viernes, marzo 29, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. El SEPE y la madre que los parió. (FIN DE LA SERIE)

Siempre me ha parecido un sarcasmo que un organismo público que nos cuesta a los españoles miles de millones, lleve en su nombre la palabra “empleo”, cuando en realidad no sirve para eso. El número de personas desempleadas que consiguen un trabajo a través de las ofertas de dicho organismo – se llame como se llame – es del 1% en el mejor de los casos.

Sisebuto Zabala, al margen de que se dedicara con el mismo frenesí a cuantos proyectos e ideas fuera capaz de soñar, jamás abandonó las listas del ilustre organismo, a la espera de que en algún momento pudiera encontrar un trabajo acorde a sus aptitudes. Fue ahí, donde pudo contactar con un francés desarrollador de webs para casas rurales y también fue ahí donde vio una oferta para trabajar de agente inmobiliario.

La oferta hablaba de que los candidatos debían presentarse en las oficinas del SEPE y una vez allí, y superado el filtro de la funcionaria, se podría inscribir. Fue tal la rapidez que imprimió Sisebuto que cuando llegó a la oficina del SEPE, a la funcionaria ni siquiera le sonaba la oferta. Ésta, se había publicado hacía escasamente un par de horas antes y Sisebuto era el primero en acudir.

Después de una breve conversación con la funcionaria, en la que dejó clara su experiencia en el terreno comercial y concretamente en el inmobiliario, ella le sugirió:

    - Pues mire, la empresa que ha publicado la oferta está justo ahí abajo. Podría acercarse andando y así sería usted el primero.

Y así lo hizo el bueno de Sisebuto. Al salir de la oficina del SEPE y con toda la ilusión del mundo, como si fuera la primera vez en su vida que acudiera a una entrevista, se fue derecho a la oficina de la agencia inmobiliaria.

No hacía mucho que habían levantado el cierre y los vio que todavía estaban de cháchara entre ellos y con el primer café de la mañana entre las manos.

   -Hola, buenos días. Me envían del SEPE. Vengo por lo de la oferta.

Al escaso número de asistentes casi se les atraganta el café. Se miraban entre ellos como buscando a alguien que les tradujera del sánscrito lo que acababan de oír. Si hubiera gritado “esto es un atraco, todos al suelo”, no les habría impactado más. Todos guardaban un silencio espeso, que empezó a incomodar a Sisebuto.

    -¿Podría hablar con el responsable de la oficina, por favor? – dijo Sisebuto.

Entonces, un par de personas le invitaron a seguirles a un despacho. Sisebuto analizaba el lenguaje corporal de esas personas y era evidente que estaban totalmente descolocados. Como si el responsable del anuncio no fuera ninguno de ellos y no hubiera informado a nadie de tal circunstancia.

Ninguna de esas personas se presentó. Ninguno dio su nombre y en realidad, Sisebuto no sabía si alguno de ellos era el responsable, lo eran los dos o sólo hacían el paripé.

Finalmente, una vez sentados alrededor de una mesa y después de cerrar la puerta del despacho, Sisebuto intentó explicar lo que sucedía.

    -El motivo de que esté aquí se debe a que ustedes han publicado una oferta de empleo para un agente comercial, ¿verdad?

Sisebuto no recuerda que nadie respondiera a la pregunta, con lo que se convirtió en retórica. Pero continuó.

   -La oferta se ha publicado a través del SEPE y era condición indispensable personarse en las oficinas para ser inscrito. Y vengo de allí. Soy el primer candidato y ellos mismos, los del SEPE, me han sugerido que les visite ahora, dada la cercanía de su oficina.

Ellos, los de la inmobiliaria, escuchaban a Sisebuto como si hablara en serbo-croata. Su comportamiento delataba un total desconocimiento, o bien, de la propia oferta como tal, o bien, de cómo abordar una entrevista de trabajo. Algo que a Sisebuto le sorprendió sobremanera.

Antes el inquietante mutismo por parte de los de la agencia, el que llevaba la reunión era el propio Sisebuto, lo que dice muy poco de los otros.

    -¿Prefieren que charlemos ahora acerca de mi experiencia, de mi currículo, o prefieren que se los envíe por email? No sé si disponen de tiempo y como me he presentado así, de improviso, no quisiera que pareciera un atraco.

Al fin parecía que Sisebuto había tocado con la tecla adecuada, porque uno de los presentes acertó a hablar:

     -Mejor, envíelo por email.

