CAPITULO 1.
LA GESTACION.
Si a cualquier aficionado al fútbol se le preguntara si conoce qué es el Balón de Oro, es
imposible que nadie con ese perfil respondiera con un “no”; todo el mundo, incluso muchos de los que no siguen
este deporte, sabe o ha oído hablar
alguna vez de este premio. Sin embargo, estoy totalmente seguro que nadie, ni siquiera los muy aficionados, conocen el nombre de la persona que lo
inventó.
Sucede algo
parecido con la Champions: todo aficionado al fútbol la sigue como quien sigue a su religión. Incluso algunos, los más mayores, sabemos que antes de la Champions hubo otra competición predecesora
que se llamó la Copa de Europa.
Y a pesar de ser tan extendidos y conocidos, - la Champions y el Balón de Oro -, muy
pocas personas sabrán que ambos los inventó
la misma persona:
Gabriel Hanot. Y lo que resulta difícil
de comprender es la escasa
información de la que se dispone sobre este personaje que cambió la historia del
fútbol, el deporte de masas con mayor
impacto económico y mediático del mundo.
Gabriel Hanot, nació en 1889, en Arras, una pequeña localidad al noroeste de Francia, muy cerca de Lens y de la frontera con Bélgica. Como no podía ser de otra forma, Mon. Hanot, era un apasionado del fútbol y según los escasos datos disponibles, llegó a jugar con la Selección Nacional Francesa en una docena de ocasiones, hasta la llegada de la I Guerra Mundial. Posteriormente, un accidente de aviación, alejó al profesional de los campos de fútbol y legó para la historia, al periodista en el que se convirtió. Se le considera, además, uno de los impulsores de la creación del campeonato nacional de liga francés, allá por 1932.
Hanot conjuntamente con su colega del diario L’Equipe Jacques Ferran, son los artífices de dar forma a una idea que surgió como un reto: la Copa de Europa.
Sin menoscabo de su más que relevante aportación al nacimiento de la que más tarde se ha convertido en la competición más importante de Europa a nivel de clubes, hay que resaltar el papel preponderante e imprescindible que jugó el diario deportivo L’Equipe.
La
historia del periódico L’Equipe,
merecería por sí sola toda una novela o
una película dedicada a ella. Tan llena de vicisitudes, tan repleta de historias, tan vinculada a la propia historia de Francia y sobre todo, tan vinculada al deporte, son
elementos más que suficientes para
dedicarle un capítulo aparte.
Y sin embargo, los comienzos de L’Equipe,
poco tienen que ver con el deporte.
Más bien, con un escándalo
mayúsculo con un soldado
francés, que polarizó
a la sociedad francesa de
comienzos del siglo xx. El caso, pasó
a la historia como “el Caso Dreyfus”.
El soldado Alfred Dreyfus, además de sufrir en carne propia los horrores de la I Guerra
Mundial, una vez firmado el armisticio, fue acusado de revelación de secretos al enemigo.
A partir de ese punto, diversas organizaciones
se ponen de su parte y otras le acusan descaradamente.
Por un lado, el periódico deportivo más importante de Francia por entonces, Le Vélo, mezcló la cobertura de los deportes con comentarios políticos. Su editor, Pierre Giffard, creía en la inocencia de Dreyfus y así lo decía. Se le opusieron los diseñadores de automóviles Conde de Dion y los industriales Adolphe Clément y Édouard Michelin. Debido a este enconamiento, los enemigos de Giffard, decidieron fundar una nueva publicación, afín a sus intereses. Y con el objetivo de intentar hacer cuanto más daño mejor, llamaron al periódico L’Auto Vélo. Como es lógico, a los tres días de su aparición en las calles, un juez sentenció que el nombre mantenía excesivas concomitancias con el anterior, obligando por tanto, a eliminar esa referencia (Vélo) y quedarse simplemente con L’Auto. La primera consecuencia de todo ello, fue que la circulación del periódico se vio seriamente afectada, desplomándose el número de ejemplares vendidos.
Fue entonces cuando un joven ciclista de 23 años
y escritor de fútbol y
rugby
llamado Géo
Lefévre sugirió una carrera alrededor
de Francia, mayor que la que cualquier
periódico pudiese ofrecer
y de seis días de duración. Acababa de nacer
el Tour de France.
Esa idea transformó por completo la historia del recién nacido diario, llegando a publicar 500.000 copias diarias en 1923 y llegando
al máximo de 850.000 en 1933.
Pero en esta vida, no hay nada que perdure mucho y
así, en 1940, a la muerte del editor del
periódico Henri Desgrange – un
ciclista destacado de su tiempo -, el periódico pasó a manos alemanas. Desde ese momento, los
comentarios proclives a la ocupación nazi
se fueron adueñando de la publicación y con la llegada de la paz, significó su desaparición.
