martes, junio 16, 2015

¡AY, CARMENA! NO ME BARRES



Leo que ¡Ay, Carmena!, quiere empezar a dejarse sentir cuanto antes. Que se note que ha llegado el cambio y que además, es radical. Ya lo advirtió en la primera rueda de prensa, con el dedo índice como arma amenazante: “Irsus acostumbrando” dijo, o algo así.

Que lo primero que estudia es que cooperativas de madres y padres limpien los colegios. Que seguro que les va a encantar a todos, y que así estarán cerca de sus hijos.  

Cuando una persona llega a un puesto de responsabilidad, sea político, sea empresarial o sea de un equipo de fútbol, la primera medida que toma, es la que marca el carácter y el estilo del individuo. Por ejemplo, recuerdo que cuando llegó Florentino Pérez, la primera medida que adoptó la Junta, fue nombrar Presidente de Honor a D. Alfredo Di Stefano. Todo un símbolo de la historia del club. Una leyenda del fútbol y un desagravio bien merecido.

Pero también me vienen a la memoria otras medidas, tomadas por otros individuos, en otras instancias y que no fueron precisamente bien acogidas, ni tuvieron el éxito que se pretendía.

Corrían los años 80, hacia mediados de la década. La empresa multinacional americana, había obtenido en los dos años anteriores unos resultados tan por encima de lo presupuestado, que al D. General, le habían ascendido al Olimpo de los Dioses y por tanto, había que sustituirle. Corría el escalafón. Al cabo de pocas semanas, ya se conocía el nombre del afortunado. De origen español pero con pasaporte estadounidense, criado realmente entre la cálida Florida y México, y con experiencia en Marketing y Ventas, como corresponde. Parecía reunir todos los requisitos para cubrir el hueco dejado por su antecesor.

Llegó y sólo se presentó al círculo de directores de la empresa, dejando al resto de empleados con la ilusión de saber qué cara tenía. A no tardar mucho, descubriríamos que desde luego, tenía mucha. Se hizo tan invisible, tan desconocido, tan insignificante, que un día entró en un departamento preguntando por el director correspondiente y la secretaria informó que “me parece que está reunido con el D. General”, sin saber que era el propio D. General el que preguntaba por su jefe. La cara que puso, fue digna de foto, según comentan.

Fueron pasando los días, las semanas y hasta los meses. La zozobra y la ansiedad de buenas nuevas, se iban convirtiendo casi en una obsesión. 

Es un principio de la gestión empresarial, que la falta de noticias es el mejor caldo de cultivo para el nacimiento de los rumores. Y éstos, no tardaron en empezar a correr por los pasillos. Se decía que pretendía que el D. General de Iberia, se pasara por su despacho para debatir algunas cuestiones. Y algo parecido se rumoreaba con respecto al dueño de El Corte Inglés. Sin duda, su experiencia en Estados Unidos, había calado hondo en su estilo de gestionar  y todavía no se había percatado ni adaptado a la especificidad española, por mucho que él mismo hubiese nacido en Sevilla. 

Los empleados tenían ganas de saber hacia dónde se encaminaba la empresa, cuáles eran los objetivos, la estrategia y qué se esperaba de ellos. Y finalmente, un día, más o menos a los 6 meses de haber aterrizado en España, se conoció su primera medida. El tema era la vestimenta. Sí, sí, la ropa de los empleados.

El bueno de Manolito – dicho con toda la falta de respeto que se ganó a pulso – no se le ocurrió  otra cosa que criticar abiertamente la osadía de las mujeres de la empresa y lo descocado de su atuendo, para a continuación, dar una serie de indicaciones y pautas a seguir, de carácter obligatorio. Así por ejemplo, los hombros debían estar siempre cubiertos, eliminando las camisetas y los tirantes. Las faldas, no muy por encima de las rodillas. Los zapatos, de tacón; nada de sandalias. Y por supuesto, medias, incluso en verano.

Como no quería resultar ofensivo a los intereses femeninos, decidió que los hombres, de igual modo, debían seguir unas normas estrictas en cuanto a su manera de vestir. Las camisas, debían ser blancas mayoritariamente y si fuesen de rayas, éstas debían ser estrechas y finas. Por supuesto, corbata, incluso en verano, claro. Traje gris o azul y zapatos negros.  

Se lo tomó tan en serio, que se comentaba que en el ascensor, una mañana se encontró con un empleado al que le envió a su casa a vestirse como él había indicado. Y a otro, cuando observó que llevaba una camisa rosa palo – con su corbata, por supuesto – le preguntó: “Y tú, por qué no llevas la camisa como nosotros?” a lo que el interpelado, vecino de un barrio al que él mismo denominaba “El Bronx”, respondió: “¿Cómo vosotros…..quiénes?”. 

Como muy bien dice la canción, “las chicas son guerreras”. Y vive Dios que lo fueron!

Desde aquel mismo instante, cuentan las crónicas y los testigos presenciales, que jamás viose por pasillos y dependencias empresariales, semejante desfile de escotes sin fin, minifaldas escasas y tacones de aguja de vértigo, llegando a producir confusión, taquicardias y hasta comentarios lujuriosos, más o menos mascullados entre dientes. Fue tal el impacto que causó la respuesta femenina, que el responsable del departamento en el que trabajaban unas 40 mujeres, fue llamado al orden. Al parecer, sin ningún éxito porque las féminas, decidieron que hasta que no se olvidase el asunto, ellas no iban a volver a vestirse como siempre lo habían hecho, es decir, como les salía del lerele.

Como consecuencia de esta actitud por parte de la Dirección,  se produjo una auténtica mutación en la atmósfera de la empresa, - hasta ese momento como una balsa de aceite. Hasta tal punto que, aunque hasta ese momento no había representación sindical – básicamente porque no era necesario – se convocaron elecciones sindicales con carácter inmediato, no sin antes mencionar que el hasta entonces D. de Recursos Humanos, viajó personalmente a la central de la compañía para dar parte oficial del comportamiento del nuevo D. General, con el consiguiente cese inmediato del primero.

La siguiente consecuencia fue que el nuevo comité de empresa, fue encabezado por CCOO.

La historia del antes mencionado Manolito, tuvo mucho más que contar. Baste decir que finalmente, poco más de un par de años después de su triunfal llegada, tuvo que abandonar España, más o menos deprisa, por algunas deudas, que había dejado pendientes de abonar al banco. Pero sirva esta anécdota para ilustrar lo que mencionaba al principio, de cómo es importante tener en cuenta cuáles son las primeras medidas que toma un dirigente al iniciar su mandato. 

¡Ay, Carmena!, ya nos ha dado un primer esbozo de cómo pintan las cosas. Ediles con perfiles que rayan el nazismo. Otros imputados por otras causas, que al parecer, no son tan importantes como las de otros imputados de otros partidos. Y por el momento, se va contentando con poner a fregar y a barrer a los padres en los colegios. 

Que es que no me imagino yo a más de una, bajando de su 4x4 en Las Rozas, para ponerse un uniforme y coger la fregona. Que no!