lunes, octubre 29, 2018

Domingo: un hombre bueno.


De mi vocabulario, con el tiempo, voy eliminando términos con los que, o no estoy de acuerdo porque les falta o le sobra carga emocional, o simplemente, me parecen inapropiados.  

Fracaso, por ejemplo, es uno de esos términos que jamás utilizo ni contemplo siquiera desde un punto de vista metafísico. Decía Churchill: “El éxito consiste en peregrinar de fracaso en fracaso, sin perder el ánimo”. El verbo arrepentirse, no lo conjugo jamás porque me parece absurdo juzgar a toro pasado las decisiones que se tomaron en un momento del pasado cuando las circunstancias eran las que eran. Por eso, en lugar de utilizar expresiones vulgares como “hacerse viejo” o “hacerse mayor”, que tienden a infundir lástima, yo prefiero utilizar “adquirir experiencia”. Y un servidor, después de las experiencias acumuladas - algunas de las cuales están negro sobre blanco - creía haber conocido a todo tipo de personajes, de todo tipo de colores y pelajes. Uno, pensaba, que ya pocos o casi nadie, podían llamarle la atención. Pero eso cambió ayer cuando conocí a Domingo.

Domingo es un nombre ficticio, porque es mi obligación moral mantener en el anonimato a un ser humano al que considero un héroe. Héroe anónimo, pero héroe al fin y al cabo. A pesar de producirse la enorme contradicción de que ha salido en los medios escritos de medio mundo.

Domingo es un hombre que ronda los 60 años. Delgado hasta el extremo de pensar que sufre algún tipo de enfermedad, pero que después de charlar con él, caes en la cuenta que puede que se deba a la conjunción de una complexión delgada y una pasión por el ejercicio. 

De su boca salen las palabras a borbotones, enlazando un tema con el siguiente y obligándote a prestar  mucha atención porque como parpadees, te lo pierdes. Con su característico acento que no ha perdido a pesar de llevar toda la vida viviendo fuera de su tierra, te van desgranando - casi apabullando - con todos los recuerdos que se le vienen a la mente. Domingo necesita comunicarse con otros seres humanos, aunque sea para hablar de sí mismo.

Así, en los apenas 20 minutos que compartes con él, descubres que la enorme cicatriz que le cubre gran parte del lado derecho de la cabeza, - donde apenas le crece pelo - se debe a un atentado de ETA, del que pudo salir vivo y con más suerte que alguno de sus compañeros. Y te cuenta Domingo, que con 18 años y en la época de plomo de la banda terrorista, se alistó voluntario para ir a luchar al País Vasco, sin que sus padres lo supieran. Y entonces su gesto se tuerce y su voz se torna en un tono triste. Rememora aquellos años, sus amigos asesinados, en la calle, sus compañeros de armas, y lo que sucedía dentro de los cuarteles con los detenidos. Estaba horrorizado sólo de recordarlo.

Sin ninguna razón aparente que lo justifique, de pronto salta y con la misma ametralladora de palabras que brotan de su boca, te cuenta que dio la vuelta al mundo en bicicleta. Que lo hizo por razones humanitarias y que allí por donde pasó, fue creando organizaciones benéficas, de ayuda a los niños, a las personas pobres, a los más necesitados. Te cuenta, orgulloso, cómo en cierta ocasión evitó que a una joven le fueran a amputar una pierna por una herida que tenía. Y como demostración de que todo lo que dice es cierto, abre la maleta - no sin antes tener que hacer un esfuerzo por recordar cuál es el código de 4 cifras para hacerlo - y entre la ropa interior y debajo de la escritura de su casa - que se ha traído consigo porque no se fía mucho de dejarla allí - te enseña multitud de recortes de periódicos, principalmente de Latinoamérica, en los que se habla de su hazaña, con fotos, en las que a duras penas, consigues identificarle, debido al enorme cambio físico experimentado.

Y así, asaeteado por su impresionante verborrea y asombrado de que personas así existan y den su vida por otros, te va contando, como la cosa más natural del mundo, que en su deambular por el globo terráqueo, le han atracado un sinfín de veces, que le han dado palizas que le dejaron medio muerto, que le han amenazado con cuchillos, navajas, machetes y pistolas. Que ha estado a punto de morir en muchas ocasiones. Que le han robado y le han dejado sin nada en mitad de un país extranjero. Que le robaron su bicicleta, mientras daba la vuelta al mundo y que tuvo que solicitar otra a su proveedor oficial. Y que desde hace unos años, comparte su vida con una chica mucho más joven que él. Una chica nacida en Guinea y modelo de profesión, con la que espera un niño para el próximo mes de enero. 

Y tú sabes que si te quedas charlando con él, podrías estar días y días escuchando y tomando notas para escribir varios libros. Pero eres consciente de que son las cuatro de la tarde, que tienes que llegar a casa y que tienes que comer.

Y en el viaje de regreso a tu casa, te das cuenta de que a tu alrededor y sin que te lo esperes, hay personas que son capaces de arriesgar su propia vida para mejorar o salvar la de otros. Como la de ese bombero de Málaga que murió en las últimas inundaciones, por mala suerte. Domingo, ha recorrido el mundo entero, haciendo el bien a todo el que pudo. Nadie lo sabe, nadie le conoce y él, se limita a confesarte, cuando ya estás en el pasillo: “Me gustaría volver a encontrarme con todas esas personas. Me gustaría ver a la chica a la que le salvé la pierna. Me gustaría saber qué ha sido de ellos, cómo les va ahora.” Y lo dice emocionado, entusiasmado de haber podido ayudar a alguien. Su respeto por los seres vivos llega al extremo de que tanto él como su pareja, son veganos. Ni comen ni utilizan nada que tenga que ver con animales. Otra de las razones por las que su aspecto físico, parece la de un enfermo.

Por todo ello, cuando regreso a casa, intento asimilar el tsunami de información que he recibido y me asombra haber podido encontrar a un ser humano como Domingo. Militar retirado, creador de innumerables ONG’s a favor de los más necesitados, por todo el mundo. Antiguo componente de un grupo musical. Superviviente de un atentado terrorista. 

Como dijo el poeta: en el mejor sentido de la palabra, un hombre bueno.