domingo, febrero 16, 2025

¿Cuánto quieres ganar?

La dirección para la entrevista de trabajo parecía más bien una casa particular en lugar de una oficina en toda regla. 

Al entrar en la vivienda-oficina, se sentó en lo que parecía un recibidor, a esperar a que le llamasen para entrar a la entrevista. Mientras esperaba, se confirmaron las primeras sospechas, al tiempo que surgieron otras del estilo de y estos, ¿quiénes serán?; ¿pagarán al final de mes?; ¿pagarán a la Seguridad Social mis seguros sociales? Tal era la imagen de cutrerío que destilaba el entorno.

Estaba Rafa sumido en semejantes disquisiciones, cuando vio salir una chica de una habitación. Supuso que sería su inmediata predecesora en el turno de entrevistas y que seguidamente, le tocaría a él. En eso, acertó.

Salió a su encuentro un hombre, al que costaba más trabajo rodear que saltar por encima, a pesar de no ser muy mayor. Le extendió la mano sudorosa y de forma tan débil que Rafa tuvo la sensación que en vez de un apretón de manos, el individuo se había limpiado una.  Después del sudoroso saludo, el hombre precedió a Rafa mostrándole el camino hacia el lugar donde tendrían la reunión. Fue así como pudo comprobar el ímprobo esfuerzo que  realizaba el hombre por trasladar esa mole de carne de un lugar a otro. Jadeaba levemente aunque de modo evidente y tan sólo habían caminado unos metros.

El hombre, abrió una puerta y entonces Rafa tuvo la duda de si la estancia que se abría ante sus ojos entraba dentro de la categoría de habitación, o más bien, debía ser catalogada como agujero, zulo, trastero habilitado o despensa. El espacio era tan minúsculo que apenas entraban una mesa y dos sillas. El hombre, hizo un auténtico ejercicio circense para traspasar el umbral y poder acomodarse en una silla que a duras penas contenía su corpachón. De hecho, Rafa tuvo que aguardar su turno para poder sentarse frente al obeso, ya que hasta que el hombre no terminó su maniobra de atraque, no había espacio para otra.

En esa atmósfera claustrofóbica, más propia de una cámara hiperbárica, Rafa se dispuso a responder a las cuestiones que quisiera plantearle su interlocutor. Éste, con la cabeza hundida entre los hombros y pegada al papel, pasaba hacia adelante y hacia atrás, las páginas del CV, como si estuviera buscando algo que no encontraba. Una y otra vez, en completo silencio, parecía que se abanicaba con los folios y todo ello, sin levantar la mirada del papel. Mientras, Rafa, esperaba que el individuo le pusiera en antecedentes sobre el puesto, el perfil, los requisitos, el cliente y demás aspectos típicos en una entrevista de trabajo. Y mientras Rafa esperaba en silencio, el gordo no hacía otra cosa que pasar los folios como si los quisiera despegar unos de otros. Finalmente, y siempre sin levantar la cabeza de los papeles, el gordo habló:

-¿Cuánto quieres ganar?

La pregunta, además de impertinente, era inoportuna. No es así como se debería iniciar una entrevista, pensó Rafa. El salario es un concepto que va acorde con los conocimientos, experiencia y categoría del candidato y su idoneidad para el puesto que se ofrece. Otra cosa, sería una subasta o una lotería a ver si aciertas con la cifra adecuada. Rafa, no sabía de qué estaban hablando, así es que se limitó a responder a una pregunta estúpida.

-Con veinte millones de pesetas, me conformaría.

El gordo, sin levantar su mirada de los papeles, apuntó con un lápiz 

20.000.000 ptas.  Al tiempo que volvió a preguntar.

-¿Es eso lo que ganabas en tu anterior trabajo?

Otra impertinencia. Ni a él ni a nadie, le importaba el salario anterior 

y a Rafa, ya le había tocado las narices suficientemente.

-Lo que yo gane en mi trabajo, es asunto entre mi empresa, Hacienda y yo. Tú me has preguntado cuánto quiero ganar, sin especificar el tipo de trabajo, los requisitos ni nada por el estilo. Y yo, me limito a responderte.

-Pues es que la chica que ha estado antes, me ha pedido 7 millones.

-Tendrá menos experiencia que yo o será menos exigente- respondió Rafa convencido de que había sido una pérdida de tiempo y de gasolina haber acudido a semejante oferta de empleo.

