Desde la irrupción de los terroristas del
DAESH en el panorama mundial, hemos sido tristes testigos de las más abyectas
aberraciones, asesinatos y salvajadas de todo tipo, que se hayan podido conocer,
desde las atrocidades cometidas por los nazis. Esta gentuza, al contrario que otros carniceros de la talla de Sadam Hussein,
Gadafi, Bokasa y otros, ha optado por filmar y publicar en directo sus
fechorías a través de internet y se han jactado por ello. Así, además de los
crímenes contra las personas, hemos podido verificar que han dinamitado, en
sentido literal, obras irremplazables, de incalculable valor artístico y
cultural.
En su ciego y demencial proceder a lo largo y
ancho del planeta, han prestado una especial atención al sector turístico de
países árabes como Túnez, Turquía o Egipto, cometiendo ataques suicidas,
haciendo explotar bombas en los lugares más transitados, ametrallando a pobres
incautos o incluso, derribando aviones. El resultado de todo esto, ha sido que
muchos turistas han modificado su lugar de vacaciones y han dirigido sus
miradas a un país con una larga trayectoria de experiencia en el sector, con
una bien ganada fama de profesionalidad, de calidad, con buenos precios, de
buen trato al turista, una gastronomía envidiable y una oferta, en fin, tan
variada, como pueda llegar a serlo la inquietud y los intereses del visitante.
Ese país es España, naturalmente.
Cuando entramos en crisis hace unos años,
siempre se dijo que el primer sector que saldría de ella y que arrastraría a
los demás hacia arriba, sería el turismo. ¡La joya de la corona! Más de 70
millones de visitantes el año 2016. Miles de puestos de trabajo repartidos
entre hoteles, apartamentos y alojamientos de todo tipo. Restaurantes,
chiringuitos, clubs, bares, hamaqueros y demás. Puestos directos e indirectos,
porque a todos esos negocios, hay que venderles cervezas, gaseosas, pan, carne,
huevos, hielo, aire acondicionado, etc. Todos necesitan coches de alquiler o taxis. En definitiva, un
filón de oro.
Hasta que de repente, una constelación de
gilipollas - de las que cada día abundan más; una pléyade de “iluminati”, que
en su triste y fracasada existencia jamás han sido capaces ni siquiera de
entender el significado del término “emprendedor”; una caterva de mono
neuronales afectados por el virus Zika, han decidido, así de repente, que los
que llevan en esto 60 años; los que han levantado imperios con su trabajo y su
inteligencia, no tienen ni puta idea de cómo hay que llevar el negocio.
Que para listos, ellos, que simplemente se
limitan a molestar y dar por saco, porque los escasos días en los que acudieron
a la escuela, no dieron para más que para aprender acoso.
Que para tirar petardos, bengalas y
pegatinas, pinchar ruedas de bicis, etc. tampoco se necesita a ningún premio nobel. Ni siquiera a ningún estudiante
universitario.
Que basta que repitan frases como “turismo
sostenible” - que son conceptos ignotos para su única neurona - para que por
primera vez se sientan importantes.
El problema, no es que ellos se crean que son
importantes. ¡Pobrecillos! Se conforman con verse reflejados en los
telediarios, actuando como cobardes, cubiertos con sus capuchas. Que a ver si
con un poco de suerte les da un sinapismo, un golpe de calor y a ver si
encuentran un taxi que les lleve a un hospital.
El problema, es que no hagamos nada para
defender una industria que da de comer a muchos miles de familias. El problema, es que le restemos importancia.
El problema, es que pensemos que esto es una “chiquillada” sin consecuencias. El
problema, es que dejemos pasar el tiempo, sin adoptar medidas encaminadas a
mantener el orden y la paz social. Así empezó la kale-borroka y esto no puede y
no debe seguir.
Más nos valdría prestar más atención al tipo
de turismo que suele frecuentar algún punto de la Costa Brava, o de Mallorca.
El turismo de borrachera, el de todo incluido, - desde el alcohol en el avión -,
por dos duros. El turismo de balconing y después RIP. El de hacer sus
necesidades en lugares públicos. Esa clase de turismo, ni lo quieren los
vecinos de Magalluf en Mallorca, ni los de la Costa Brava, ni lo queremos
ninguno de ninguna parte de España.
Pero sin embargo, como somos un país donde
los gilipollas cuando vuelan, se nubla, ponemos toda clase de impedimentos a
Antonio Banderas para que pueda llevar a buen término su proyecto en Málaga.
Perseguimos a los organizadores de STARLITE Marbella, porque no cumplen con el
horario tope de cierre y se sentirán felices cuando se lo lleven a otro lado. Y
ya puestos a dar por saco, nos ponemos chulitos y le decimos a Amancio Ortega,
que no queremos su dinero para investigar el cáncer, al mismo tiempo que
compartimos en Facebook cartas más o menos privadas, más o menos públicas, en
las que una investigadora se queja de que no dispone de medios para continuar
con su trabajo en oncología.
¡Es que hace falta ser gilipollas!
Algunos, se dedican a perseguir, acosar y
fusilar en las paredes de los cementerios, a todo aquel empresario,
emprendedor, grande o pequeño, al que se le ocurra fundar una empresa, tener
una idea o ganar algo más de dinero que para la simple subsistencia. Incluso
los bancos, se afanan en eso de perseguir con sus malditas comisiones a los
pobres dueños de una PYME.
Eso sí, todas esa pléyade de come mierdas,
son los mismos que luego se lo llevan crudo, trincando como si no hubiera un
mañana de las arcas públicas, pringaos hasta las cejas en toda clase de amaños,
chanchullos, enjuagues y tejemanejes, alrededor de los políticos y sus cuñados.
Sólo me queda por ver a la gorda de la Colau,
dinamitar algún hotel o un bloque de viviendas, so pretexto de que había
apartamentos ilegales.
Los nazis adjudicaron las tareas de acoso, a
las Juventudes Hitlerianas y más tarde a las SS. O empezamos a poner coto a los
trogloditas de ARRAN y sus secuaces, o a ver cómo lo paras mañana.
Y cuando empecemos a perder turistas, a ver qué se les ourre a los ILUMINATI.