jueves, agosto 11, 2016

Es Trenc: ayer y hoy.



A comienzos de los años 80, la playa de Es Trenc, en el sur de Mallorca, representaba toda una filosofía de vida. Inaccesible por tierra, sólo había dos caminos posibles para lleharse hasta allí. Atravesando la playa anterior de “El Marqués”, la única alternativa terrestre viable, o bien, el acceso por mar mediante embarcación de recreo. Al navegar por sus transparentes aguas azul turquesa y fondo arenoso, uno tenía la sensación de llegar a una playa de algún continente lejano y exótico. En cualquier caso, la playa era virgen, sin chiringuitos, sin tumbonas, sin vendedores de relojes, sombreros y refrescos, y por tanto, estaba desierta. Tan sólo la frecuentaba alguna pareja que elegía el paradisíaco lugar para hacer nudismo, sin temor alguno a que nadie osara llamarles la atención, y algún que otro paseante que proveniente de la playa del Marqués, había decidido dar un largo paseo, bajo un tórrido sol y cuya arena blanca deslumbraba al visitante por tanta luz.


Algunos años después, a algún nórdico iluminado, se le ocurrió la feliz idea de destrozar el pinar que preservaba a la playa del ataque terrestre de los humanos por su flanco norte y construir en él un complejo hotelero encaminado a abarrotar el entorno de seres humanos sedientos de lugares vírgenes a los que desvirgar. Fue entonces cuando las fuerzas vivas de la zona se conjuraron a favor de mantener el estado de las cosas y se creó una plataforma de protesta, de corte ecologista, que se llamó “Salvem Es Trenc” (Salvemos Es trenc).  Después de no pocos esfuerzos, algún pleito y bastante tiempo, finalmente se consiguió paralizar el mega proyecto de destrozar un entorno privilegiado. 

Pero al igual que en toda historia siempre hay un Judas - un traidor que siguiendo con la política del supositorio (poco a poco pero hasta dentro) finalmente consigue lo que se propone – en ésta también lo hubo. Cierto es que no se llegó a construir ningún macro complejo de apartamentos, hoteles ni nada por el estilo, pero alguien autorizó a abrir un camino que iba desde la carretera hasta la playa, atravesando el enorme pinar que lo puebla. 

Lo que al principio era un camino, apenas accesible para personas y bicicletas, con el tiempo – política del supositorio – se fue ensanchando y ensanchando. Lo que al principio era un camino polvoriento de tierra, acabó convirtiéndose en un camino asfaltado y apto para la circulación de vehículos. Y con los vehículos, llegaron sus ocupantes. Y con sus ocupantes, llegó la destrucción de un entorno mítico, de un paraje virgen y sin explotar, hasta convertirlo en un Benidorm mallorquín.



Hoy vemos en las noticias, que aquellas playas desérticas, se han convertido en un hervidero de seres humanos, ávidos de no se sabe muy bien qué, pero parece evidente que no de paz, sosiego y tranquilidad. Que lo que en un principio era un "caminito" para acceder andando a la playa, ahora se ha convertido en una carretera por la que llegan miles de coches a un macro Parking, del que alguno, seguro, está sacando buenos réditos. Parece que a ciertos humanos, les subyuga la posibilidad de acudir en masa adonde van miles de sus congéneres, atraídos por una especie de macabra liturgia de secta autodestructiva. 

Tal vez sea el momento de reavivar aquel movimiento de “Salvem Es Trenc”, aunque mucho me temo que el daño ya está hecho.