sábado, marzo 05, 2022

¿Qué ha cambiado?

Crecí viendo el asesinato de JFK y después el de Lee H. Oswald. La guerra de Vietnam la teníamos casi en directo en el telediario. Los enfrentamientos y las palizas que daban los policías blancos a los negros que luchaban por sus derechos civiles en EEUU. Más tarde también vimos cómo asesinaban a Bobby Kennedy. En 1961 los rusos (siempre los rusos) levantaban el muro de Berlín. Después también vi cómo eras acribillados los que intentaban cruzar al otro lado de ese muro. En 1968 los tanques de la URSS (siempre la URSS) invadían Checoslovaquia para imponer SU orden. Y antes de terminar los 60, asesinaron en EEUU a Martin Luther King.

Me saltaré los 70 con Pinochet, los milicos argentinos, los golpes de estado en Latinoamérica, Pol Pot en Birmania y demás.

En 1980 la URSS (otra vez los rusos) invaden Afganistán. Helicópteros de quinta generación contra fusiles de la Gran Guerra.

Nada de eso me afectó más allá de guardar los recuerdos en mi memoria y de sobresaltarme con algunas escenas.

En los 90, los Balcanes. Serbios, croatas y musulmanes dando rienda suelta (unos más que otros) a sus ancestrales diferencias. Incluso los aviones de la OTAN al mando de Javier Solana, bombardearon posiciones serbias. Eso ya era harina de otro costal. Eso seguía siendo Europa, a finales del siglo XX y era incomprensible una guerra como aquella. Una guerra de aniquilación del otro. Lo de Sbrenica permanecerá en la memoria para siempre. Pero aún así, tampoco me afectó demasiado, más allá de la vergüenza de ser europeo.

Y sin embargo esto de Ucrania me ha conmovido en lo más profundo. Ha despertado dentro de mí una mezcla de sentimientos. Estoy furioso, incrédulo, vengativo, justiciero, visceral, impotente, escandalizado y triste. Nunca como ahora me he sentido tan íntimamente afectado por un conflicto armado en esta vieja Europa que parece que no es capaz de desprenderse de cuantos tiranos dementes son capaces de alcanzar el poder para fastidiar a los demás. Nunca como ahora me han entrado tantas ganas de volar por los aires un tanque ruso. Nunca como ahora he disfrutado de ver cómo se desintegra un avión o un helicóptero ruso con un misil Stinger ucraniano. Nunca como ahora he disfrutado de saber que un francotirador ucraniano se ha cargado a un general ruso a kilómetro y medio de distancia. Nunca como ahora he deseado tan vehementemente ver la cabeza de Putin en alguna picota.

¿Será que ahora me siento más cercano al problema? ¿Qué ha cambiado? ¿La cercanía de la guerra, la desigual lucha, las simpatías que se ha ganado para siempre Zelenski? ¿Será el hecho de que todo dios en Ucrania habla español mientras aquí hay regiones en las que se le persigue? ¿Será que ahora soy neonazi?

Cada vez que veo en las noticias lo que están sufriendo los ucranianos a manos de los rusos se me hace un nudo en la garganta como si fueran mis vecinos. No puedo aceptar que un maldito enano de mierda, ex agente del KGB, someta a sangre y fuego a un pueblo pacífico que no les ha hecho nada excepto estar en donde están en el mapa. Ucrania ya sufrió en su momento las iras de los rusos cuando éstos arrebataron todo el cereal al país. Murieron de hambre unos 4.000.000 de ucranianos.

No entiendo por qué extraña razón me llena de orgullo escuchar el himno de Ucrania, aunque no entiendo absolutamente nada. Y aunque tampoco conozco al presidente, considero que ya se ha ganado un lugar en la historia. No entiendo por qué me llena de orgullo escuchar a los ucranianos que regresan a su país para luchar y defender su suelo, aunque lo más peligroso que han empuñado en sus vidas ha sido un cuchillo para comer carne. No entiendo por qué me enorgullece escuchar a las ucranianas decir que ellas también están dispuestas a luchar y a empuñar las armas cuando aquí algunas españolas, lo único que hacen es enseñar las tetas en la calle.

Me llena de orgullo español ver una vez más a José Andrés haciendo lo que saber hacer: dar comida al hambriento. Me llena de orgullo todos los españoles que le han echado agallas, han cogido el coche y se han plantado en Polonia, simplemente para llevar a alguien a un lugar seguro de Europa o traer a niños y acogerlos en su casa. Me llena de orgullo ver que hay españoles que se han apuntado a la legión extranjera, algunos con experiencia militar de sobra en otros conflictos. Me llena de orgullo saber que enviamos armas y tropas para ayudar a Ucrania.

Pero qué ha cambiado? Pues la razón es sencilla: yo.