miércoles, mayo 23, 2018

EL RESPETO Y LA FALTA DE RESPETO.


Estoy seguro que muchos perciben el respeto como un comportamiento específico en un momento determinado. Algo muy concreto y mucho más relacionado con el protocolo que con el respeto a los otros seres humanos. Esto último, es un concepto mucho más amplio y abarca cualquier momento y cualquier actividad. Es una filosofía de vida y la vida misma, nos muestra cada día miles de ejemplos de personas que no tienen respeto por sus semejantes, pero lo exigen para ellos mismos.

El respeto no es solamente realizar las genuflexiones protocolarias delante de un Rey, un Papa o alguna autoridad. No es solamente, no hurgarse la nariz (al menos en público), no escupir (yo he visto esos carteles en el Metro de Madrid en los años 70) y no dar voces en público. El respeto es mucho más que todo eso.

Hace ya algún tiempo, en este mismo blog, hablaba de la diferencia que he podido comprobar entre el comportamiento de los extranjeros (ingleses aparte) y los españoles. Contaba en aquella ocasión cómo una persona que abandonaba su plaza de estacionamiento en una zona azul, se bajó del coche y me entregó su ticket, simplemente porque ella ya no lo necesitaba y había tiempo disponible que yo podría usar. Nunca jamás me había ocurrido antes algo así y nunca me ha vuelto a suceder. Pero hay más ejemplos.

He verificado científicamente que cuando los españoles divisan un paso de cebra, realizan una finta a modo de Garrincha y se abalanzan sobre las líneas blancas, asumiendo, por supuesto, que tus reflejos te van a permitir frenar con la suficiente antelación como para no llevarte por delante al aprendiz de suicida frustrado. ¡Y pobre de ti como esa respuesta sea superior a 0,5 nanosegundos! Porque las miradas furibundas como si tuvieran rayos X en los ojos, te taladran el cerebro cual rayo láser.

Los extranjeros, sin embargo, suelen esperar educadamente en el borde de la acera, y cuando les cedes el paso, que para eso está el paso de cebra, sistemáticamente te dan las gracias con un simple gesto de cortesía. Es entonces cuando confirmas que, además de ser rubios, altos como castillos y vestir de riguroso agosto aunque tú lleves una cazadora, son extranjeros porque son educados. Reconocen que tú podías haber pasado por encima de su cadáver, incluso aunque estuvieran pasando por el paso de cebra. De hecho, a los repartidores de pizzas, les suda la pechera las reglas de circulación, los pasos de cebra, los extranjeros, los españoles y la madre que nos parió a todos.

También confirmas que son extranjeros porque cuando vas al supermercado o a cualquier parking público, el coche con matrícula extranjera, ocupa sólo una plaza. Por muy grande, voluminoso y tanque que sea el coche, el extranjero ocupa sólo una plaza. El español, no. El español llega, deja el coche como le sale del ciruelo, ocupando dos plazas, y ahí se queda hasta que decide marcharse.

Los hay que van más allá. Responden al perfil de jovencito agresivo y con súper coche Mercedes que directamente, aparca el coche no solamente ocupando dos plazas, sino que incluso ninguna de esas dos es suya. Es más, una es la mía. Lo cual me lleva a sopesar la idea de sacar la navaja que llevo en la mariconera y obligarle a cambiar los 4 neumáticos de golpe. Es lo que tiene haber nacido en un barrio humilde. La educación sólo me ha proporcionado un ligero barniz.

Otros, y siguiendo con el tema coches, se arrogan el derecho de utilizar las plazas destinadas a los discapacitados, simplemente porque son “más listos”. Así por ejemplo, en el centro de salud al que voy, que está relativamente cerca de la playa, en verano es frecuente que las plazas de aparcamiento disponibles, sean escasas porque muchos de esos vehículos pertenecen a personas que están en la playa y no en el centro de salud. Pero el colmo fue el verano pasado, que fui testigo de cómo llegaba un coche y aparcaba en la plaza destinada a personas discapacitadas. Después, salieron todos del coche (más gente que en la guerra), sacaron el cochecito del bebé del maletero, organizaron el safari a la playa y se quedaron tan a gusto, dejando el coche en un sitio reservado a personas discapacitadas para que tengan un mejor acceso al centro de salud.

Y lo mismo cabe decir de las plazas destinadas a esas mismas personas en el Mercadona, por ejemplo, que suelen ser ocupadas, casualmente, por las mismas matrículas casi siempre.

