viernes, junio 05, 2015

LIBERTAD DE EXPRESION NO ES SINONIMO DE IMPUNIDAD



Los independentistas catalanes – los famosos y supongo que los anónimos también – para intentar justificar su actitud de frentismo a todo lo español, incluido la pitada al himno de España y al Rey, en la final de la Copa del Rey, hablan de que lo que hay que hacer es que todos los demás, nos preguntemos por qué nos faltan al respeto. Y también, utilizan el falso argumento de la libertad de expresión.

En primer lugar, parece claro que ellos mismos son conscientes de su falta de consideración y de respeto a los demás, y como niños malcriados y caprichosos, pretenden llamar la atención de todos, insultando, al mismo tiempo que pretenden que aquellos a los ellos insultan, tengan con los independentistas un mayor respeto. O sea, haz lo que digo, pero no lo que hago. Yo te insulto, pero tú, además de aguantarte, me debes respeto a mí. Y como elemento adicional de su argumentario, la excusa perfecta es que lo hacen de forma pacífica, cuando ahora mismo, en los estadios de fútbol, ya no se puede gritar a coro ni canciones, ni gritos, ni insultos, dirigidos al árbitro, al equipo rival, a la afición contraria ni a nadie. Eso, se considera – y me parece bien – violencia.

Cuando Rodríguez Zapatero no se levantó al paso de la bandera de los Estados Unidos, - siendo líder de la oposición - en un desfile militar al que habían sido invitados los americanos, a los españoles – a todos, a los que luego le votaron y a los que no lo hemos hecho nunca – nos costó 2 años que Condolezza Rice recibiera a Moratinos (Ministro de Asuntos Exteriores) para que le besara el culo. Como con eso no hubo bastante, en la reunión del G-20 que tuvo lugar en suelo americano y que organizó Bush, España no fue invitada. Tuvimos que apelar a la generosidad de Francia, que nos prestó una banqueta para poder sentarnos en la misma mesa que todos los demás, aunque estuviéramos situados al final de la misma y justo a la entrada de las cocinas, como Peter Sellers en “El Guateque”.

Los símbolos y las tradiciones, están para ser respetados y el hecho de que no empuñe una 9 mm parabelum para “hacerse respetar”, no significa que las protestas y los insultos, sean pacíficos. Constituyen una agresión. Verbal, pero agresión al fin y al cabo. Y por supuesto, esa es la primera intención de quienes así actúan. Sólo a modo didáctico, recordaré que en el Código Penal, se recoge la figura de “insultos” y “amenazas” y aunque evidentemente, no disfrutan de la misma calificación que un asesinato, lo importante, es que la violencia verbal, también es castigada.

La tan cacareada, manoseada y nunca bien entendida libertad de expresión, como todos los derechos y libertades, tiene su propios límites. Los límites vienen marcados por el respeto a la libertad de expresión del otro, a los derechos del otro, a los símbolos del otro. Por simplificar: por respeto al otro.

Con esta tipo de actuaciones, los independentistas catalanes, con Arturito Mas a la cabeza, están promoviendo que a partir de ahora, en cualquier estadio de fútbol, de baloncesto, en cualquier acto público o donde sea – eso sí, siempre fuera de la Comunidad Autónoma de Cataluña – a alguien se le ocurra hacer uso de su libertad de expresión y en justa reciprocidad pueda gritar aquello de “puta barsa y puta Cataluña”. Y entonces, ya tenemos montado el pifostio. Porque entonces, entrará de oficio la Comisión Anti violencia, y seguro que encuentra motivos para sancionar al club propietario del recinto y no como ahora, que parece que no hay un responsable claro.

Llegados a este punto cabe recordar que hace unos pocos días, se ha cumplido el aniversario de la tragedia ocurrida en el estadio Heysell de Bruselas, donde murieron casi 40 personas por la avalancha producida por los hooligans ingleses. Como consecuencia de aquella tragedia, todos los equipos ingleses, fueron excluidos de todas las competiciones europeas durante 2 o 3 años. Fue una medida ejemplarizante y eficaz.

En los países civilizados, el respeto a la bandera y al himno, es sagrado. Tú puedes ser americano y quemar una bandera porque estás en contra de la guerra del Vietnam. Vale. Tú puedes ser un atleta americano y negro, y cuando subes al podio de los JJOO a escuchar el himno del país al que representas, te puedes poner las zapatillas al hombro y levantar tu mano izquierda enfundada en un guante negro, en señal de protesta por el racismo que sufre EEUU. Vale. Pero después, tienes que afrontar las consecuencias. Tú, puedes ser el mejor boxeador que ha dado la historia, cambiarte el nombre, hacerte musulmán y negarte a ir a Vietnam. Vale. Pero después tienes que afrontar las consecuencias.

Libertad de expresión no implica impunidad. Tú puedes decir lo que quieras, siempre y cuando no transgredas las fronteras de lo racional, del respeto, de las leyes, de las normas, del buen comportamiento. Y si lo haces, hay que afrontar las consecuencias. Gritar “ETA, mátalos”, no es libertad de expresión. No levantarse al paso de una bandera, no es libertad de expresión y menos aún, cuando se supone que estás en camino de representar a todo un país, y no sólo estás ahí por tus ideas personales. Silbar al Rey, no es libertad de expresión. Silbar al himno, no es libertad de expresión. No izar la bandera de España en Ayuntamientos y edificios públicos, no es una opción.

Cuando se ejecuta de manera orquestada una afrenta – y el menosprecio al himno, al Rey y a la bandera, lo es – hay que hacer frente a las consecuencias. Pero el mayor problema que tenemos los españoles es que nunca hay nadie con la suficiente valentía, decisión y determinación, como para coger al toro por los cuernos y exigir que se cumpla la ley. Queda políticamente incorrecto. Ser implacable con los abusos, no está bien visto. Y está archidemostrado que cuando alguien no defiende lo que es suyo, siempre va a venir otro a arrebatárselo. Parece que la defensa de la bandera, de nuestra bandera, es sólo cosa de fachas caducos y trasnochados. Defender el himno, es cosa de carcas. El respeto no sirve para nada. La palabra nación, no tiene ningún significado especial para Zapatero, según él mismo declaró en su día para justificar la nueva versión del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Junto con su promesa de respetar cualquier decisión que tomara el Parlamento de Cataluña, ofrecida desde el balcón de la Plaza de San Jaime, en Barcelona, son las lluvias que nos han traído estos lodos.

Por tanto, ni los hermanos Gasol, ni Xavi Hernández ni nadie, puede argumentar que seamos los demás los que nos tengamos que plantear por qué nos insultan, por qué nos agreden, por qué nos faltan al respeto. Nadie, puede escudarse en la libertad de expresión para pretender permanecer impune ante una falta. Y sí deben ser todos muy conscientes de que tirando de la goma, y haciéndose desagradables, no van a conseguir sus objetivos. Aunque sólo sea por fastidiar, se quedarán el resto de su vida protestando y dando por saco. Y sin independencia.