Evidentemente, nunca volvió a saber de ellos.

lunes, febrero 10, 2025

El misterio de la llave escondida.

Tenemos vecinos nuevos desde hace unos tres meses o así. Los anteriores han estado como unos siete años y el único contacto que hemos tenido con ellos ha sido cuando coincidíamos en el garaje. Los nuevos vienen desde Carolina del Norte, EE.UU. Pero su procedencia no es lo único llamativo.

Es una pareja joven con dos hijos adolescentes. Al menos eso es lo que nos dijeron cuando los conocimos justo antes de convertirse en vecinos. Lo cierto es que no hemos visto a los hijos. Supongo que se han debido quedar en USA hasta finalizar los estudios. Y, de hecho, tampoco hemos vuelto a ver al hombre. Tan sólo lo hemos visto el día que les enseñaron el piso los de la inmobiliaria junto con nuestra amiga la dueña, antes de firmar el contrato de alquiler. A la que más hemos visto ha sido a ella, a la mujer.

A pesar de ser originaria de un estado sureño tiene un marcadísimo acento neoyorquino, confirmado por ella misma. O sea, que cuando se embala hablando, cazo una de cada diez.

Cuando los conocimos preguntamos como algo natural a qué se dedicaban. Parecía que era una pregunta lógica teniendo en cuenta que cuando la gente se muda, de algo tiene que vivir y si encima te cambias de Continente, pues la pregunta era casi obligada. Nos dijeron que trabajaban por internet, una respuesta que está muy de moda. Más adelante, cuando hemos desarrollado una cierta relación de vecindad, nos ha contado que se dedican a enseñar la biblia por internet.

Creo que era un viernes por la tarde cuando de repente nos llaman a la puerta. Y digo bien: la puerta, porque no tocaron al timbre. Eso es algo inusual por estos pagos. Tal es la paz y el sosiego que disfrutamos. Era nuestra vecina. A duras penas entendimos que su marido se había quedado encerrado en el ascensor, pero que había conseguido salir de él bajando de nuevo hasta el garaje y subiendo a pie por la escalera. Lógicamente había que informar para que vinieran a arreglarlo y eso es lo que hicimos.

Unos días más tarde volvió a subir nuestra vecina y estuvo hablando con mi mujer. Decía que ella, en EE.UU. no estaba acostumbrada a usar una llave normal y corriente para abrir la puerta de la calle; que usaba una apertura inteligente y por no estar acostumbrada, tenía miedo de perder la llave. Con el fin de evitar posibles problemas, quería disponer de un sitio donde tener una llave de repuesto por si ocurría algo indeseable.

Mientras el piso no estuvo alquilado nosotros siempre hemos tenido una llave de nuestra amiga y vecina, la propietaria. De vez en cuando llamaba a mi mujer y le decía que iba a ir la chica de la limpieza o que bajara a comprobar tal cosa. Por eso, en este caso, mi mujer le ofreció a nuestra nueva vecina americana la posibilidad de tener una copia en casa. La respuesta fue que no. Entonces, preguntó si podría poner una copia de su llave debajo de alguna de las macetas que tenemos en el rellano de la escalera, a lo que mi mujer le dijo que la señora de la limpieza movía las macetas y que no parecía una buena idea, pero que, si se empeñaba, podía introducir la llave dentro de la maceta.

A mi mujer tampoco le pareció una buena idea. La llave con la humedad y con los riegos, no creía que le viniera bien estar enterrada, pero como parecía tener un antojo, pues así lo acordaron.

Todo parecía normal hasta hace unos días.

En mitad de la noche oigo que tocan el timbre de la puerta. Y aunque a mí no me despierta ni un terremoto, en este caso sí que me desperté. A esas horas de la madrugada – todavía no sabía la hora – no soy capaz de andar y mascar chicle al tiempo, pero algo me decía que había algo raro. Me levanté y fui a mirar por la mirilla para ver de qué se trataba. No sabía si era algún ladrón intentando el más difícil todavía, un vecino alcoholizado que se hubiera confundido de bloque, de piso y de puerta o qué.

Entre el sueño que tenía, que todavía tenía el corazón a cien pulsaciones y la poca luz que había, por la mirilla me pareció ver a una mujer. No estaba de cara a la puerta, cosa que sería lo normal si acabas de usar el timbre, o sea, que no le vi la cara. Me pareció que estaba sentada en la escalera o agachada, pero en cualquier caso estaba de espaldas. Me dispuse a abrir la puerta, pero antes me puse el albornoz del baño. Y al abrir la puerta no había nadie. Y lo más extraño es que tampoco escuché ningún ruido. Ni los pasos de nadie subiendo o bajando la escalera, ni una puerta que se cierra. Nada.

