se podría hablar de secuestro, porque los abducidos contribuían voluntariamente a su propio secuestro. No se mencionó para nada dónde deberían realizar sus necesidades fisiológicas, ya que, por lo comentado, visitarían zonas y barrios aislados, poco poblados o, quién sabe, habitados por tribus desconocidas con escaso o nulo contacto con el hombre blanco.

Entonces, Sisebuto decidió ir al baño de la gasolinera y dejar que la furgoneta se marchara con su cargamento de carne hacia lejanos lugares dejados de la mano del buen Dios.

 

Comercial de TV.

 

Al menos en esta ocasión las ofertas – porque fueron dos diferentes – ofrecían a los interesados la oportunidad de ir a la entrevista a una oficina normal y corriente y no una gasolinera, un parque de atracciones o el bar de la plaza de toros, lugares más apropiados para citas clandestinas de espías.

Al llegar a la primera de ellas, la primera impresión fue deprimente. Tal vez se debiera a que era de noche; o tal vez fuera el aspecto general del barrio, alejado del centro, con una luz mortecina que caía de las farolas y con unos edificios grises, con las fachadas de cemento en crudo. Tuvo la impresión de haber viajado en el tiempo y haber aparecido en alguna localidad secreta de la antigua URSS, en la que todos los edificios eran igual de espantosos, de baja calidad y fríos. No es que esperase encontrarse con la sede de Antena 3, pero aquello le desanimó mucho.

Al entrar en el lugar de la entrevista, se topó con una larga cola de personas esperando ser atendidas, algo que le sorprendió dado lo avanzado de la hora. Por fortuna, el responsable tuvo la sensatez de hacerlos pasar en grupos reducidos en vez de hacerlo de uno en uno. Así que, en cuanto salió el grupo anterior, Sisebuto y su grupo entraron en una sala y tomaron asiento alrededor de una mesa, presidida por un individuo que, por su aspecto y por lo avanzado de la hora, estaba más que harto de repetir la misma cantinela una y otra vez.

Los que decidieran aceptar la propuesta de comercial, deberían buscarse la vida ellos mismos, visitar las viviendas llamando puerta a puerta para ofrecer unos canales de TV que Sisebuto no sabía que existían. Eran canales de TV locales y la programación que ofrecían era de dudoso interés para nadie, incluido el propio Sisebuto. Así es que dedujo, que sería complicado que personas con unos ingresos escasos dedicaran parte de ese dinero a sufragar el coste de unos canales de TV en los cuales no había fútbol de ninguna clase, ni películas, ni sexo.

Una vez descartada la primera propuesta se dispuso a acudir a la segunda oferta de empleo para comercial de canal de TV.

En esta segunda ocasión la cita era por la mañana – no a última hora de la tarde noche como la anterior – y en una oficina situada en un polígono. Acudió, como siempre, lleno de ilusión y tardó 0,5 en salir de allí con la moral por los pies. En esta ocasión la propuesta era vender a los diferentes establecimientos de todas las poblaciones, un canal de TV exclusivamente dedicado a la publicidad de esos mismos establecimientos. Es decir, una persona sentada en un bar, por ejemplo, podría ver en un aparato de tv colgado del techo la publicidad de una zapatería, de una bebida alcohólica o de un supermercado.

Ante la dudosa utilidad de la oferta junto con la ridícula cantidad dedicada a comisiones, Sisebuto también tuvo que desestimar estas opciones. No se trataba de ocupar el tiempo, sino de conseguir unos sustanciosos ingresos, al margen del esfuerzo que hubiera que invertir. Pero estas opciones suponían un esfuerzo muy considerable y una fuente de ingresos ridícula.

Habría que seguir buscando algo en lo que el esfuerzo que estaba dispuesto a realizar, mereciera la pena en cuanto a los frutos que se obtuvieran.

sábado, febrero 10, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vendiendo posicionamiento SEO en Google

Inasequible al desaliento y en vista de que sus dos proyectos anteriores terminaron en nada, nuestro amigo Sisebuto continuó buscando su sustento en las páginas de ofertas de empleo.