Nace L’Equipe.
A la muerte de Desgrange, en 1940, Jacques Goddet - hijo del primer director
financiero de L'Auto', Victor Goddet- sustituyó al fallecido, como editor y organizador del Tour de Francia, negándose a seguir publicando durante la guerra. Ello, le granjeó no pocos inconvenientes con los alemanes. Goddet tuvo
que acudir a la impresión clandestina de periódicos
y panfletos de la Resistencia en la sala de impresiones de L'Auto y le fue
permitido publicar un periódico sucesor nombrado L'Équipe. Este ocupó un local frente a la vieja residencia de L'Auto, en una construcción que de hecho
pertenecía también a L'Auto; además, el periódico original fue incautado por el estado. Una de las condiciones impuestas para su publicación por
el estado fue que L'Équipe tenía que
usar
papel blanco en vez de amarillo, el cual estaba muy relacionado a L'Auto.
Sobre el año 1946, recién terminada la II Guerra Mundial, L’Equipe decide comprar el periódico oficial de la Federación Francesa de Fútbol. Ha nacido la revista France Football.
El reto.
Unos años más tarde, en 1954, un artículo
publicado en el Daily Mail
británico, abre un nuevo frente en el horizonte beligerante del
diario francés. El rotativo inglés,
haciendo gala del carácter
más representativo del Imperio
Británico, proclama sin rubor, que el Wolverhampton Wanders es "el mejor
equipo del mundo", ya que acaba de imponerse en sendos
partidos amistosos al
Honved de Budapest y al Spartak de
Moscú.
Sin duda alguna, en el más que generoso y
parcial juicio del periódico inglés, subyacían sentimientos políticos muy fuertes, toda vez que ambos equipos,
pertenecían al llamado “Telón de Acero”, que con tanto
atino, había definido
en su momento Sir Winston Churchill.
Pero los británicos, no contaban con que allí, cubriendo la información de esos encuentros
– recordemos, amistosos
– se encontraba un periodista francés, redactor de
L’Equipe y que se llamaba Gabriel Hanot.
Hanot aprovecha y declara: “Hay otros grandes clubes en Europa como el Real
Madrid, el Milán o el Benfica que podrían superar
a los Wolves. Habría que organizar un
campeonato a nivel europeo con más prestigio que la Copa Mitropa (*). Una competición más original que la que existe para las selecciones nacionales. Es algo que
hay que hacer”.
(*)
Reseñar que la Copa Mitropa o Copa de
Europa Central, fue la primera
gran competición internacional oficial de clubes, auspiciada por la FIFA, e idea del austríaco Hugo Meisl secretario general de la Federación Austríaca de Fútbol y
directivo de la FIFA, en la que participaron equipos de la Europa Central.
La audaz propuesta de Hanot obtiene una gran acogida. Al día siguiente, L'Equipe publica un editorial de Jacques de Ryswick, su jefe de internacional, aceptando el desafío de organizar una cita europea a nivel de clubes. Hanot se reúne con sus compañeros y comienza a diseñar el proyecto de una competición donde los campeones de Liga de los respectivos países puedan disputarse la hegemonía del fútbol continental. Aunque tildada de locura o tontería por muchos, la iniciativa de Hanot provoca el entusiasmo general. Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid, intuye que la medida puede significar una nueva era para el fútbol de clubes y, tras entrevistarse con De Ryswick, apoya el empeño. No así el FC Barcelona, quien prefiere que continúe la Copa Latina, trofeo que ya ha ganado en dos ocasiones. Como siempre, el Barcelona con visión de futuro.
Una comisión, integrada por Gabriel Hanot, Ernest Bedrignan, Santiago Bernabéu y Gustav Sebes, se reúne el 2 de abril de 1955 en el hotel Ambassador de París para dar forma definitiva al sueño, recibiendo innumerables adhesiones (excepto la del Barcelona) por parte de los clubes europeos. Hanot, junto con su colega Jacques Ferrán, plasma de manera escrita el proyecto: el reglamento de la Copa de Europa de Clubes Campeones.
Jacques Ferrán recuerda las verdaderas intenciones del diario galo al idear el torneo: "Nuestro único objetivo era que se jugara al fútbol más días, para poder vender más periódicos a mediados de la semana". Además, contaban con el apoyo de Eurovisión, la recién formada unión de televisiones, que vio en el campeonato un producto de máximo interés para retransmitir.
