sábado, febrero 24, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Cambio de compañía eléctrica.

La situación personal de Sisebuto - obligado por sus míseros ingresos-, le obligaba a pensar en todo tipo de alternativas laborales, pero cualquiera de ellas debería de proporcionarle la posibilidad de realizarla desde casa. Sin vehículo propio – eso es digno de otra historia aparte - y sin medios económicos para poder desplazarse aun cuando lo tuviera, le obligaban a ello.

Por eso, cuando se topó con la nueva propuesta le pareció interesante.

Una vez más, se trataba de ofrecer la posibilidad de cambiar de compañía de suministro de electricidad, pero en esta ocasión, en vez de acudir a una gasolinera e introducirse en la furgoneta de la muerte, lo podría realizar desde casa, aunque el procedimiento fuera un poco chusco.

El proceso de conseguir a un posible interesado, no cambiaba nunca: era responsabilidad del comercial. Pero en esta ocasión, había algo muy peculiar.

En primer lugar, Sisebuto debía convencer a su posible víctima que le entregara un recibo de la luz reciente. Después, en base a unos cálculos algo discutibles, debía utilizar una regla normal y corriente, y medir con exactitud la longitud de la barra de consumo que aparecía en el recibo. En base a la longitud y a esos cálculos mencionados, supuestamente se obtenía el descuento por parte del cliente, que a continuación, firmaría el contrato con su nueva compañía.

Sisebuto estudió detenidamente todo el proceso, los cálculos, y toda la información que le proporcionó su contacto, y había aspectos que no terminó de entender. No estaban claros, y si él no lo tenía claro, no podría asesorar adecuadamente a ningún posible cliente. Así es que, le trasladó sus dudas a su contacto. Y esperó una respuesta. Y esperó. Y esperó, como aquellos viajeros en Casablanca esperaban los salvoconductos para Lisboa, al tiempo que por la noche visitaban el Rick’s Café. Y un día recibió un email en el que no le respondía a la cuestión planteada que, básicamente era ¿de dónde salen esos números?

Después de un intercambio de correos en donde era evidente una cierta tensión, lo de medir con una regla la longitud la barra de consumo del recibo, tuvo que aparcarlo. Aquello no tenía ni pies ni cabeza.

Había que seguir buscando.

sábado, febrero 17, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Me apunto a lo que sea

Los sucesivos intentos de salir del hoyo profundo al que le habían arrojado, primero con una franquicia, y después, con la venta de un software por internet, o la de SEO, no habían dado los frutos esperados. Así es que, siguiendo los sabios consejos de Albert Einstein, que decía: “No hay nada más estúpido que pretender que las cosas cambien haciendo lo mismo de siempre”, se puso manos a la obra. Decidió intentar un empleo de comercial. De antemano sabía que no habría sueldo fijo y esas cosas, pero si el producto era bueno y las comisiones acompañaban, al menos habría que intentarlo. Se armó de ilusiones y comenzó a devorar las ofertas de empleo.

 

Comercial de electricidad.

 

En España se había desatado una guerra sin cuartel entre las grandes distribuidoras de electricidad por conseguir cuantos clientes fuera posible. Mientras en las altas esferas los sillones en los Consejos de Administración se intercambiaban como si fueran cromos a cambio de unos pocos miles de millones, en el subsuelo, un ejército de subcontratados, de mercenarios, se afanaba por conseguir los objetivos marcados por los responsables.

El anuncio como tal no se caracterizaba porque fuese prolijo en detalles acerca de las condiciones laborales, ni comisiones, ni nada. Lo más llamativo de la oferta era que citaba a los interesados a las ocho de la mañana en una gasolinera. Una oficina parecía lo más razonable. En su defecto, se admitía cafetería como sustituto, pero lo de la gasolinera era lo más cutre que había visto Sisebuto en su dilatada experiencia laboral. Además, era puro invierno y a las ocho de la mañana, haría frío. Pero bueno, Sisebuto se armó de paciencia y de valor y allí que fue guiado por el TomTom.