Sisebuto entendió en ese instante que algo no había funcionado en el proceso. No parecía lógico que alguien que está buscando candidatos para un puesto, el que sea, y que tiene enfrente al primero de todos, renuncie a una entrevista personal y prefiera leer un papel. Eso sería invertir los pasos habituales en cualquier proceso, en el que primero envías el CV y luego, tal vez, te llaman a una entrevista. Por eso, la respuesta del supuesto responsable junto con su tono poco convincente, terminaron de señalar a Sisebuto que por mucho interés que le había puesto y por muchas cualidades y conocimientos que pudiera aportar, allí no le querían ni ver.

Tardó poco en comprobar que, en efecto, sus sospechas estaban bien fundadas. Al regresar a casa les envió el email. No recibió ni siquiera un acuse de recibo, un “gracias” por presentarse el primero. Un “ya le llamaremos”. Es cono si hubiera tirado el papel a la basura. Nunca más supo de ellos.

sábado, marzo 23, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Wordpress

Cualquiera en la posición de Sisebuto habría abandonado hacía ya tiempo y se hubiera dejado llevar hacia el mundo de las drogas, el alcohol o ambas. Todas las iniciativas que había afrontado habían tenido el mismo final. Pero Sisebuto tenía una capacidad de resiliencia infinita.

Un día de esos que pasaba la mayor parte navegando por internet, buscando una salida, un empleo, unos ingresos, se topó con algo que le hizo pensar. Se encontró con un curso sobre una nueva herramienta, que se había puesto de moda y que servía para desarrollar páginas webs. Esa podría ser una nueva alternativa y el precio del curso era asequible. Así es que se apuntó.

Era un curso online a base de vídeos y muy bien explicado todo paso a paso.

A partir de entonces, comenzó a familiarizarse con un mundo totalmente desconocido y que, al tiempo, le abría unas opciones de futuro muy interesantes. Aprendió cómo podría desarrollar webs a partir de plantillas ya prediseñadas; cómo diferenciar la calidad de unas y otras; cómo descargarlas e instalarlas; cómo simular en el ordenador un entorno virtual como si se estuviera en internet, etc. etc. etc. El precio del curso mereció cada euro invertido.

Sus nuevos conocimientos le permitirían abrir una nueva línea de búsqueda de empleo, como autónomo y trabajando desde casa. También aprendió conceptos básicos de cómo redactar textos, hacerlos atractivos, utilizar palabras que posicionen mejor a la web, monetizar la página web, etc.

Al principio, antes de ofrecer sus servicios profesionales, practicó con algunos proyectos de carácter personal.

Un día recibió una llamada. Se trataba de una chica que tenía una empresa. La empresa en cuestión había contratado a un profesional autónomo para hacer el desarrollo de una web con comercio electrónico online a una tienda de ropa. Es decir, los clientes de esa tienda, podían comprar usando la web, como quien compra en El Corte Inglés o Amazon.

La cuestión que tenía la chica era que se le había escapado un detalle en el contrato con la tienda de ropa, y tenía que dar un curso de formación a su cliente, pero el desarrollador vivía en la otra punta de España de donde estaba la tienda de ropa y alguien tenía que ir a la tienda a dar el curso. Y ahí era donde entraba Sisebuto.

La chica pretendía que fuera a la tienda, diera la cara y respondiera a las cuestiones que le planteara el cliente. Un curso sobre algo de lo que Sisebuto no sabía nada, porque no había estado involucrado. Por mucho que intentó convencer a la chica de que aquello iba a ser un desastre y que su presencia no iba a solucionar nada, la chica estaba pillada, totalmente bloqueada. Y como a valiente no hay quien gane a Sisebuto, se presentó en la tienda de ropa.

Afortunadamente, pudo resolver el 90% de las cuestiones que le planteó la responsable. Y eso se puede considerar un rotundo éxito habida cuenta de los conocimientos que tenía y la nula relación con el asunto.

Por semejante ayuda, Sisebuto aceptó de buen grado los 100€ que le dio la chica responsable en mano. Acababa de recuperar la inversión en el curso de formación.

Con el entusiasmo que le caracterizaba y sus nuevos conocimientos adquiridos, se lanzó a un ambicioso proyecto decidido a cambiar definitivamente su errático rumbo. Para ello, aplicó todo lo que había aprendido a desarrollar webs de cocina, otra dedicada a su equipo de fútbol preferido, otra más era un escaparate de libros que recomendaba, etc.

Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos, los frutos seguían siendo esquivos. Fue entonces cuando decidió regresar al negocio inmobiliario.

La primera experiencia, en solitario, no triunfó porque le faltó imagen, infraestructura, visibilidad. La segunda intentona, no fue mal hasta que empezó a sospechar de las verdaderas intenciones del franquiciador y de sus tortuosas maniobras. Pero ahora, era algo distinto.

Ahora estaba en disposición de retomar su proyecto inicial de agencia inmobiliaria, con la diferencia de que ahora, por unas cantidades ridículas, podría disponer de la infraestructura necesaria que en su día no pudo.

Por otra parte, agradecía al franquiciador el esfuerzo económico que realizó, pero en realidad, tampoco aprendió nada de la oficina central. Antes, al contrario, más que un simple agente, en ocasiones actuaba como un auténtico director comercial de la franquicia. Todo ello le hizo albergar esperanzas de que, en esta ocasión, las cosas sí iban a funcionar. Y se lanzó.

Por un módico importe consiguió adquirir el nombre del dominio de su inmobiliaria online. También consiguió a precio de saldo, un espacio en el que hospedar la web, que incorporaba emails, gestión, administración y atención al cliente 24x7, y en español. Con el fin de intentar sacar algún beneficio, en su nueva web incorporaba enlaces a la plataforma. Si alguien interesado pinchaba en el enlace y contrataba los productos de esa plataforma, Sisebuto se llevaba una comisión. Unos 20€ por cliente, lo cual no estaba nada mal.

El negocio funcionó mucho mejor que antes. Sisebuto no tenía ningún problema a la hora de captar propiedades y que los propietarios confiaran en él. Llegaba puntual a las citas, desplegaba los documentos con el logo, realizaba las fotos, rellenaba la ficha de cada vivienda, etc. Después, tenía que desarrollar todas las tareas de gestión y administración de esas propiedades, publicidad (gratuita, por supuesto) y acompañar a los posibles interesados a visitar los pisos y apartamentos. Era una actividad a tiempo completo.

Tuvo un relativo éxito, pero se dio cuenta de que lo que realmente dejaba dinero, era el vacacional. Alquilar una vivienda para larga estancia tenía el inconveniente de que los propietarios, en mayo o junio, largaban a sus inquilinos a la calle para colocar su casa a precios 4 veces más caras, de cara a las vacaciones. Eso era un proceso mucho más iterativo y mucho más lucrativo. Y Sisebuto se centró en ello.

Con el tiempo descubrió otro aspecto importante: sólo interesan las casas más cercanas a la playa o con servicios de la comunidad fuera de lo común. El objetivo se reducía, pero eso era lo que reclamaban los clientes.

Al final, terminó eliminando de su cartera de clientes a la mayoría de ellos y se centró en un par o tres de viviendas, las cuales, acaparaban el 80% del interés de los veraneantes. Era menos trabajo, menos esfuerzo y más ingresos.

Aun así, seguía siendo insuficiente. Habría que seguir buscando.

sábado, marzo 16, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Aspiradora de lujo.

En su insaciable búsqueda de unos ingresos suficientes y continuos, Sisebuto Zabala vio en las ofertas de empleo una para un puesto de comercial. Se trataba de vender una máquina de esas que además de aspirar como cualquier otra, depuraba el aire y hasta te hacia huevos fritos con morcilla. Como era lógico, para una máquina tan compleja, debías superar un curso de entrenamiento.

Bueno. En peores plazas hemos toreado, pensó Sisebuto. Y aceptó el reto.

El entrenamiento se realizaba en las oficinas de la empresa. Aparte de la instructora que daba el curso, había otras cuatro personas que eran los futuros agentes comerciales.

El método de venta de la dichosa aspiradora había sido estudiado al milímetro por unos sabios americanos, que lo habían depurado hasta el más mínimo detalle. El proceso de demostración requería de unas dos o tres horas, en las que se incluía un vídeo en el que se cantaban las alabanzas de la maquinita. Después, el truco consistía en que tenías que aprenderte todo un monólogo, con las bromas incluidas, como si fueras un actor. Y tenías que soltar el monólogo al tiempo que ibas manipulando la aspiradora, colocando los diferentes accesorios y, en resumen, haciendo una completa demostración de que aquello, no era una simple aspiradora; aquello era la madre de todas las aspiradoras del mundo.

Pero había algunos aspectos que llamaron la atención de Sisebuto.

