Dentro de los estudios elementales de la
filosofía, existe una parte que se dedica al análisis y construcción del
razonamiento o silogismo. Toda idea o argumento, se puede construir en base a
dos premisas y una conclusión. Y las premisas, se dividen en principal y
secundaria. Una vez obtenida la conclusión, es cuando se procede a evaluar si
la construcción del argumento, es válido o si por el contrario, es un
razonamiento falso.
Por ejemplo:
Todo hombre es racional
Ningún caballo es hombre
Ningún caballo es racional
Este esquema tan sencillo, es la base de
cualquier discurso, sea de un particular o sea, como es el caso al que quiero
referirme, de cualquier político. Con
estas herramientas tan básicas, se construyen ideologías, partidos, regímenes y
naciones. Otra cosa es el uso o la perversión que se haga de esas herramientas
y de sus enseñanzas.
En el esquema básico del independentismo
catalán, se basan fundamentalmente en dos, ambos erróneos.
El primero es:
Ø La Democracia es buena
Ø Toda votación, es democrática
Ø Por tanto, toda votación es
buena.
Error.
¿Por qué? Porque la premisa segunda, no es
cierta del todo. Pondré algunos ejemplos para que se entienda.
El Congreso Estadounidense, votó
democráticamente las leyes que definieron la segregación racial.
El Parlamento alemán, votó democráticamente
las leyes que sirvieron como origen del Holocausto judío.
El Parlamento de Suráfrica, votó
democráticamente las leyes que supusieron la implantación del Apartheid en el
país.
Por lo tanto, no basta con decir que “votar
es bueno, es democrático y es un derecho”. Porque la naturaleza del voto, no la
proporciona el número de adeptos, sino el valor del principio moral, ético y
legal del que nace.
También hay que entrar a dilucidar qué es lo
que se vota, con qué finalidad y si esa votación está considerada legal o no. Por
la misma razón, yo no puedo sugerir votar democráticamente que se fusilen a
todos los que no sean seguidores o simpatizantes del R. Madrid, por ejemplo.
Aunque la idea, la soporten y la apoyen miles de millones de seguidores, si los
hubiere.
En el caso del independentismo catalán (y
vasco), se hace un uso torticero de esta habilidad para engañar a la masa, con
pseudo argumentos que bajo la apariencia de lógicos y normales, no resisten un
análisis más profundo, como es el caso.
El segundo argumento que utilizan, se basa en
otro principio que también es falso: el derecho a decidir.
En primer lugar, ese supuesto derecho, no
está contemplado en la Constitución. Ni para los catalanes, ni para nadie,
excepto para el conjunto de todos los españoles, como nación en su conjunto.
Como toda sociedad, legal y legítimamente
constituida, existen derechos y también obligaciones y por supuesto, una serie
de conceptos que están fuera de discusión. En el caso que nos ocupa, la
Constitución es bien clara: “La soberanía, reside en el pueblo español”. Es
decir, que tanto derecho tiene un catalán a decidir sobre su independencia como
el que tengo yo de opinar sobre exactamente lo mismo. Por lo tanto, pretender
demostrar que por ser catalán, se tiene más derecho que otros, no es más que un
signo de fascismo. Los nazis opinaban algo parecido sobre el resto,
especialmente los judíos y Slobodan Milosevic, algo similar sobre los bosnios y
croatas en la extinta Yugoslavia.
Otra base sobre la que se intenta sustentar
el independentismo es” el número. “Como ya he dicho antes, el argumento del
número de adeptos a una causa, no es sinónimo de que dicha causa sea justa.
Diez mil millones de moscas, no pueden equivocarse: comamos mierda, pues.
Pero es que aparte de esta consideración,
obvia, el falso argumento catalanista desprecia el resto de aritméticas. Por
ejemplo, cuando se habla de que no es posible desoír a una inmensa mayoría del pueblo catalán que
apoya la independencia. Pero es que en democracia, no basta con mayorías más o
menos representativas. Nuestra historia reciente está plagada de ejemplos en
los que un partido, a pesar de haber obtenido millones de votos e incluso en
ocasiones, ser el más votado, no gobierna. Del mismo modo y continuando con el
principio constitucional de que la soberanía reside en el pueblo español, el
Congreso de los Diputados rechazó con el 80% de los votos, las pretensiones del
parlamento catalán de independencia, aunque una vez más, la mayoría de políticos
y muchos de los que no son políticos, se pasan por el arco del triunfo los
principios básicos de democracia que luego dicen perseguir y defender.
Por lo tanto, ni argumentos retorcidos, ni
manipulaciones más o menos habilidosas del lenguaje y del razonamiento, ni
tampoco aludir a supuestas mayorías democráticas que a su vez, desprecian
otras, aún más numerosas e igualmente democráticas.