En esta ocasión la oferta no venía a través de alguna de esas webs en las que sólo ofrecían trabajos basura. Esta vez la oferta venía a través del SEPE y eso, a Sisebuto, le dio ánimos. Le daba exactamente igual que no tuviera la más mínima idea de qué trataba el asunto ese del posicionamiento SEO en Google, pero tampoco sería la primera vez que afrontaba un trabajo sin experiencia previa en él. Era experto en eso que los entendidos llaman “abandonar la zona de confort”. De hecho, era tan experto que, en realidad no sabía lo que era la maldita zona de confort.

Algunas ofertas del SEPE obligaban a los interesados a personarse en las oficinas, por una parte, para intentar reducir el número de curiosos que simplemente le dan un clic, aunque no sepan a qué, y por otra, para que el funcionario realice un pequeño proceso de selección, reduciendo aún más a los candidatos. Esta oferta era una de esas. Así es que, se presentó en las oficinas del SEPE, habló con la encargada del anuncio y acordó que al día siguiente tendría una entrevista con el responsable de la empresa.

El individuo en cuestión era un francés, joven. Hablaba perfectamente español, aunque con un marcado acento francés. Le contó su vida (algo que a Sisebuto le importaba cero patatero) y después, la razón de su oferta de empleo.

Le contó que en su día trabajaba para una empresa francesa desarrollando páginas webs, principalmente del sector de hostelería; como las casas rurales, pero en Francia. También procuraba que esos clientes obtuvieran un buen posicionamiento en las búsquedas de Google. Para ello, debía conocer muy bien el código y utilizarlo para su beneficio. Eso lo estuvo haciendo durante unos años, hasta que un día se planteó ¿por qué no lo hago yo? Y así fue como un día, decidió intentar desarrollar una web para un cliente y colocarlo después en los primeros lugares de búsqueda.

Según confesó él mismo, el éxito le pilló por sorpresa, y pronto se vio en la necesidad de abandonar su trabajo fijo y estable, montar su propia empresa y empezar a trabajar como un loco. Hasta que se vio forzado a contratar a gente que le ayudara. Una vez que el éxito le acompañó en Francia, decidió saltar los Pirineos e intentar hacer lo mismo en España.

Cuando Sisebuto llegó a las oficinas, se encontró con lo que parecía un local en la planta baja, destinado más bien a servir como garita amplia y confortable, para el guarda de seguridad de la urbanización. Allí, estaban cómodamente instaladas varias personas, todas ellas trabajando en el nuevo proyecto del francés. Demasiado grande para una garita y demasiado desangelado para una vivienda. De hecho, no había calefacción. Debía ser una cámara frigorífica o algo así, pensó.

Después de una breve charla, el francés no parecía entusiasmado con lo que el bueno de Sisebuto podría ofrecerle, pero en el fondo se dio cuenta de que por la mierda de dinero que ofrecía, no se le iba a presentar Bill Gates. Así es que, dada la escasez de candidatos disponibles – sólo Sisebuto- optó por darle un voto de confianza.

El trabajo, por otra parte, no parecía tan complicado, sobre todo cuando el objetivo era hablar con personas que no eran expertos ni profesionales. Había que manejar algunos conceptos clave y por lo menos, en esta ocasión, la oficina no estaba lejos de casa. Además, disponía de teléfono y de un ordenador, que pagaba el francés. Era como vender software que ya había hecho anteriormente, pero en esta ocasión se trataba de convencer al posible cliente de que aparecer en la primera página de la búsqueda de Google, era clave para su negocio. Y, además, existía el compromiso por escrito con el cliente, de que así tenía que ser.

Como el éxito del negocio le llegó al francés a través de las casas rurales en Francia, Sisebuto optó por continuar la tradición y hacer lo propio en España.

Consiguió un listado de las casas rurales de la provincia, los nombres de las personas de contacto, etc. Más tarde, fue ampliando el radio de acción y terminó por incluir a todas las casas rurales de España.

No se puede decir que la operación fuera un éxito. Era complicado convencer a los propietarios de que pagar por aparecer en la web de todas las casas rurales de España, era diferente a que tu negocio apareciera ANTES que esa web. Pero lo que determinó el final de la colaboración fue un hecho curioso.

