Reza el dicho: “Cuando el diablo no tiene
nada que hacer, mata moscas con el rabo”. Parece ser que a los de PODEMOS, la
imaginación no les da para mucho y como lo único que sale de sus bocas, no ha
pasado antes por la neurona solitaria de su cerebro, - afortunadamente, dicho
sea de paso – las posibilidades de llevar a cabo sus estrafalarios planes
ideológicos, son escasas. Por lo tanto, y dado que algo tienen que hacer para
hacerse notar, como ya dije el otro día, se comportan como nenes mal educados e
interrumpen a los mayores. Y una de esas formas infantiles de llamar la
atención, parece ser que es la indumentaria. Del mismo modo que los Beatles
supusieron un antes y un después en la sociedad de la época, conjuntamente con
el movimiento hippie, los podemitas pretenden dar muestras de su presencia, no
por sus ideas – que ya las iremos conociendo – sino a través de su
comportamiento y manera de vestir. Lo cual, si tenemos en cuenta que Ay,
Carmena! ha destrozado la Cabalgata de Reyes con su particular y extraño sentido
de la estética, parece indicarnos que estos de Podemos, tienen algún tipo de
fijación Freudiana con la ropa.
Basta que algún diputado del PP haya mostrado
su disconformidad con la falta de higiene de alguno y haya sugerido que les
convendría más lavarse con más frecuencia, para que toda la caterva de filo
podemitas haya saltado en defensa de “sus muchachos”. Ahora, por mor del nuevo
estilo que pretende imperar en el Hemiciclo, resulta que llevar rastas,
vaqueros y zapatillas, es prácticamente sinónimo de gente honrada, honesta y
cabal, pasando de modo automático y casi sin solución de continuidad, a
sospechar de todo aquel que vista corbata, como de un delincuente en potencia.
Una vez más, la sinécdoque política, el silogismo erróneo: “Como los chorizos
corruptos a los que han pillado, llevan corbata, todos los que llevan corbata
son corruptos”.
La ropa, sea buena o mala, cara o barata, es
un mensaje en sí mismo. Define lo que cada uno es, cómo se ve y cómo le gusta
que le vean los demás. Por eso, cuando somos invitados a cenar a casa de unos
amigos, aunque sean íntimos y de total confianza, vamos vestidos en consonancia
con las circunstancias. Arreglado pero informal, que dirían los de Gomaespuma.
De igual modo, si el compromiso es fuera de casa, cada uno es fiel a su propio
estilo, pero desde luego hay factores comunes que denotan la importancia que le
damos al aspecto exterior. A nadie se le ocurre ir despeinado, sin afeitar, con
vaqueros rotos, zapatillas en vez de zapatos, o sin depilar o con las medias rotas,
si se trata de una mujer.Y a ninguno se le pasa por la cabeza, no ducharse, sea hombre o mujer.
Existen una serie de reglas elementales, por
las que en el vestir, en su mensaje, está implícito un respeto, tanto por el
sujeto, como por los otros y por el entorno. Acudir a clase correctamente
vestido, es también una señal de respeto hacia el profesor, la institución. Acudir
a una entrevista de trabajo con un aspecto desaliñado, oliendo mal y con una
actitud impropia, es la forma más segura de no conseguir el puesto. Tal vez sea
esa una de las razones por las que las empresas no contratan a jóvenes, aparte
de su formación adecuada o no. De igual modo, la foto que cada uno coloca en su
CV, es una foto cuidada cuya finalidad es mostrar por un lado la realidad del
individuo y al tiempo, dar una sensación de credibilidad. Sinceramente, no me
imagino a la cretina del otro día, colocando en su CV una foto suya dando de
mamar al niño. Como tampoco me imagino que a nadie, por muy imbécil que sea, se
le ocurra poner en su CV, la típica foto de Facebook, con la lengua fuera,
poniendo cara de memo/a o haciendo la peineta a la cámara. Es evidente que si
esos comportamientos se descartan, es debido, precisamente, a que en el
subconsciente de todos ellos existe ese código de conducta implícito.
Decía Dani Martin, el cantante, que estaba
harto de que no le dejaran entrar en las discotecas con zapatillas y hasta se
tomó la molestia de hacer una canción. Y yo me pregunto por qué, en el
Congreso, que es la casa de todos los españoles, tenemos que consentir que haya
gente que no la respete; que nos falte al respeto a todos. Porque, no hay que
olvidar, que están ahí INVITADOS, o sea, temporalmente. Y si a cualquiera de
nosotros nos invitan a una casa y acudimos vestidos respetando las normas, a
esta gente hay que hacerla ver que ahí también existen normas.
Claro que este tipo de enseñanzas
elementales, se deberían enseñar en la escuela, aunque sea pública, y todos
sabemos que en realidad, lo que sucede es que los profesores de la escuela
pública, no tienen autoridad para indicar a sus alumnos lo inadecuado de sus
formas de vestir. Que hay gente que en verano, en los primeros días de junio,
va a clase en traje de baño porque después se va a la piscina (lo sé, no es una
opinión). Una vez más, de aquellas lluvias vienen estos
barros.
Así es que, si en las discotecas no dejan entrar a aquellos que no respetan unas elementales normas de vestimenta. Si a las entrevistas de trabajo, acudimos adecuadamente vestidos y arreglados. Si respetamos esas reglas en otros entornos y circunstancias, ¿por qué no hacer lo propio en el Congreso?