Estaba oscuro. Todavía no había amanecido y hacía una rasca que cortaba el cutis. Salir del coche, con lo calentito que se estaba, daba casi miedo. En un momento dado, comenzó a ver reunirse un grupo cada vez más numeroso de personas, todas ellas muy jóvenes. Dedujo que ese debía ser el grupo al que debía unirse. Al poco de incorporarse, uno de los allí presentes, que se suponía era el responsable, tomó la palabra y comenzó a explicar cómo sería la forma de trabajo.

La gasolinera sería el centro de reunión diario. Después, una furgoneta con capacidad para acoger a todos, los llevaría hasta un destino desconocido. Allí, el responsable asignaría una zona a cada uno y su tarea sería la de llamar puerta por puerta y convencer a los propietarios de que se cambiaran de compañía. A la hora de la comida, se haría un descanso, cada uno se buscaría la vida y después de comer, continuaría su trabajo. Así hasta que el responsable diera por finalizada la jornada, regresaran todos a la furgoneta y fueran devueltos a la civilización en la gasolinera.

Cuando el responsable terminó de dejar alucinados a todos, los invitó a subirse a la furgoneta. Y fue entonces cuando Sisebuto, que por cierto necesitaba con cierta urgencia visitar el lavabo de la gasolinera, intentó procesar la información lo más deprisa que pudo.

Hasta donde él sabía nadie conocía la identidad de los allí presentes. Nadie había elaborado una lista y ninguno de los presentes había firmado ningún documento de ninguna clase. Tan solo eran un grupo de desconocidos a punto de adentrarse en un universo ignoto. Nadie les podría asegurar que pudieran acabar en la mesa de algún carnicero sin escrúpulos cuyo único objetivo fuera extirparles algún riñón o similar, para después traficar con él en el mercado negro.

Aquello era lo más parecido al tráfico de esclavos en Jamaica o Carolina del Sur, pero sin cadenas. En el peor de los casos, tampoco se podría hablar de secuestro, porque los abducidos contribuían voluntariamente a su propio secuestro. No se mencionó para nada dónde deberían realizar sus necesidades fisiológicas, ya que, por lo comentado, visitarían zonas y barrios aislados, poco poblados o, quién sabe, habitados por tribus desconocidas con escaso o nulo contacto con el hombre blanco.

Entonces, Sisebuto decidió ir al baño de la gasolinera y dejar que la furgoneta se marchara con su cargamento de carne hacia lejanos lugares dejados de la mano del buen Dios.

 

Comercial de TV.

 

Al menos en esta ocasión las ofertas – porque fueron dos diferentes – ofrecían a los interesados la oportunidad de ir a la entrevista a una oficina normal y corriente y no una gasolinera, un parque de atracciones o el bar de la plaza de toros, lugares más apropiados para citas clandestinas de espías.

Al llegar a la primera de ellas, la primera impresión fue deprimente. Tal vez se debiera a que era de noche; o tal vez fuera el aspecto general del barrio, alejado del centro, con una luz mortecina que caía de las farolas y con unos edificios grises, con las fachadas de cemento en crudo. Tuvo la impresión de haber viajado en el tiempo y haber aparecido en alguna localidad secreta de la antigua URSS, en la que todos los edificios eran igual de espantosos, de baja calidad y fríos. No es que esperase encontrarse con la sede de Antena 3, pero aquello le desanimó mucho.

Al entrar en el lugar de la entrevista, se topó con una larga cola de personas esperando ser atendidas, algo que le sorprendió dado lo avanzado de la hora. Por fortuna, el responsable tuvo la sensatez de hacerlos pasar en grupos reducidos en vez de hacerlo de uno en uno. Así que, en cuanto salió el grupo anterior, Sisebuto y su grupo entraron en una sala y tomaron asiento alrededor de una mesa, presidida por un individuo que, por su aspecto y por lo avanzado de la hora, estaba más que harto de repetir la misma cantinela una y otra vez.

