He ido varias
veces a Portugal. Todas menos una, por vacaciones. De Portugal me gustan muchas
cosas, pero destacaría, aparte del “bacallao”, la amabilidad de sus gentes.
Allá por donde he pasado me he encontrado con gente afable, simpática, cariñosa,
abierta y con ganas de agradar. Pero lo que más me llamó la atención, fue la
inmensa cantidad de banderas portuguesas que vi ondear en infinidad de casas
por todos los pueblos por donde pasaba, incluso en Lisboa. Una actitud que
choca frontalmente con el uso que en España hacemos de nuestra bandera. En
España, sólo sacamos las banderas cuando ganamos el Mundial y hay algún mitin
político de partidos que defienden la Constitución. Era evidente que en
Portugal, tenían la bandera expuesta con carácter permanente, colocada en la
ventana, en la terraza, en los balcones. Y la verdad es que me sorprendió y me
dio algo de envidia.
Aquí, en España, cuando se te
ocurre sacar una bandera, lo mínimo que recibes son insultos y desprecios. Y
para muestra, los comentarios de esos que se autoproclaman progresistas, para
con los que se manifestaron el domingo en Colón. Y como para pretender
justificarlos, los insultantes, comienzan a hacer acopio de supuestos
argumentos, tales como: que si eres un facha, que si no me gustan los toros, ni
el flamenco, ni las minifaldas, ni las castañuelas, ni la Semana Santa y hay
alguno, que llega al paroxismo y reniega hasta del fútbol, algo que debería ser
objeto de condena inmediata a ser fusilado de manera inmisericorde. A esos, es
de suponer, que habría que añadir a aquellos que, además de que no les gustan
los toros, tampoco les gusta la caza, ni el maltrato animal, ni las carreras de
galgos, ni las peleas de gayo, ni las carreras de caballos, y supongo que
incluso los callos a la madrileña. He de confesar que yo tampoco soy partidario
de muchas de estos usos y costumbres. No me gustan los toros, el flamenco sólo
me gusta el bueno, tampoco me gusta el maltrato animal y por abreviar, odio los
callos a la madrileña, que debo confesar que jamás he probado, entre otras
cosas, porque odio las entrañas de cualquier animal.
Pero a pesar de que muchos puedan
sentirse ofendidos - y con razón - por la falta de respeto, no ya a la bandera,
que también, sino incluso a sus propios sentimientos, eso no es un patrimonio
exclusivo de los españoles. En un país como EEUU, donde cualquier evento,
incluso deportivo, es una excelente excusa para aquellos que alardean de su
bandera, conviven sin mayores problemas con aquellos que son capaces de
quemarla en público en protesta por una guerra, un negro asesinado por un
policía blanco o vaya usted a saber qué. Y no digamos cuando se trata del himno
de EEUU, objeto en fechas no muy lejanas, de enfrentamientos, por la actitud de
ciertos jugadores de fútbol americano que mostraron su repulsa a ciertos
comentarios del propio presidente Trump.
Decía hace unas semanas Alfonso
Guerra, que hasta cierto punto, era comprensible esa animadversión hacia la
bandera de España, como consecuencia del sobre uso, casi en exclusividad, que se le dio en tiempos de la dictadura
franquista. Pero que eso, era algo que se había terminado ya hacía muchos años
y que no entendía cómo era posible que la mayoría de las personas que ya han
nacido en democracia y algunos incluso, no saben quién era Franco, persistan en
ese odio cerval a una bandera que a ellos, en concreto, no les ha hecho ningún
mal.
Yo creo que esa inquina a la bandera
la mantienen todos aquellos que quieren significarse como progresistas de
izquierdas, aunque luego, en realidad, vivan como auténticos burgueses. No voy
a dar nombres, pero estoy seguro que a más de uno se le viene a la memoria más
de uno de esos. Y por otra parte, tengo la sensación de que esta desafección
hacia la bandera, es la consecuencia directa de un sistema educativo suicida.
Todos hemos visto en las
películas, que los niños de EEUU, se trate del Estado del que se trate,
estudian la lista de sus presidentes, de sus batallas, de cómo nació la nación
en la que hoy viven. Mientras tanto, aquí en España, al menos antes, ahora no
tengo ni idea, se estudiaba la lista de los Reyes Godos, a los Reyes Católicos,
Don Pelayo, El Cid y Guzmán el Bueno. Lamentablemente, todo eso, aparte de
resultar poco útil, no sólo ha ido cayendo en el olvido - o casi - y se han ido
trastocando los términos.
