El tema de las pensiones y de las
jubilaciones en España, está de moda últimamente. Hoy mismo, en el Congreso ha
comparecido Rajoy para abordar este tema de forma monográfica. Y cada día, nos
bombardean los medios de comunicación de uno y otro color, con las ideas más
peregrinas, las ocurrencias más surrealistas o los planes más inverosímiles. Estamos
en pre campaña electoral (largo me lo fiáis) y esto no ha hecho más que
empezar. Y lo que te rondaré morena.
A la mayoría de los futuros afectados se les
cierra el píloro cuando leen que se va a alargar la edad de jubilación hasta
los 70 años. Se les atraganta la caña o la copa de vino cuando escuchan que para
el cálculo de la pensión, se van a contabilizar todos los años de vida laboral.
Que el resultado de la pensión va a resultar tan descabelladamente ridículo,
que aun a pesar de estar jubilado, va a tener que seguir trabajando (no dicen
en qué). Y así, día sí y día también. Todo el mundo con la respiración
aguantada y el culito apretado por si acaso. Y encabronados, claro.
Y mientras tanto, unos hablando de que ellos
han cotizado 40 años y que se van a encontrar con una mierda como el sombrero
de un picaor a la hora de retirarse y cobrar la pensión. Éstos, parecen
entender que las cotizaciones a la Seguridad Social, son exactamente lo que
se dice un Plan de Pensiones. Y los confunden.
Otros, hablando de imponer un
nuevo impuesto, esta vez a la banca. Original y novedosa estupidez de los, por
otra parte, autodenominados progresistas, que cada vez que abren la boca sube
el pan. Como si ese supuesto nuevo impuesto a la banca (a la siderurgia no? Ni a
la industria textil tampoco?) no fuera a repercutir en los bolsillos del resto
de ciudadanos.
Y al mismo tiempo que se produce todo esto,
lees en los periódicos que en el ERE de El Corte Inglés, hay bofetadas por
apuntarse primero y que se apuntan más de los que se esperaba. Y lo mismo cabe
decir del ERE de Banco Popular, que tras la última fusión, les sobran unos
cuantos y se han apuntado más de los previstos. Y la misma historia con el ERE
de Bankia. O sea, que parece que la gente está ansiosa por mandar a tomar por
saco a su jefe, a la empresa al padre de Domingo Ortega y a la madre que les
parió a todos.
Al final, el ansia de jubilarse, está
relacionado mucho más con el hartazgo de la mierda de trabajo que haces, que
por la edad, el cansancio o cualquier otra consideración.
Emilio Botín, se podría haber jubilado hace
mil años. Y Amancio Ortega, idem de lo mismo. Y Juan Roig, el dueño de
Mercadona. Y tantos otros como ellos, que si se mantienen al pie del cañón es
simplemente porque disfrutan haciendo lo que hacen. Y no es necesario ser rico
para encontrarse gente así: que disfruta con su trabajo. Y voy a poner un
ejemplo de hoy mismo.
Por razones que no vienen al caso ahora,
necesitaba encontrar a alguien que hiciera pantallas de lámparas. Hoy en día, o
te compras una que te vendan en cualquier tienda donde las tienen hechas (y
después reza para que las medidas sean las mismas) o encontrar a un profesional de este tipo de
oficios, te puede costar igual que encontrar un sextercio de oro.
Buscas y rebuscas durante días y semanas. Y
finalmente, parece que lo encuentras. No tiene página web y probablemente no
aparezca en las páginas amarillas, pero de alguna forma y por algún duende, das
con un nombre y un teléfono. Como dudas de si es verdad lo que ven tus ojos,
llamas al teléfono y sorprendido, compruebas que un ser humano, al otro lado,
responde. Después de confirmar que efectivamente has dado con el sitio que
buscabas, te diriges hacia el lugar.
Dejas el coche en un parking público y te
encaminas andando hacia la zona peatonal en la que Google te dice que está la
dirección. Llegas a la zona, buscas algún indicio, algún vestigio de la remota
existencia de algo que en su día, allá por el siglo XX, pudiera haber constituido
un taller, una tienda o similar. Nada! Es como estar delante del tesoro de los
Templarios y no ser capaz de verlo. Sabes que está ahí, has andado la callejuela
de escasos cien metros hacia arriba y hacia abajo, sembrando la curiosidad
entre los parroquianos de los bares y cafeterías - todos ellos guiris, por
supuesto - que te observan con disimulo. Nada! Nada hace sospechar que alguna
parte, entre el banco, la cafetería, la pizzería, una tienda de zapatos y otro
banco, pueda haber un taller donde se fabrican pantallas para lámparas.
Es entonces cuando acudes de nuevo a la
tecnología, pero en esta ocasión, a la más antigua. Llamas por teléfono y el
mismo señor que te atendió, te responde. Tú le cuentas dónde estás y le pides
auxilio y favor y él, generoso, te responde que no te muevas de allí que va a
buscarte.
Al cabo de unos segundos, aparece un señor
mayor, con el pelo canoso, de escasa estatura, que te hace señas y te invita a
que le sigas. Entonces, subiendo por una escalera por la que has pasado 50
veces en la última media hora, te introduce en lo que tú has interpretado que
era la parte posterior de un bar, lleno de cajas de bebidas, y de trastos.
Continuas bordeando un patio interior de un bloque de viviendas, que más parece
el zoco de Estambul. Allí, entre polvo de las obras que están haciendo, cables
que caen desde el cielo y cancelas abiertas, llegas a una puerta de metal, que
te da la entrada a un espacio amplio, con más aspecto de almacén que de taller.
Y ese es el sitio. Más escondido que el primer amor de Serrat entre las cañas.
Tú le cuentas tu problema. Le enseñas las
lámparas que debieron de fabricarse en tiempos de Aladino. Y el señor bajito y
con pelo canoso, te va mostrando los distintos materiales de los que te puedes
servir para confeccionar las pantallas.
En una mesa abarrotada de todo tipo de
objetos, el señor encuentra un bloc y un bolígrafo con el que va tomando notas
y medidas. Después, incomprensiblemente, descubre debajo de un montón de
papeles que harían mejor servicio en el cubo de la basura, según tu humilde
opinión, una lista de precios según los tamaños de las pantallas y el material.
- En total, van a ser 27€. Le hago precio de
mayorista, porque no tengo ganas de empezar a hacer números.
- Muchas gracias. Así es que usted provee
entonces a otros?
- Claro! A montones de hoteles, por ejemplo.
- Yo es que tendría que venir más veces,
porque tengo otras que es posible que también cambie. Usted va a seguir aquí o
cuándo piensa jubilarse?
- Yo tengo 87 años. Y no tengo la más mínima
intención de jubilarme. ¿Para qué? ¿Para quedarme sentado en un sillón todo el
día, viendo la TV? No. De eso nada.
- Oiga y esto para cuándo puede estar?
- Para mañana. Pero vamos si tienen prisa se
lo hago en un rato mientras ustedes se toman una caña por aquí cerca.
- Muchas gracias, pero la verdad es que no
tenemos tanta prisa. Con que esté para mañana, es suficiente.
Y esa misma tarde, o sea, ayer, te llama el
señor bajito, el de pelo canoso, Don Rafael, y te dice que ya tienes las
pantallas.
Y mientras tanto, miles de personas,
preocupadas por su jubilación y partiéndose los morros por apuntarse el primero
a los ERE de El Corte Inglés, Bankia y Banco Popular.
Pero es que Don Rafael,
no lo hace por dinero. Simplemente disfruta con su trabajo.
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