Los que decidieran aceptar la propuesta de comercial, deberían buscarse la vida ellos mismos, visitar las viviendas llamando puerta a puerta para ofrecer unos canales de TV que Sisebuto no sabía que existían. Eran canales de TV locales y la programación que ofrecían era de dudoso interés para nadie, incluido el propio Sisebuto. Así es que dedujo, que sería complicado que personas con unos ingresos escasos dedicaran parte de ese dinero a sufragar el coste de unos canales de TV en los cuales no había fútbol de ninguna clase, ni películas, ni sexo.

Una vez descartada la primera propuesta se dispuso a acudir a la segunda oferta de empleo para comercial de canal de TV.

En esta segunda ocasión la cita era por la mañana – no a última hora de la tarde noche como la anterior – y en una oficina situada en un polígono. Acudió, como siempre, lleno de ilusión y tardó 0,5 en salir de allí con la moral por los pies. En esta ocasión la propuesta era vender a los diferentes establecimientos de todas las poblaciones, un canal de TV exclusivamente dedicado a la publicidad de esos mismos establecimientos. Es decir, una persona sentada en un bar, por ejemplo, podría ver en un aparato de tv colgado del techo la publicidad de una zapatería, de una bebida alcohólica o de un supermercado.

Ante la dudosa utilidad de la oferta junto con la ridícula cantidad dedicada a comisiones, Sisebuto también tuvo que desestimar estas opciones. No se trataba de ocupar el tiempo, sino de conseguir unos sustanciosos ingresos, al margen del esfuerzo que hubiera que invertir. Pero estas opciones suponían un esfuerzo muy considerable y una fuente de ingresos ridícula.

Habría que seguir buscando algo en lo que el esfuerzo que estaba dispuesto a realizar, mereciera la pena en cuanto a los frutos que se obtuvieran.

sábado, febrero 10, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vendiendo posicionamiento SEO en Google

Inasequible al desaliento y en vista de que sus dos proyectos anteriores terminaron en nada, nuestro amigo Sisebuto continuó buscando su sustento en las páginas de ofertas de empleo.

En esta ocasión la oferta no venía a través de alguna de esas webs en las que sólo ofrecían trabajos basura. Esta vez la oferta venía a través del SEPE y eso, a Sisebuto, le dio ánimos. Le daba exactamente igual que no tuviera la más mínima idea de qué trataba el asunto ese del posicionamiento SEO en Google, pero tampoco sería la primera vez que afrontaba un trabajo sin experiencia previa en él. Era experto en eso que los entendidos llaman “abandonar la zona de confort”. De hecho, era tan experto que, en realidad no sabía lo que era la maldita zona de confort.

Algunas ofertas del SEPE obligaban a los interesados a personarse en las oficinas, por una parte, para intentar reducir el número de curiosos que simplemente le dan un clic, aunque no sepan a qué, y por otra, para que el funcionario realice un pequeño proceso de selección, reduciendo aún más a los candidatos. Esta oferta era una de esas. Así es que, se presentó en las oficinas del SEPE, habló con la encargada del anuncio y acordó que al día siguiente tendría una entrevista con el responsable de la empresa.

El individuo en cuestión era un francés, joven. Hablaba perfectamente español, aunque con un marcado acento francés. Le contó su vida (algo que a Sisebuto le importaba cero patatero) y después, la razón de su oferta de empleo.

Le contó que en su día trabajaba para una empresa francesa desarrollando páginas webs, principalmente del sector de hostelería; como las casas rurales, pero en Francia. También procuraba que esos clientes obtuvieran un buen posicionamiento en las búsquedas de Google. Para ello, debía conocer muy bien el código y utilizarlo para su beneficio. Eso lo estuvo haciendo durante unos años, hasta que un día se planteó ¿por qué no lo hago yo? Y así fue como un día, decidió intentar desarrollar una web para un cliente y colocarlo después en los primeros lugares de búsqueda.

