martes, enero 28, 2020

Mario Conde y el PSOE.


En estos días, estoy terminando de leer un libro que, si ya antes de comenzarlo me parecía interesante, ahora es uno de esos libros que recomiendo de modo entusiasta. El libro se llama “Los días de gloria” y el autor es Mario Conde.

Teniendo en cuenta que la tercera parte de los recientemente encuestados por una TV, han declarado no tener ni repajolera idea de lo que significa holocausto o Auschwitz, doy por hecho que, al tal Mario Conde, no le conocen salvo los que tenemos ciertos años, y leemos los periódicos de vez en cuando. Así es que, va por ellos.

Mario Conde es un señor – ahora debe andar por los más de setenta – que allá mediados los 80 del siglo pasado y comienzo de los 90, era el paradigma del hombre triunfador. Era el éxito hecho carne. Joven, atractivo, impecablemente vestido, inteligente, simpático, ocurrente y con esa retranca típicamente gallega. Todos esos atributos le habrían proporcionado una vida de éxitos infinitos…si no hubiera nacido en España, donde, como todos sabemos, el deporte por excelencia consiste en destruir a los mejores para aupar a los gilipollas y a los mediocres. Si además de ser listo, guapo y después rico, encima presumes de ello, tienes la sentencia adjudicada desde el primer día. En otro país, digamos EEUU, serías un Donald Trump – tal vez mejor, porque este es tonto y Mario Conde, no -, pero en España, no se puede consentir que un tipo como Conde sobreviva o incluso amenace con su sola presencia a los mindundis que le rodean. Y ese fue su gran pecado: ser mucho más valioso que el resto.

Mario Conde nació en Tuy. Su padre era un funcionario, inspector de aduanas, de familia modesta. Fue un estudiante brillante. Extraordinario. Sacó magníficas notas en la carrera de Derecho, que cursó en la Universidad de Deusto, y posteriormente, siguiendo los consejos de su padre, decidió presentarse a las oposiciones de Abogado del Estado. Para un ser normal, estas oposiciones representan un esfuerzo de unos cuatro años de media. Pero Mario Conde decidió estudiar el doble y las sacó en dos años, habiendo obtenido la mejor nota de toda la historia de dichas oposiciones. Ni que decir tiene que obtuvo el número 1.

Una vez que ya tenía su plaza de funcionario, de pronto un día le ofrecen un puesto de trabajo en una empresa privada. La empresa, era una de tipo familiar, pero con cierto prestigio, llamada Laboratorios Abelló. A partir de ahí, comienza el mito de Mario Conde, además de una estrecha y profunda relación de amistad con Juan Abelló, uno de los dueños de la compañía, junto con sus hermanas.

No voy a destripar el libro por si alguno quiere leerlo, pero sí diré que, en el largo trayecto vivencial de Conde, se describe con todo lujo de detalles, lo acaecido en Abelló, en Antibióticos, su venta a Montedison y su desembarco en Banesto. Y aquí es cuando empieza de verdad la feria.

Desde el desembarco en Banesto, donde Conde y Abelló compraron miles de millones de pesetas en acciones, las maniobras del PSOE de Felipe González y su Ministro de Economía, Carlos Solchaga, no cesaron ni un solo segundo durante los siguientes siete años. Como necesarios colaboradores de semejante operación de acoso y derribo, fueron utilizando a diversos arietes, sistemas y métodos, comenzando por el mismísimo Gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, y continuando en diferentes momentos con “los Albertos”, Javier de la Rosa, Miguel Boyer, Sánchez Asiaín, Emilio Ybarra, y finalmente, Luis Ángel Rojo, a la sazón sucesor de Mariano Rubio, el cual había terminado en la cárcel por chorizo y sinvergüenza.

Conde y Abelló, fueron elegidos miembros del Consejo de Administración de Banesto, al resistir con éxito, una OPA hostil que el gobierno del PSOE pretendió llevar a cabo, utilizando al Banco de Bilbao de Sánchez Asiáin y Emilio Ybarra – todavía era sólo de Bilbao – como instrumento para sus espurios intereses.

