lunes, diciembre 23, 2019

La traición.


Desde el momento que la vio por primera vez, él siempre supo que aquello era un flechazo. Al principio pensó que esa sensación era sólo suya, pero pronto empezó a comprobar que ella también sentía lo mismo. En cuanto llegaron a un acuerdo económico, comenzaron su relación. 

Al principio, como es lógico, no fue demasiado intensa, aunque entre ellos flotaba una extraña sensación de mutuo deseo y de proximidad constante. Poco a poco, fueron tomando confianza el uno en el otro y eso hacía que él, se sintiera cada vez más atraído, más implicado emocionalmente, incluso restando tiempo y dinero, a su propia familia. Ella empezó a acaparar gran parte de su tiempo y él se entregaba gustoso. Ella, le hacía sentir diferente. Incluso en ocasiones le hizo creer que era único, que no había conocido a nadie como él y que difícilmente podría seguir viviendo sin él. Él, se sentía, por primera vez en mucho tiempo, comprendido y sus palabras, le llenaban de orgullo. De verdad él se sentía diferente, mucho más que cualquiera de los mindundis que le rodeaban.

Su mujer, sin embargo, empezó a notar que algo no iba bien. Que no iba bien entre ellos, pero que tampoco le parecía que le fuera bien a su marido. Le veía en bastantes ocasiones absorto en sus pensamientos, distraído, como pensando en otras cosas. Al principio ella no le dio demasiada importancia, pero cuando vio que esa actitud se perpetuaba en el tiempo, comenzó a preocuparse de veras. Él siempre le decía que era una exagerada, que no le pasaba nada, que simplemente estaba pensando en otras cosas, pero su mujer, empezó a sospechar que había algo más; mucho más detrás de aquellas escuetas palabras.

Ya llevaba algunos años en aquella situación cuando un día, la relación que tenía con ella, de pronto, sin saber muy bien por qué razón, comenzó a deteriorarse. Ya no se veían con tanta frecuencia, ya no hablaban tanto, ya no hacían planes juntos ni tampoco le decía las mismas cosas que en su momento le hicieron sentir tan diferente a todos los demás. Su relación se fue enfriando poco a poco y no sabía muy por qué razón ni cuándo comenzó exactamente.

Finalmente, un día, por sorpresa, ella le llamó a su despacho.

-          Lo siento Ramón, pero tengo malas noticias para ti. La Dirección de esta empresa ha decidido prescindir de tus servicios y como directora de RHH me veo en la triste obligación de informarte.
-          ¿Pero qué ha pasado? ¿He hecho algo mal, he cometido algún error?
-          No, en absoluto. Simplemente se debe a que la compañía se ve en la necesidad de realizar unos recortes y dado el alto salario del que disfrutas, pues es uno de los motivos de tan triste decisión.
-          Ya, pero a cambio de ese salario alto, a esta empresa le he dado montones de horas extras que no he cobrado, restando tiempo a mi familia. Incluso ha habido fines de semana enteros que se los he dedicado a mejorar ciertos procesos de esta compañía. Me habéis estado asaeteando con emails en mi tiempo libre y en vacaciones, me tenía que conectar casi permanentemente para atender a los clientes y a los que ahora dicen que cobro mucho. No me puedes decir ahora que el salario es demasiado alto como para que la compañía no pueda pagarlo.
-          Lo sé Ramón, lo sé. Conozco perfectamente cómo te has involucrado con esta casa y la dirección te lo agradece, pero lamentablemente, esto es lo que hay. Espero que esta separación sea amistosa. Por nuestra parte, siempre obtendrás las mejores referencias de cara a otras compañías y seguro que no habrá ningún problema en llegar a un acuerdo económico, sin necesidad de llegar al acto de conciliación. Tan solo me resta darte las gracias por tu esfuerzo y desearte lo mejor.
-          Pero ¿y todas esas frases que me has estado diciendo a lo largo de este tiempo? ¿todos esos piropos acerca de lo estupendo de mi trabajo? ¿Eso no se valora, no sirve de nada, era simplemente un truco?
-          Lo siento, Ramón. Ahora si me disculpas, estoy muy ocupada.

Y Ramón, con cara de incredulidad, salió del despacho de la que hasta hacía 5 minutos había considerado incluso amiga, pero que estaba claro que sólo era directora de RRHH de la empresa y que SIEMPRE, había actuado como tal. Recalcando en el término “actuar”, como sinónimo de falsedad y de truco.

Al llegar a casa, su mujer se lo encontró sentado en el sofá del salón, con la tele apagada y con una cara que jamás le había visto. Estaba pálido, como si acabara de dejarle un platillo volante después de haberle abducido. Lo primero que sintió su mujer, era que algo grave había pasado. No era normal ni su cara ni las horas a las que había llegado a casa.

Cuando Ramón le contó a su esposa lo ocurrido, ella tuvo una doble sensación. Por un lado, de preocupación por el marrón que se les venía encima. Estaba la hipoteca, el coche, los colegios de los niños, las vacaciones y demás. Pero, por otro lado, casi se sintió aliviada de que por fin su marido dejara aquella empresa en la que le estaban chupando la sangre, poco a poco y encima colaboraba graciosamente.