Todavía seguía aturdido y fue por curiosidad a la cocina. El reloj marcaba las 5.30 de la madrugada. Volví a colgar el albornoz en su sitio, me metí en la cama y volví a perder el conocimiento.

A la mañana siguiente se lo comenté a mi mujer que no se enteró de nada. Ni del timbre, ni de abrir la puerta, ni nada de nada. Pensando en ello, se nos ocurrió que por algún motivo era la vecina que no encontraba su llave en la maceta convenida. Entonces, mi mujer, que es la que sabe de qué maceta se trata, fue a ver si estaba la llave. Y la llave no estaba. Y a partir de ese momento no he parado de darle vueltas al tema y cada vez me surgen más preguntas sin una respuesta lógica.

Si de verdad era la vecina - y no tenemos motivos para pensar que no -, ¿qué hacía a las 5.30 de la mañana llamando a casa?

Si llamas a una casa a esas horas, al menos debes ser consciente de que no te van a abrir en 30 segundos. Tendrías que dar un poco de tiempo, al menos, para que se vistan y abran la puerta en condiciones.

La única razón por la que podría llamar a una hora tan intempestiva era porque había perdido su llave y necesitaba la copia escondida. Pero si ya sabía dónde la había guardado, ¿para qué llama?

Suponiendo que hubiera tenido que recuperar la llave escondida, lo suyo sería que después de usarla la hubiera devuelto a su escondite. Sin embargo, salvo que haya escondido la llave en otra maceta, no está en la que se guardó la primera vez.

Lo normal, creo yo, sería que al margen de que hayas perdido la llave, hayas tenido que recuperar la copia de seguridad o no, si has llamado a las 5.30 de la madrugada a tu vecino, vayas al día siguiente y le des alguna explicación. Me da igual que la razón tuviera que ver con la llave o que estuviera totalmente cocida, pero decir algo.

No hemos vuelto a tener noticias.

Nuestra única referencia es el coche de alquiler que tienen en el garaje. Así sabemos si están o no.

No sabemos qué ha pasado con la llave.

viernes, febrero 07, 2025

Despedir, pero con clase.

Mamen Gorostiza Ireaparralde era una mujer a las que se suele definir como “con carácter” o de armas tomar.

Su voz grave y profunda junto con el elevado tono que normalmente utilizaba hacía que cualquiera que hablase con ella, tuviera la sensación, no ya de que te estaba abroncando por algo que incluso desconocías, sino que en breve te iba a soltar una yoya. Realmente, intimidaba. Su imagen - desgarbada y poco femenina -, sus uñas inexistentes y unas manos con dedos morcilleros, no ayudaban precisamente a tener de ella una agradable impresión. Como profesional era estricta, perfeccionista y extraordinariamente trabajadora y responsable.

Desde su papel de asistente del máximo director del proyecto debía estar involucrada en el día a día de las diferentes áreas, coordinar y supervisar el desarrollo de las mismas de acuerdo a la estrategia definida, planificar tiempos, recursos, gestionar riesgos y todo lo que un puesto como el suyo implica en un proyecto. O dicho de otra manera, le dedicaba muchas horas a su trabajo y lo hacía por sistema.

Un viernes cualquiera - serían las 21.00 o así - estaba en su mesa de trabajo, cuando se le acerca la máxima responsable del cliente, en el proyecto.

-        ¿Tú qué haces aquí? - le espetó sin anestesia.

-        ¿Perdón? - respondió confundida Mamen.

-        Que ¿qué haces aquí, digo? - repitió insolente la gorda.

-        Estoy organizando el calendario de reuniones para la próxima semana, y la información a recabar y presentar…

La gorda, no la dejó acabar.

-        Que digo que cómo es que sigues aquí?

Mamen no entendía nada. Intentaba explicarle a la gorda y ésta la interrumpía.

-        Esta mañana he hablado con tu empresa y ya les hemos comunicado que no vengas más.

Mamen, no daba crédito a lo que estaba escuchando. Una cosa es que te despidan y otra que además, te escupan.

Recogió sus cosas y se marchó preocupada a su casa, donde la esperaban sus dos hijos a los que tenía que mantener en solitario.

RAIOLA NETWORKS

11º Aniversario de Raiola Networks