En efecto, el PSOE, quería controlar a toda costa un gran banco y fijó su objetivo en la figura de Banesto. Sin ningún tipo de cortapisas, el gobierno se inmiscuyó en el negocio privado de la banca y pretendía obligar “por el artículo 33” a que el Banco de Bilbao, comprara Banesto y se fusionaran. A partir de ese momento y del batacazo que se metió el Banco de España, el Gobierno, el Ministro de Economía Carlos Solchaga y demás gentuza política involucrada en semejante tropelía, comenzó una caza al hombre, contra Conde, al que finalmente terminaron por enchironar de una manera bastante rocambolesca, no sin que antes, Banesto,  tuviera que desembolsar 300 millones de pesetas por un lado -que fueron a parar a un político muy conocido – y en otra ocasión, otros 600 millones de pesetas, todo ello con la finalidad de conseguirse unos aliados, tanto en el mundo de la política, como de la prensa, con el fin de poder pelear contra ese monstruo que se denomina Sistema. 

Un Sistema y un poder, en el que Mariano Rubio, se permitía el lujo de lanzar bulos totalmente falsos contra Banesto, con el único fin de torpedear el precio de la acción en bolsa, intentar abaratar su precio y con ello, posibilitar la adquisición por el Bilbao, mientras El País, sacaba en portada y a cinco columnas otra noticia totalmente falsa y escandalosa, sobre el Frenadol, con el único objetivo de perjudicar a los Laboratorios Abelló, fabricantes del producto, por poner sólo un par de ejemplos de los muchos que se describen en el libro.

En esta pertinaz persecución política a la que fue sometido Conde, no debemos dejar de lado al ilustre Narcís Serra, por entonces, Ministro de Defensa, el cual, abusando de su poder y obviando  cualquier atisbo de legalidad, contrató ilegalmente, los servicios de una agencia de detectives extranjera llamada KROLL, para espiar los movimientos y conversaciones de todo tipo de personajes de la vida política y social de España, empezando por el propio Rey y terminando por cualquier periodista o politicastro de tres al cuarto. Todo ello, convenientemente subvencionado con el dinero de todos los españoles, pues se utilizaron los Fondos reservados de los que disponía el CESID.

En el caso de Conde, las investigaciones incluían a miembros de su familia más directa, como sus hijos.

Por tanto, no debemos extrañarnos de lo de Villarejo.

Cuando consiguieron encarcelar a Conde,  - que no fue el único que acabó en prisión, aunque el resto lo fue por diversos motivos (Julián San Cristóbal, ex Director General de Seguridad del Estado, Rafael Vera, secretario de Estado para la Seguridad del Gobierno, etc. lo fueron como consecuencia de los GAL) - lo hicieron argumentando que el propio Conde había robado al banco; es decir, se había robado a sí mismo, en la empresa en la que había invertido miles y miles de millones de pesetas, y por la que había luchado a brazo partido por su independencia y en favor de sus accionistas, contra el todopoderoso Banco de España, el Gobierno, el PSOE, Prisa (Jesús de Polanco), El País, y el sursuncorda.

Finalmente, el Banco de España, aguijoneado por Felipe González, a la sazón presidente del Gobierno y por el entonces líder de la oposición, José María Aznar, decidió intervenir Banesto, en una medida sin precedentes en la Europa democrática. Tal fue el escándalo que se produjo que se creó una Comisión parlamentaria, a la que tuvieron que ir a prestar declaración, todos los involucrados. El representante del PSOE en dicha comisión, fue Juan Pedro Hernández Moltó, que se permitió el lujo de pontificar acerca de las mejores prácticas bancarias y hacer trizas la depauperada imagen del ya entonces cadáver político Mariano Rubio, justo antes de ser nombrado presidente de Caja Castilla-La Mancha, la cual, para más inri, acabó en la más absoluta ruina debido a las prácticas escasamente ortodoxas del ínclito Moltó, siendo una de las cajas rescatadas con el dinero – otra vez – de todos los españoles. 