En primer lugar, debía trasladarse cada día 40 kms para llegar hasta las oficinas (ida y vuelta). Eso suponía un coste en gasolina importante.

Por otro lado, el entrenamiento no tenía fecha de fin. Es decir, el visto bueno para salir por ahí a vender la aspiradora, te lo daban o no, en función de lo bien que te supieras el papel. Hasta que no te sabías el guion, no te dejaban entrar en escena. Y eso podría durar semanas o incluso meses.

Pero lo peor de todo no era eso, que ya es. Lo peor de todo era que tenías que estar una hora y media de la demostración con la rodilla hincada en el suelo. ¿Por qué? Pues porque los sabios que habían perfeccionado el método, pensaron que el cliente estaría sentado en el sofá, frente al agente, y de esa forma el vendedor quedaba a su misma altura. Si el vendedor permanecía de pie tendría una posición de prevalencia sobre el cliente y eso no era bueno.

Más que superar un curso de entrenamiento se trataba más bien de sobrevivir a dicho curso. A partir de cierta edad, lo de hincar la rodilla hay que hacerlo con mucho tiento no vaya a resultar que al levantarte te quedes tieso por un pinzamiento en la espalda.

Pero para más inri, lo que determinó que Sisebuto renunciara a tan atractivo trabajo de peregrinar como nazareno por las casas de los clientes, fue cuando se enteró de el precio de la maldita aspiradora: 4.000€, que podías pagar en cómodos plazos. Había coches de segunda mano que costaban menos.

Entonces, Sisebuto tuvo una visión. Se imaginó yendo a un pueblo de mala muerte para hacer una demostración a una señora que no había comprendido bien la enjundia del problema, porque el departamento de marketing que había contactado con ella, no había sido suficientemente explícito.

Presentado en el lugar de los hechos, a unas horas intempestivas y con el mamotreto de la aspiradora que tenía el tamaño de un cohete Saturno V, procedería a iniciar toda su actuación, con el vídeo para ir abriendo boca y después, hincando la rodilla como un penitente arrepentido.

Unas dos horas después y con agujetas hasta en el lóbulo de las orejas, procedería a decirle a la buena señora que la maquinita en cuestión costaba sólo 4.000€, pero que lo podía pagar en cómodos plazos durante dos generaciones.

Y se imaginó que el esposo de la doña, al escuchar el precio iría en busca de la escopeta de caza para cocinar vendedor al horno, mientras éste aprovechaba la confusión, recogía todos los bártulos de la puta aspiradora e intentaba llegar al coche antes de que el otro descargara dos cartuchos del doce contra sus posaderas.

viernes, marzo 15, 2024

Georges Moustaki, Cristina y yo.

En casa, la música es casi tan imprescindible como el oxígeno. Es rara la mañana en la que no se escuche nada. Sobre todo, los fines de semana. Además, el menú es variadito: puede sonar ABBA, Burt Bacharach, música celta, Ray Charles, los Beatles, música Country interpretada por el antiguo solista de “Los Monkees” o dependiendo del día, podemos escuchar a Silvio Rodríguez, por poner algunos ejemplos. Eso sí, si un servidor quiere escuchar jazz, ya me puedo ir poniendo los cascos y buscarme la vida.

Últimamente nos ha dado por lo francés, de aquella época dorada de la música francesa, cuando había música y los cantantes cantaban. No como ahora, que cualquiera con una voz de cabra parturienta y monocorde, se agarra a un micrófono como si fuera un salvavidas en una tormenta en mitad del océano y emite sonidos como si hiciera esfuerzos porque está estreñido o en mitad de un orgasmo.

Hemos vuelto a disfrutar del inefable Aznavour y sus míticas canciones: Venecia sin ti, la Boheme, She, Hier encore, Et pourtant y tantas otras. Junto a él, no podían faltar Edith Piaf, Gilbert Becaud, Yves Montand, etc.

Siempre que escucho a Gilbert Becaud me viene a la memoria una actuación suya en televisión, en aquella televisión con un único canal en blanco y negro. Allí, Becaud, sentado frente a su inseparable piano, interpretaba su famosa canción “Et maintenant”, pero a mí lo que me llamó la atención era, que la corbata de topos le llegaba casi a los pies. Mucho tiempo después, hubo otros artistas que siguieron su ejemplo vistiendo unas corbatas exageradamente largas. Tal fue el caso de Fofó y sobre todo, otro ilustre cantautor llamado Luis Aguilé.