Ahora parece que Cristóbal Colón
fue una especie de asesino a sueldo de la Corona Imperialista de Castilla, que
cegada por la codicia, se embarcó en una aventura cuyo único objetivo era
exterminar indígenas y expoliar sus tesoros. A Rodrigo Díaz de Vivar, ya hay
gente que empieza a acusarle de haber sido un mercenario al servicio de los
moros y que después cambió de bando (¡tócate los cojones!). De Hernán Cortés y
Francisco Pizarro, se dice de todo menos lindezas. De Blas de Lezo, la mayoría
no ha oído hablar y algunos además, se niegan a escribir sobre él. De los
Tercios de Flandes, que eran las temibles fuerzas militares que arrollaban
Europa, el único que ha dicho algo positivo ha sido Pérez Reverte, al que por
cierto, y puestos a acusar a diestro y siniestro, le acusan de antifeminista. De
Magallanes, parece que España va a dejar que sea Portugal quien se empeñe en
intentar convencer al mundo de que era portugués. De Felipe II, ni te cuento y
no digamos de Carlos V. Y así sucesivamente.
La verdad es que si nos pasamos
la vida destruyendo nuestra propia historia, resulta muy difícil poder avanzar.
Es cierto que España no sólo es una bandera.
España es Don Pelayo, claro. Y
Viriato, también. Y las cuevas de Altamira. Y la Catedral de Santiago, y la de
Burgos, y la Sagrada Familia. Y Trajano, y José María El Tempranillo, y Garbo,
el espía español que engañó a Hitler; y el Dos de Mayo, y la victoria sobre el
hasta entonces invicto ejército más poderoso de Europa, el de Napoleón; y el
Descubrimiento de América - aunque fuera por casualidad-; y Hernán Cortés, y
Pizarro y Núñez de Balboa; y Magallanes; y Padilla, Bravo y Maldonado; Fray
Bartolomé de las Casas, Fray Junípero Serra. Y Carlos III, y Alfonso XIII, y
Juan Carlos I, y Torcuato Fernández Miranda; y Adolfo Suárez; y el Real Madrid
que paseaba por Europa la bandera de España, cuando Europa entera odiaba a
Franco y a todo lo español. Y Felipe González, y Guerra. Y Santiago Ramón y
Cajal, y el Doctor Gregorio Marañón. Y Plácido Domingo, y el maestro Rodrigo y
su Concierto de Aranjuez, y Paco de Lucía, y Manolo Sanlúcar, y “Los del Río” y
su “Macarena” que hicieron bailar incluso a Clinton; y Josep Carreras, y
Montserrat Caballé, y Victoria de los Ángeles, y el maestro Churruca. Y Juan
Carlos Calderón, y Mocedades, y Julio Iglesias, y Raphael. Diego Velázquez, Zurbarán, Goya, El Greco, Antonio
López, Picasso, Dalí, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Bécquer, Cela, Vargas
Llosa, Pérez Reverte, Juan Ramón Jiménez, Severo Ochoa, José Echegaray,
Unamuno, Pérez Galdós, Benavente, Vicente Aleixandre, San Juan de la Cruz,
Santa Teresa de Ávila. Y Ángel Nieto, Marc Márquez, Sito Pons, Mariano Haro, Fermín
Cacho, Teresa Perales, David Cal, Manolo Santana, José Luís Arilla, Orantes,
Gisbert, Andrés Gimeno, Rafa Nadal, Carlos Moyá. Y Marcelino, y su gol de
cabeza a Rusia en 1964; y Santiago Bernabéu, Alfredo Di Stefano, Santillana,
volando paralelo al suelo a dos metros de altura por encima del defensa central;
y Raúl González Blanco, y Fernando Alonso, y Fernando Torres metiendo el gol
ante Alemania que nos dio el segundo europeo, y Andrés Iniesta - Iniesta de mi
vida - y el gol que unió a España entera durante semanas. Y Luís Aragonés, y
Javier Fernández, y Carolina Marín.
Y el lacón con grelos, y el pulpo
a feira, y las fabes con almejas, el chuletón de buey a la parrilla, y la butifarra, y la chistorra, y los calçots, y la paella, y el caldero murciano, y
el cocido madrileño, y el montañés, y la sobrasada mallorquina de porc negre, y
el jamón de Jabugo, y el gazpacho y las migas manchegas.
Y nuestras FFAA, que están en
misiones de paz por todo el mundo, llevando agua a pueblos que no la tienen,
montando tiendas de campaña y refugios para los que lo necesitan, dando apoyo y
atención médica a todos los enfermos. Y los policías, que luchan en silencio
contra el terrorismo yihadista deteniendo a centenares de ellos antes de que
cometan atentados, mientras en otros países no se enteran de la misa la media. Y
la Guardia Civil, que han puesto sus muertos en la lucha contra ETA, y están en
la carretera, y en las inundaciones y ayudando a los pueblos que se quedan
aislados por la nieve.
España es mucho más que esos que
han ido a Colón. España es mucho más que una bandera o un himno. España es una
historia, la nuestra, con sus luces y sus sombras, como las de cualquier país.
Busca, compara y si encuentras algo mejor, ve a decirle a los miles y miles de
extranjeros que se quedan aquí a vivir, que se han equivocado.
En mi España, cabemos todos.