Al poco de entrar Sisebuto en la empresa, se incorporó otra chica para hacer las mismas gestiones. La nueva era amiga y ex compañera de trabajo de otra chica que estaba ya trabajando para el galo. En realidad, fue bastante sospechoso, pero poco podía hacer Sisebuto.

El caso es que un día mientras Sisebuto estaba a lo suyo, la chica nueva hablaba por teléfono con alguien a quien Sisebuto ya había contactado anteriormente y le había dado calabazas. Sin embargo, escuchó claramente cómo la chica nueva, usando casi las mismas palabras y argumentos que usó él, había conseguido que ese posible cliente admitiera que se le hiciera una demostración.

Sisebuto, aparte de felicitar a la chica, comentó en voz alta que él mismo había hablado un par de semanas antes con la misma persona y le había despachado diciendo que de esos temas se ocupaba un amigo suyo. Poco podía hacer si el hombre prefería confiar más en la voz de una mujer.

Probablemente, fue ese el momento en el que el francés sentenció el incierto futuro de Sisebuto, porque cuando llegó el último día del mes, día de cobro en metálico y en negro, le dijo “gracias y no vuelvas”.

Todo dinero, por escaso que fuese, era bienvenido, pero la verdad es que el gabacho tenía una patada en el cielo de la boca. Era bastante sieso en cuanto al trato y en ocasiones, excesivamente soberbio. Así es que, Sisebuto se dijo: “El Señor te lo dio, el Señor te lo quitó, bendito sea su santo nombre”. Y salió de allí con el dinero en el bolsillo y sabiendo algo más de eso que se llamaba SEO.

Habría que seguir estrujando las neuronas hasta dar con la tecla. Seguro que el siguiente proyecto sería el definitivo.

sábado, febrero 03, 2024

El desempleo va por barrios.

Recientemente y por razones que es fácil de entender, hemos necesitado contactar con diversos profesionales para asuntos domésticos. La historia comienza con un aire acondicionado de otro piso que hay que cambiar. Y ahí empiezan los problemas.

Contactamos con nuestro profesional de confianza en esos asuntos en diciembre. Buscó un hueco en su apretada agenda y nos visitó. La solución, la única, era cambiar el aparato entero, tanto la unidad exterior como la interior. Con la exterior no había problemas, pero la interior está en el techo del segundo baño. Eso quiere decir que había que romper el techo, sacar el aparato viejo, reconstruir para soportar el nuevo, meter el nuevo, rehacer el techo y pintarlo. ¡Ná! Una tontería. Pero lo peor es que, lo recuerdo, estábamos en diciembre. José, nuestro experto en aire acondicionado, se tomaba vacaciones y además se iba a Palencia de donde es su familia. No regresaba hasta después de las fiestas, pero no estaría operativo hasta más tarde. Mediados de enero. Tenía trabajos anteriores a los que debía atender.

Para la obra del techo, José nos recomendó a un profesional con el que suele trabajar. Nos pusimos en contacto con él y acordamos (en diciembre) organizarlo todo en función de la disponibilidad de José.

Cuando ya estaba todo listo, la empresa de la obra destacó a uno de sus colaboradores para ir rompiendo el techo el día anterior al que José aparecería. De esta forma, no se entorpecerían unos con otros. El hombre rompió el techo y se llevó los escombros. Al día siguiente, a primera hora, José tuvo que retirar el viejo aparato, meter el nuevo y dejarlo funcionando. Todo un día.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y ya que estábamos metidos en polvo y escombros, contactamos con un electricista. Tenía que meterle mano a todo el cuadro eléctrico, obsoleto y fuera de la legalidad vigente y hacer unas mejoras. Otro que estaba hasta arriba de carga de trabajo. Estuvo todo un día, desde las 09.00 hasta las 17.00 o así, currando y probando todo y ni siquiera comió.

José dejó operativo el aire acondicionado, pero teníamos que probarlo con más tiempo. Se pasó todo el día currando, subiendo y bajando de casa a la azotea y vuelta.

