sábado, noviembre 23, 2013

50 años del asesinato de JFK. Yo lo recuerdo

Hacía justo un mes, un mes exactamente, que había sido mi cumpleaños. Recuerdo perfectamente, cómo mis padres, casi se abalabanzaron hacia la radio - Telefunken, por supuesto- para escuchar la noticia que conmovió a todos. Por entonces, todavía no teníamos TV. La sensación era de estupor. Nadie daba crédito a lo que decían por la radio: "el Presidente de los EE.UU, había sido asesinado a tiros en Dallas".

Yo no entendía por qué razón tenían que matar a ese señor. Se suponía, además, que era el tío más poderoso del mundo y que estaba en su casa. Si al menos lo hubieran matado los rusos, tendría algo de sentido, pero que le mataran en público, a la vista de todos, en su casa, con los guardespaldas; a eso no le encontraba lógica. ¿Qué había hecho que fuera tan malo?  

Me quedé tan sorprendido como todos, o tal vez más. Tal vez fue por eso de no entender lo que pasaba, por lo que empecé a prestar especial atención a todo lo relacionado con ese crimen. 

Si sorprendente fue el asesinato, no menos lo fue que al cabo de una hora habían atrapado al asesino en un cine. Ahí fue la primera vez que oi a mis padres decir eso de "aquí huele a chamusquina". Y el colmo fue cuando 48 horas después, mataron a Oswald, que parecía que era medio ruso, por lo que decían en las noticias. ¡Parecía un apelícula del oeste americano! Ahí moría hasta el apuntador! Y rapidito. 

Luego, para acallar tanto rumor, pero sobre todo, para hacer una pantomima, se creó la comisión Warren, que era un señor juez, al que le dictaron lo que tenía que decir y seguramente le premiaron de manera generosa. Hasta es muy probable que le regalaran su propia vida. 

Yo sólo tenía 7 años, pero todo aquello me produjo un enorme impacto emocional. Recordaba los nombres del asesino de JFK, del que después fue su propio asesino, Jack Ruby, un mafiosete de la zona; de la comisión Warren y de las absurdas conclusiones a las que llegó, con tal de justificar lo injustificable, sin importar llegar al absurdo o al ridículo. Lo importante era el mensaje que se estaba enviando: "Sabemos que no nos creeis. Sabemos que sabeis que estamos mintiendo. Pero nos da igual: tenemos todo el poder. Tanto como para matar a JFK".

Me impresionó ver el entierro, el gentío enorme y me estremecí cuando ví a sus hijos, que no eran mucho más pequeños que yo, asistiendo al entierro de su padre, el presidente de los EE.UU, mientra el niño, saludaba militarmente el paso del cadaver. 

Me sentí perseguido, como si se tratara de mi propia familia, cuando poco tiempo después, mataron al hermano, Bob, en plena campaña electoral. También a la vista de todos, también a tiros, también con muchos aspectos oscuros.

Parecía claro que en USA, los Kennedy, no eran muy queridos por una cierta clase de factotums. No me extraña que Jacqueline, la viuda, saliera de allí por patas y se llevara sus hijos, lejos. A Grecia. Aunque al final, terminara viviendo en NY. 

Después, las muertes en la familia, se han venido sucediendo y se pretende que la gente se crea que se debe sólo a una maldición. No creo que una sola familia pueda albergar tanta mala suerte. No creo que sea mala suerte. Creo que todo se debió a un plan magistral para borrar de la faz de la tierra a una familia de origen Irlandés y católico, del mismo modo que se eliminó a Martin Luther  King: no interesaban ninguno de los dos.

Fue a raíz de la muerte de Kennedy, cuando los EE.UU se metieron de lleno en Vietnam. Perdieron la guerra, pero hubo gente que se hizo muy rica. 

John F. Kennedy revolucionó a Estados Unidos y al mundo, no solamente con su físico, su porte y el aire que su mujer impregnó en Washington. Fueron sus ideas, las que salvaron al mundo de la 3ª guerra mundial. JFK y Martin L. King, no interesaba mantenerlos vivos en un país que quería ir por otros derroteros. Estorbaban los dos.

