Desde siempre, he tenido una especial inclinación por los relatos de espías, las aventuras de submarinos y las acciones de los ladrones de guante blanco. Creo que, entre otras cosas, todos tienen en común que se necesita astucia y audacia, aunque sea una película, para acometer sus fechorías o sus heroicidades, dependiendo de quién las realice y en nombre de qué causa, que en esto también hay aspectos relativos.
Sé que no está bien decirlo, que no es políticamente correcto, pero es que este tipo de acciones arriesgadas en donde no hay daños personales, son las más fáciles de aceptar. Parece que no hay víctimas; porque desde luego, las compañías de seguros que son las responsables de poner el dinero en estos casos, tienen una entidad algo etérea, impersonal, difusa.
Es como en la película de Cary Grant, “Atrapa a un Ladrón”, en la que incluso se hace amigo del detective de la compañía de seguros y le ayuda a descubrir al auténtico ladrón.
O como esa otra película, “Un trabajo en Italia”, en cuya segunda versión, trabajaba mi Charlize Teron. Un grupo de ladrones, es robado por uno de sus propios miembros y entre todos, planean la venganza contra el traidor, encarnado por Edward Norton.
O la saga de “Ocean’s Eleven, Twelve,” etc, cuyo protagonista es George Clooney. Son esos robos, a gente o casinos que tienen demasiado, que les sobra, los que despiertan una comprensión por parte del espectador. Modernos Robin Hood, pero sin motivaciones políticas como el viejo arquetipo de ladrón.
Y ya por finalizar, esa otra película interpretada por Pierce Brosnan, en la que encarna a un coleccionista de arte y juega a robar a un museo de la ciudad de NY.
Hoy hemos sabido que se ha producido un robo de esos que normalmente se califican del siglo, como aquel famoso del tren de Glasgow, en el que los asaltantes, se llevaron un botín en billetes que iban a ser destruidos, pero que seguían teniendo validez legal.
Ha sido en el aeropuerto de Bruselas, la capital administrativa y política de Europa, donde un grupo de hombres, disfrazados de policías, han desvalijado un cargamento de diamantes por valor de unos 35 millones de euros. Y para ello, han empleado 5 minutos. Es el argumento perfecto para una película de las que me encantan.
Y sin embargo, hay otra clase de ladrones, con un carácter mucho más cobarde y ruin, que amparados en sus puestos de privilegio y provistos de una ambición insaciable, no encuentran límites ni fronteras para sus atropellos, sus desmanes y sus tropelías. Son aquellos que abusan de la confianza que se ha depositado en ellos y que consideran que en el fondo, están por encima del resto de los mortales, lo cual no es del todo falso, pero sobre todo, se creen por encima de la ley. Son los Straus Khan de turno; los Berlusconi, los Urdangarín, los Bárcenas, los Sarkozy y toda una pléyade de políticos, empresarios y personas de enorme influencia y poder, que se llegan a creer que son inmortales o por lo menos, intocables. Como los chicos de Elliot Ness, pero al revés.
Entre unos ladrones y otros, entre aquellos que se juegan la vida y un futuro entre rejas arriesgando lo que tienen por codicia y los que abusando de su poder e influencia se apropian de lo que nos pertenece a todos, prefiero a los primeros. Al menos, ellos, dentro del mundo del hampa, tienen un código de honor según el cual, si te cogen, lo pagas. A los otros, amparados y protegidos por oscuras y poderosas fuerzas, la mayor parte de las veces, ni siquiera puedes probar su implicación, ni juzgarles, ni sentenciarles.
Pero lo peor viene después. Cuando ya han sido juzgados y sentenciados y se les ha encontrado culpables, viene el gobierno de turno y les indulta, que es lo mismo que decir lo que el maño del chiste, cuando iba con sus ovejas por mitad de la vía del tren: “chufla, chufla, que como no te quites tú…”.
O sea, que puedes gastarte un montón de tiempo, de dinero, de esfuerzo y de trabajo en perseguir, juzgar y encausar a quien quieras y te apetezca, pero al final, vendrá otro, que se pasará por el arco del triunfo la Justicia y si le interesa, aplicará el indulto. Como se ha hecho no hace mucho tiempo con Alfredo Sáenz, número 2 de Botín.
Es por este tipo de injusticias por lo que, yo creo, miramos con más simpatía a aquellos que logran burlar la ley, pero de frente y por derecho, no utilizando los resortes que sólo están al alcance de unos pocos escogidos, para aumentar su poder, sus riquezas y sus influencias.
En todo país serio que se precie de serlo, el que roba, debe ser más pobre que la víctima. Lo contrario, es un sin Dios.