Pero retomemos el hilo que me pierdo.

De entre todos esos artistas franceses con sus clásicas melodías, hay dos que despiertan en mí sensaciones contrapuestas, aunque he de decir que la culpa no es directamente de ellos. Me refiero a Moustaki y a Jacques Brel.

Corría el año 1970 o así y un servidor transitaba por en medio de la pubertad con unos trece años. Mis tíos se habían construido una segunda residencia en una urbanización del término municipal de Valdemorillo. Un pueblo de la provincia de Madrid, situado a escasos kilómetros de El Escorial. Vamos, en mitad de ninguna parte. Allí no había más que pinos, jaras y monte bajo.

Por razones que mi memoria no alcanza a ubicar, se formó de manera espontánea – más o menos – una pandilla de gente bastante heterogénea entre nosotros, aunque, sin duda alguna, el más heterogéneo de todos era yo. Quien más quien menos, tenía su Vespino, su moto de trial o de motocross; incluso alguno disponía de coche más o menos propio. Y mientras este era el nivel del resto, un servidor daba pedales a una bicicleta que hacía ya tiempo se me había quedado pequeña.

En dicha pandilla coexistían, al menos en un primer momento, gente de edades muy diferentes: había gente de 16, de 19 e incluso de más de 20. Y yo era el benjamín. Por eso, de entre toda esa marabunta de personalidades distintas y distintos grados de madurez, me pareció, que aquella chica con el pelo muy rizado, no muy alta, simpática y con una edad parecida a la mía – era un poco mayor – era la indicada para tirarle los tejos.

Llegados a este punto he de confesar que mis habilidades sociales por aquel entonces constituían todo un reto digno del mismísimo Pigmalión, toda vez que mi miserable vida de adolescente, transcurría entre el colegio de curas - exclusivo para chicos -, los autobuses cruzando Madrid de punta a punta y mi casa, con algún breve paréntesis dedicado a los partidos de fútbol.

(Para más información visitar la colección de posts de mi blog titulados SINATRA.)

Era tal mi grado de asilvestramiento, que en cierta ocasión una amiga de mi misma edad, me hablaba de que sus padres le habían regalado un Hermés y yo estaba convencido de que se trataba de un diccionario. Y eso me descolocó bastante, porque no le encontraba la gracia de sentirse tan orgullosa de tener un diccionario, que, por otra parte, parecía que era muy famoso por cómo me lo dijo mi amiga. La confusión tardó varios minutos en ser resuelta cuando mi amiga empezó a hablar de cómo combinar el pañuelo con la vestimenta.  

Pues bien, en ese caos mental andaba un servidor cuando a la chica del pelo rizado comencé a comentarle algo que me pareció un tema de conversación apasionante, como era la colección de cuchillos y machetes que hacía pocos días me había enseñado mi padrino.

Cristina, que así se llamaba – y se llama – aquella chica, sin embargo, no pareció captar la enjundia del asunto. Hoy en día, con la perspectiva del tiempo y vivido lo vivido, no me imagino la reacción de una chica a la que un desconocido le empieza a hablar de cuchillos y machetes. Supongo que salir corriendo sería la solución más rápida y eficaz. Sin embargo, Cristina, con una amplia sonrisa dibujada en su cara, aguantó con estoicismo y educación, aquel pelmazo desconocido y tan fuera de lugar como un garbanzo en una paella, que sin ton ni son pretendía introducirla en el apasionante mundo de los matarifes.

A pesar de mis limitaciones más que evidentes, fui capaz de darme cuenta de que aquello había sido una cagada del tamaño de La Giralda y enseguida procedí a cambiar de tercio. Torpe del todo no parecía que fuera. Fue entonces cuando se me ocurrió que si el tema no atraía, había uno que seguro que íbamos a coincidir: la música.

Hasta donde alcanzan mis recuerdos musicales siempre he tenido una inclinación muy acusada por la llamada música negra. Soul, jazz, R&B, gospel, etc. Los “Four Tops”, “Temptations”, “Steve Wonder” …También había otros grupos que se distinguían del resto y no sólo por no estar compuestos por gente de color. Recuerdo, por ejemplo, que por aquella época había uno que se llamaba “Chicago” – en sus primerísimos tiempos - y un tema en especial: 25 Or 6 To 4 , que me gustaba mucho; un estilo que nada tenía que ver con lo que se estilaba en esos momentos en España. Así es que, decidido a rematar la faena con Cristina, convencido de que mis gustos especiales terminarían por fascinarla y sin perder un ápice de mi impulso candoroso, solté en el ruedo el tema de la música, y esperé a ver qué tal se me daba la faena. Y fue ahí, justo en ese momento, cuando Cristina, en contra de lo que yo había supuesto que serían sus gustos, me empitonó, me desarboló como un Mihura y me dejó tirado en mitad del albero y lleno de polvo. Fue en ese momento, cuando le pregunté por sus gustos musicales, cuando Cristina me respondió que a ella el que más le gustaba era Georges Moustaki.