Los de la obra del techo del baño, entre unas cosas y otras, tardaron una semana. Que si le das una mano de pintura, que si lo tienes que dejar secar. Pero lo dejaron “niquelao”. Lo del aire, no terminó de convencernos. No calentaba mucho y le pedimos a José que le volviera a echar un vistazo. De nuevo tuvo que hacer un hueco en su agenda y dedicarnos otra mañana.

Y toda esta historia viene a cuento de que todos estos profesionales están hasta arriba de trabajo en un país con casi 3 millones de parados, en donde la hostelería no encuentra personal y hay gente desesperada porque no pueden cubrir las bajas.

El electricista me dijo que eso de comer era algo variable. Que la comida la tenía en el coche porque se la preparaba su mujer, pero que él sabía cuándo salía de casa, pero no cuándo regresaría o si comería. Cuando estuvo con nosotros no comió.

Los de la obra del techo del baño, el jefe venía, organizaba el trabajo, daba las indicaciones al obrero de turno, acordaba con José dónde tenía que colocar la trampilla para dejarle hueco en el techo para que pudiera meter mano y hacer el mantenimiento del aire acondicionado, y después se iba a otras obras que estaba haciendo en paralelo.

Y de paso, a mí todos estos, me han obligado a meterme unos madrugones del carajo de la vela. Una auténtica indecencia para con un señor jubilado que se tenga que levantar a las 06.30 o las 07.00. Eso, sin contar la pasta que ha supuesto la bromita.

Y todo esto me lleva a plantearme algunas cuestiones. ¿Para qué tantos universitarios y tanto máster? Si al final vas a terminar en el paro, de camarero o viviendo en el extranjero. Un médico a duras penas sobrepasa los mil euros y poco, al mes. El electricista se llevó 700€ en metálico.

Cierto es que todos ellos son grandes profesionales y se lo curran; aquí nadie regala nada. Pero también es cierto que ninguno de ellos tiene la responsabilidad de tener una vida dependiendo de él. ¿No sería más lógico formar a los jóvenes en aquello que la sociedad necesita? Me parece absurdo que actualmente haya cientos de miles de puestos sin cubrir, mientras otros se están muriendo de asco con títulos universitarios y másteres, al tiempo que los del aire acondicionado, los electricistas y los de los escombros, no tienen tiempo ni de respirar.

Y encima ahora, con la Inteligencia Artificial, hay una serie de empleos que tienden a desaparecer. Los programadores informáticos lo tienen crudo con la IA. Los traductores de idiomas, de momento aguantan, pero irán a menos. ¿Trenes sin maquinista? ¿Metros sin conductor? ¿Taxis sin conductor? Y así sucesivamente.

Pero no han inventado un robot que sustituya a un obrero que te dé la escayola, te pinte o te instale el aire acondicionado.

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vender software por internet

Desbaratadas las posibilidades de intentar ser un franquiciado por obra y gracia de la banca, nuestro amigo Sisebuto tuvo que cambiar el punto de mira nuevamente.

Un día recibió una invitación - a través de internet - a colaborar por parte de una persona desconocida. La propuesta, en pocas palabras, consistía en intentar conseguir ampliar la cartera de clientes de una empresa multinacional, que fabricaba un software de gestión de procesos empresariales, conocido como por sus siglas en inglés BPM.

En realidad, no era eso lo que Sisebuto buscaba. Él necesitaba algún tipo de ingreso estable y lo único que se le ofrecía en esta colaboración era una comisión en caso de venta. Pero al menos, aunque lejana, había alguna posibilidad de obtener algún ingreso, así es que, por intentarlo no perdía mucho. Después de formalizar el contrato, Sisebuto se puso manos a la obra.

