martes, enero 29, 2019

Los taxistas, circulan por dirección contraria


Las imágenes de violencia y caos generadas por los taxistas, inundan nuestras televisiones en cada informativo. Los de VTC, han denunciado más de 150 agresiones, incluyendo el disparo con una escopeta de perdigones, y el responsable de los taxistas, como siempre, habla de hechos aislados. Afortunadamente, no hay miles de bestias disparando a gente indefensa. En caso contrario, sería peor que en los Balcanes.

Los taxistas les pasan la pelota a los políticos. Los políticos se la pasan entre sí y aquí, como siempre, el paganini de turno, es el usuario, que entre las prohibiciones de la Carmena y la apropiación indebida de la vía pública por parte de los taxistas, empieza a desear - en la intimidad- secuestrar un tanque de la Brunete y resolver el tema por las bravas.

Porque lo triste de todo esto es que a los taxistas los usuarios les importan una mierda. Están luchando exclusivamente por mantener sus privilegios, su estatus, y para ello, no hay nada mejor que hacerse las víctimas. Aducen que los ayuntamientos les obligan a disponer de toda una extensa documentación. ¡Claro! Y a las panaderías, y las farmacias y las hueverías, también. Y luego intentan convencer a los ciudadanos que ellos pagan más impuestos que los de VTC, cuando en realidad, es justamente al revés, según las explicaciones que dio hace unos días un asesor fiscal miembro de Airef.

Pero claro, el principal problema es que no se entiende la razón por la que un ente público, como es un ayuntamiento, tenga por qué gestionar y regular una actividad estrictamente privada como es un taxi, del mismo modo que no gestiona a las peluquerías, las discotecas o las pescaderías, más allá de aspectos relacionados con la salubridad y seguridad. Por tanto, lo primero que habría que hacer sería eliminar esa responsanilidad a todos los ayuntamientos, de igual modo que la DGT controla todos los vehículos, pero no se entromete más allá de obligarte a pasar la ITV y poner multas por exceso de velocidad.

¿Cuántos empleados de banca se ha llevado por delante la evolución digital de la sociedad y por tanto, del modelo bancario? ¿Cuántas tiendas de fotografía han estado a punto de quebrar o han quebrado, debido a que la gente ya no usa rollos de fotos ni papel para revelarlas? Pues se las han tenido que ingeniar para sobrevivir, instalando máquinas en sus tiendas, de modo que las personas que quieran en papel alguna foto, acuden con su pendrive, y la imprimen en un tamaño elegido y con un papel profesional. ¿Hemos visto a algún fotógrafo dar patadas a alguien por el avance de la tecnología? Yo, no. ¿Cuántos cines han cerrado o se han reconvertido en multi salas? Porque la gente ahora ve las películas en su móvil, en su casa, o en su PC. ¿Hemos visto a los dueños de las salas de cine ir pegando tiros con escopetas de perdigones a alguien? Pues no. ¿Cuántas agencias inmobiliarias se han ido a pique porque ya no es absolutamente imprescindible tener un espacio puerta calle? La gente usa sus propios medios para buscar casa, a excepción de algunos extranjeros que siguen confiando por obvias razones, en las agencias que hablan su propio idioma. ¿Hemos visto a los propietarios de las inmobiliarias hacer manifestaciones en contra de internet, de IDEALISTA o de cualquier web por hacerle la competencia “desleal”?   

El mundo ha cambiado y el que no quiera reconocerlo, es que es un zote. Los taxistas se empeñan en permanecer en el pasado, exigiendo que el futuro (las VTC) se adapten a su anquilosado estatus, cuando lo lógico, sería al revés. Y como no quieren reconocer la realidad, acuden a la violencia, como energúmenos que son. Porque esa es la imagen que están dando a todos los españoles: que todos, independiente de si es verdad o no, son unos energúmenos.

El problema no es, y no debe ser, de los ayuntamientos. Es absurda su intervención en el sector privado. Si en su día los monopolios como Telefónica y CAMPSA fueron eliminados por la liberalización de sus sectores, con el taxi habría que hacer lo mismo. Pero no solamente en España, también en Europa. Uno tiene derecho a ser taxista en Madrid o en Belgrado, y viceversa. 