La cara de bobo que ya por naturaleza tiene uno, se debió de acentuar. No recuerdo si, aparte de la mirada perdida, también se me quedó la boca abierta, pero quedó patente que ella se dio cuenta y me preguntó: “¿No le conoces?”. Confesé sin tapujos que en mi vida había oído hablar de él ni de ese otro que más tarde sí llegué a escuchar, Jaques Brel.

En un intento vano en mi descargo, debo añadir que Cristina, al igual que sus hermanos, estudiaba en el Liceo Francés, lo cual podría explicar algo más la razón de que la figura de Moustaki le resultara más familiar que a mí, aunque mi colegio, fue fundado en Pau, Francia, y el idioma oficial del centro era el francés. Pero en ninguna clase se nos mencionó al puto Moustaki.

Ni que decir tiene que a partir de ese momento abandoné todo intento de acercamiento a la tal Cristina, a pesar de que la veía con cierta frecuencia.

Muchos años después, riéndonos los dos, ella todavía se acordaba de los cuchillos y los machetes. Yo, además, asocio Moustaki con Cristina.

sábado, marzo 09, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Una inmobiliaria de andar por casa.

Cuando uno piensa en la cantidad de problemas que tuvieron que resolver los de la NASA para hacer todo lo que hicieron, se da cuenta de que la necesidad exprime las neuronas más que una centrifugadora.

Sisebuto Zabala llevaba ya unas cuantas experiencias frustradas a la hora de encontrar un trabajo que le proporcionara unos ingresos más o menos estables. Lo había intentado todo y todo había terminado en el mismo sitio. Pero las ideas seguían surgiendo. La última que se le había ocurrido era montar una inmobiliaria desde casa.

Recordó que hacía muchos años atrás, conoció a una persona que, de la noche a la mañana, se quedó sin empleo. Esta persona se hizo con una guía de empresas de software en EE.UU. y se dedicó a contactar con las que estimó conveniente, para convencerlas de establecer una sucursal en España y que él fuera el responsable. Y lo consiguió. Sólo necesitó una guía y un teléfono.

Reflexionando sobre su situación, Sisebuto llegó a una conclusión similar: en realidad, para establecerse como intermediario en el sector inmobiliario sólo necesitaba un teléfono y mucha personalidad, un cóctel que proporcionaba la necesidad. Y dicho y hecho.

Pero aparte de arrojo, al menos necesitaba dar una imagen, como mínimo, decente. Necesitaría una página web, unas tarjetas de visita, un logotipo con el que encabezar los documentos que fuera a utilizar. ¿Y presupuesto para todo eso? CERO, patatero.

Entonces se dedicó a navegar por internet y descubrió un sitio donde te podías descargar logos gratis. Y también descubrió un software con el que poder diseñar una web, también gratis. Para publicar las ofertas era fundamental. Y también descubrió una web donde se podía publicar anuncios para extranjeros gratis. Y finalmente, por unos pocos euros, podías obtener unas doscientas tarjetas de visita, con tu propio logo impreso y te regalaban un sello de caucho para imprimir donde quisieras.

Ya sólo se trataba de conseguir clientes. Para ello, usó dos sistemas. Uno fue leer en internet las viviendas que se alquilaban o se vendían por parte de particulares. No tenía sentido si las ofertas eran de inmobiliarias. Contactar con todos ellos no fue difícil y preguntar si estarían dispuestos a colaborar con una agencia, tampoco. Pero no todos aceptaron.

El otro sistema fue ir con el coche y fijarse en los carteles que hubiera en las casas y tomar nota a mano de los teléfonos. Y repetir el proceso de contactar y preguntar si colaborarían.

El negocio eran las casas para vacaciones, para estancias cortas, pero Sisebuto no hacía ascos a nada y si alguien ponía su casa en venta, a por él que iba.