Se buscó la forma de obtener un listado de las empresas con más facturación de España, no importaba el sector en el que se pudieran mover. A continuación, investigó la forma de contactar con cada una de esas empresas, elegir a la persona adecuada para presentar el producto, y si conseguía un nombre y que le escuchara, poner a su disposición una demostración de las posibilidades y beneficios del producto. Esto, en el mundo de la venta, se llama “puerta fría”, es decir, que tú llamas a una puerta cualquiera, te presentas y le intentas vender la muñeca “chochona”. Y cuando te dan con la puerta en las narices, llamas a la del al lado. Y así sucesivamente. Así de crudo. Al menos, la posible demostración la harían desde las oficinas centrales del fabricante de software.

El envío de correos con invitación a una demostración, o incluyendo algún tipo de breve presentación con algunas transparencias, etc. no parecía que surtiera mucho efecto. No levantaba el mínimo interés. 

Después de unos cuantos meses totalmente infructuosos invertidos en la tarea, tuvo que rendirse a la evidencia y renunciar. Vender software a un cliente por el método tradicional, es un proceso lento, laborioso y costoso, incluso cuando el cliente ya lo es de la empresa en la que tú prestas tus servicios. Pero si, además, intentas eso mismo sin que se te vea la cara y sin disponer de ningún dato previo que te indique qué tipo de necesidades reales tiene la compañía, la tarea es simplemente estéril.

Pero Sisebuto sacó algo positivo de la experiencia. Tal vez había otro tipo de negocio que sí podría aceptar mejor la venta por internet, incluso “a puerta fría”.

 

 

sábado, enero 27, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. La franquicia.

 LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO

1.- La franquicia.

 

En cierta ocasión, hace ya de esto algunos años, vi un vídeo de un motivador que se dirigía a los empleados de una compañía en estos términos: “No te preguntes si te van a despedir. La pregunta que debes hacerte es cuándo”.

Asumiendo que semejante afirmación, por muy cínica que parezca, no deja de ser cierta, es bien sabido que, en este país, tarde o temprano, pero de modo inexorable, tendrás que afrontar el hecho de perder tu empleo. Junto con la pérdida de un ser querido o un divorcio, constituyen el podio de las mayores tragedias personales en el plano emocional y sentimental, además del económico, por supuesto. Fuera de eso, todo lo demás, casi carece de importancia.

Lo malo que tenemos en España es que, si eso te sucede a partir de cierta edad, ya puedes ir cavando tu tumba o buscar un piso alto en algún edificio para dar por finalizada tu presencia en este valle de lágrimas. Si a estas dificultades añadimos que, en vez de vivir en el octavo, vives en el primero, la solución de tirarse ocho veces desde tu terraza, no es válida.

Una vez superada la fase de desconcierto y de desánimo, y descartando – por el momento – la opción de exterminar a tu exjefe y la del suicidio, empiezas a intentar encontrar alguna luz en el largo y tenebroso túnel en el que te han metido. Y entonces comienzas a barajar diferentes opciones.

España no tiene nada que ver con EE.UU., por ejemplo. Si en América tú eres un corredor de Wall Street y te quedas sin trabajo, siempre puedes terminar trabajando de albañil en algún sitio. Aquí, en España, no. Aquí te piden experiencia y un título para mezclar cemento. Y luego está el problema de la distancia. En USA si vives en NY y el trabajo te sale en California, haces de tripas corazón y te vas. Aquí, en España, ni de coña. Sé de gente que se ha negado a aceptar un trabajo porque no tenía una estación de Metro cercana y en otro caso, que no podía mudarse porque se acababa de comprar un sofá. Verídico.

La clave, llegados a este punto, es que tienes que reinventarte, es decir, que te tienes que dedicar a algo que no habías hecho nunca y que jamás se te pasó por la cabeza. Es lo que los expertos denominan “salir de tu zona de confort”. O sea, tú estás tranquilamente sentado en tu silla, en el trabajo, haciéndolo lo mejor posible. Y de repente, viene un tío, te pega una patada en el culo, te saca a trompicones del edificio y te dice: “búscate la vida”.

Y en una situación así se encontraba Sisebuto Zabala.

Apartado del mundo laboral desde hacía tiempo como si fuera un apestado y sin la más mínima posibilidad de regresar, al menos, como trabajador por cuenta ajena. Sin pareja, y con el ridículo subsidio de desempleo como único ingreso, debía buscar una salida a su, cada vez más, perentoria situación.