¿Y a qué era debida tanta inquina, tanto odio africano hacia un individuo que lo único que pretendía hacer era su trabajo al frente de un banco? Pues por la sencilla razón de que todos, y cuando digo todos, me refiero a todos, - Felipe González, Aznar y todos los demás -, estaban aterrorizados por la idea, totalmente falsa, de las aspiraciones políticas de Conde. El rumor de que Mario Conde quería meterse en política, eran tan intenso, como falso, pero estaba tan extendido, que abarcaba desde el Rey hasta la prensa escrita y lo que se viene conociendo como “los mentideros de la Villa”. Pero a pesar de la insistencia de muchos y las presiones de unos pocos, la única obsesión de Conde era su banco, Banesto.

¿Por qué este pánico a Conde y su posible irrupción en el terreno político? Pues porque era el único – insisto, el único – que proporcionaba una imagen de auténtico liderazgo, de honestidad, de capacidad, de solvencia, de integridad moral y ética, y todo ello, ponía de los nervios a sus hipotéticos rivales, Felipe González y Aznar. Al primero, porque – aunque ya estaba bastante harto de estar en el poder – veía que se le acaba el chollo. En relación a Aznar, nadie daba un duro por él, porque todos - incluidos los del PP - estaban de acuerdo en que era un mindundi, un “segunda fila” sin carisma, sin liderazgo y sin capacidad. Todos percibían que, en caso de ganar las siguientes elecciones, sería más por demérito del PSOE que por su valía y, por tanto, Conde representaba una seria amenaza si se confirmaban los rumores de que quería fundar un tercer partido a la derecha del PSOE. De ahí que, entre ambos, González y Aznar, maniobraron para quitarse a Conde en medio, sin pararse en barreras. Hasta Jesús Posadas, en una cena en una casa particular, corría alborozado por los pasillos dando la noticia de que, "por fin, la caída de Conde era inminente", y así se lo había trasladado Aznar.  

Tras la lectura del libro, es imposible detraerse a una sensación de frustración, de pesadumbre y hasta de odio, por los métodos empleados por políticos, especialmente del PSOE, para intervenir, mediar, entorpecer, y hasta robar, en una empresa privada en la que ellos habían puesto sus codiciosos ojos. Al final de todo, Banesto fue primero intervenido y después regalado al Banco de Santander. Al menos por el Popular, el Santander tuvo que pagar 1 euro. En el caso de Banesto fueron 0 euros. Más barato.

Otra de las impresiones que se quedan después de leer el libro, es la inmundicia carroñera que inunda nuestra sociedad, en casi todos los órdenes, no sólo el político,  - en el que por supuesto, lo más suave que se puede decir de la mayoría de ellos, es que son una panda de hijos de puta - sino también, en la prensa, vendida como estómagos agradecidos a sus propietarios, sin olvidarnos de algunos supuestos banqueros o personas que tenían importantes responsabilidades alrededor del Banco de España.

En definitiva, no comprendo cómo no hay algún guionista de cine que, en vez de seguir tocando las pelotas con el manido tema de la maldita guerra civil española, no se dedica a escribir un guion de verdad sobre Mario Conde, su vida, sus hazañas, sus victorias - que fueron muchas -  y su derrota. En Hollywood, ya lo habrían hecho. Pero claro, allí, no dependen de los subsidios del Ministerio.

sábado, enero 18, 2020

¿De quién son los hijos?

“Los hijos no pertenecen a sus padres”. La frase, desgraciada donde las haya, la ha pronunciado Celáa, un miembro de un gobierno en la Europa del siglo xxi, que, además, presume de ser progresista. Claro que tampoco debe extrañarnos demasiado, ya que la actual vicepresidenta, Carmen Calvo y compañera de la susodicha, dijo en su día (y se quedó tan ancha):” El dinero público no es de nadie”.  Extraña manera de pensar tiene esta gente.

