Siempre me ha parecido un sarcasmo que un organismo público que nos cuesta a los españoles miles de millones, lleve en su nombre la palabra “empleo”, cuando en realidad no sirve para eso. El número de personas desempleadas que consiguen un trabajo a través de las ofertas de dicho organismo – se llame como se llame – es del 1% en el mejor de los casos.
Sisebuto
Zabala, al margen de que se dedicara con el mismo frenesí a cuantos proyectos e
ideas fuera capaz de soñar, jamás abandonó las listas del ilustre organismo, a
la espera de que en algún momento pudiera encontrar un trabajo acorde a sus
aptitudes. Fue ahí, donde pudo contactar con un francés desarrollador de webs
para casas rurales y también fue ahí donde vio una oferta para trabajar de
agente inmobiliario.
La
oferta hablaba de que los candidatos debían presentarse en las oficinas del
SEPE y una vez allí, y superado el filtro de la funcionaria, se podría
inscribir. Fue tal la rapidez que imprimió Sisebuto que cuando llegó a la
oficina del SEPE, a la funcionaria ni siquiera le sonaba la oferta. Ésta, se
había publicado hacía escasamente un par de horas antes y Sisebuto era el
primero en acudir.
Después
de una breve conversación con la funcionaria, en la que dejó clara su
experiencia en el terreno comercial y concretamente en el inmobiliario, ella le
sugirió:
- Pues
mire, la empresa que ha publicado la oferta está justo ahí abajo. Podría
acercarse andando y así sería usted el primero.
Y
así lo hizo el bueno de Sisebuto. Al salir de la oficina del SEPE y con toda la
ilusión del mundo, como si fuera la primera vez en su vida que acudiera a una
entrevista, se fue derecho a la oficina de la agencia inmobiliaria.
No
hacía mucho que habían levantado el cierre y los vio que todavía estaban de
cháchara entre ellos y con el primer café de la mañana entre las manos.
-Hola,
buenos días. Me envían del SEPE. Vengo por lo de la oferta.
Al
escaso número de asistentes casi se les atraganta el café. Se miraban entre
ellos como buscando a alguien que les tradujera del sánscrito lo que acababan
de oír. Si hubiera gritado “esto es un atraco, todos al suelo”, no les habría
impactado más. Todos guardaban un silencio espeso, que empezó a incomodar a
Sisebuto.
-¿Podría
hablar con el responsable de la oficina, por favor? – dijo Sisebuto.
Entonces,
un par de personas le invitaron a seguirles a un despacho. Sisebuto analizaba
el lenguaje corporal de esas personas y era evidente que estaban totalmente
descolocados. Como si el responsable del anuncio no fuera ninguno de ellos y no
hubiera informado a nadie de tal circunstancia.
Ninguna
de esas personas se presentó. Ninguno dio su nombre y en realidad, Sisebuto no
sabía si alguno de ellos era el responsable, lo eran los dos o sólo hacían el
paripé.
Finalmente,
una vez sentados alrededor de una mesa y después de cerrar la puerta del
despacho, Sisebuto intentó explicar lo que sucedía.
-El
motivo de que esté aquí se debe a que ustedes han publicado una oferta de
empleo para un agente comercial, ¿verdad?
Sisebuto
no recuerda que nadie respondiera a la pregunta, con lo que se convirtió en
retórica. Pero continuó.
-La
oferta se ha publicado a través del SEPE y era condición indispensable
personarse en las oficinas para ser inscrito. Y vengo de allí. Soy el primer
candidato y ellos mismos, los del SEPE, me han sugerido que les visite ahora,
dada la cercanía de su oficina.
Ellos,
los de la inmobiliaria, escuchaban a Sisebuto como si hablara en serbo-croata.
Su comportamiento delataba un total desconocimiento, o bien, de la propia
oferta como tal, o bien, de cómo abordar una entrevista de trabajo. Algo que a
Sisebuto le sorprendió sobremanera.
Antes
el inquietante mutismo por parte de los de la agencia, el que llevaba la
reunión era el propio Sisebuto, lo que dice muy poco de los otros.
-¿Prefieren
que charlemos ahora acerca de mi experiencia, de mi currículo, o prefieren que
se los envíe por email? No sé si disponen de tiempo y como me he presentado
así, de improviso, no quisiera que pareciera un atraco.
Al
fin parecía que Sisebuto había tocado con la tecla adecuada, porque uno de los
presentes acertó a hablar:
-Mejor,
envíelo por email.
Sisebuto
entendió en ese instante que algo no había funcionado en el proceso. No parecía
lógico que alguien que está buscando candidatos para un puesto, el que sea, y
que tiene enfrente al primero de todos, renuncie a una entrevista personal y
prefiera leer un papel. Eso sería invertir los pasos habituales en cualquier
proceso, en el que primero envías el CV y luego, tal vez, te llaman a una
entrevista. Por eso, la respuesta del supuesto responsable junto con su tono
poco convincente, terminaron de señalar a Sisebuto que por mucho interés que le
había puesto y por muchas cualidades y conocimientos que pudiera aportar, allí
no le querían ni ver.
Tardó poco en comprobar que, en efecto, sus sospechas estaban bien fundadas. Al regresar a casa les envió el email. No recibió ni siquiera un acuse de recibo, un “gracias” por presentarse el primero. Un “ya le llamaremos”. Es cono si hubiera tirado el papel a la basura. Nunca más supo de ellos.