Fue entonces cuando comenzó a considerar la fórmula de independizarse a través de una franquicia. Ese modelo de negocio le permitiría introducirse en un terreno totalmente desconocido, pero con la ventaja, de que iría de la mano de expertos que le aconsejarían y con soporte de marketing, imagen de marca y publicidad. A partir de ese momento, comenzó un largo proceso de selección y análisis de diferentes franquicias.

Uno de los aspectos fundamentales que contemplaba Sisebuto era el de emprender un negocio que cubriera una verdadera necesidad de las personas. Así fueron desfilando por su mente diferentes tipos de negocios: una tienda de artículos de escritorio, una panadería, una clínica de estética, una empresa dedicada al cuidado de los mayores, una consultora de negocio para PYMES o una empresa de perfumes de imitación, fueron algunas de las que ocuparon su tiempo.

Invirtió mucho tiempo en el estudio de viabilidad de cada una de ellas, buscando la ubicación idónea de cada tipo de negocio, los costes fijos, el capital a desembolsar, los posibles ingresos, los impuestos, etc. etc. etc. Pero lo más complicado de ese asunto para el bueno de Sisebuto, no eran los planes de las franquicias, alguno de ellos auténticos delirios por parte de las franquiciadoras. El muro insalvable de todos esos esfuerzos fueron los bancos, la financiación.

Los bancos, los mismos bancos que engulleron miles de millones de euros en una crisis provocada, en parte, por ellos, y que después no devolvieron a la sociedad; esos bancos que prefirieron conceder préstamos hipotecarios exorbitados a clientes con un futuro tan incierto como su empleo; los mismos bancos que promovieron el desalojo de esas viviendas por impago de la deuda; esos bancos, que presumían de ayudar y financiar a los emprendedores, fueron los mismos bancos que le negaron el pan y la sal a Sisebuto.

Sisebuto acudió a diversos organismos públicos que asesoraban a los futuros emprendedores a la hora de enfocar el negocio, el plan de viabilidad, etc. Y tuvo la máxima colaboración por su parte. Alguno de ellos revisó sus planes y emitió un informe favorable. Pero nada de eso sirvió de cara a las diferentes entidades con las que se puso en contacto, las cuales, adoptaron la postura de poner tal cantidad de impedimentos que, en realidad, ninguno llegó ni siquiera a estudiar el plan de viabilidad de la franquicia escogida, cuya inversión era alrededor de 5.000€. En algún caso, Sisebuto intentó contactar con un banco que oficialmente, en su propaganda, hablaba de conceder préstamos a los emprendedores. Pues ese banco, ni siquiera admitió que le enviara por email el estudio.

Y así fue como tuvo que desestimar la idea de convertirse en franquiciado. Debía explorar otras alternativas.

sábado, enero 20, 2024

Comité estamos para despistar

En esa multinacional americana no había comité de empresa, simplemente, porque las relaciones entre el departamento de RR. HH y los empleados eran tan fluidas que no se hacía necesario. Pero eso fue hasta que a alguien se le ocurrió la feliz idea de deshacerse del director y poner en su lugar a otro.

El nuevo, un individuo mucho más joven y con un talante muy distinto, aterrizó como un elefante en cacharrería y pronto comenzó a notarse su impronta en el ambiente de la empresa.

Una serie de decisiones estrafalarias por parte del nuevo director general, que incluían entre otros, aspectos relativos a la vestimenta de todos los trabajadores para acomodarse al más puro estilo norteamericano, fueron aceptadas por parte del nuevo director de Recursos Humanos, sin rechistar.

Según estas nuevas normas, los caballeros – que ya habían aceptado desde hacía mucho tiempo la obligatoriedad de la corbata-, ahora, deberían, además, prestar especial atención al ancho de las rayas en las camisas, el color de las mismas e incluso el consejo de evitar usar pajarita en vez de la corbata.

A las señoras y señoritas, se pretendía obligarlas a vestir con faldas por debajo de la rodilla, prohibir las blusas y camisetas que dejaran los hombros al descubierto y, por supuesto, sin escote alguno. Y el uso obligatorio de medias incluso en los meses de verano.

