Desde hace un tiempo, se han puesto de moda
en las redes sociales, en los portales de empleo y en cuantos lugares tienen
cabida, expresiones que contienen o hacen referencia a personas, talento,
invertir en personas, felicidad, valores, etc. Y me parece bien. Siempre y
cuando sean conceptos que se lleven a la práctica y no se queden en meros
anzuelos para captar candidatos a las ofertas que se publiquen o que respondan
a invitaciones directas realizadas a través de las redes de contactos profesionales.
Y la pregunta que surge es de cajón: ¿Y por
qué ahora? Y la respuesta, para todo aquel que lleve ya unos añitos en esto del
mundo laboral, tiene también que ver con la evolución que han sufrido los
responsables del departamento de recursos humanos a lo largo de los tiempos. En
un primer momento, se llamaba Director de Personal y con el tiempo pasó a tener
el nombre de Director de Recursos Humanos. Los “humanos”, habían ascendido en
el escalafón al ser considerados recursos.
Lo irónico de esta evolución, es que las relaciones
laborales entre la empresa y los empleados, tenían un carácter mucho más
protector, más estable y hasta casi paternal, en tiempos pretéritos, cuando los
“recursos” eran simples “personas”. Y sin embargo, con la evolución de la
sociedad y de las constantes crisis económicas, también se produjo una evolución
- en este caso a peor - entre la empresa y sus trabajadores.
Para ilustrar lo que quiero decir, comentaré
una anécdota sucedida a un amigo, allá por los años 90 del pasado siglo. El
director de su departamento, mantuvo un diálogo bastante parecido a este:
- Si no te gusta, en este montón
de aquí - dijo señalando un enorme montículo de papeles que tenía en la mesa a
su izquierda - tengo currículos para
elegir a diez para que hagan tu trabajo.
- Sí. Pero ninguno de ellos ha
contribuido a hacer que esta empresa sea lo que es hoy. Yo, sí.
Anécdotas y torpes aparte, la empresa, en
general, hubo un momento en el que despreció o al menos no valoró en su justa
medida, lo aportado por el empleado. Aún hoy en día, subsiste esa misma
filosofía, pero al menos, parece que algunas empresas ya se han dado cuenta de
que la opción de dejar escapar a las personas válidas y tener que volver a
invertir en nuevas incorporaciones, sale bastante más caro que hacer lo posible
por retenerlas. En otras palabras, fue la actitud empresarial la que con su
drástico cambio de actitud hacia el empleado, propició una adaptación a las
nuevas reglas por parte de éste. Reglas, que con el devenir de los años y el
aumento de la competitividad, se han convertido en una salida de cerebros hacia
el extranjero, opción esta que en anteriores etapas, parecía impensable.
Permítaseme establecer un paralelismo con la
evolución de nuestro fútbol.
Durante décadas, los grandes equipos
invertían todo el dinero que podían en atraer a las figuras más relumbrantes
del panorama europeo y suramericano. Mientras esa política se mantuvo, la
selección española “no pasaba de cuartos”. Cambió la estrategia, se invirtió en
formación, en las categorías inferiores, en promover el ascenso a las primeras
plantillas de aquellos que habían sido formados en el club. ¡Quién mejor que
ellos para defender una camiseta y un escudo! Resultado: campeones de Europa (2
veces) y Campeones del Mundo. Los grandes equipos, se siguen gastando
indecencias en fichajes, sí. Pero hoy en día hay canteranos que les discuten
los puestos y desde hace muchos años, España, que era un país netamente
importador de futbolistas, exporta y mucho, magníficos jugadores a las ligas
europeas, americana e incluso, a China.
Con la empresa, sucede lo mismo. Atrás
quedaron los tiempos en los que las empresas coartaban a los empleados que habían
recibido un cursillo interno, con amenazas de demandarles en los tribunales y solicitarles
el pago en metálico de una cantidad exorbitante de dinero, si abandonan la compañía antes de una serie de
años, como si se tratase de un moderno esclavo o de un contrato con Vodafone. Y
que conste que esto no me lo invento.
Hoy, los trabajadores disponen, no sólo de
más formación y experiencia. Hoy, la mentalidad ha cambiado y aunque no sean
una inmensa mayoría los que deciden emigrar al extranjero en busca de mejores
oportunidades y mejores sueldos, lo cierto es que haberlos haylos. Hoy, aun
siendo una relación descompensada entre empresa y trabajador, las cosas ya no
son como eran hace tan sólo unos pocos años y eso, es lo que ha obligado a las compañías
a replantearse su estrategia con respecto a las personas. En el pecado llevan
la penitencia.
Por esa evolución del estado de la cuestión,
por esas lluvias que acarrean estos lodos, es ahora cuando las empresas comienzan
a mimar a sus canteras. A ver si cunde el ejemplo.