Casi una semana después de lo que todo apuntaba que sería su última aparición en público, hoy nos ha sorprendido haciendo acto de presencia.
Ha debido sufrir una especie de
catarsis o algo así, porque ahora observo dos cambios fundamentales. El primero
y más evidente, es que ahora sale de día. Al parecer el mundo del tardeo que ha
estado frecuentando no se le ha dado bien, fuere lo que fuere que estuviere
buscando, y según parece, ha decidido cambiar sus horarios. El segundo cambio
es que ahora se mueve menos que la boya de Finisterre.
También cabe la remota posibilidad de que se haya ido unos días de retiro espiritual, pero lo creo improbable.
Antes de su artística
desaparición, sus correrías nos tenían entretenidos observando su ir y venir
por el techo. Pero hoy se ha apalancado en un lugar y no se ha movido más allá de
diez centímetros.
Mi mujer sigue empeñada en que,
si le abre la mosquitera de la puerta de la terraza, ella elegirá marcharse.
Por el contrario, mi opinión es que de esa manera podríamos invitar a toda su
familia a que se introduzca en casa y comience una búsqueda intensiva de la
enana. Una cosa es tener okupas y otra que los okupas sean una familia entera
de salamandras.