Todas estas medidas, incomprensibles e inasumibles por parte de los trabajadores, tuvo como consecuencia directa un deterioro inmediato del ambiente laboral y una creciente animadversión hacia la nueva cúpula directiva de la empresa. Por todo ello, lo que hasta ese momento no había sido necesario – el Comité de Empresa – pasó a ser absolutamente prioritario. Y así se organizaron las elecciones sindicales y ganó la única candidatura que se presentaba que era la de CC.OO.

Para un director general de una sucursal en España de una matriz norteamericana, no debe resultar fácil hacer entender a los jefes en NY que eso de tener un Comité de Empresa comunista, es algo natural. Por eso, el astuto director general ideó todo un maquiavélico plan con el fin de intentar camuflar ese comité junto a la existencia de otros, aunque de carácter muy distinto.

Con esa finalidad – la de enmascarar - se creó un nuevo grupo de trabajadores, que se denominó “Estamos Para Ayudar”. Dicho grupo, al que también se le puso el apelativo de “comité” por delante, estaba supuestamente orientado a mejorar el clima laboral de la empresa, alguno de los procesos de los distintos departamentos, la atención al cliente, pero, sobre todo, a maquillar eso del comité de empresa con CCOO, que, en las altas esferas de la compañía, allá lejos en Nueva York, no terminaban de aceptar muy bien.

El comité E.P.A., lo formaban 15 personas, que habían sido nominadas por sus respectivos directores de área, por lo que, en buena medida, se podría afirmar que ese comité, lo formaba el nivel 2 de dirección de la compañía.

La compañía, o sea, el D. General, contrató los servicios de unos consultores de empresa que serían los encargados de diseñar, dirigir y coordinar el macro proceso en el que la compañía se iba a embarcar. Así, la empresa consultora, decidió que los 300 empleados que formaban parte de la compañía, formaran grupos de unos 15 y se trasladaran a un hotel situado en la localidad de El Escorial, donde permanecerían - como en unos ejercicios espirituales - un par de días, trabajando según el sistema definido por los consultores, fines de semana incluidos.  Este sistema, llevaba aparejado toda una logística importante, en cuanto a alquiler de autobús para el traslado del personal, reservas de las habitaciones en el hotel, sala de reuniones, medios, comidas, cenas y demás. O sea: una pasta.

Para darle más solemnidad al nacimiento del comité, el director general invitó a los miembros de dicho grupo, junto a alguno de los directores de la empresa, a un hotel en Segovia, durante un día o dos. La idea era que los consultores de empresa que habían sido contratados para toda esta operación, presentaran dicho grupo el plan de trabajo, la forma de desarrollarlo, los objetivos que se pretendían cubrir y finalmente, como colaboradores necesarios, informarles de qué era lo que se esperaba de ellos como comité.

Durante la cena que tuvo lugar en un afamado restaurante de Segovia, el director general, sorprendió a todos con unas sudaderas blancas y un logo en el centro del pecho con el lema: ESTAMOS PARA AYUDAR. Una horterada típicamente americana, que no tienen sentido del ridículo y que pretendía que todo el mundo, en el restaurante, se pusiera la camiseta. Por mucho que insistió, fue él el único insensato con capacidad suficiente para hacer el ridículo sin ser consciente de ello. Se la puso.

Cada uno de los grupos en los que se dividiría a los trabajadores, estaban organizados de tal forma que no se vieran especialmente afectados los departamentos en el normal desarrollo de sus actividades. Cada uno de esos grupos iría acompañado por al menos un miembro del comité EPA.

Los resultados obtenidos con cada grupo, serían objeto de una selección y formarían parte de una especie de resumen de cada uno de ellos, que, a su vez, se añadiría a los obtenidos por los otros grupos y de esta forma, finalmente, proporcionaría una foto del sentir de los empleados en relación con su propio trabajo diario, de su percepción de los procesos, del estilo de dirección de sus jefes, etc. En definitiva, una visión general de satisfacción y de puntos de mejora.

