viernes, enero 13, 2023

Adios y gracias a MASTICADORES.


Fue a comienzos de 2020 cuando inicié mi colaboración en Masticadores. Más tarde, ese mismo año, Juan, el artífice de todo este tinglado, me propuso -para mi sorpresa- convertirme en uno de los editores, algo que siempre agradeceré por su confianza.

Masticadores siempre ha representado un espacio de libertad en su más amplia expresión. Libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones ajenas, sobre todo, cuando no coinciden con las nuestras. Pero todo eso está a punto de saltar por los aires.

Recientemente, ha surgido la primera censura en Masticadores. La víctima de esa censura soy yo y la frase de la discordia, la que ha desencadenado un enfrentamiento personal ha sido la siguiente:

“Hola a todos, todas, todes y todus”.

Dicha frase recibió la desaprobación de Mercedes G. Rojo, quien el 31 de diciembre y desbordada por el espíritu navideño, respondió:

“Buenas noches a tod@s (la guasita del todes, tudus, lo siento, pero me sobra)”.

La cosa no ha terminado en esa censura, porque hoy mismo, he vuelto a repetir el saludo. Y hoy, la que ha tomado la iniciativa ha sido Felicitas Rebaque quien ha comentado:

“Carlos, en este equipo siempre nos hemos regido por el respeto máximo, entre nosotros, por nuestras ideas y sentires. Mercedes te comento en el anterior correo, su opinión, que comparto, a tu saludo. Si sabes que nos molesta, no entiendo que insistas sobre ello. No lo entiendo ni siquiera como broma. Me parece que te importa poco lo que pensemos y creo que no es comenzar con muy buen pie.” 

Dejo a cada uno la interpretación de estas intervenciones, en un espacio, insisto, donde se supone que la libertad de expresión es total, con las más elementales normas de convivencia como referencia, pero cuando en un país, o en un espacio de libertad como Masticadores, se empieza por censurar algo, es seguro que eso sólo es el primer paso de una estrategia encaminada a hacer comulgar con ruedas de molino a todos.

A continuación, mi respuesta:

“El respeto es una vía de doble dirección y nadie va a cambiar mi sentido del humor, sobre todo, cuando quien se ofende, lo hace no por recibir un exabrupto, sino por cuestiones políticas.

Yo no le he pedido a nadie que modifique sus planteamientos para que me agraden.

Si aceptara vuestra propuesta, este sería el primer paso de un camino sin fin, de una solicitud tras otra, hasta transformar el comportamiento de una persona a vuestro gusto.

Ya lo dijo Billy Wilder: "Nadie es perfecto". Los hay que me aceptan y los hay que no. Lo asumo.”

Llegados a este punto, me parece evidente que una cierta filosofía que no voy a calificar, intenta abrirse paso en un ambiente de libertad para, en sucesivos pasos, ir adueñándose de todo el entorno, hasta convertirlo en algo propio y totalmente desconocido con el espíritu que lo originó. O sea, como un cáncer ideológico, pero con las letras como excusa. Masticadores se ha convertido en un magnífico altavoz y ya hay gente que parece que quiere usarlo para fines espurios.

Cierta filosofía imperante en estos días en el panorama social y político de España, intenta destruir nuestro lenguaje, retorciendo conceptos y palabras hasta el ridículo, y manoseando el idioma, de tal forma que vaya calando en la sociedad sus ideas totalitarias. Con la manipulación del lenguaje, se manipulan las mentes.

Así, se ha llegado a aceptar como natural el hecho de que, sobre ciertos asuntos, ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE, puedan opinar sobre ellos determinadas personas pertenecientes a un determinado género. “Esos asuntos” ya no son de dominio público, han pasado a formar parte de un reducido grupo de personas que representan el estandarte del movimiento que los defiende y pobre de aquel que osare intervenir en tales asuntos, porque será vilipendiado.

Los símbolos son – y siempre lo han sido – importantes. Las banderas son un claro ejemplo, pero también lo es el uso torticero que de ellas se hace. Y también el lenguaje forma parte de esos símbolos, de ese patrimonio que tanto puede unir como separar, en función del uso que se haga de él.

El problema no es la existencia en sí de tales movimientos. El problema es su pretensión inequívoca de exterminar a todo lo anterior, de enterrarlo y de instaurar un nuevo orden en el que por encima de todos los demás, prevalezcan sus personales intereses.

Y si eso se da en Masticadores, eso no fue lo que me motivó a iniciar mi colaboración ni a convencer a algunas amistades para que también lo hicieran.

Como quiera que no está en mi ánimo obligar a nadie a hacer lo que no le apetece y teniendo en cuenta que no voy a aceptar, de ninguna manera, que se me censure o se me indique qué tipo de humor es el que se acepta de mí y cuál no, creo que lo único coherente es despedirme de todos.

Quiero hacer una mención muy especial a Juan, de quien siempre he tenido la mejor opinión, precisamente por ese espíritu libre que ha sabido impregnar en Masticadores. Una persona de la que siempre me ha asombrado su capacidad de trabajo, su fuerza, su visión y su entrega.

Para ti, querido Juan, un abrazo muy especial. He disfrutado de este largo y fructífero período de escribir, por el mero placer de hacerlo.

Decía uno de los siete sabios griegos: “Sé fiel a ti mismo”. Y lo voy a ser.

Me gustaría terminar con una frase de mi admirado Groucho Marx, un hombre, irónico, a veces sarcástico, otras socarrón y siempre genial. Un hombre que se reía de todos, empezando por él mismo:

“Nunca pertenecería a un club en el que admitieran a gente como yo”.

Buenas noches y buena suerte.


PD Este post TAMBIÉN ha sido censurado en Masticadores.

©  Carlos Usín