Según confesó él mismo, el éxito le pilló por sorpresa, y pronto se vio en la necesidad de abandonar su trabajo fijo y estable, montar su propia empresa y empezar a trabajar como un loco. Hasta que se vio forzado a contratar a gente que le ayudara. Una vez que el éxito le acompañó en Francia, decidió saltar los Pirineos e intentar hacer lo mismo en España.

Cuando Sisebuto llegó a las oficinas, se encontró con lo que parecía un local en la planta baja, destinado más bien a servir como garita amplia y confortable, para el guarda de seguridad de la urbanización. Allí, estaban cómodamente instaladas varias personas, todas ellas trabajando en el nuevo proyecto del francés. Demasiado grande para una garita y demasiado desangelado para una vivienda. De hecho, no había calefacción. Debía ser una cámara frigorífica o algo así, pensó.

Después de una breve charla, el francés no parecía entusiasmado con lo que el bueno de Sisebuto podría ofrecerle, pero en el fondo se dio cuenta de que por la mierda de dinero que ofrecía, no se le iba a presentar Bill Gates. Así es que, dada la escasez de candidatos disponibles – sólo Sisebuto- optó por darle un voto de confianza.

El trabajo, por otra parte, no parecía tan complicado, sobre todo cuando el objetivo era hablar con personas que no eran expertos ni profesionales. Había que manejar algunos conceptos clave y por lo menos, en esta ocasión, la oficina no estaba lejos de casa. Además, disponía de teléfono y de un ordenador, que pagaba el francés. Era como vender software que ya había hecho anteriormente, pero en esta ocasión se trataba de convencer al posible cliente de que aparecer en la primera página de la búsqueda de Google, era clave para su negocio. Y, además, existía el compromiso por escrito con el cliente, de que así tenía que ser.

Como el éxito del negocio le llegó al francés a través de las casas rurales en Francia, Sisebuto optó por continuar la tradición y hacer lo propio en España.

Consiguió un listado de las casas rurales de la provincia, los nombres de las personas de contacto, etc. Más tarde, fue ampliando el radio de acción y terminó por incluir a todas las casas rurales de España.

No se puede decir que la operación fuera un éxito. Era complicado convencer a los propietarios de que pagar por aparecer en la web de todas las casas rurales de España, era diferente a que tu negocio apareciera ANTES que esa web. Pero lo que determinó el final de la colaboración fue un hecho curioso.

Al poco de entrar Sisebuto en la empresa, se incorporó otra chica para hacer las mismas gestiones. La nueva era amiga y ex compañera de trabajo de otra chica que estaba ya trabajando para el galo. En realidad, fue bastante sospechoso, pero poco podía hacer Sisebuto.

El caso es que un día mientras Sisebuto estaba a lo suyo, la chica nueva hablaba por teléfono con alguien a quien Sisebuto ya había contactado anteriormente y le había dado calabazas. Sin embargo, escuchó claramente cómo la chica nueva, usando casi las mismas palabras y argumentos que usó él, había conseguido que ese posible cliente admitiera que se le hiciera una demostración.

Sisebuto, aparte de felicitar a la chica, comentó en voz alta que él mismo había hablado un par de semanas antes con la misma persona y le había despachado diciendo que de esos temas se ocupaba un amigo suyo. Poco podía hacer si el hombre prefería confiar más en la voz de una mujer.

Probablemente, fue ese el momento en el que el francés sentenció el incierto futuro de Sisebuto, porque cuando llegó el último día del mes, día de cobro en metálico y en negro, le dijo “gracias y no vuelvas”.

Todo dinero, por escaso que fuese, era bienvenido, pero la verdad es que el gabacho tenía una patada en el cielo de la boca. Era bastante sieso en cuanto al trato y en ocasiones, excesivamente soberbio. Así es que, Sisebuto se dijo: “El Señor te lo dio, el Señor te lo quitó, bendito sea su santo nombre”. Y salió de allí con el dinero en el bolsillo y sabiendo algo más de eso que se llamaba SEO.

