Decía Alber Einstein: "No sé con qué armas se luchará en la tercera Guerra Mundial, pero sí sé
con cuáles lo harán en la cuarta Guerra Mundial: Palos y mazas." A pesar de lo apocalíptico del mensaje, que desde luego no le falta tino, es probable que Einstein pasara por alto algo, que en su día él no conoció: internet.
Desde hace algunas semanas y como un goteo constante, estamos leyendo en la prensa que los gobiernos de China y EEUU, se acusan mutuamente de sufrir ciberataques contra información especialmente sensible. Hoy mismo, aparece la noticia de que 'Hackers' chinos acceden a los planos de armamento secreto del Pentágono. Hombre, lo primero que se me ocurre pensar es por qué ese tipo de información está supuestamente disponible para que un tio listo pueda acceder. Lo mejor es tenerlo en papel y en una caja fuerte en Fort Knox, que digo yo. Pero bueno, consideraciones de seguridad al margen, lo que sí parece claro es que los gobiernos, hoy en día, utilizan este tipo de armas, cada vez con más frecuencia. Son más limpias, más rápidas, más seguras y más baratas, que reclutar a un espía, adiestrarle, introducirle en el terreno enemigo, y que se juegue la vida. Además, siempre te la puede jugar o convertirse en espía doble. Es más, es un tipo de espionaje, asequible a cualquier país. Sólo se necesita un tío listo y un pc.
Además de China, que parece que es quien más protagonismo tiene, también hay acusaciones que apuntan a Irán, como otro de los países que, sólo o en compañía de otros, lanzan ciberataques orquestados contra empresas, organismos y sedes de EEUU.
Las áreas de interés de estos "incursores" como se les denomina, van desde el armamento, hasta las compañías de energía o los programas de control de oleoductos, por poner sólo algunos ejemplos.
Realmente, parece el argumento de una novela de Isaac Asimov o de una película de James Bond, pero si te paras a pensarlo y suponiendo que llegaran a tener éxito, las consecuencias, podrían ser catastróficas.
Poder controlar, por ejemplo, el flujo de petróleo a distancia, cortando el suministro a toda una región en el mundo, puede hacer saltar el precio del crudo, alterar artificialmente los mercados de valores en las bolsas o simplemente, dejar sin suministro a un ejército enemigo. Lo mismo podría decirse del suministro de luz o incluso de agua. Y qué decir de la ventaja que supondría para un ejército agresivo, conocer cómo y de qué forma pueden responder las armas del contrario. Pone los pelos de punta.
Y todo ello, sin disparar un fusil, ni un cañón. Sin desplegar enormes cantidades de soldados, con el consiguiente gasto y necesidades de logística. Sin arriesgar una sola vida propia. Es como si la idea, se le hubiera ocurrido al "Dr. No".
Todos estamos muy concienciados de que, si no ponemos cuidado, podemos ser objeto de un robo cibernético de nuestra cuenta corriente. De hecho, ahora mismo, hay un proceso judicial en marcha, en el que se acusa a Hervé Falciani, antiguo empleado del banco suizo HSBC, de filtrar decenas de miles de cuentas de clientes. Entre ellas, las cuentas de la familia Botín.
Como en el famoso caso Wikileaks, las filtraciones vienen desde dentro de las empresas. A nivel de seguridad, existen estadísticas que demuestran que en un tanto por ciento muy elevado de los casos, esas filtraciones, provienen de empleados o ex empleados que albergan algún resquemor contra la compañía en cuestión.
A lo largo de la historia, los espías nos han demostrado que siempre, se han movido por ideales, por valores que ellos consideraban nobles y no tanto por dinero, aunque éste sea uno de los beneficios que obtienen en compensación por su trabajo y al riesgo que asumieron. Hoy, los espías responden a otro perfil algo distinto. Ya no llevan un sombrero y una gabardina y se citan en lugares oscuros y lúgubres, con individuos sin escrúpulos. Hoy, los espías, llevan un portátil. Parecen normales, visten como si fueran seres normales y van a lugares que no despiertan sospechas. Pero en el fondo, son informáticos! ¡Mucho cuidado! Pueden ser espías del enemigo.
Así que, tal vez estemos en una guerra y no lo sepamos. Lástima que el gran Gila, ya no esté con nosotros.