Desde hace algún tiempo, venimos siendo machacados con un concepto que se repite como un mantra: Reforma Laboral.
Desde luego, dicha reforma es más que necesaria en un país en el que existen miles de modelos de contratos de trabajo, pero al mismo tiempo, resulta paradójico que en este mismo país, el índice de paro sea aproximadamente el doble que el de cualquier país europeo y más significativo aún, que lo venga siendo desde tiempos inmemoriales. Es decir, que se puede inferir sin riesgo de errar, que la legislación existente, no está precisamente encaminada a la creación de empleo, sino más bien, a preservar los derechos de los que lo tengan (el trabajo).
Por eso, casi siempre que se habla de reforma laboral, se identifica casi exclusivamente con un despido más barato, lo cual, es un claro contrasentido en sus propios términos, por hablar al mismo tiempo de contratos y ligarlo al concepto “para despedir”.
Y es que, en mi opinión, en España, no hemos sabido hacer la transición laboral adecuada, al contrario que la política, que esa sí que supimos hacerla e incluso ha sido ejemplo para muchos otros países, de lo cual, deberíamos sentirnos justamente orgullosos y satisfechos.
Nuestra legislación laboral, es heredera del Franquismo, que a su vez, heredó ciertos tics de la República y si eso lo mezclamos con una España moderna del siglo xxi, con una Monarquía parlamentaria e inmersa en un mundo globalizado, pues tenemos un coctel difícil de digerir.
A lo largo de nuestra corta existencia como país democrático, hemos ido incorporando normas, costumbres y tendencias de aquí y de allá, sin llegar a entrar en el meollo de la cuestión. Por ejemplo, enseguida nos adaptamos a la costumbre americana del despido libre (aunque no gratuito), sin preocuparnos, por ejemplo, de que el mercado laboral en España no es tan amplio como en USA, en donde un trabajador que pierde su empleo en NY, al día siguiente puede estar trabajando en Florida. Desde luego, no me refiero a los tiempos actuales, en los que el nivel de paro en EEUU, supera todo lo conocido.
Adonde quiero llegar es que, si bien la reforma legal es necesaria, no es menos cierto que debemos realizar un gran esfuerzo en cambiar nuestra estructura mental, nuestra disposición al mundo del trabajo, tanto por parte de la empresa, como por parte del trabajador.
Desde un punto de vista legal, debería haber mayor flexibilidad a la hora de trabajar y contratar. Ya ha pasado a la historia el viejo concepto de trabajar 40 horas a la semana, 8 horas diarias, 11 meses al año. Es una idea que ha sido sobrepasada por la vida real. El nivel de mecanización, de tecnificación del mundo del trabajo, hace que el ser humano pueda disponer de más tiempo para sí. Por eso, se hace necesario crear la alternativa de poder trabajar sólo por las mañanas, o por las tardes, o sólo los fines de semana o los días impares, o los de luna llena, sin que nadie se extrañe, ponga caras raras o se eche las manos a la cabeza.
Vivimos en una sociedad compleja, con familias mono parentales, madres solteras, viudas que trabajan, padres divorciados y con hijos a su cargo, nuevas familias construidas a partir de sendos divorcios y todo ello, que forma parte esencial de nuestra vida más íntima, deber poder compaginarse con el desempeño en un puesto de trabajo, sin que ello implique necesariamente que se tenga que renunciar a lo uno a lo otro.
Desde hace tiempo me vengo haciendo la pregunta de por qué las empresas americanas, por ejemplo, son capaces de establecer condiciones de trabajo que a nosotros, nos provocan envidia y sorpresa al tiempo. Trabajar desde casa uno o varios días a la semana, no tener despacho y ocupar algún puesto libre en la sede de la empresa, trabajar en el jardín, tener una sala con juegos en las oficinas, son sólo una pequeña muestra de algunas soluciones que se utilizan en algunas empresas en los EEUU.
Prohibición de acceso al correo personal, a internet en general, instalar cámaras de vigilancia, instalar software espía en los PC’s, fichar a la hora de entrada, salida y para la comida, salir a las 18.00 horas todos los días del año, cuando está muy extendida la costumbre de salir a las 15.00 los viernes, son otros ejemplos y bien recientes, de normas de ciertas empresas españolas.
La comparación es tan desigual que ni siquiera merece la pena iniciarla.
Entonces, ¿por qué no imitamos TAMBIEN esas normas, esas costumbres? Porque lo del despido libre, ya lo hemos implantado y con un éxito rotundo, de hecho ahora hay unos 5 millones de desempleados. Pero nos queda la otra parte de la historia: relajar las relaciones laborales, hacer del entorno de trabajo un sitio agradable en donde a uno le apetezca estar y desarrollar sus habilidades; recibir formación que permita un mejor desempeño de las funciones, una mejora profesional y una posible plataforma para un futuro; invertir en tecnología, en medios, son algunas de las áreas donde todavía hay mucho por hacer.
Pero esa actitud, está ligada a un concepto que ya no se cultiva: la continuidad del empleado en la empresa.
Lamentablemente, desde hace demasiados años, la empresa, en general, ha adoptado la decisión de no valorar en su justa medida, o incluso despreciar, el hecho de que cuando un trabajador abandona la empresa, se lleva consigo todo lo aprendido en dicha compañía. Y si eso no se valora, habrá que preguntarse si es que realmente no merece la pena, con lo cual el trabajador, probablemente hace bien en marcharse o si el error de enfoque, se produce al existir una amplia, casi infinita, cantidad de candidatos de entre los cuales puedes elegir al sustituto. En cualquiera de los dos casos, no parece que el trabajo en cuestión, sea muy cualificado y si eso se multiplica por las N miles de empresas que siguen esta filosofía, cabe preguntarse entonces qué clase de trabajo tenemos.
Resumiendo: está bien lo de la reforma laboral, es necesaria, peo queda todo un mundo en otros muchos ámbitos que afectan a las relacionales en el trabajo.
Es necesario valorar la continuidad del trabajador, fomentarla, mejorar su formación interna, ayudar a la formación externa, promover un entorno agradable en el trabajo, en definitiva, volver a los conceptos que no hace tanto tiempo formaban parte de las relaciones empresa-trabajador y que por algún extraño motivo, han ido desapareciendo del marco de esas relaciones, haciendo con ello, que todo se haya degradado, que las empresas españolas no sean competitivas, que se mantengan una serie de malas costumbres o al menos, si no malas, cuanto menos discutibles.