LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO
1.- La franquicia.
En
cierta ocasión, hace ya de esto algunos años, vi un vídeo de un motivador que
se dirigía a los empleados de una compañía en estos términos: “No te
preguntes si te van a despedir. La pregunta que debes hacerte es cuándo”.
Asumiendo
que semejante afirmación, por muy cínica que parezca, no deja de ser cierta, es
bien sabido que, en este país, tarde o temprano, pero de modo inexorable, tendrás
que afrontar el hecho de perder tu empleo. Junto con la pérdida de un ser
querido o un divorcio, constituyen el podio de las mayores tragedias personales
en el plano emocional y sentimental, además del económico, por supuesto. Fuera
de eso, todo lo demás, casi carece de importancia.
Lo
malo que tenemos en España es que, si eso te sucede a partir de cierta edad, ya
puedes ir cavando tu tumba o buscar un piso alto en algún edificio para dar por
finalizada tu presencia en este valle de lágrimas. Si a estas dificultades
añadimos que, en vez de vivir en el octavo, vives en el primero, la solución de
tirarse ocho veces desde tu terraza, no es válida.
Una
vez superada la fase de desconcierto y de desánimo, y descartando – por el
momento – la opción de exterminar a tu exjefe y la del suicidio, empiezas a
intentar encontrar alguna luz en el largo y tenebroso túnel en el que te han
metido. Y entonces comienzas a barajar diferentes opciones.
España
no tiene nada que ver con EE.UU., por ejemplo. Si en América tú eres un
corredor de Wall Street y te quedas sin trabajo, siempre puedes terminar
trabajando de albañil en algún sitio. Aquí, en España, no. Aquí te piden
experiencia y un título para mezclar cemento. Y luego está el problema de la
distancia. En USA si vives en NY y el trabajo te sale en California, haces de
tripas corazón y te vas. Aquí, en España, ni de coña. Sé de gente que se ha
negado a aceptar un trabajo porque no tenía una estación de Metro cercana y en
otro caso, que no podía mudarse porque se acababa de comprar un sofá. Verídico.
La
clave, llegados a este punto, es que tienes que reinventarte, es decir, que te
tienes que dedicar a algo que no habías hecho nunca y que jamás se te pasó por
la cabeza. Es lo que los expertos denominan “salir de tu zona de confort”. O
sea, tú estás tranquilamente sentado en tu silla, en el trabajo, haciéndolo lo
mejor posible. Y de repente, viene un tío, te pega una patada en el culo, te
saca a trompicones del edificio y te dice: “búscate la vida”.
Y
en una situación así se encontraba Sisebuto Zabala.
Apartado
del mundo laboral desde hacía tiempo como si fuera un apestado y sin la más
mínima posibilidad de regresar, al menos, como trabajador por cuenta ajena. Sin
pareja, y con el ridículo subsidio de desempleo como único ingreso, debía
buscar una salida a su, cada vez más, perentoria situación.
Fue
entonces cuando comenzó a considerar la fórmula de independizarse a través de
una franquicia. Ese modelo de negocio le permitiría introducirse en un terreno
totalmente desconocido, pero con la ventaja, de que iría de la mano de expertos
que le aconsejarían y con soporte de marketing, imagen de marca y publicidad. A
partir de ese momento, comenzó un largo proceso de selección y análisis de
diferentes franquicias.
Uno
de los aspectos fundamentales que contemplaba Sisebuto era el de emprender un
negocio que cubriera una verdadera necesidad de las personas. Así fueron
desfilando por su mente diferentes tipos de negocios: una tienda de artículos
de escritorio, una panadería, una clínica de estética, una empresa dedicada al
cuidado de los mayores, una consultora de negocio para PYMES o una empresa de
perfumes de imitación, fueron algunas de las que ocuparon su tiempo.
Invirtió
mucho tiempo en el estudio de viabilidad de cada una de ellas, buscando la
ubicación idónea de cada tipo de negocio, los costes fijos, el capital a
desembolsar, los posibles ingresos, los impuestos, etc. etc. etc. Pero lo más
complicado de ese asunto para el bueno de Sisebuto, no eran los planes de las
franquicias, alguno de ellos auténticos delirios por parte de las
franquiciadoras. El muro insalvable de todos esos esfuerzos fueron los bancos,
la financiación.
Los
bancos, los mismos bancos que engulleron miles de millones de euros en una
crisis provocada, en parte, por ellos, y que después no devolvieron a la
sociedad; esos bancos que prefirieron conceder préstamos hipotecarios
exorbitados a clientes con un futuro tan incierto como su empleo; los mismos
bancos que promovieron el desalojo de esas viviendas por impago de la deuda;
esos bancos, que presumían de ayudar y financiar a los emprendedores, fueron
los mismos bancos que le negaron el pan y la sal a Sisebuto.
Sisebuto
acudió a diversos organismos públicos que asesoraban a los futuros
emprendedores a la hora de enfocar el negocio, el plan de viabilidad, etc. Y
tuvo la máxima colaboración por su parte. Alguno de ellos revisó sus planes y
emitió un informe favorable. Pero nada de eso sirvió de cara a las diferentes
entidades con las que se puso en contacto, las cuales, adoptaron la postura de
poner tal cantidad de impedimentos que, en realidad, ninguno llegó ni siquiera
a estudiar el plan de viabilidad de la franquicia escogida, cuya inversión era
alrededor de 5.000€. En algún caso, Sisebuto intentó contactar con un banco que
oficialmente, en su propaganda, hablaba de conceder préstamos a los
emprendedores. Pues ese banco, ni siquiera admitió que le enviara por email el
estudio.
Y
así fue como tuvo que desestimar la idea de convertirse en franquiciado. Debía
explorar otras alternativas.
2 comentarios:
Es claro que el banco te presta dinero si tienes dinero 💰
...Y si ellos no lo tienen, se lo prestamos nosotros. A interés CERO, además.
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