El trato comercial no lo había perdido nunca. Su aspecto serio y formal, tampoco. En este caso dar una imagen de adulto en vez de la de un pipiolo, corría a su favor. Hablaba inglés por si fuera necesario. Y con su carpeta, sus tarjetas de visitas y sus documentos con el logo, daba una buena imagen. Lo demás era lo de siempre: tesón y paciencia. Pero, aunque ambas cosas las tenía de sobra lo que seguía faltando era el dinero, el fruto de tanto esfuerzo y dedicación.

Un día recibió una invitación muy interesante. Por alguna razón, los de IDEALISTA iban a organizar un evento hablando sobre ciertos aspectos del sector inmobiliario. La invitación a participar era totalmente gratuita y por supuesto asistió. Y resultó muy interesante.

En esa reunión fue donde aprendió que por mucha necesidad que haya de cualquier producto, su visibilidad es primordial para que se venda, pero en el caso de una vivienda, la imagen lo es todo. La gente compra o alquila por lo que ve. Y aprendió ciertos trucos sobre las fotografías, sobre cómo hacer para que tus anuncios aparezcan en los primeros lugares de búsqueda y, sobre todo, qué es lo que no hay que hacer a la hora de fotografiar una vivienda.

Pero a pesar de todo eso, el negocio seguía sin funcionar. Las webs en las que había incluido sus anuncios gratuitos, no podían competir con plataformas especializadas como IDEALISTA, por lo que, en realidad, era como si no existieran. Era necesario dar un ligero empujón al negocio, pero a partir de ese punto siempre se topaba con el mismo problema: dinero.

Entonces surgió algo que le vino como anillo al dedo. En las páginas de ofertas de empleo – que nunca había dejado de visitar – apareció una de una nueva inmobiliaria. La novedad era que esta agencia era 100% online, no tenía negocio puerta a calle.

La agencia, en realidad, era una franquicia inmobiliaria, una idea que a Sisebuto le gustó. Se puso en contacto con ellos, hablaron por teléfono y llegaron a un acuerdo de colaboración, sin verse las caras. Tan solo firmando el contrato con las condiciones y usando el email.

Con este sistema la agencia le proporcionaba: un correo corporativo, un teléfono de atención al cliente atendido por la esposa del dueño, unas tarjetas de visita con el logo de la compañía y una página web oficial en donde se incluirían las propiedades de todos los agentes. Además, también le proporcionaron docenas de documentos y plantillas ya redactados y susceptibles de ser adaptados a cada necesidad. En definitiva, el apoyo de infraestructura que necesitaba para proporcionar una imagen de seriedad.

Con la dedicación y el entusiasmo que siempre ponía en cualquier trabajo, pronto consiguió que la mitad de las propiedades anunciadas en la web de la agencia, habían sido captadas por él. Él conseguía a los posibles clientes, los visitaba, realizaba el reportaje fotográfico con su cámara de fotos – no con el móvil – rellenaba las fichas con los datos y enviaba la documentación por email a la oficina.

Contactó con clientes particulares y también con promotoras. En algunas ocasiones para formalizar los distintos acuerdos, se necesitaba la firma del propietario de la agencia de la franquicia y gracias a eso, tuvo el apoyo necesario que, de haberlo intentado por su cuenta, hubiera sido inviable. En estos casos, las promotoras le incluyeron en su lista de distribución de viviendas por toda la provincia, proporcionándole toda la información necesaria como planos, precios, superficies, condiciones, fechas, etc. Era un canal de venta importante.

En algún caso, sugirió que, debido a la importancia de la promoción, podría ser interesante imprimir unos folletos publicitarios con el fin de colocarlos en lugares estratégicos. La propuesta tuvo buena acogida y la oficina le proporcionó una buena cantidad de flyers que fue colocando aquí y allá.

Tras más de un año dedicado a estos temas, los escasos éxitos obtenidos – que los tuvo - no eran suficientes ni siquiera como para justificar el gran esfuerzo que Sisebuto aplicó. Y el coste en gasolina de los obligados traslados, era otro inconveniente. Pero lo que obligó a Sisebuto a tomar la drástica decisión de dar por terminada esta relación, fueron algunos detalles que consideró muy importantes.

El primero fue toda una sorpresa desagradable.