La falta de respeto no sólo se circunscribe al uso del automóvil, pero sí que es cierto que al ser una herramienta que está regida por unas normas de circulación, es evidente que nos afecta a todos, la mayor parte del tiempo.

Falta de respeto es no respetar tu turno en cualquier fila, sea del tipo que sea. Falta de respeto es considerar que por el mero hecho de haber nacido hombre, debes tirar los tejos a toda mujer que se te antoje y que por eso, además, debería sentirse halagada. Falta de respeto es no apagar el móvil cuando estás en un lugar público y cerrado y hablar, además, como si no hiciera falta el teléfono, porque es posible que tu interlocutor te oiga, aunque esté situado al otro extremo del mundo. O lo mismo cabe decir de los avisos de whatsap recibidos. O de la musiquita machacona de los cojones, de los juegos.

Otros ejemplos de falta de respeto: la falta de puntualidad, hacer perder el tiempo a alguien o tratar de manera incorrecta a los camareros o dependientes de una tienda.

Hay personas que están convencidas de que merecen más respeto, en función de la importancia del trabajo que desarrollan. Establecen una escala de importancia subjetiva, entre ellos y su interlocutor. Y si consideran, según esa escala personal, que el otro les debe más respeto, harán lo imposible para conseguirlo y además, hacérselo ver.

martes, mayo 22, 2018

El Servicio Andaluz de Salud y la corrala.


Al llegar al área de Consultas Externas del Hospital Clínico de Málaga, aquello parecía El Corte Inglés el primer día de las rebajas. Era mediodía y por el volumen de personal que allí había sentado esperando su turno, se presentía que la visita al oftalmólogo iba a durar bastante. Lástima - pensé yo - que el Hospital de Benalmádena, lleve 10 años esperando una ampliación de servicios, debido a lo cual, tenemos que trasladarnos hasta Málaga y sufrir los agobios y la pérdida de tiempo que ello conlleva.

Presidiendo la pared contra la que están orientados todos los asientos, hay dos grandes carteles. Uno de ellos, ruega silencio. El otro, por no usar el teléfono móvil. Ninguno de ellos, parece ejercer demasiada influencia en el personal, porque allí lo que se respira es una atmósfera de corrala.

El trasiego de personas entrando y saliendo de la calle y de las consultas, junto con el atronador volumen con el que se llama a los pacientes por los altavoces, confiere al lugar un carácter más de feria de pueblo que de hospital.

Mientras aguardas paciente a que te llamen, además, la sala se convierte en una suerte de escaparate de la miseria. Ya tenemos asumido que mientras estás en un vagón del metro en Madrid o en un chiringuito de la playa tomando una cerveza, te asalten varios senegaleses, por riguroso orden secuencial, bien sea con un cargamento de gafas de sol de dudosa procedencia y calidad, bien con relojes que vaya usted a saber si alguna vez han dado siquiera la hora, o bien, con bolsos de señora de marcas trabajadas en el Polígono Cobo Calleja de Madrid, o de relojes, o de CD’s tan piratas como Drake. Pero que esta misma situación te la encuentres en la sala de espera de un hospital, da como para pensar. Y sin embargo, es así.

De repente, de entre las docenas de personas que transitan de un lado a otro, aparece un vendedor de lotería nacional anunciando que tiene el 15 y el 17, aunque la verdad sea dicha, sin demasiado éxito. Un poco más tarde, aparece otro vendiendo cupones de la ONCE, con el mismo éxito que el anterior. Y después, hace su aparición un señor que directamente pide para comer. Y éste sí que tiene más acogida en el personal. Yo me preguntaba, por qué razón, si lo que necesita es comer, no acude a alguno de los comedores sociales existentes, a Cruz Roja - tengo amigos que lo hacen con frecuencia - o alguna organización caritativa que bien podría proporcionarle una ayuda más estable que no la de depender de la misericordia de los pacientes de un hospital.

Pero el tema no acaba ahí. Unos minutos más tarde y mientras tú estás deseando que por lo menos el oftalmólogo pronuncie el nombre esperado por los altavoces, aparece un hombre de unos 30 años, alto y más largo que un día sin pan. Es entonces cuando dirigiéndose a los espectadores - ya hace rato que hemos dejado de ser pacientes - comienza a dar el guión preparado y a buen ritmo. Dada mi posición en primera fila del patio de butacas, no he tenido otra opción que asistir en silencio a la representación.