D. Santiago Bernabéu, acude a esa reunión acompañado por una persona clave en los designios del Real Madrid. Tal era su talento y su capacidad de gestión, que durante 25 años fue la mano derecha de D. Santiago, colaborando como Vicepresidente de la entidad y siendo máximo responsable de la creación y posterior gestión de la sección de baloncesto del Real Madrid. Raimundo Saporta, cuya vida y peripecias también merecen una mención aparte, acudió a esa reunión en calidad, sobre todo, de traductor.
Raimundo Saporta, de origen
judío sefardí, nació en la ciudad de Constantinopla (hoy Estambul)
en 1926. Hijo de Jaime Saporta Magriso, nacido en Salónica (entonces Imperio
Otomano, actual Grecia)
el 27 de septiembre de 1887 y de Simona Nahmias, nacida en
Constantinopla (Imperio Otomano. Actual Estambul, Turquía) el 8 de febrero de 1902.
Su padre, banquero de profesión, disponía de un pasaporte español, expedido como consecuencia de un decreto de Miguel Primo de Rivera, por el que se concedía la nacionalidad española a todos los que pudieran justificar su origen sefardí.
Después de la crisis del 29, la familia decidió
emigrar a Paris, donde
el cabeza de
familia continuó con su
profesión de banquero. Allí vivieron
hasta el estallido de la II Guerra Mundial. Ante la amenaza que suponía
la invasión alemana y el origen judío de la familia, decidieron trasladar su residencia a Madrid en 1941. Los trámites de emigración
los realizaron a través
del cónsul general, Bernardo Rolland
de Miota, quien, para evitar problemas con las
autoridades alemanas, decidió modificar el lugar
de nacimiento de Raimundo y por eso, en la documentación oficial a partir
de aquel momento, figura
París.
A pesar de todo, la llegada a Madrid supuso un duro golpe para la familia, ya que, al poco de llegar, un tranvía atropelló mortalmente a su padre. Ello obligó al joven Raimundo a que, al terminar sus estudios en el Liceo Francés, tuviera que ponerse a trabajar en una tienda de la Gran Vía madrileña. Tiempo después, sus facultades, le permitieron trabajar en el Banco Exterior de España, donde permaneció ostentando altos cargos ejecutivos hasta su jubilación.
Pero volvamos al momento del nacimiento oficial de la nueva competición.
El 21 de mayo de 1955, el máximo organismo del fútbol internacional, la FIFA,
reconoce el nuevo
torneo poniendo dos condiciones: que sea organizado bajo la tutela
de la UEFA y que la palabra Europa quede reservada para la competición entre selecciones nacionales (la Eurocopa, cuyo trofeo es casi idéntico).
La UEFA, que se había fundado meses antes, tenía previsto instaurar una competición similar, por eso, en un primer momento, mostró su oposición, aunque al final, ante la presión de las principales federaciones, aprobó el reglamento elaborado por L'Equipe. Cabe suponer que la UEFA no intervino al principio pensando que la idea, nacida fuera de su seno, fracasaría, pero luego, cuando vio que el proyecto iba a cuajar, decidió intervenir para tomar el control y explotar la competición. Otros como el Barcelona.
La Copa de
Campeones – como así se llamó en un principio - se jugaría por el sistema de eliminatorias a doble partido, entre semana para no interferir las Ligas de los diferentes
países. La disputarían los campeones de las Ligas más importantes de Europa, con la baja a última hora del
Chelsea, pues la Federación inglesa
no le concedió permiso para participar en una competición que, en sus inicios, miró con indiferencia. Tampoco acudieron los campeones de varios países del Este, por el problema de la pausa invernal.
Estaba previsto que la final se disputase cada
año en el campo del equipo campeón, pero
el encadenamiento de títulos por el Real Madrid hizo que se variase el programa. Un
mítico once, comandado
por Alfredo Di Stéfano, ganó las cinco primeras ediciones,
marcando un hito y provocando
la admiración de toda Europa. Algunos
clubes, caso del Leeds United inglés, cambiaron el color de su uniforme para vestir de blanco en homenaje al
"equipo que había reinventado el
fútbol", como tituló L'Equipe en una de sus ediciones.
Y así es como nace una competición que con el transcurrir de los
años, se ha convertido en un fenómeno
social, mediático, económico, global y además, deportivo.
Nace a partir
de unos periodistas, de un soldado acusado
de traición, de un reto entre
británicos y franceses, de la voluntad
y determinación de un periódico mítico
como L’Equipe, inspirador y
motor de tantos eventos y premios
relacionados con el deporte y cómo no, de la visión comercial de unos
directivos y de unos profesionales de
la prensa que vieron con años de
anticipación, el negocio que hoy, todos podemos comprobar.