A lo
largo de mi vida, vive Dios que me he topado con algunos seres realmente
peculiares, y quiero ser magnánimo en el calificativo. Pero alguno de estos
ejemplares, han brillado con luz propia, como una estrella, especialmente dentro
del mundo laboral. Recuerdo tres casos concretos.
El
primero de ellos, se trata de un director de una multinacional, abogado de
formación y por tanto, sin el menor atisbo de conocimientos sobre informática.
Tal vez por ello, el entonces director general, le nombró responsable de
informática de la empresa. Cosas que pasan en España.
Como
era de esperar, el abogado, se encontraba como un pulpo en un garaje, o sea,
perdido. No entendía nada. Hubiera dado igual que le hubieran nombrado
entrenador del Inter de Milán.
Ello y
su inseguridad, motivaron que cada vez con más frecuencia, fuera adoptando una postura
defensiva. Parecía como si hubiera una conjura en su contra, cuando en realidad,
el primer responsable de esa situación es quien le nombró director de
informática, siendo abogado.
El caso
es que un día, el abogado, se me acerca y me dice:
- “escribe todo lo que sabes”.
La
frase, no tiene desperdicio. Su intención de sustituirme era evidente. Al
abogado no se le ocurre una idea mejor para ello, que obligarme a volcar todos
mis conocimientos y experiencia de años, para que alguien se lo leyera y así,
se cubría el puesto.
No
importa mi respuesta ni lo que pasó después. No es relevante.
El
segundo caso, tiene ciertas similitudes.
Recuerdo
que estaba en un sitio disfrutando de tomar una cerveza con un amigo. Me suena
el móvil y es la voz de una compañera de trabajo. A la sazón, era responsable
comercial de ciertas cuentas de clientes del sector banca y seguros.
La característica
fundamental por la que más se reconocía a la compañera en cuestión, era la
escasa dimensión de sus faldas. Tan escasas, que ostenta el dudoso honor de ser
la única mujer a la que, sentado justo a su lado en una mesa, le estaba viendo
sus intimidades sin realizar ningún esfuerzo.
Pues
bien, un día la susodicha, mientras yo tomaba una cerveza con un amigo, me
llama al móvil y me dice:
- -
¿Cuánto cuesta hacer una aplicación de seguros?
Yo me
quedé esperando a que continuase dando datos que pudieran orientarme acerca de
por dónde iban los tiros. Y ella, al ver que no decía nada, volvió a preguntar:
- -
¿Estás ahí?
- -
Sí, claro. Es que estoy esperando a que me des más datos.
- -
No. Si no hay más.
- -
A ver – repuse intentando mantener la calma. ¿Qué tipo de aplicación
es: es para seguros de hogar, de coche, de vivienda, de vida, de inversiones……de
todo….de una parte………en entornos Mainframe, en entornos distribuidos……..?
- -
Ah! Es que yo creía que había una tabla de precios y que en función de
eso pues ya se sabía – respondió la minifaldera toda ingenua ella.
- -
Pues no querida. Además, cada empresa, tiene sus propios precios, que
varían en función de sus costes estructurales, sus márgenes, sus objetivos, sus
estrategias, etc. Por eso, las empresas que contratan a las consultoras,
establecen un período de recepción de ofertas para escoger la que mejor se
adapte a su presupuesto. Si fuese como tú dices, no sería necesario nada de eso
y tú, te quedarías sin trabajo, ya que los clientes, sólo tendrían que acudir a
“la tabla” y se acabó. ¿Comprendes?
La
criaturita demostró que la longitud de sus faldas, eran directamente
proporcionales a la de su cerebro. Hoy en día, sigue cobrando la nómina de la
misma empresa de entonces. Trabajar, lo que se dice trabajar, no creo que haya
trabajado nunca.
El
tercer caso está en línea con los dos anteriores.
En
cierta ocasión recibo una llamada de una consultora y me pregunta:
- -
¿Cuánto tiempo tardarías en hacer una consultoría en Londres?
- -
Una consultoría…sobre qué?
- -
No, da igual. ¿Cuánto tardarías?
No sé
los demás, pero en mi caso, cuando escucho cosas así, carentes de todo sentido,
enseguida creo que se trata de la gala Inocente Inocente y que en cualquier
momento va a salir la Igarteburu o Juan Imedio o el López Iturriaga con un ramo
de flores. Pero la verdad, es que no. Nunca aparecen.
- -
Pero vamos a ver – intentaba no perder los nervios. ¿Para hacer una
consultoría sobre qué?
Y nunca
lo supe. Ella, tampoco.