No hay nada como elevarse un poco por encima
del bosque, para tener una mejor visión
global. Una mejor perspectiva. Y sucede lo mismo cuando la historia, de pronto
nos sorprende y nos alcanza en un momento del camino. Es entonces cuando, por
un instante, miramos atrás y somos conscientes del trayecto que hemos recorrido
y de las aventuras y vicisitudes que en él, nos han ocurrido. Como modernos Don
Quijotes.
Adolfo Suárez se está muriendo. Hace tiempo
que sabemos que está mal de salud, que tiene Alzheimer, que no reconoce a la
mayoría de las personas que le visitan. Que vive en su mundo. Y casi nos
habíamos olvidado de él, del primer Presidente de la Democracia que tuvo
España, después de 40 años de dictadura de Franco. Y es ahora, cuando las
televisiones, emiten programas especiales para recordar a algunos y mostrar a
otros, lo que hizo por todos.
Hoy, que cada día nos despertamos con un
chorizo más en los juzgados, o en la cárcel, o a las puertas de estarlo. Hoy,
que a cada paso nos asaltan las dudas de muchos, las soflamas de algunos y las
estulticias de la mayoría. Hoy, que nos parece que es casi imposible vivir
peor, con los efectos de la crisis haciendo estragos entre los españoles. Hoy,
cuando muchos tienen que emigrar – otra vez emigrar – a otros países para poder
desarrollarse como personas y profesionales. Hoy, es cuando hay que recordar
que hubo una vez un Gobierno y un Presidente que lo tuvieron incluso más
difícil.
En aquellos años, la inflación era del 30%,
no del 2 o del 3 como ahora. En aquellos
años, ETA mataba a 100 militares, policías y guardias civiles, al año. En
aquellos años, los tardo-franquistas, los nostálgicos del Régimen dictatorial,
o sea, en román paladino, la ultraderecha más reaccionaria, con camisa azul,
brazo en alto y pistola, todavía campaban casi a sus anchas.
Y bajo esas circunstancias, hubo tres
personas que decidieron cambiar la historia de España: El Rey, Torcuato
Fernández Miranda y Adolfo Suárez.
El Rey, encargó a Torcuato que diseñara un
plan “desde la ley a la ley”, para salir de la dictadura y llegar a la
democracia plena. Todo pasaba por colocar a las personas adecuadas en los
sitios clave y por el hecho, histórico y nunca bien ponderado, de que esas
mismas Cortes Franquistas, donde había gente como Girón de Velasco, Primo de
Rivera, Blas Piñar y otros muchos, esas misma cortes, digo, se hicieran el harakiri.
Se tenían que auto disolver, perder su estatus quo, sus prebendas, su orgullo y
dejar paso a otra clase de políticos: los demócratas.
Y para hacer todo eso, Torcuato diseñó el
modelo, el Rey ayudó y Suárez fue el encargado de ejecutarlo. Fue Adolfo Suárez
el que tuvo que arrostrar las constantes afrentas que le venían de sus antiguos
compañeros franquistas. Lo más suave que le llamaron fue traidor. Hoy suena a
broma, que llamen traidor a alguien por legalizar al Partico Comunista, por
ejemplo, cuando tenemos a Presidentes de Comunidades, que habiendo jurado
defender y hacer defender la Constitución, reniegan de ella, la atacan y quieren
la independencia porque no les gusta.
Fue Adolfo Suárez el que al final, se acabó
comiendo todo el marronazo que le cayó encima. Una España que salía de un larguísimo
túnel - sucio y negro - trataba de reincorporarse con retraso – una vez más – a
una Europa que siempre nos dio la espalda por germanófilos y anti demócratas. Y
al mismo tiempo, ETA, mataba cada semana. Y al mismo tiempo la ultraderecha, no
quería dejar escapar la última oportunidad de seguir con el poder. Y al mismo
tiempo, los sindicatos, haciendo lo único que saben hacer, o sea: nada. Y la
inflación al 30% y la gasolina subiendo como la espuma. Y el paro subiendo aún
más.