Los taxistas, circulan por dirección contraria.

jueves, enero 03, 2019

De violencia de género y otras lindezas


Desde que a los de VOX, se les ocurrió mencionar el tema de la ley de violencia de género, se han desatado todas las iras y el rasgado de vestiduras es general. Todo el mundo anda escandalizado y echando pestes de “esos de la ultra derecha”. Pero como casi todo en esta vida, hay que añadir algunos matices que me parecen importantes.

En primer lugar, los medios de comunicación han transmitido, así, a lo bestia, el mensaje de que VOX quería suprimir dicha ley. Sí y no. 

Ayer, y debido a que el resto de la programación de TV era como para regurgitar la cena de Navidad, mientras hacía zapping en un desesperado intento por  encontrar algo aceptable y poco alienante, me topé con una cadena, que debe ser para los del PP lo mismo que “La Pirenaica” para los del extinto Partido Comunista de España (¿Porque ya no existen, no?).  En dicha cadena (TV13), le preguntaban a un responsable de VOX por su postura sobre este asunto y sobretodo, en relación al veto que supuestamente piensan dar en el Parlamento Andaluz, si no se modifica el acuerdo PP- C’s.  El responsable, de cuyo nombre no me acuerdo, dijo lo siguiente (más o menos):

    -  Nosotros estamos en contra de una ley que consideramos inconstitucional, porque considera al hombre enemigo de la mujer. Nosotros lo que queremos es que se tengan en cuenta toda clase de violencias: de hombre contra mujer, pero también, de mujer contra hombre, de hombre contra hombre y de mujer contra mujer.

En relación a esta declaración, que no creo que se me haya escapado mucho del mensaje básico, se me ocurren varias reflexiones.

La primera es que, desde hace mucho, personalmente, considero - y creo que ya lo he dicho anteriormente -, que la mencionada Ley de Violencia de Género, efectivamente debe ser inconstitucional, porque atenta directamente contra el principio que habla de que todos los españoles somos iguales ante la ley, sin distinción de raza, género, etc.etc. Otra cosa es que haya alguien con los suficientes huevos como para decirlo públicamente y que sobreviva.

La segunda reflexión que me sugiere la declaración de los de VOX, se debe a la apertura de mentalidad en cuanto a contemplar la violencia dentro de los grupos LGTB, que al parecer, y según se demuestra por la inexistencia de esas noticias en los noticiarios, simplemente no existen. Debe ser que los LGTB son más cultos y más civilizados. Dicha actitud se merece un especial reconocimiento, precisamente por tratarse de un partido que no acepta el matrimonio gay, pero al parecer, sí asume que dentro de esas uniones se da también la violencia, aunque no se machaca al personal todos los días en el TD de la Mateo.

Y la tercera reflexión que me sugiere, es que precisamente eso mismo, fue lo que dijo no hace mucho tiempo Albert Rivera y casi lo crucifican en la Diagonal. Rivera dijo que él era partidario de incluir toda clase de violencias. Lo mismo que ha dicho el de VOX.  Así es que ahora, que no venga Juan Marín rasgándose las vestiduras y haciéndose el estrecho, amenazando con romper la baraja por lo que sugieren los de VOX en Andalucía, porque es lo mismo que dijo su jefe.

Y entre todo este maremágnum de declaraciones de unos y otros, de un machaque diario en los TD, intento parar, alejarme un poco del árbol e intentar ver el bosque. Y es entonces cuando intento comparar, para hallar un punto de referencia. Recopilo datos, recuerdo frases, hago acopio de un sinfín de variables e intento despejar la incógnita.