Lo más llamativo es que el individuo comienza su monólogo explicando que, a pesar de las apariencias, él no es drogadicto. “Excusatio non petita, accusatio manifesta” he pensado. Después ha seguido contando una historia de supuesto desalojo de una supuesta vivienda junto con su pareja - real o ficticia - y ha continuado afirmando algo parecido a “es triste pedil, pero más triste es de robal”, afirmando que prefiere no pedir en la calle y que su pareja, que es muy devota, se ha hecho con unas estampitas de la Virgen de Santa Gema, que como todos saben es buena para todo: la salud, la felicidad, el dinero, la fe, la esperanza, la caridad y un sinfín de bienaventuranzas que casi igualan a las del bálsamo de fierabrás. Que él no las vendía ni por un euro ni por medio. Que las ofrecía para ver si le podían ayudar.

Me ha sorprendido que no hubiera mencionado si estaba buscando trabajo o recibiendo algún subsidio. Al fin y al cabo, el que pedía para comer era un señor mayor, pero éste, era un mocetón joven y aunque delgado, se veía que gozaba de buena salud.

En ese momento he estado a punto de levantarme y de intentar ayudarle. Le hubiera indicado que volviendo la esquina, si se dirigía al descampado donde aparcan todos los coches, allí, al aire libre, en invierno y en verano, hay dos personas con un chaleco amarillo, que se encargan de recoger el donativo de 1 euro por aparcar el coche sin tiempo de permanencia. Esas personas, que van variando con el tiempo, trabajan en una ONG que tiene su sede en Málaga y que precisamente se encarga de dar trabajo a personas en riesgo de exclusión social. No ganan mucho, pero los que allí están, no les falta comida.

Digo que he estado a punto de indicarle el camino para entrar en contacto con dicha ONG, pero luego he pensado que lo mismo daba al traste con su montaje.

Después de media hora de espera, finalmente llaman por megafonía a la paciente. Y cuando regresa a los dos minutos, me dice:

- La ATS quería ponerme las gotas en los ojos y le he dicho que no podía ser. Que si me dilataba las pupilas era imposible que pudieran medirme las dioptrías. Y la chica se ha quedado con la boca abierta. Como si fuera la primera vez que alguien le dijera tal cosa. Es que entonces, aquí en Málaga, ¿no le miden las dioptrías a nadie? Porque si lo primero que te hacen es dilatar las pupilas y nadie dice nada…En Madrid no es así.
- O sea, que tienen que volver a llamarte?
- Sí. Y lo mismo por díscola, me llaman la última.

No ha sido la última y la aventura en el Clínico, nos ha costado sólo 1 hora y media.
Por lo menos, la doctora ha sido amable, algo que no suele ser habitual y el resultado del examen, tan bueno como los anteriores. Pero no deja de ser chocante que mientras ponen carteles de “guarde silencio”, y “no use el móvil” se permita la entrada de pedigüeños. Supongo que lo siguiente será alguien vendiendo “malacatones” o seguros de vida.

jueves, mayo 17, 2018

Por qué no puedo ser astronauta.


Pedro Duque, nuestro afamado astronauta, español y del Real Madrid, como todas las personas decentes, contaba en cierta ocasión una de las pruebas a las que fueron sometidos los aspirantes a formar parte del programa espacial.

La prueba consistía en que los de la NASA, les dieron unas piezas a modo de puzle de IKEA, que tenían que montar en un tiempo limitado, siguiendo las instrucciones que estaban - pongamos por caso - en ruso. Al mismo tiempo y mientras intentaban montar el objeto ese, había una o dos personas que les formulaban preguntas, en un idioma diferente al que seguían con las instrucciones de montaje. Conociendo cómo se las gastan los de la NASA, seguro que las preguntas no eran del estilo de “quién fue Pichichi de la Liga en 1974”.

Pero hay más. Las piezas que había que montar, tenían truco. Había un error, hecho a propósito, y era imposible montar el objeto.

Como todos sabemos, Pedro debió acertar porque después, fue astronauta.

Hace unos días yo tuve que enfrentarme a un desafío aún mayor. Había que cambiar la tapa del inodoro del baño por otra nueva. Así, dicho de esta forma, parece una tarea simple. Pero sólo lo parece. Basta con que un servidor se plantee realizar cualquier trabajo manual, para que se produzca la conjura de los planetas en mi contra.