JFK, llegó demasiado pronto al poder de un país que no estaba preparado para tanto despliegue de inteligencia y de glamour.

Así les fue. Así les ha ido.

Fue hace 50 años, pero lo recuerdo como si hubiera ocurrido hoy mismo.                                                                                                           
                                                                         

domingo, noviembre 17, 2013

El derecho de huelga...o chantaje?

Parece que al hablar de derecho de huelga de los trabajadores en España, lo lógico sería pensar que afecta a toda clase de trabajadores. Pero no es así y también tiene su lógica, aunque parezca un contrasentido. Como en toda democracia, siempre existen unos límites y contrapesos que intentan equilibrar la balanza de derechos y obligaciones. Y el caso de la huelga, es uno de ellos.

Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, tienen limitado ese derecho. Los médicos, los conductores de tren y un sin fin de profesiones. Hace unos años, no demasiados, se puso coto a los desmanes que cada cierto tiempo, provocaban los controladores aéreos, los cuales, solían ponerse en huelga, justo en el momento en el que más se les necesitaba; cuando los seres humanos normales y corrientes, tomaban los aviones para intentar disfrutar de unas vacaciones. 

Hoy, sucede algo muy parecido con los trabajadores de la recogida de basuras. En Italia, en el sur, este tipo de trabajo está practicamente en manos de la Mafia. Por eso, de vez en cuando, cuando se ponen en huelga, los habitantes de los pueblos y ciudades sureñas, pueden verse inundados por toneladas de basura durante meses y hasta que no cludican las autoridades a las exigencias de los mafiosos, la huelga no termina.

En España, sucede algo parecido; pero no de ahora, ya viene de antiguo. Cada vez que una empresa de limpiezas, concesionaria del servicio de recogida de basuras de alguna ciudad, decide afrontar un ERE, una serie de despidos, una reducción de empleados, de costes o lo que sea que vaya en contra de los trabajadores, se monta una huelga. ¿Y quién sufre las consecuencias? Los ciudadanos que pagan los impuestos con los cuales se pagan las nóminas de esos mismos huelguistas, con el agravante de que los días en los que no se ha recogido la basura, no se le descuentan de sus impuestos.

Es evidente, que en la mayoría de las ocasiones, los llamados servicios mínimos decretados por el ayuntamiento de turno, no se cumplen. Es más, se producen altercados, piquetes, manifestaciones, sabotajes a los vehículos, algaradas y quema de contenedores, aumento de la presencia policial, pago de horas extras, etc, todo lo cual, redunda en un aumento de los costes a añadir a la propia huelga. Costes, que por supuesto, no tienen que afrontar los sindicatos promotores de la misma.

Es por este tipo de cosas, por las que se me ocurre que deberíamos hacer con los barrenderos, las mismas excepciones que ya hacemos con los controladores aéreos, los guardias civiles o los bomberos. Y dado que la teoría de los servicios mínimos no surte efecto, por la simpel razón de que no se cumplen, o endurecer las sanciones, o hacer por defecto responsables a los sindicatos convocantes de todos los daños originados al mobiliario urbano o mucho más sencillo: denegar el derecho de huelga.

Aparte de las incomodidades, del coste y demás, existe un riesgo indiscutible de efectos nocivos para la salud de los ciudadanos. ¿Qué pasaría si un día se detectara un foco de infección como consecuencia de una huelga de este tipo? ¿Quién se haría responsable? ¿Qué consecuencias pordía tener? Porque al hilo de este razonamiento hay que recordar que en ciudades como Sevilla, han padecido este tipo de chantajes en pleno verano. O en Galicia, que allí en verano, también hace calor.

Por tanto, creo que por nuestra salud, deberíamos de repensar un poco en cierta clase de derechos de algunos trabajadores que, por su específica dedicación e implicaciones, deberían tener un tratamiento tan especial como el que tienen los controladores, los bomberos o los guardias civiles, por ejemplo. 

Al final, en el caso de Madrid, los sindicatos se han salido con la suya: el ERE, origen y causa de este conflicto, se ha tenido que paralizar. O sea: que para este viaje, no se necesitaban alforjas.