Y la primera pregunta que me hago, es la más elemental: ¿Es útil la Ley de Violencia de Género? Y para responder a la pregunta, me voy a los datos. A los fríos datos. Desde 1999 hasta 2017, han sido asesinadas 1.148 mujeres. El dato es escalofriante. Pero me vuelvo a hacer la pregunta del inicio: ¿es útil una ley como ésa? Se supone que si existe dicha ley es para impedir que esos crímenes sucedan, no? Entonces, ¿qué se puede decir de una ley que no ha sido capaz de impedir 1.148 asesinatos? Pues que no sirve ni para tomar por saco, - aunque luego veremos que, en realidad, sirve para algunas cosas- .

¿Es justo llegar a esa conclusión de que la ley es inútil? Pues hombre, comparemos. Imaginemos que tengo una tienda y que instalo un sistema de seguridad anti robo. Y desde 1999 hasta 2017 me han robado 1.148 veces. Lo lógico sería llamar al comercial que me vendió el sistema anti robo y pegarle una paliza, no? Pues del mismo modo, si nos inventamos una ley para evitar los crímenes y sigue habiendo más de mil, es que la ley no sirve. No sirve, para lo que aparentemente, supuestamente, se ha inventado. Pero sirve para otras cosas.

Por ejemplo. Sirve para que cualquier mujer, por el mero hecho de haber presentado una denuncia por maltrato, tenga prevalencia a la hora de encontrar trabajo. Sirve para que el empresario que la contrata, se beneficie de una serie de ventajas fiscales. Sirve para que la mujer, - insisto, solamente por haber presentado la denuncia, ni siquiera por tener una sentencia firme-, tenga acceso a cierta clase de vivienda protegida. Etcétera, etcétera, etcétera.

Otra de las preguntas que me hago es: vale; es una salvajada tener a 1.148 mujeres asesinadas y hay que darle la importancia que se merece. ¿Pero es que no hay otras muertes que también merecen ser objeto de alguna campaña de información? Y me he puesto a buscar datos.

Por ejemplo. ¿Sabéis cuántas personas han muerto de SIDA en España desde 1999? ¿A que no habéis vuelto a oír hablar del SIDA? ¿A que parece que se ha extinguido? Pues espero que os impresione la cifra de muertos por SIDA, igual que me ha impresionado a mí. Desde 1999 hasta 2017, han muerto por SIDA 22.174 personas. ¿A que no veis cada día noticias en el TD hablando del SIDA, de las muertes, y demás? ¿Y por qué? Posiblemente, porque no hay juzgados especializados en dicha materia, como en el tema de la violencia de género; así como tampoco hay juezas ni fiscalas, especializadas; ni beneficios para los empresarios que les contraten, ni casas de acogida a los toxicómanos. O sea, no hay presupuesto público.

Otro dato que también me ha llamado la atención. ¿Sabéis cuántos muertos ha habido en las carreteras españolas desde 1999 hasta 2017? Pues son 67.619. La pena es que sólo salen en el TD cuando han atropellado a un ciclista (o 7), y el conductor ha huido dejando a los muertos en la calzada. Pero aunque no huya, aunque haya matado a media docena, el conductor, tiene grandes posibilidades de quedar en libertad, salvo que vaya drogado. Si no va drogado, lo mandan a su casa. Y a pesar de esta bestialidad de datos, no sufrimos cada día el machaque de la información y las imágenes de la detención del homicida de una mujer, las manifestaciones de los vecinos y los minutos de silencio en señal de duelo por los muertos. Nos dan el número de fallecidos, lo comparan con el mismo período del año anterior y eso sí, compran más radares, más sofisticados para “ayudarnos”. 

¿Alguno de vosotros sabe cuántas personas se suicidan en España? ¿Habéis escuchado alguna vez que cada día se insista a la población en el terrible drama del suicidio, las víctimas colaterales que dejan, los hijos, los parientes? ¿Sabéis que cuando una pareja se suicida, se contempla como violencia de género? No verdad. Sin embargo, en España, desde 1999 hasta 2017 se han suicidado 65.457 personas. ¿Fuerte, eh? ¿Habéis oído que exista alguna ley de protección contra el suicidio? ¿La Seguridad Social cubre todos los medicamentos necesarios? ¿Da la cobertura necesaria? ¿Habéis oído hablar alguna vez de este problema? ¿O es que no es un problema que 65 mil personas se auto excluyan de la vida?