El desatornillar la primera palometa con la que se sujeta la tapa, fue sencillo, aunque la palometa en sí, no tenía demasiadas alas con las que poder ejercer una buena palanca. Los problemas empezaron cuando había que hacer lo propio con la otra. Con la que estaba más pegada a la pared del baño. Esa quedaba a la mano izquierda y ya es sabido que yo mano izquierda, lo que se dice mano izquierda, en el amplio sentido de la expresión, no tengo. Yo tengo mano izquierda porque venía de serie y me hace juego con la otra, pero nada más. Y además, la cosa estaba dura. La palometa, me refiero. Aquello no giraba.

Entre que con la izquierda no tenía fuerza suficiente y que con la derecha me pillaba a trasmano, aquello empezó a parecer más un ejercicio de contorsionista. Eso sí que era un escorzo y no lo de Marcelino a la URSS en 1964 en el Santiago Bernabéu.

Era más que evidente que se necesitaba una herramienta. Unos simples alicates bastaban. Pero como ya he dicho antes, los planetas se conjuran en mi contra: NO HABÍA ALICATES. Se hacía imprescindible llamar a Juanito.

Juanito, se supone que es el conserje de la urbanización en Rota donde está la vivienda. Digo se supone y lo recalco, porque en realidad, aparte de barrer un poco de vez en cuando, tú a Juanito no le ves. Nunca. Es como el hombre invisible. Le llaman "el anguila", por lo bien que se escabulle. Le tienes que localizar a través del móvil y eso, suponiendo que quiera cogerlo. Juanito está a otras cosas. Él se dedica más a todas las obras de reforma que tiene por todos los alrededores. Es como “Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio”, pero en carne y hueso.

Miré el reloj y faltaban 5 minutos para que terminara su “horario laboral”. Tentamos a la suerte y le llamamos. Tuvimos suerte, de verdad, porque ya estaba en el coche, en el garaje, para salir huyendo del lugar del crimen. Finalmente, conseguí los alicates por los pelos.

Ya con herramienta, la cosa seguía dura, pero después de no pocos esfuerzos, de sudar un poco y de ciscarme en todos los muertos del pedazo de animal que lo había apretado en su día, conseguí aflojar la maldita palometa y quitar la tapa del inodoro. Ya sólo quedaba colocar la nueva, recién comprada.
Tras comprobar que las medidas que habíamos tomado eran buenas y encajaban con las del inodoro, sólo se trataba de poner la nueva tapa haciendo coincidir los agujeros. Parece fácil, no? Pues es más complicado de lo que parece.

Uno coge la tapa y espera encontrarse con unos agujeros que deben coincidir con los que tiene el inodoro. ¡Pues no! Ahora los hacen con un diseño ergonómico, atómico y futurista.

Con las tres piezas del rompecabezas de la tapa, te empiezas a hacer un lio monumental. Fue entonces cuando recordé la prueba de Pedro Duque, las instrucciones en ruso y las preguntas en alemán. Y fue entonces cuando me empecé a preocupar. Porque si con tres piezas no era capaz de montar la puta tapa de los cojones, no me iba a quedar más remedio que ir a la ferretería donde la habíamos comprado y preguntarle por un cursillo acelerado para montar tapas de inodoro en Youtube.

Más cabreado que una mona por no saber descifrar el misterio de la tapa del inodoro, regresamos a la ferretería. Al llegar, con la nueva tapa en las manos, la tienda estaba llena de gente. Tener la tapa del inodoro entre las manos, parecía cualquier cosa, menos algo digno y respetable. Además, el individuo que estaba delante de nosotros, parecía que iba a montar el Golden Gate porque no hacía más que comprar tuercas, tornillos, arandelas, escuadras y toda clase de artilugios. Finalmente, me toca el turno y con más vergüenza que un torero cobarde, le digo al hombre, muy bajito para que nadie me oyese:

- Necesito un cursillo avanzado para montar esto.
- No se preocupe que yo se lo dejo montado.

Y exactamente en tres segundos y medio, colocó las tres piezas del rompecabezas en su sitio.

- Si por algo elegí la informática - le dije a modo de excusa.

