Unos se van
y se les echa de menos. Pasan a engrosar la - cada vez más amplia - lista de los
ausentes, de los añorados.
Otros, sería
mejor que se fueran, o simplemente, que se volviesen invisibles.
A unos se
les recibe con abrazos eternos, millones de besos, lágrimas en los ojos y un
nudo en la garganta que impide pronunciar palabra. ¡No se necesitan palabras! Son
los que han estado físicamente ausentes, pero sempiternos en los recuerdos, y de
pronto, se han hecho tangibles.
A otros se
les recibe con un sonido gutural, a modo de saludo, apenas distinguible de un
eructo.
Unos
regresan al lugar donde estuvieron. Otros vienen por primera vez al lugar donde
siempre se les echó en falta.
Otros,
simplemente, soportan la presencia de los insoportables.
Es tiempo
de idas y venidas. De compañías impuestas, de soledades buscadas. De añorar a
los que se fueron y nunca volverán. Es tiempo de recuerdos, de balances, de
proyectos para el Año Nuevo. Es tiempo de nostalgias.
Es Navidad.