¿Sabéis que la tercera parte de los asesinatos, son cometidos por extranjeros? Los españoles representan el 64%, aproximadamente. 

Podría seguir aburriendo al personal con más estadísticas, pero creo que se entiende el mensaje que quiero dar.

No necesitamos una ley para castigar a los asesinos de mujeres. Ya tenemos el Código Penal. 

No necesitamos una ley que supuestamente protege a las mujeres y luego han sido asesinadas 1.148 hasta 2017. ¿Por qué no es válida? Porque no es capaz de adelantarse al homicidio. Porque no hay ninguna ley que sea capaz de prevenir el crimen. Sólo de castigarlo. En el año 2017, sólo el año pasado, fueron asesinadas 51 mujeres por sus parejas o ex parejas. ¿Sabéis cuántas habían denunciado? Doce. Habían denunciado doce. Y de ellas, sólo tenían protección la mitad. Y aún así, fueron asesinadas.

Insisto: ¿de qué me sirve una ley que no se anticipa, que no protege ni siquiera cuando hay medidas protectoras contras las víctimas? ¿Por qué esa insistencia en hablar exclusivamente de esa ley y despreciar a toda una serie de grupos a los que la muerte les machaca multiplicando sus efectos por 60? Pues porque esa ley, en el fondo, supone un negocio. Dicho así, sin anestesia.

Un negocio para los políticos que saben que es un tema del que pueden sacar réditos electorales.

Un negocio para los despachos de abogados, asistentes sociales, organizaciones no lucrativas, jueces, fiscales y demás, que tienen trabajo gracias a esa ley.

Un negocio para los periodistas que saben que suman audiencia.

El que quiera saber algo más de cómo funciona este asunto realmente, sólo tiene que hablar con policías municipales o funcionarios dependientes del Mº de Justicia. Los que salen por la tele, es para el postureo. Porque lo triste, lo realmente triste, es que no hay nada ni nadie, ninguna ley ni mil millones de euros,  que pueda evitar estas muertes. Como no hay ninguna ley que pueda evitar los suicidios, las muertes por accidente de tráfico o por el SIDA.

(Nota: todos los datos han sido obtenidos del INE)

martes, enero 01, 2019

Mi única experiencia en un lupanar


De entre las muchas facetas poliédricas que he tenido que desarrollar, hay una en especial que me ha proporcionado - aparte de la informática - un cúmulo de experiencias dignas de reseñar y algunas rayando en lo paranormal. Me refiero a mi etapa como vendedor de seguros. 


Ser un vendedor, - de cualquier cosa, producto o servicio -, es una de las tareas más arduas que existen. Pero el culmen de la dificultad es el denominado sistema de “puerta fría”. Esto es, vender a pecho descubierto, sin anestesia, a personas totalmente desconocidas que, por supuesto, en cuanto das los buenos días, comienzan a recelar de ti y a preguntarse por dónde se la vas a meter (con perdón). 


Decía Winston Churchill que “el éxito, consiste en ir de fracaso en fracaso, sin que por el camino desfallezca el ánimo”. Estoy totalmente convencido de que el viejo león había conocido a un vendedor de seguros en el que apoyar su sentencia. Porque efectivamente, es así. Y cuando finalmente consigues firmar  una póliza, es como aquel que le decía un amigo a otro: ¿A ti te gusta el póker? Y su amigo le responde “me encanta”. ¿Y ganas mucho?  Bueno ganar, debe ser la leche. 


Dada la competencia en el sector, me pareció una buena idea aprovechar mis conocimientos de inglés, para dedicarme a los extranjeros, principalmente, alemanes. En el extranjero sí existe una mayor aceptación del concepto de seguro, y además, los alemanes, conocían perfectamente la compañía para la que trabajaba. Pero no me dediqué sólo a los germanos. Tuve ocasión de charlar con chinos, senegaleses y hasta un indio del Punjab, con su turbante y todo, aunque no llevaba la daga al cinto. 


