sábado, mayo 11, 2019

Eslovaquia. Bratislava.

Acabo de regresar de unas pequeñas vacaciones en Eslovaquia, en casa de unos amigos. 

Para aquellos que estén una miaja despistados, he de aclarar que Eslovaquia, NO es lo mismo que Eslovenia.  Que son dos países diferentes. Eslovaquia es el resultado de la escisión pacífica, liderada por el dramaturgo Vaclav Havel, de la antigua Checoslovaquia, que ahora son dos naciones diferentes: Chequia y Eslovaquia. (ver más información)

Viajar siempre es útil. No sólo conoces sitios nuevos, sino y sobre todo, estableces comparaciones y puedes aprender cosas nuevas. Unas veces las sorpresas son agradables y otras, desconcertantes.

Por ejemplo, en este viaje he descubierto que el concepto de tarjeta de crédito, es algo cuasi desconocido. Vamos, que vayas donde vayas, como se te ocurra intentar pagar con la Visa, se pueden tirar al suelo y partirse de la risa. Allí, excepto en restaurantes y sitios así, se paga en metálico y todos los dependientes de las tiendas, llevan unos monederos enormes para darte el cambio. Algo que llama la atención en pleno siglo xxi, en un país que lleva más de 15 años dentro de la UE.

Otra de las cosas que me ha sorprendido en general, es que los precios de las cosas son aproximadamente iguales que lo puedan ser en España, con ligeras diferencias, pero los sueldos de los eslovacos, no tienen nada que ver con los de España. Debido a esa disparidad entre el valor de las cosas y el sueldo de los curritos, una gran mayoría de personas, y sobre todo negocios, hacen lo que podríamos denominar en plan fino "trabajos extras". 

Por ejemplo, tú decides hacer una obra en tu casa y para eso, presentas unos planos oficiales. Pero después, que lo que hagas en tu casa se adapte fielmente a esos planos, puede ser pura coincidencia. Allí, una cosa es hacer una obra en tu casa y otra que los obreros que te lo hagan, lo cobren todo en negro. Y claro, trabajan, además de en sus empresas, los fines de semana y fiestas de guardar. Desconozco el montante de dinero negro en Eslovaquia, pero debe ser importante, porque de vez en cuando ves unos cochazos que no encajan con el decorado. Audis, Jaguar, BMW, Lexus y demás, no es infrecuente que te los encuentres por doquier.

La primera consecuencia es que, como era de esperar, las pensiones públicas allí son ridículas.

En general, el país da la impresión de estar en un lento proceso de abandono del bloque soviético e intentando adaptarse rápidamente a los usos y costumbres del "mundo libre", a pesar de que ya llevan 15 años en la UE. Unión Europea que, como en España en su momento, está invirtiendo millones de euros en modernizar y adaptar las infraestructuras del país.

En su cultura, música, arquitectura e incluso gastronomía, predomina la antigua pertenencia al Imperio Otomano, al Austro-Húngaro después y finalmente y para mayor desgracia, al poder comunista de la URSS. Y claro, todo eso marca carácter. O sea, que muy alegres no son.

Los centros comerciales que he visitado, están fenomenal y no tienen absolutamente nada que envidiar a cualquiera de los de España. Eso sí, las marcas de las tiendas no son siempre conocidas, la calidad no es comparable, los precios sí y además, las tiendas están siempre vacías de gente. Los únicos ocupantes son los dependientes. Una vez entramos en lo que ellos denominan un "outlet". Una tienda de dimensiones ridículamente pequeñas, en la que se ofrecía casi en exclusiva camisas y pullovers. Encontré una que era la menos espantosa de todas, pero aparte de que la camisa no era de mi talla, costaba 31€. Y me dije, pues menos mal que esta camisa tiene algún tipo de tara y "sólo" me quieren cobrar 31€, porque entonces me pregunto cuánto pedirán por una normal. ¿Como en El Corte Inglés?

Tienen un horario de trabajo que asusta: comienzan a currar a las 06.00 de la madrugada hasta las 14.00 o así. Y los viernes a partir de esa hora, las autopistas se colapsan como en España. 

Otro dato importante: no tienen paro. Algo más del 2%. Es un país de currantes. A los gitanos, se les distingue claramente porque parecen recién salidos de algún suburbio de Madrás y no hay muchos. Tampoco he visto mendigos, en ninguna parte, aunque he visto gente pobre en algunos pueblos. Tampoco he visto tiendas de chinos de todo a 1€.

El tráfico de camiones con toda clase de artículos y matrículas de todos los países vecinos (Austria, Polonia, Ucrania, Chequia...) es intensísimo. Las mercancías se mueven por carretera. 

Es un país donde el verde lo inunda todo. Bueno, casi todo, porque hay enormes extensiones de tierra cultivada por algo amarillo que según nos dijeron parece que era aceite de colza.

Por lo demás, nos hemos movido fundamentalmente, por entorno campestre, bucólico y pastoril. Hablando de pastores: sólo he visto a un rebaño de vacas y uno de ovejas en los casi 15 días que he estado por allí, recorriendo la Eslovaquia profunda. Con tanta hierba, no sé cómo no tienen más ganado.


El contraste entre la capital, Bratislava y el resto, en general, resulta desconcertante. La capital es un hervidero de obras públicas, muchas de ellas subvencionadas por la UE. Así, te puedes encontrar unas torres de edificios ultramodernos, con unos aparcamientos subterráneos que en nada tienen que envidiar a los de España. Una capital, por donde siguen circulando los tranvías, de color rojo intenso, junto al centro histórico, que aún mantiene ese "sabor", por decirlo de una manera suave, del antiguo régimen.

Aunque sin lugar a dudas, lo que más me llamó la atención, fue el Danubio. Que de azul, una mierda como un piano, pero es grande y con una intensa corriente. En los tiempos del comunismo, muchos intentaron cruzar al otro lado del río y se quedaron en el intento, ahogados por la corriente o masacrados a tiros por los centinelas que disparaban a matar.







Hoy, hay barcazas enormes que transportan a miles de japoneses por el Danubio y los van soltando aquí y allá según vayan parando.

La capital, Bratislava, tiene un centro histórico interesante, con unos edificios que mantienen aún la influencia otomana y dan prestancia a la ciudad.

Eso sí, pretenden cobrar 20€ por persona para subirse a un trenecito que te lleva por el núcleo de la capital, cuando puedes disfrutar de ello andando.

























Pero lo peor de Bratislava fue la clavada de 36€ por un par de vinos y un par de cervezas en una terraza del centro.

Otro aspecto importante a destacar es que no se ven personas obesas. En ninguna parte.