Habría que seguir estrujando las neuronas hasta dar con la tecla. Seguro que el siguiente proyecto sería el definitivo.

sábado, febrero 03, 2024

El desempleo va por barrios.

Recientemente y por razones que es fácil de entender, hemos necesitado contactar con diversos profesionales para asuntos domésticos. La historia comienza con un aire acondicionado de otro piso que hay que cambiar. Y ahí empiezan los problemas.

Contactamos con nuestro profesional de confianza en esos asuntos en diciembre. Buscó un hueco en su apretada agenda y nos visitó. La solución, la única, era cambiar el aparato entero, tanto la unidad exterior como la interior. Con la exterior no había problemas, pero la interior está en el techo del segundo baño. Eso quiere decir que había que romper el techo, sacar el aparato viejo, reconstruir para soportar el nuevo, meter el nuevo, rehacer el techo y pintarlo. ¡Ná! Una tontería. Pero lo peor es que, lo recuerdo, estábamos en diciembre. José, nuestro experto en aire acondicionado, se tomaba vacaciones y además se iba a Palencia de donde es su familia. No regresaba hasta después de las fiestas, pero no estaría operativo hasta más tarde. Mediados de enero. Tenía trabajos anteriores a los que debía atender.

Para la obra del techo, José nos recomendó a un profesional con el que suele trabajar. Nos pusimos en contacto con él y acordamos (en diciembre) organizarlo todo en función de la disponibilidad de José.

Cuando ya estaba todo listo, la empresa de la obra destacó a uno de sus colaboradores para ir rompiendo el techo el día anterior al que José aparecería. De esta forma, no se entorpecerían unos con otros. El hombre rompió el techo y se llevó los escombros. Al día siguiente, a primera hora, José tuvo que retirar el viejo aparato, meter el nuevo y dejarlo funcionando. Todo un día.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y ya que estábamos metidos en polvo y escombros, contactamos con un electricista. Tenía que meterle mano a todo el cuadro eléctrico, obsoleto y fuera de la legalidad vigente y hacer unas mejoras. Otro que estaba hasta arriba de carga de trabajo. Estuvo todo un día, desde las 09.00 hasta las 17.00 o así, currando y probando todo y ni siquiera comió.

José dejó operativo el aire acondicionado, pero teníamos que probarlo con más tiempo. Se pasó todo el día currando, subiendo y bajando de casa a la azotea y vuelta.

Los de la obra del techo del baño, entre unas cosas y otras, tardaron una semana. Que si le das una mano de pintura, que si lo tienes que dejar secar. Pero lo dejaron “niquelao”. Lo del aire, no terminó de convencernos. No calentaba mucho y le pedimos a José que le volviera a echar un vistazo. De nuevo tuvo que hacer un hueco en su agenda y dedicarnos otra mañana.

Y toda esta historia viene a cuento de que todos estos profesionales están hasta arriba de trabajo en un país con casi 3 millones de parados, en donde la hostelería no encuentra personal y hay gente desesperada porque no pueden cubrir las bajas.

El electricista me dijo que eso de comer era algo variable. Que la comida la tenía en el coche porque se la preparaba su mujer, pero que él sabía cuándo salía de casa, pero no cuándo regresaría o si comería. Cuando estuvo con nosotros no comió.

Los de la obra del techo del baño, el jefe venía, organizaba el trabajo, daba las indicaciones al obrero de turno, acordaba con José dónde tenía que colocar la trampilla para dejarle hueco en el techo para que pudiera meter mano y hacer el mantenimiento del aire acondicionado, y después se iba a otras obras que estaba haciendo en paralelo.

Y de paso, a mí todos estos, me han obligado a meterme unos madrugones del carajo de la vela. Una auténtica indecencia para con un señor jubilado que se tenga que levantar a las 06.30 o las 07.00. Eso, sin contar la pasta que ha supuesto la bromita.