Sisebuto tenía por costumbre entrar con frecuencia en la web de la franquicia y comprobar si se habían incluido sus viviendas captadas y si la información era correcta y si el contacto era el suyo, el adecuado. Pero un día descubrió que una de las propiedades que había captado, se presentaba en la web como que pertenecía a otro agente. Inmediatamente llamó para comunicar el error y que se eliminara al segundo agente. Eso dejaba bien a las claras que el control de la oficina era inexistente y obligaría a Sisebuto a tener que hacerlo él para asegurarse que no se repitiera otra vez. También, que la zona teóricamente asignada a Sisebuto en exclusiva, había sido invadida por otra persona. Algo preocupante.

El otro error, fue mucho más chusco.

Una amiga de Sisebuto puso su casa en venta y él pensó que sería una gran idea publicarla en la web de la agencia. Sin embargo, la sorpresa fue que de repente apareció la hermana de otro agente cuya área de influencia estaba a años luz de la vivienda en cuestión, diciendo que había una persona interesada en dicho piso. El problema era que, según el contrato firmado de colaboración con la agencia, en caso de llegarse a un acuerdo definitivo, la comisión debía ser repartida al 50%.

Sisebuto consideró que una cosa era repartir con otro agente, - aunque en realidad no había hecho nada, porque la captación y el contacto eran de Sisebuto-, y otra muy distinta, meter en la ecuación a una supuesta hermana de un supuesto agente. 

De nuevo llamó a la oficina y dejó claro su malestar por lo rocambolesco de la situación. Le pareció un timo destinado a burlarle el 50% de su comisión y fue entonces cuando decidió que ya no seguiría trabajando con gente en la que no podía confiar. Por supuesto, no se llevó a cabo ninguna operación porque la única persona que podría contactar con la propietaria era el propio Sisebuto.

Había otro dato importante. La agencia no anunciaba nada en IDEALISTA, a excepción de los contratos con exclusividad, algo que ningún cliente aceptaba. Era otro escollo a la hora de hacer visibles las viviendas.

Ahí acabó su experiencia con esa agencia.

sábado, marzo 02, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vender seguros por internet

De las infructuosas experiencias anteriores Sisebuto caviló que, tal vez, encajara mejor la venta de seguros. En este caso, además, Sisebuto ya tenía experiencia previa y a su juicio, el proceso era bastante más sencillo. Además, no todas las empresas necesitan - o incluso comprenden -, qué es un BPM, pero tanto las empresas como los particulares, necesitan al menos un seguro. Por lo tanto, ahí ya tenía algo a su favor.

En este caso el proceso es más sencillo. Sólo necesitas tentar al cliente y ofrecerle la posibilidad de que pague algo menos, por lo mismo que ya tiene. En ocasiones, se puede dar el caso de que al estudiar la póliza que tiene el cliente descubras que hay alguna laguna importante. En definitiva, son todo ventajas para el cliente.

A través de su íntima amiga Inés, Sisebuto se puso en contacto con la correduría de seguros donde trabajaba y después de la firma protocolaria del contrato, se puso manos a la obra. Fue entonces, cuando recordó su anterior experiencia con las casas rurales. Por algo había que empezar.

Como ya tenía experiencia previa se hizo con un listado de casas rurales de toda España. Las ordenó por regiones. Visitó sus respectivas webs, recopiló todos sus teléfonos, sus emails, los nombres de los propietarios y se dispuso a dedicar todo su tiempo a conseguir convencerlos de que necesitaban pólizas de seguros. Pólizas para el negocio, de responsabilidad civil, para los coches, de seguros de vida, de salud…de cualquier cosa.

Se había impuesto una disciplina militar. Se levantaba a las ocho, se aseaba, desayunaba y después se sentaba frente al ordenador, organizando el orden de ataque de la batalla de ese día. Una vez que consideraba que los negocios estaban abiertos y disponibles, comenzaba a bombardear con llamadas y cuando no era posible, con emails, para ofrecer los servicios de la correduría que representaba. Era un gran esfuerzo, sobre todo de tiempo y mucho trabajo administrativo.

De vez en cuando conseguía alguna póliza, pero un día, después de cientos de llamadas, cientos de correos, y horas al teléfono, Sisebuto comenzó a diversificar su público objetivo, ampliando hasta el infinito su círculo de influencia. Cualquier empresa, ubicada en cualquier sitio, dedicada a cualquier tipo de actividad o negocio, era susceptible de ser contactada y tentada con una propuesta de ahorrar algo de dinero.

Tras dos años dedicados a esta ardua tarea, finalmente el esfuerzo no compensó en absoluto los escasos e insuficientes frutos obtenidos. Una vez más había que reorientar los objetivos. Había que volver a empezar.