Y entonces recordé a Pedro Duque y fue cuando me di cuenta que yo no habría podido ser astronauta. Primero porque no sé ruso. Tampoco hablo alemán. Pero sobre todo, porque a mí me dan un puzle para montar y hay una pieza defectuosa y les meto a los de la NASA con el puzle en la cabeza.

domingo, mayo 13, 2018

Eurovisión 2018: lo que yo ví.

Estas han sido las clasificaciones y puntuaciones de cada uno de los países, en la final de Eurovision 2018:
1. Israel con 529 puntos. ==> Una zampabollos haciendo la gallina y cosas raras con la boca. 
2. Chipre con 436 puntos. ==> Óscar a los FX. Mejor no ir a Nicosia. No cabrían todos.
3. Austria con 342 puntos. ==> Junto con Alemania, las dos mejores.
4. Alemania con 340 puntos. ==> Idem anterior.
5. Italia con 308 puntos. ==> Iban detrás de España hasta el voto popular. Algo raro.
6. Republica Checa con 281 puntos. ==> No sé qué hacen en ese puesto.
7. Suecia con 274 puntos. ==> No estaba mal.
8. Estonia con 245 puntos. ==> Una soprano en Eurovisión. ¿Y si Mandamos a Plácido?
9. Dinamarca con 226 puntos. 
10. Moldavia con 209 puntos. ==> Una comedia burlesca en el escenario. ¡Tócate los huevos!
11. Albania con 184 puntos. ==> ¿Realmente son tan buenos?
12. Lituania con 181 puntos.
13. Francia con 173 puntos. ==> Otra pareja como la española. ¿Hay tanta diferencia?
14. Bulgaria con 166 puntos.
15. Noruega con 144 puntos.
16. Irlanda con 136 puntos. ==> Un guitarrista, un piano y dos gays bailando en el escenario.
17. Ucrania con 130 puntos. ==> ¿Drácula es mejor que España? 
18. Países Bajos con 121 puntos. ==> Country en Eurovisión. 
19. Serbia con 113 puntos.
20. Australia con 99 puntos.
21. Hungría con 93 puntos. ==> Heavy metal!! El cantante descalzo y el batería sin camisa. 
22. Eslovenia con 64 puntos. ==> Pelo rosa y melodía irrepetible. 
23. España con 61 puntos. ==> Hicieron exactamente lo que se les pidió que hicieran. 
24. Reino Unido con 48 puntos.
25. Finlandia con 46 puntos.
26. Portugal con 39 puntos. ==> De campeones, al último puesto. 

lunes, mayo 07, 2018

Einstein y Benalmádena

Decía Einstein: "Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo".


Yo, con el transcurrir de los años, hace ya tiempo que me convencí de lo primero. De hecho, he ido acumulando datos y experiencias que así lo atestiguan. Incluso hubo un escritor, John Kennedy Tool, que escribió una joya sobre el tema titulada “La conjura de los necios”. Un libro que debería estar en la mesilla de noche de todo el mundo. Lástima que el autor, se suicidara porque nadie quería publicarlo.

Hoy voy a compartir una de esas pruebas irrefutables de que los imbéciles se reproducen como los conejos y tienen una clara tendencia a inundar el planeta con su presencia.

En nuestra urbanización, hay un descendiente directo del último hombre de Cromañón, el cual, no tiene ningún reparo en afirmar que su antena parabólica, no recibe bien la señal por culpa de la fila de árboles que tiene frente a su casa. Véase en la imagen





El Cromañón, lleva años intentando convertir este jardín público - bonito, agradable y tranquilo -, en un erial. En una suerte de sabana africana, en la que sólo se divisa en una inmensa planicie, una aislada acacia, por cuya sombra pelean a muerte los más despiadados depredadores. Así, ya en su día, hubo un intento de talar de raíz unos cuantos de estos frondosos árboles, que en verano proporcionan algo de sombra y protección, so pretexto de no se sabe muy bien qué falsos argumentos. Y como los de Cromañón, listos no son, pero pesados son un huevo, el tipo, insiste con inusitada reiteración.

En la última junta de vecinos, allá por el mes de marzo, intentó convencer al resto de vecinos que los vendavales que habíamos sufrido en casi toda España y que también padecimos algo por aquí, habían puesto en serio riesgo la integridad física de las personas. Lo cierto es que nadie excepto él y su equipo de adláteres secuaces, fue testigo de semejante peligro. Y con esa excusa y exagerando mucho la escena y sus impredecibles consecuencias, consiguió que durante unos minutos se hablara en la reunión anual de vecinos, del tema de los árboles - de responsabilidad pública -  y de los riesgos que conllevaba no podarlos convenientemente.

