Pedro Duque, nuestro afamado astronauta, español
y del Real Madrid, como todas las personas decentes, contaba en cierta ocasión
una de las pruebas a las que fueron sometidos los aspirantes a formar parte del
programa espacial.
La prueba consistía en que los de la NASA,
les dieron unas piezas a modo de puzle de IKEA, que tenían que montar en un
tiempo limitado, siguiendo las instrucciones que estaban - pongamos por caso -
en ruso. Al mismo tiempo y mientras intentaban montar el objeto ese, había una
o dos personas que les formulaban preguntas, en un idioma diferente al que
seguían con las instrucciones de montaje. Conociendo cómo se las gastan los de
la NASA, seguro que las preguntas no eran del estilo de “quién fue Pichichi de
la Liga en 1974”.
Pero hay más. Las piezas que había que
montar, tenían truco. Había un error, hecho a propósito, y era imposible montar
el objeto.
Como todos sabemos, Pedro debió acertar
porque después, fue astronauta.
Hace unos días yo tuve que enfrentarme a un
desafío aún mayor. Había que cambiar la tapa del inodoro del baño por otra
nueva. Así, dicho de esta forma, parece una tarea simple. Pero sólo lo parece.
Basta con que un servidor se plantee realizar cualquier trabajo manual, para
que se produzca la conjura de los planetas en mi contra.
El desatornillar la primera palometa con la
que se sujeta la tapa, fue sencillo, aunque la palometa en sí, no tenía
demasiadas alas con las que poder ejercer una buena palanca. Los problemas
empezaron cuando había que hacer lo propio con la otra. Con la que estaba más
pegada a la pared del baño. Esa quedaba a la mano izquierda y ya es sabido que
yo mano izquierda, lo que se dice mano izquierda, en el amplio sentido de la
expresión, no tengo. Yo tengo mano izquierda porque venía de serie y me hace
juego con la otra, pero nada más. Y además, la cosa estaba dura. La palometa,
me refiero. Aquello no giraba.
Entre que con la izquierda no tenía fuerza
suficiente y que con la derecha me pillaba a trasmano, aquello empezó a parecer
más un ejercicio de contorsionista. Eso sí que era un escorzo y no lo de
Marcelino a la URSS en 1964 en el Santiago Bernabéu.
Era más que evidente que se necesitaba una
herramienta. Unos simples alicates bastaban. Pero como ya he dicho antes, los
planetas se conjuran en mi contra: NO HABÍA ALICATES. Se hacía imprescindible
llamar a Juanito.
Juanito, se supone que es el conserje de la
urbanización en Rota donde está la vivienda. Digo se supone y lo recalco,
porque en realidad, aparte de barrer un poco de vez en cuando, tú a Juanito no
le ves. Nunca. Es como el hombre invisible. Le llaman "el anguila", por lo bien que se escabulle. Le tienes que localizar a través
del móvil y eso, suponiendo que quiera cogerlo. Juanito está a otras cosas. Él
se dedica más a todas las obras de reforma que tiene por todos los alrededores.
Es como “Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio”, pero en carne y hueso.
Miré el reloj y faltaban 5 minutos para que
terminara su “horario laboral”. Tentamos a la suerte y le llamamos. Tuvimos
suerte, de verdad, porque ya estaba en el coche, en el garaje, para salir
huyendo del lugar del crimen. Finalmente, conseguí los alicates por los pelos.
Ya con herramienta, la cosa seguía dura, pero
después de no pocos esfuerzos, de sudar un poco y de ciscarme en todos los
muertos del pedazo de animal que lo había apretado en su día, conseguí aflojar
la maldita palometa y quitar la tapa del inodoro. Ya sólo quedaba colocar la
nueva, recién comprada.
Tras comprobar que las medidas que habíamos
tomado eran buenas y encajaban con las del inodoro, sólo se trataba de poner la
nueva tapa haciendo coincidir los agujeros. Parece fácil, no? Pues es más
complicado de lo que parece.
Uno coge la tapa y espera encontrarse con
unos agujeros que deben coincidir con los que tiene el inodoro. ¡Pues no! Ahora
los hacen con un diseño ergonómico, atómico y futurista.
Con las tres piezas del rompecabezas de la
tapa, te empiezas a hacer un lio monumental. Fue entonces cuando recordé la
prueba de Pedro Duque, las instrucciones en ruso y las preguntas en alemán. Y
fue entonces cuando me empecé a preocupar. Porque si con tres piezas no era
capaz de montar la puta tapa de los cojones, no me iba a quedar más remedio que
ir a la ferretería donde la habíamos comprado y preguntarle por un cursillo
acelerado para montar tapas de inodoro en Youtube.
Más cabreado que una mona por no saber
descifrar el misterio de la tapa del inodoro, regresamos a la ferretería. Al
llegar, con la nueva tapa en las manos, la tienda estaba llena de gente. Tener
la tapa del inodoro entre las manos, parecía cualquier cosa, menos algo digno y
respetable. Además, el individuo que estaba delante de nosotros, parecía que
iba a montar el Golden Gate porque no hacía más que comprar tuercas, tornillos,
arandelas, escuadras y toda clase de artilugios. Finalmente, me toca el turno y
con más vergüenza que un torero cobarde, le digo al hombre, muy bajito para que
nadie me oyese:
- Necesito un cursillo avanzado para montar
esto.
- No se preocupe que yo se lo dejo montado.
Y exactamente en tres segundos y medio,
colocó las tres piezas del rompecabezas en su sitio.
- Si por algo elegí la informática - le dije
a modo de excusa.
Y entonces recordé a Pedro Duque y fue cuando
me di cuenta que yo no habría podido ser astronauta. Primero porque no sé ruso.
Tampoco hablo alemán. Pero sobre todo, porque a mí me dan un puzle para montar
y hay una pieza defectuosa y les meto a los de la NASA con el puzle en la
cabeza.