Fue él, quien normalizó las relaciones
diplomáticas con Cuba y la URSS de entonces, nombrando a Samaranch, embajador
en Moscú. Fue él, quien legalizó al Partido Comunista, motivo por el cual,
dimitió ipso facto, el Ministro de Marina, Pita da Veiga. Luego vendría
Llamazares a destruir desde dentro al PC, pero eso es otra historia. Fue él, el
artífice de los Pactos de la Moncloa, de la consagración del término “consenso”
y de la frase que pasará a la historia: “puedo prometer y prometo”.
Hubo un Presidente de gobierno que se
enfrentó a todo eso. Y ganó. A los que ya no pudo ganar, fue a los traidores
que tenía dentro de su propio gobierno y de su propio partido. Le utilizaron
como a un pañuelo, como a un preservativo y cuando ya no les servía, le dejaron
tirado.
En noviembre de 1973, ETA mató a Carrero Blanco.
Yo estudiaba COU y no tenía ni puta idea de quiénes eran los de ETA ni quién
era ese tipo tan feo, que además, era Vicepresidente del gobierno de Franco. Yo
creía que Franco lo era TODO, y no necesitaba a nadie más.
Dos años después, en 1975, muere Franco. Yo
estudiaba Informática.
Ninguno de esos sucesos, me causó el impacto
que causó en los adultos. La ignorancia, que es muy atrevida.
En 1977, en junio, fueron las primeras
Elecciones Generales democráticas. Yo estaba haciendo la mili. Y unos meses
antes, ETA había secuestrado al Teniente Gral. Villaescusa. Ahí, mi único miedo
era que nos dejaran acuartelados y que no pudiéramos ir a casa el fin de
semana. No pasó nada.
Es ahora, cuando echo la vista atrás y veo
todo lo que me ha tocado vivir, cuando soy consciente de lo que he vivido. De
la parte tan importante de la historia que me ha tocado experimentar. Por eso,
ahora que Adolfo Suárez se muere, es cuando siento que un poquito de mí también
se muere. Atrás queda una etapa muy difícil, convulsa en ocasiones y que a
pesar de todo, fuimos capaces de superar. Pero lo hicimos gracias a líderes
como él. Aunque también hubo otros, como Felipe, que supieron ilusionar –
encantar como a las serpientes, diría yo – a los millones que le votamos en el 82.
Hoy, sin embargo, la situación no tiene nada
que ver con aquella. España está inmersa en Europa, con un cierto peso. Las
relaciones internacionales, están normalizadas con todos los países “normales”.
Padecemos los últimos coletazos de la crisis. El futuro no pinta del todo bien.
Los bancos nos roban con sus preferentes y tenemos que poner dinero de nuestro
pobre bolsillo para que sigan prestando dinero a sus amigotes. Los chorizos y
los ladrones, parece una especie inagotable. Proporcionamos más sinvergüenzas
al día, que futbolistas surgen en Brasil. Algunos catalanes, ahora dicen que no
quieren seguir contribuyendo y que no quieren ser solidarios. Que si lo llegan
a saber, que no hacen este viaje con el resto. Los sindicatos, están pringados
de corrupción hasta las cejas. Y de vez en cuando, sale algún mal llamado empresario,
al que se le destapan sus trapos sucios.
Pero ETA ya no secuestra, ya no mata. La
inflación es del 3%, no del 30%. Los fachas, ya sólo se concentran en El Valle
de los Caídos el 20 de noviembre y cada vez, van quedando menos. Las
manifestaciones, ya no terminan con un muerto o dos, por tiros al aire de los
antiguos “grises”, que por no se sabe qué extraños sortilegios, terminaban
incrustados en la espalda de algún manifestante.
Si hoy los problemas que tenemos son los que
son y no otros, también se lo debemos a todos aquellos que en su momento
hicieron lo que tenían que hacer. Adolfo Suárez lo hizo cuando le tocó y una
parte muy importante de nuestra reciente historia se marcha con él.
Conviene recordarla a aquellos que no
tuvieron el privilegio de vivirla, como yo.
Un pueblo, tiene a los líderes que se merece.
No nos quejemos tanto de estos líderes de hoy en día.Les hemos votado nosotros.
“No preguntes qué puede hacer el estado por ti.
Pregúntate, qué puedes hacer tú, por tu país” (JFK).
Gracias, Adolfo Suárez.