Hace un par de días, los Reyes han entregado
a Goytisolo el Cervantes, máximo galardón de las letras en español. Por eso, la
anécdota que voy a contar, viene que ni pintada.
Un amigo, al que llamaremos Germán, se dirige
a su entidad bancaria para realizar las gestiones propias de su estado. Financiero,
por supuesto. Se dirige a la cajera, la cual, le pide que se identifique y que
le proporcione el DNI. Germán, tipo simpático, abierto y algo charlatán, le da
el número y la letra: “K”.
-
¿ Con “K” de Keso?, pregunta la cajera.
Mi amigo, se quedó esperando unos instantes a
que surgiera de la comisura de los labios de la “kagera”, una sonrisa,
indicativo inequívoco de que en efecto, como él suponía, se trataba de una
broma. Pasaron un par de segundos o tres y entonces, pasó de la sospecha al
asombro: no se trataba de una broma. Era una analfabeta disfrutando de un
puesto de trabajo, seguro y estable. ¡Era cierto!
-
Con “K”………de “K”. Una “K”, respondió medio aturdido el bueno de
Germán.
A todo esto, la tarada de la “kagera”, debió
percibir algo en la situación porque por su comportamiento, denotaba cierto
azoramiento y vergüenza. Se había percatado de "ke" escribir como lo hacen
habitualmente una generación entera a través del móvil, está causando efectos
desastrosos en la ya, por otra parte, desastrosa educación general.
Mi amigo Germán, me lo contaba en el límite
de la indignación.
- - Pero cómo es posible que la cajera de un banco, UN BANCO!, pueda decir
algo así. Qué clase de conocimientos les piden para disfrutar de un puesto así.
Yo, hasta me tomo la molestia de poner
los acentos en el móvil, cuando mando un mensaje y ni te digo cuando es un
correo. Y voy y me encuentro con esto!
Pos asín es. La LOGSE, ha hecho estragos y el
pseudo lenguaje que utiliza toda una generación, en sus comunicaciones, más
todavía. Entre eso y la falta de interés por la lectura, el español acabará
como el latín: siendo una lengua para eruditos.
Recuerdo que hace bastantes años,
concretamente en 1990, se le concedió a Octavio Paz, el Nobel de Literatura.
Por entonces, el ilustre escritor, disfrutaba entre otras cosas, de una tarjeta
American Express y al Director General de la empresa, - cuyo nombre no quiero
difundir para no darle publicidad gratuita - , se le ocurrió la feliz idea de
enviarle una carta de felicitación. Una idea apropiada, si la mencionada misiva
no hubiera ido plagada de errores ortográficos y gramaticales.
No alcanzo a imaginar la cara de sorpresa de
D. Octavio, al recibir una carta del Director General de AMEX en España, con
semejante sarta de errores de bulto. Tal vez pensara, como mi amigo Germán, que
se trataba de una broma. De mal gusto, en todo caso.
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