Manejaba un amplio abanico de posibilidades: seguros de vida, de ahorro, pensiones, entierro…En general, cada grupo se las ingeniaba para organizarse entre ellos, montando sus propios sistemas de cobertura en caso de necesidad. Por ejemplo, los senegaleses, si uno de ellos moría, el resto financiaba mediante una aportación, los gastos de sepelio o bien, de envío de los restos a su país. Los chinos, todo se lo gestionaban entre ellos. Como los del Punjab.


Pero hay algunas anécdotas que me gustaría destacar.


En cierta ocasión, entro en un todo-a-cien y pido hablar con el dueño. El dependiente, indio (o pakistaní) que apenas hablaba inglés, avisa al dueño. Aparece entonces un señor súper amable, que habla un inglés entendible. El hombre vestía un jersey con unos agujeros que daban ganas de comprarle uno en unas rebajas. Yo pensé, que no desentonaba con el ambiente que se veía en la tienda, que era lamentable. Casi lúgubre. Me dije a mí mismo que allí, poco iba a rascar. 


El hombre aceptó que le formulara una serie de preguntas para poder hacerle un borrador de propuesta, y una de esas preguntas fue el importe aproximado de lo que facturaba la tienda al año. Fue entonces cuando, después de escuchar la respuesta, tuve que pedir que me confirmara lo que había oído: tres millones de euros! Yo seguía pensando que no podía ser, que lo había escuchado mal y que el hecho de que el indio llevara un jersey con unos agujeros por los que cabía mi puño, era la prueba irrefutable de tamaño desatino. Pero no. Facturaba tres millones de euros al año, en una tienda de todo a cien. Y tenía otra, en otra localidad.


Otro de los casos por los que me hice famoso en la oficina, fue el de un cirujano alemán. Se había comprado un barco del siglo XVII o así. Al menos, se había comprado lo que quedaba de él. Se lo había traído desde Escocia, creo recordar, y lo estaba reconstruyendo en base a los planos originales. O sea, una bagatela de afición. Lo que quería era un seguro que cubriera esa construcción. La lástima era que las embarcaciones, la compañía las aseguraba cuando tocaban el agua. No antes. Ahí fue cuando mi jefe me dijo que tenía una extraña habilidad para encontrar casos curiosos.


En el apasionante mundo del seguro, estás obligado a “disparar a todo lo que se mueve”. Lo mismo le haces un seguro de vida y accidentes a un obrero que maneja maquinaria de obras públicas, que a una abogada que quería cobrar por si se ponía enferma, o le hacías un seguro a la clínica de un dentista alemán. En cierta ocasión, entré en una tienda de regalos y de objetos de decoración, que pertenecía a una cadena y era de las más grandes de la capital. La persona de contacto, accedió a colaborar a ver si le podíamos mejorar las condiciones del seguro que tenía, y me dijo que además de esa tienda, tenía otra, más grande, en otra localidad. La negociación me llevó 6 meses, pero finalmente conseguí a ese cliente y una felicitación por parte de mi jefe. Por pesado, claro.


Pero la situación más surrealista viene ahora.


Por la oficina, aparece un buen día un señor, conocido de alguno de los agentes que ya estaba por allí. Hay que decir que la volatilidad de las personas que se dedican a esto, es altísima, toda vez que tienes que ir, como decía Churchill, de fracaso en fracaso y sin perder el ánimo. Tan pronto aparecen los supuestos agentes, como desaparecen sin dejar rastro. Pues bien. Al bueno de este señor, un día se le ocurre la feliz idea de vender un seguro de ahorro a las putas. Cuando yo escuché aquello, me quedé estupefacto. No sabía si era una broma o si el tipo lo decía en serio. Y entonces, empezó a razonar su idea y al menos, tenía cierta coherencia y lógica. El caso es que después de comprarle la idea, y de acordar que en cualquier caso, iríamos juntos - por si acaso - la pregunta era obvia:

     -    ¿Y adónde vamos a ir? - pregunté ante mi total desconocimiento de ese “sector”.

