miércoles, julio 03, 2013

El miedo: la fuerza que mueve al mundo

Normalmente, la gente suele responder que es el dinero lo que mueve el mundo, o el poder o la política. Y sin embargo, el auténtico motor que realmente impulsa y mediatiza a los seres humanos, es el miedo.

El miedo a perder el empleo, con sus consecuencias, es lo que obliga, a veces, a las personas a aceptar situaciones que van en contra de sus principios, de sus intereses, de su dignidad. Situaciones que repercuten en su vida privada, siendo origen de divorcios, por ejemplo, o de malas relaciones con los hijos. Y por miedo a perder el trabajo, a veces, se pierde la vida o la salud. A veces, hasta con un infarto.

Otras veces, el miedo es lo que nos retrae de tomar decisiones que consideramos arriesgadas. El miedo a enamorarse y no ser correspondido, el miedo a emprender un nuevo rumbo laboral, el miedo a declarar tus sentimientos.

Dentro del campo de la tortura, por ejemplo, se maneja la opción de dejar que la imaginación de la víctima juegue en su propia contra, dejando entrever lo que podría pasar antes incluso de que pase de verdad. Imaginar el miedo, resulta más aterrador que sufrirlo. Pero hay gente muy lista, y del mismo modo que se han desarrollado estas técnicas de tortura, también han conseguido que se pueda ganar dinero con ellas.

Por ejemplo. Después de los atentados del 11-S en EEUU, se multiplicaron las medidas de seguridad en el transporte de viajeros, algunas de ellas, verdaderamente ridículas. Sí, serían ridículas, pero hubo una explosión de negocio a su alrededor. Máquinas y aparatos de toda clase, te hacían un scaneo hasta de las ideas, en aeropuertos y ello, suponía un montón de dinero para esas empresas. El trabajo de vigilante de seguridad se convirtió en uno de los más demandados. La venta de toda clase de champús y líquidos en envases de tamaño reducido para poder meterlos en las maletas. La venta de armas, guardaespaldas, los dispositivos de seguridad doméstica y toda una infinita gama de productos y servicios relacionados con la paranoia sobre la seguridad y el miedo a los atentados.

Hace algunos años, el director de cine norteamericano Michael Moore, hizo un documental en el que abordaba este tema del miedo. En su opinión, la venta de armas en su país, es un claro ejemplo de cómo la correcta manipulación de ciertas sensaciones humanas, puede devenir en un gran negocio, tanto a nivel interior del propio EEUU como internacional, con la venta de armas a otros países. 

Para ilustrar su tesis, se fue a la frontera con su vecino del norte, Canadá, a un pueblecito desconocido, situado a un paso de la frontera. Mientras andaba tranquilamente por el pueblo, no vio a ningún coche patrulla de la policía, ni nada que pudiera hacer pensar en algo relacionado con peligro o violencia. De hecho, las estadísticas sobre actos violentos en ese pueblo, eran ridículas, casi anecdóticas y por supuesto, jamás se había cometido un asesinato. Acudió a más de una casa particular y simplemente, abrió la puerta de la calle y entró. Al hacerlo, gritó un "hola" y entonces aparecía alguien de la casa. Después, se presentaba, informaba de lo que estaba haciendo y le transmitía al inquilino su sorpresa al comprobar que la puerta no estaba cerrada. El pobre canadiense, no daba crédito a tal preocupación y le decía que para qué iba a cerrar la puerta, que allí no tiene nada y que nunca pasa nada. Por supuesto, el uso de armas era inexistente.

Después de esta experiencia, el director volvió sus pasos al otro lado de la frontera y se dirigió a EEUU. El pueblo, tenía un altísimo índice de criminalidad. Allí, todo era distinto. Cuando los policías veían una cámara de TV y un señor gordo filmando, enseguida le paraban y le preguntaban por sus intenciones. Unas veces con mejores formas que otras y casi siempre, con la mano en la empuñadura de la pistola enfundada. Por supuesto, la venta de armas era un negocio redondo y se palpaba no sólo el miedo a todo, sino la tensión, la crispación de las gentes.

Michael Moore, sostiene que manejado de esta forma, el miedo resulta un negocio muy rentable para todos los involucrados, incluidos los vecinos, aunque conlleve algún pequeño inconveniente en cuanto a estrés se refiere.

Hoy he escuchado una intervención en Onda Cero de Guillermo Feser, en la que hablaba de una situación bastante rocambolesca y kafkiana. Se trata de un cubano, nacionalizado español y que vivía en Canarias, que al enviar 1.000$ a su cuñado, residente en Miami, no se le ocurrió una idea mejor que poner en el concepto, el nombre del pueblo en el que nació en Cuba. Bueno, pues el dinero ha salido de la cuenta del español, pero no ha llegado a los bolsillos de su cuñado. Está, como bien dice Feser, en un Guantánamo bancario. El gobierno de los EEUU, se ha quedado con él. Como también se ha quedado con una transferencia de una empresa española a su filial en EEUU. ¿Por qué? Pues porque puso como dirección de la empresa origen la de Paseo de la Habana, en Madrid, que es donde está.

A ver. Una cosa es disponer de leyes sobre lavado de dinero, compras ilegales de armas, tráfico de divisas y demás, y otra es llegar al absurdo y a la paranoia. 

A veces el miedo lleva a comportamientos incomprensibles, pero en líneas generales, bien manejado por unos, supone un buen negocio.   
                                                                                                                 
                                                                                                                

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