Afortunadamente, entre los asistentes, se encontraba un entendido en la materia, que para más datos, ha vivido más de 30 años en el extranjero, veinte de ellos en Quebec, con lo que de árboles, parece que sabe más que el Cromañón, que proviene de la Pampa.
Manolo, que así se llama el vecino “quebequés”, indicó que a los técnicos del ayuntamiento, había que indicarles claramente qué es lo que había que hacer con los árboles y sobre todo qué no. Así, supuestamente, se tomó nota en el acta correspondiente y la cosa se quedó ahí.

Hace un par de días o tres, comenzamos a escuchar el atronador y preocupante ruido de una sierra mecánica. Prueba incontestable de que los del ayuntamiento, ya estaban trabajando en la poda, aunque a los que no entendemos de esto, nos sorprendiera que tal acción se realice en el mes de mayo, cuando todo parece señalar que hay otras épocas del año más propicias para abordar la poda de los árboles.

Pero lo malo no es que se haya iniciado en una época poco recomendable. Lo malo es que - a tenor de los resultados bien visibles - han debido llamar a ARBOLEITOR, porque lo que están haciendo, raya el delito medioambiental.




En vista del estropicio, que han sido capaces de organizar en apenas 48 horas, esta mañana, temprano, ha habido una reunión urgente a pie de calle y casi en pijama, entre algunos vecinos preocupados por el cariz que estaban tomando los acontecimientos y los propios trabajadores del ayuntamiento. Los cuales, una vez que se les ha informado de la aberración que estaban cometiendo, han decidido poner pies en polvorosa, abandonar el lugar y desaparecer hasta nueva orden.

A partir de ese punto, compartiendo los datos y las informaciones que se disponían por parte de diversos vecinos, entre ellos, Manolo el quebeqois, hemos sido capaces de reconstruir el rompecabezas del porqué de la situación.

Según parece, el Cromañón, a base de ser más pesado que el plomo y repetirse más que las cebollas, ha conseguido hacerse con algún tipo de contacto en el ayuntamiento. A dicho contacto, le ha trasladado que la decisión de podar los árboles, se adoptó por unanimidad en la junta de vecinos. Lo cual, ya de entrada, es falso, porque dudo mucho que en esta comunidad de vecinos, se adopte cualquier decisión por unanimidad. Pero es que además, al funcionario de turno, no se le ha informado adecuadamente de los importantes matices que aportó Manolo, el quebeqois, en la reunión. Y como quiera que esta mañana, estaba presente el propio Manolo, ha sido él quien además de informar al técnico del ayuntamiento de la barrabasada que estaban haciendo, se ha puesto en contacto con una periodista de un diario de la capital para que diera publicidad al acto.

La periodista, una chica joven que ha venido provista de su cámara y de su bloc, iba tomando notas acerca de quiénes eran los allí presentes, cuál era la situación y qué pretendían los demandantes.
En un momento de la conversación, la he manifestado mi extrañeza por la actitud del propio ayuntamiento, porque según parece, basta con que algún vecino haga referencia a una decisión tomada por la junta de vecinos, para a continuación, acudir presto al lugar y arrasar con lo que se ponga por en medio, siguiendo las instrucciones del emigrante de la Pampa, y sin atender a los técnicos cualificados del propio ayuntamiento, que a mi juicio, deberían haber aportado su experiencia y su consejo para ver de acometer con garantías, la poda de los árboles. Y no como ahora, que existen serias dudas de que algunos de ellos, sean capaces de sobrevivir en un plazo medio de tiempo.

Por supuesto, mientras los allí reunidos intentábamos organizar la estrategia para derrocar de sus puestos en la junta de vecinos, a la panda de sanguijuelas mafiosas, que viven a nuestra costa, los aludidos, se reunían por su cuenta y procuraban no hacer acto de presencia, en tanto en cuanto, no hubieran decidido qué acciones debían tomar.

Por el momento, no hemos vuelto a escuchar la sierra mecánica. La periodista redactará su artículo y ya veremos si se lo publican y los mafiosetes, estarán haciendo acopio de valor y de excusas para continuar con sus actividades lucrativas.

Efectivamente, la estupidez humana es infinita.