Y todo esto me lleva a plantearme algunas cuestiones. ¿Para qué tantos universitarios y tanto máster? Si al final vas a terminar en el paro, de camarero o viviendo en el extranjero. Un médico a duras penas sobrepasa los mil euros y poco, al mes. El electricista se llevó 700€ en metálico.

Cierto es que todos ellos son grandes profesionales y se lo curran; aquí nadie regala nada. Pero también es cierto que ninguno de ellos tiene la responsabilidad de tener una vida dependiendo de él. ¿No sería más lógico formar a los jóvenes en aquello que la sociedad necesita? Me parece absurdo que actualmente haya cientos de miles de puestos sin cubrir, mientras otros se están muriendo de asco con títulos universitarios y másteres, al tiempo que los del aire acondicionado, los electricistas y los de los escombros, no tienen tiempo ni de respirar.

Y encima ahora, con la Inteligencia Artificial, hay una serie de empleos que tienden a desaparecer. Los programadores informáticos lo tienen crudo con la IA. Los traductores de idiomas, de momento aguantan, pero irán a menos. ¿Trenes sin maquinista? ¿Metros sin conductor? ¿Taxis sin conductor? Y así sucesivamente.

Pero no han inventado un robot que sustituya a un obrero que te dé la escayola, te pinte o te instale el aire acondicionado.

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vender software por internet

Desbaratadas las posibilidades de intentar ser un franquiciado por obra y gracia de la banca, nuestro amigo Sisebuto tuvo que cambiar el punto de mira nuevamente.

Un día recibió una invitación - a través de internet - a colaborar por parte de una persona desconocida. La propuesta, en pocas palabras, consistía en intentar conseguir ampliar la cartera de clientes de una empresa multinacional, que fabricaba un software de gestión de procesos empresariales, conocido como por sus siglas en inglés BPM.

En realidad, no era eso lo que Sisebuto buscaba. Él necesitaba algún tipo de ingreso estable y lo único que se le ofrecía en esta colaboración era una comisión en caso de venta. Pero al menos, aunque lejana, había alguna posibilidad de obtener algún ingreso, así es que, por intentarlo no perdía mucho. Después de formalizar el contrato, Sisebuto se puso manos a la obra.

Se buscó la forma de obtener un listado de las empresas con más facturación de España, no importaba el sector en el que se pudieran mover. A continuación, investigó la forma de contactar con cada una de esas empresas, elegir a la persona adecuada para presentar el producto, y si conseguía un nombre y que le escuchara, poner a su disposición una demostración de las posibilidades y beneficios del producto. Esto, en el mundo de la venta, se llama “puerta fría”, es decir, que tú llamas a una puerta cualquiera, te presentas y le intentas vender la muñeca “chochona”. Y cuando te dan con la puerta en las narices, llamas a la del al lado. Y así sucesivamente. Así de crudo. Al menos, la posible demostración la harían desde las oficinas centrales del fabricante de software.

El envío de correos con invitación a una demostración, o incluyendo algún tipo de breve presentación con algunas transparencias, etc. no parecía que surtiera mucho efecto. No levantaba el mínimo interés. 

Después de unos cuantos meses totalmente infructuosos invertidos en la tarea, tuvo que rendirse a la evidencia y renunciar. Vender software a un cliente por el método tradicional, es un proceso lento, laborioso y costoso, incluso cuando el cliente ya lo es de la empresa en la que tú prestas tus servicios. Pero si, además, intentas eso mismo sin que se te vea la cara y sin disponer de ningún dato previo que te indique qué tipo de necesidades reales tiene la compañía, la tarea es simplemente estéril.

Pero Sisebuto sacó algo positivo de la experiencia. Tal vez había otro tipo de negocio que sí podría aceptar mejor la venta por internet, incluso “a puerta fría”.