A los de El Corte Inglés y Súper Cor, les han
comido la tostada por todas partes desde hace tiempo. El modelo de mercado ha
cambiado a velocidad de vértigo y ellos, aunque un poco tarde, se han dado
cuenta de que o empiezan a realizar cambios, y cambios importantes ya mismo, o
definitivamente estarán abocados a la extinción como los dinosaurios y Thomas
Cook.
Por un lado, Mercadona, les ha hecho mucho
daño en alimentación. Mención aparte el Club del Gourmet de El Corte inglés,
que siempre tiene su nicho de mercado como lo tienen los supermercados Sánchez
Romero, los más caros de España. Por otro lado, Zara, Mango y el resto de
compañías de textiles, también les han hecho pupa, porque su manera de atender
al cliente a través de internet y las facilidades que te ofrecen, lo hacen súper
cómodo.
Esta situación, claramente de desventaja con
respecto a sus competidores, la están intentando paliar a marchas forzadas. Es
tal el esfuerzo que están haciendo y los escasos resultados que están
obteniendo, que hasta dan un poco de pena. Me recuerdan a cuando el Real Madrid,
había perdido ya la Liga en la jornada 10, porque estaba a tal distancia del
primero (el Barça) que ante la imagen de solidez de los azulgranas, se
vaticinaba imposible alcanzarles, como así se demostró a la postre en varias
ocasiones.
El Súper Cor que me queda más cerca de casa y
el Mercadona, han emprendido sendos cambios de imagen el segundo, y algo más
práctico el primero.
La entrada al parking del Súper Cor, no tenía
ninguna clase de barrera. Con lo cual, cualquier espabilado - incluido yo mismo
- aparcaba el coche dentro, se iba a la farmacia que está al lado o a la
cafetería a tomarse una cervecita y aparcaba gratis. Lo malo es que había algún
listo con título universitario que además de aparcar el coche, se iba a la
playa, que está cruzando la calle. Y eso ya era un choteo. Así es que después
de varios años, se han decidido a poner unas barreras para entrar al parking.
El primer día que me lo encontré, pensé que
al menos alguien tenía un poco de cerebro. Luego me di cuenta que me había
vuelto a equivocar. Cuando pagué en caja la compra, ¡ME COBRARON EL PARKING! Y
encima, al salir, aquello no funcionaba y se montó un atasco de mil pares.
Apreté el botón del pánico y le informé a la chica que la barrera no funcionaba
y que había ocho coches detrás de mí, esperando a que se levantara la barrera.
En vez de levantarla, dejó la tienda, bajó al aparcamiento y comprobó por sí
misma que no la estaba mintiendo. Tuvimos que esperar un poco más hasta que
regresó a la tienda y se decidió a levantar las barreras, algo que agradecimos
todos. De esa experiencia y dadas las “ganas” que ya de por sí les tengo a los
de El Corte Inglés y sucedáneos, tomé la decisión de no volver.
Lamentablemente, hay dos productos que
únicamente puedo comprar en esa tienda, así es que para evitar que me cobrasen
el parking, algo que me parece inmoral, decidí aparcar en la calle.
Alguien con un par de neuronas, se debió percatar
que eso de cobrar desde el primer minuto a un cliente del súper, no parecía
buena idea y entonces, han establecido que durante la primera hora es gratis y
a partir de la segunda, necesitas un mínimo de compra. Vale. Lo que pasa es que
ahora, la mierda del sistema que han puesto, sigue sin funcionar. Tú pagas en
caja, te dan el típico vale con el consabido código de barras y cuando llegas a
la barrera y lo muestras para que lo lea, la máquina es analfabeta y la barrera
no se levanta, con lo que nuevamente tienes que apretar el botón del pánico. Al
menos, ahora ya te abren directamente y no es necesario que nadie baje a
verificar si es que eres un tolai que no sabe mostrar el ticket de compra. Han
debido de asumir, que el sistema es una puta mierda y cada dos por tres, te
encuentras las barreras levantadas al entrar o salir, porque 9 de cada 10
veces, está estropeado.
En contraposición a este desastre, está
Mercadona. Lo tengo a 200 metros de casa y este verano ha cerrado durante un
mes para cambiar radicalmente la imagen interior del establecimiento, reordenar
los productos hasta confundirte y no saber dónde están, sólo con el fin de
fastidiarte, y ya de paso, cambiar el
sistema de aparcamiento. Y aquí, lo han bordado.
Cuando entras al parking, de entrada el
sistema reconoce la matrícula del coche y la imprime en el ticket que te da,
además, sin necesidad de que aprietes ningún botón. Luego, cuando pagas en
caja, te dan el consabido ticket, pero no es necesario que lo presentes para
que lea el código de barras. Simplemente, te acercas a la salida y es el propio
sistema el que reconoce tu matrícula, sabe que has comprado dentro y la barrera
se levanta sola. ¿Hay diferencia o no hay diferencia?
A mí me entran ganas de decirles a los del
Súper Cor que por qué no les preguntan a los de Mercadona quién les ha montado
el sistema, porque es que lo suyo, da penita.
Otra cosa que me molesta y mucho, es que yo
compro allí tres cosas, no más. Bueno, pues cuando no falta A, falta B, cuando
no, falta C y cuando no, falta A,B,C y D. Raro es que no falte algo. Cuando no
es el bidón de 5 litros del agua que bebemos, es la leche sin lactosa y
semidescremada y cuando no, el desodorante en barra que uso.
Hay que reconocer que se están esforzando,
pero les queda todavía mucho por recorrer para ponerse a la altura.
En El Corte Inglés, tú antes ibas a comprar y
tenías a media docena de vendedores preguntándote si podían ayudarte. Hoy, en
El Corte Inglés de Mijas, que es al que vamos, para que te atiendan tienes que
llevarte un cornetín de órdenes y llamar a fajina para que aparezca una
bienintencionada dependienta para decirte que ella no trabaja en esa sección y
que enseguida viene su compañera. La visión de cualquier planta en busca de
algún dependiente, es frustrante, alarmante. Pareces un individuo abandonado en
el desierto de Gobi en busca de agua.
Y si luego, cuando pides algo, lo tienen, es
como para hacer una fiesta a la brasileña, porque lo habitual es que te digan
que “no lo tengo ahora, pero en cuanto me llegue la llamo.” Eso antes cuando El
Corte Inglés era el número 1, no pasaba.
Por el lado contrario, con una eficacia y
rapidez que me dejan asombrado, está La Casa del Libro. ¡Es alucinante! He
llegado a comprar un libro a las 19.30 de un día y tener el libro en mi casa,
al día siguiente a las 10.30. Y claro, ¿qué pasa? Pues que es adictivo. Y eso
es un serio peligro, sobre todo para el bolsillo, que no para las neuronas.