Así que ahora resulta que los hijos no son de sus padres. O sea, tú los engendras, los cuidas, el estado te da unos permisos pagados para que les cuides en los primeros meses, los tienes en casa hasta los 40 años, porque antes es imposible que se puedan independizar, y ahora viene la Celáa y nos dice que en realidad, los tenemos prestados; que nuestros hijos no son nuestros, que pertenecen a un ente abstracto, tal vez supranacional, y que deben ser sacrificados en el altar de los principios marxistas leninistas, en cuyos países, todos lo sabemos, se obligaban a los niños a estudiar aquellas materias en las que sus cualidades podían despuntar más y aprovecharlas mejor, en vez de permitir que fueran ellos los que eligieran qué les gustaba más, al margen de sus capacidades. 

Este nuevo principio educativo de “los hijos no pertenecen a sus padres”, por un lado, choca en una clara contradicción con el sentido común, en primer lugar. Por otro, no se entiende que, al mismo tiempo, se pretenda hacer responsables a los padres de ciertas actitudes y comportamientos de sus hijos cuando cometen algún delito y son menores. Y, en tercer lugar, viene a socavar la autoridad paterna con la nueva propuesta de permitir a las jóvenes de 16 años, acceder al aborto aun sin el consentimiento de sus padres. Vieja aspiración esta de los socialistas y marxistas que la vienen sosteniendo desde hace tiempo.

Aparte las contradicciones y la falta de sensatez de semejantes propuestas, da la impresión – preocupante – que lo que se pretende realmente es despojar a los padres de la autoridad que puedan ejercer sobre sus hijos, al igual que se hizo en su día con los profesores en las aulas. Ya sabemos exactamente cómo ha evolucionado la nula autoridad del profesor dentro del aula, así es que no es difícil imaginar cómo serían las cosas si ahora, además, también se hurta a los padres de la natural y obligada autoridad sobre sus hijos. 

Si hoy en día abundan - para nuestra vergüenza y nuestra preocupación – las violaciones en manadas y su posterior subida a la red; si el botellón parece sólo una fiesta más y no nos preocupa que nuestros menores comiencen cada vez más temprano a probar el alcohol y las drogas, con las nefastas consecuencias que ello acarrea; si la ludopatía comienza a instalarse entre nuestros jóvenes debido a la superpoblación de casas de apuestas y el acceso ilimitado online a las mismas; si todo ello está ocurriendo ya, frente a nuestras narices, no me imagino el resultado de que los padres no tengan la potestad de elegir qué clase de educación quieren o no proporcionar a sus hijos, y que sea el estado el que tome esa decisión en su nombre. 

Es de resaltar el espíritu extraordinariamente beligerante que el gobierno está dispuesto a mantener en este asunto y contrasta con la benevolencia con la que el propio gobierno acata los continuos ataques a la enseñanza en castellano que NO se da en Cataluña, contraviniendo, por cierto, sentencias – como tantas otras – de los tribunales de justicia. O sea, que mientras en Cataluña, Baleares y algo menos en Valencia – aunque quieren transitar por la misma senda – se saltan a la torera la obligación de enseñar en castellano en las escuelas e incluso ponen espías en los recreos para perseguir a quien no habla catalán, y todo ello se realiza con el beneplácito del gobierno, que mira para otro lado, ahora, como los que defienden el llamado PIN parental, son de derechas, desenfundan la catana y están prestos a la batalla. 

Es en el seno de la familia, donde se inculcan los principios. Todos los principios. El respeto, la tolerancia, el esfuerzo en el trabajo…La educación, comienza en casa. Cuando uno va a la escuela es a aprender fundamentalmente matemáticas, geografía y esas materias. Convertir las aulas en una especia de fábrica de progres, no es el objetivo para el que se han inventado. Las personas serán más o menos progres, - suponiendo que haya un termómetro que sea capaz de medir semejante estupidez-, en función de sus propios criterios, pero en ningún caso, debemos permitir que nuestras aulas se conviertan en una fábrica ideologizada de robots humanoides obligados a pensar de una única manera. Este tipo de comportamientos totalitarios me recuerdan mucho a la novela de Orwell y el famoso “Gran Hermano” que todo lo vigila.