Su respuesta me dejó aún peor que la propia idea.

    -     Conozco a un menda que es el dueño de uno muy grande. Ha estado una buena temporada en la cárcel, pero ahora creo que está fuera.

A mí, después de escuchar aquello, se me cerró el píloro. Pero había que intentarlo.

     -     ¿Y cómo has pensado que lo podíamos hacer? - le pregunté.

     -     Pues déjame que le llame, le anuncio cuáles son nuestras intenciones, le pido permiso para hacerlo y quedo con él un día. Y luego quedamos tú y yo.


A mí, la idea de entrar en un burdel, ya me ponía los pelos como escarpias. Pero si además, a eso le unes que el dueño, era un ex convicto - que vaya usted a saber las razones por las que entró en chirona - el estómago se me hacía cada vez más pequeño. El caso es que el nuevo colega, me informa que había obtenido el permiso del proxeneta y que podíamos ir cierto día a cierta hora.


Y ahí me tienes a mí, vestidito todo formal con mi chaqueta y mi corbata, como cada día que tenía que hacer  alguna visita. Con mi cartera en la mano, que parecía el cobrador del frac, llena de papeles y formularios, esperando en una calle a que llegara el descerebrado de mi colega para entrar a un puticlub a venderle seguros de ahorro a las lumis que por allí se buscaban su jornal. 


Después de esperar un rato, llegó el ideólogo del negocio y juntos nos dirigimos al lupanar. Y si hasta entonces, el mero hecho del planteamiento teórico de semejante idea parecía un desatino, la visión de lo que allí había, fue descorazonadora y sobrecogedora a un tiempo. 


Nunca llegué a saber quién estaba más sorprendido de ver a quién. Las mujeres, estaban sentadas en una fila interminable, pegadas a la pared, como en las fiestas de los bailes antiguos de los pueblos. El espectáculo era dantesco. Yo me preguntaba cómo era posible que alguien pagara por “eso”. Mientras avanzábamos por el local en dirección a lo que se suponía iba a ser el despacho del proxeneta, ellas nos miraban como si fuéramos de Inmigración y les fuéramos a pedir papeles. Y yo - mi colega no sé si estaría más acostumbrado semejantes ambientes - procuraba no mirar demasiado a ninguna, no fuera que alguna se fuera a equivocar y además de tener un problema, tuviera que recoger el vómito que me provocaban. 


Finalmente, después de recorrer un pasillo que me pareció interminable, llegamos al lugar desde donde el chulo, ejercía su autoridad. Una mesa y media docena de mujeres, le rodeaban, como si se tratara de un harén o un grupo de guardaespaldas. Su aspecto encajaba perfectamente con el perfil que me había comentado mi colega, de hombre curtido en mil peleas en las prisiones. Con una coleta bastante larga que recogía un pelo lacio y repleto de canas, de aspecto fornido y probablemente tan sorprendido o más que yo de vernos por allí y tan formalmente ataviados.


Dado que había sido mi colega el que había hecho los honores de establecer contacto, dejé que fuera él quien terminara de cerrar la operación. Mientras, un servidor, aguantaba estoicamente las miradas de las que tenía delante de mí y rodeaban al chulo, así como, probablemente, la de las que tenía detrás de mí, también. Al cabo de un par de minutos se acerca el tontoelhaba de mi colega y me dice:


    -  Me dice el jefe que por su parte no hay problema. Que podemos hablar con las chicas, pero que cree que no tenemos nada que hacer. Que estas tías, suelen convivir varias en una casa para ahorrar y en cuanto ganan algo por la noche, a la mañana siguiente lo mandan a sus países para sus hijos.


¿Y para ese viaje necesitábamos alforjas, gilipollas? - pensé. 


    -  Vámonos,- le dije sin darle más opciones.


Y deshicimos el camino de entrada, con las mismas miradas inquisitoriales de las que seguían sentadas y pegadas a la pared.


De mi colega el agente, nunca más se supo.

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