Las imágenes de violencia y caos generadas
por los taxistas, inundan nuestras televisiones en cada informativo. Los de
VTC, han denunciado más de 150 agresiones, incluyendo el disparo con una
escopeta de perdigones, y el responsable de los taxistas, como siempre, habla
de hechos aislados. Afortunadamente, no hay miles de bestias disparando a gente
indefensa. En caso contrario, sería peor que en los Balcanes.
Los taxistas les pasan la pelota a los
políticos. Los políticos se la pasan entre sí y aquí, como siempre, el paganini
de turno, es el usuario, que entre las prohibiciones de la Carmena y la
apropiación indebida de la vía pública por parte de los taxistas, empieza a
desear - en la intimidad- secuestrar un tanque de la Brunete y resolver el tema
por las bravas.
Porque lo triste de todo esto es que a los
taxistas los usuarios les importan una mierda. Están luchando exclusivamente
por mantener sus privilegios, su estatus, y para ello, no hay nada mejor que
hacerse las víctimas. Aducen que los ayuntamientos les obligan a disponer de
toda una extensa documentación. ¡Claro! Y a las panaderías, y las farmacias y
las hueverías, también. Y luego intentan convencer a los ciudadanos que ellos
pagan más impuestos que los de VTC, cuando en realidad, es justamente al revés,
según las explicaciones que dio hace unos días un asesor fiscal miembro de
Airef.
Pero claro, el principal problema es que no
se entiende la razón por la que un ente público, como es un ayuntamiento, tenga
por qué gestionar y regular una actividad estrictamente privada como es un taxi,
del mismo modo que no gestiona a las peluquerías, las discotecas o las
pescaderías, más allá de aspectos relacionados con la salubridad y seguridad. Por
tanto, lo primero que habría que hacer sería eliminar esa responsanilidad a
todos los ayuntamientos, de igual modo que la DGT controla todos los vehículos,
pero no se entromete más allá de obligarte a pasar la ITV y poner multas por
exceso de velocidad.
¿Cuántos empleados de banca se ha llevado por
delante la evolución digital de la sociedad y por tanto, del modelo bancario?
¿Cuántas tiendas de fotografía han estado a punto de quebrar o han quebrado,
debido a que la gente ya no usa rollos de fotos ni papel para revelarlas? Pues
se las han tenido que ingeniar para sobrevivir, instalando máquinas en sus
tiendas, de modo que las personas que quieran en papel alguna foto, acuden con
su pendrive, y la imprimen en un tamaño elegido y con un papel profesional.
¿Hemos visto a algún fotógrafo dar patadas a alguien por el avance de la
tecnología? Yo, no. ¿Cuántos cines han cerrado o se han reconvertido en multi
salas? Porque la gente ahora ve las películas en su móvil, en su casa, o en su
PC. ¿Hemos visto a los dueños de las salas de cine ir pegando tiros con
escopetas de perdigones a alguien? Pues no. ¿Cuántas agencias inmobiliarias se
han ido a pique porque ya no es absolutamente imprescindible tener un espacio
puerta calle? La gente usa sus propios medios para buscar casa, a excepción de
algunos extranjeros que siguen confiando por obvias razones, en las agencias
que hablan su propio idioma. ¿Hemos visto a los propietarios de las
inmobiliarias hacer manifestaciones en contra de internet, de IDEALISTA o de
cualquier web por hacerle la competencia “desleal”?
El mundo ha cambiado y el que no quiera
reconocerlo, es que es un zote. Los taxistas se empeñan en permanecer en el
pasado, exigiendo que el futuro (las VTC) se adapten a su anquilosado estatus,
cuando lo lógico, sería al revés. Y como no quieren reconocer la realidad,
acuden a la violencia, como energúmenos que son. Porque esa es la imagen que
están dando a todos los españoles: que todos, independiente de si es verdad o
no, son unos energúmenos.
El problema no es, y no debe ser, de los
ayuntamientos. Es absurda su intervención en el sector privado. Si en su día
los monopolios como Telefónica y CAMPSA fueron eliminados por la liberalización
de sus sectores, con el taxi habría que hacer lo mismo. Pero no solamente en
España, también en Europa. Uno tiene derecho a ser taxista en Madrid o en Belgrado,
y viceversa.
Los taxistas, circulan por dirección
contraria.