La medida enseguida causó una gran excitación entre los empleados. Se sentían importantes, por una vez, siendo tratados con todo lujo de detalles (autobús, alojamiento, manutención…) al tiempo que todo ello se organizaba para hacer una encuesta de satisfacción, es decir, conocer su opinión. Y encima, les daban la oportunidad de “soltar por esa boquita” lo que llevaban tiempo callando por prudencia.

Esas ansias de participar, se vieron enseguida reflejadas en los primeros grupos de trabajo. Y a medida que avanzaban las reuniones y los consultores incitaban a ello y agitaban la muleta, la gente fue soltándose cada vez más, adquiriendo más soltura, sintiéndose más libre para expresar lo que sentían y entrando al trapo que les habían ofrecido. Eran abundantes las anécdotas que cada uno iba relatando, en las que quedaba de manifiesto el desprecio de alguno de los jefes por sus subordinados, el maltrato de palabra, las condiciones en las que debían trabajar, los salarios, las herramientas que usaban o tal vez, la inexistencia de las mismas, todo lo cual dificultaba el normal desarrollo de la actividad de una compañía que vivía del servicio y la atención al cliente.

Como no podía ser de otra forma, un tema absolutamente recurrente en todos los grupos, era el asunto del D. General. Sus decisiones, absurdas, incomprensibles y surrealistas, pasaron de incomodar a violentar directamente a los empleados, que, en ocasiones, se negaban a secundar.

Estas críticas al director general, llegaron a sus oídos y la decisión por su parte, fue muy de su estilo: queda prohibido hablar del director general. Así que, se podía hablar de todos los directores, menos de él, que era precisamente, el que más inquina suscitaba.

Este asunto, evidentemente, implicaba al comité EPA, que se reunía con cierta periodicidad para ir compartiendo los resultados de los grupos de trabajo, a los que el resto de miembros, no había acudido al ser rotatoria la asistencia.

En una de estas reuniones de seguimiento, el comité tuvo noticia de la prohibición del director general de que en dichos trabajos se hablase de su gestión.  Ello originó un intenso debate interno, ya que alguno, se planteaba seriamente si tanto esfuerzo y tantas ilusiones, merecían la pena, si al final venía el principal causante de todo ese desbarajuste a prohibir taxativamente que se abordara su gestión al frente de la compañía. Finalmente, por unanimidad, se acordó llamar al director general a la reunión del comité EPA, para en primer lugar, trasladarle el malestar que su decisión había originado en el grupo y en la empresa, y, en segundo lugar, para escuchar las explicaciones que tuviera a bien proporcionar, si lo consideraba oportuno.

Y para colmo, y también por unanimidad, se nombró a un servidor, portavoz del comité. Lo cual, - dicho en roman paladino - significaba que sería yo el responsable de llamar al director general para que se incorporara a la reunión, para expresarle el malestar por su decisión y pedirle explicaciones. Papel nada agradable que, con ese arrojo que me caracterizaba, asumí no sin reservas.

El director general subió, se incorporó a la reunión, me escuchó mientras los demás guardaban un prudente silencio, encajó el golpe y por supuesto, no dio ninguna explicación.

Después del papelón y de que el jefe se fuera de la reunión, en el comité EPA resurgió la idea de dimitir en bloque, habida cuenta de que aquello tenía pinta de ser una maldita pérdida de tiempo. Al final, llegamos a un consenso, según el cual, al menos cumplirían con el encargo que se les había encomendado, terminarían el trabajo de recoger el estado de insatisfacción de la empresa, la transmitirían a la alta dirección y después, a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

Y así fue. Algunos meses y millones de pesetas después, cuando se consolidaron todos los datos obtenidos de todos los grupos, a los que asistió una gran mayoría de empleados - no todos - se realizó una presentación oficial de los mismos en un hotel cercano a las oficinas, con una gran afluencia de empleados. Sin duda alguna, era un tema que interesaba a todos.

Al día siguiente, un servidor renunció por escrito a mi nombramiento. El comité EPA nunca más se reunió. Tampoco recuerdo que se implementara ninguna medida sugerida en esos talleres por parte de los empleados.