Hablar de democracia en estos momentos, a alguno, le podría parecer
una perogrullada, una conversación bizantina que está de más. Sería
lógico, porque de los 47 millones de habitantes que hay en España, más
de 24 millones, tienen cuarenta y cuatro años o menos, es decir, han
nacido en democracia y por tanto no han conocido otro sistema político.
Y, sin embargo, creo que procede hacer una reflexión acerca de nuestra
experiencia con ese concepto tan manipulado, tan manoseado y en
ocasiones tan abusado, como es el de la democracia.
Convendría empezar remarcando que, aunque el concepto de democracia
fue acuñado por Platón y Aristóteles en la Grecia antigua, allá por el
siglo V a.c., no es hasta comienzos del siglo xx, cuando realmente
comienza a implantarse, con más o menos garantías, en países de América
Latina, Europa, incluida España, por centrarnos en nuestro entorno y
área de influencia cultural más próxima. Ello fue posible mediante el
uso generalizado del denominado sufragio universal, otro concepto que va
intrínsecamente unido al de democracia. Sin el sufragio universal,
libre, igual y secreto, no se puede hablar de democracia.
Lamentablemente, a la memoria nos vienen demasiados ejemplos en los
que algunos dictadores, pervirtiendo la propia esencia de la democracia y
por tanto del sufragio universal, pretenden perpetuarse en el poder,
traicionando todos los principios básicos morales, políticos y de todo
tipo, con tal de conseguirlo, basándose, eso sí, en una supuesta – y más
que discutible – actuación democrática.
En Europa, el primer país en implantar el sufragio universal, fue
Finlandia en 1906. En España, se implantó en 1933. En Francia, por
ejemplo, se implantó en 1944.
Como se ve, algo que a muchos podría parecer que ha vivido con
nosotros desde siempre, que nos pertenece por el mero hecho de nacer
libres, que ha nacido con nosotros y que nos acompaña – y no acompañará
para siempre- desde siempre, no es en modo alguno cierto. Ni mucho
menos. Por tanto, conviene tenerlo en cuenta para poder valorar en su
justa medida los triunfos logrados, el esfuerzo que supuso y tener bien
claro que mantenerlo, es una cuestión de lucha permanente y que habrá
individuos y colectivos, que intentarán arrebatarnos este privilegio y
sustituirlo por otras ideas y conceptos, cuyos intereses sólo les van a
favorecer a ellos.
A lo largo de esta trayectoria de la democracia, – y no quiero
extenderme demasiado – hemos llegado a la actual situación que vivimos
en España, en la que de repente, parece que estamos metidos en una
lavadora y no paramos de dar vueltas. Muchos se sienten desorientados,
confusos, pensando que aquellas ideas en las que se fundamentaba su
concepto de democracia, cada día son traicionadas o cuando menos,
retorcidas, hasta hacerlas irreconocibles.
La mayoría de las personas tenía asumido que esto de la democracia
estaba muy claro: la mayoría gana y por tanto gobierna. Pero de un
tiempo a esta parte, estamos asistiendo a un espectáculo que, en
ocasiones, cuando menos, desconcierta al personal sobremanera.
Por ejemplo. Por utilizar un símil futbolístico, imaginemos que el
Barça gana la liga – como todos los años –. De pronto, se juntan el
Real Madrid, el At. de Madrid y el Valencia, por ejemplo, y entre ellos
deciden que la Liga, en vez de haberla ganado el Barça, la ha ganado el
Betis. Y todo porque los puntos sumados de todos ellos, son más que los
conseguidos por el Barça. Absurdo, ¿verdad? Pero real como la vida
misma.
Y entonces hay que desarrollar toda una tarea didáctica para intentar
explicar al atónito ciudadano de a pie, que eso de pactar todos los que
han perdido e intentar gobernar en vez de que lo haga el que ha ganado,
es legal. Una aparente contradicción.
Y si a eso, – que ya es complicado de entender pero que debemos
aceptar-, le añadimos que un señor que no se ha presentado a las
elecciones, que no forma parte del Congreso de los Diputados, que no ha
hecho campaña electoral y que para más inri, su propio partido le ha
expulsado del cargo que ostentaba; que nadie, absolutamente nadie le ha
votado, y que sin embargo, acaba de Presidente del gobierno por mor de
una moción de censura, la perplejidad comienza a tomar tintes kafkianos.
Porque, – y aquí viene lo mejor-, también es legal. Un tanto artificial
y maniobrero, pero legal, al fin y al cabo.
Pero ¿cómo es posible? se preguntan los más incrédulos. Pues muy
simple, porque en una provincia de las que conforman España, ha habido
20.000 personas que han conseguido un representante en el Congreso y
éste, le ha dado su apoyo. Porque esa es otra de las cuestiones que
levantan suspicacias en relación al modo y manera en la que en España se
eligen a los representantes políticos: la ley electoral. Una ley, que,
junto con otras medidas, tenían – y tienen – como finalidad principal,
dar voz y de paso, voto, a las minorías. Y lo que en un principio fue
una idea magnífica, con el tiempo y las maniobras oportunas, se ha
convertido en una perversión de la democracia. Pues de perversión
debemos calificar al hecho de que al final, aunque sea de modo legal,
quien gobierna no es el que gana las elecciones, sino el que es capaz de
establecer alianzas, – ya sean naturales o contra natura-, con todas
las minorías, haciendo con ello que, en el fondo, quien gobierna, sean
las minorías, pues de ellas depende el partido que haya pactado y que no
tiene mayoría suficiente para gobernar.
Así es que, el primer principio que considerábamos inalienable, cual
es el de que, quien gana gobierna, resulta que no es cierto. Que, para
gobernar, o sacas mayoría absoluta – cosa harto complicado en estos
momentos – o el que gobierna es el Betis.
Otro de los aspectos que más controversia suscita cuando hablamos de
democracia, es el conocido como inmunidad parlamentaria. Otro concepto
que requiere profundas dosis de paciencia y de capacidad didáctica,
porque hay que explicar al personal que, tras esta ampulosa referencia,
no se esconde la IMPUNIDAD ante cualquier delito, sino que los delitos
que perpetren sus señorías, serán juzgados igualmente, pero por un
tribunal especial. Eso, si hay suerte y conseguimos que se sienten en el
banquillo, claro.
Y nuevamente, llegados a este punto, el ciudadano de a pie, intenta
contrastar el comportamiento de la Justicia para con él mismo, con la
actitud a veces excesivamente contemplativa, a veces totalmente laxa, en
relación a algunos políticos, sean diputados o no.
Es decir, una vez más, otra de las ideas que parecían básicas,
elementales, en relación a la democracia, como es la igualdad de todos
ante la ley, resulta que, en demasiados ejemplos, se demuestra que
tampoco es cierto.
Así es que, tenemos algunas conclusiones por el momento.
- El que gana, no siempre gobierna.
- A veces gobierna uno cualquiera, aunque no le haya votado nadie.
- Los partidos minoritarios, tienen más poder que los que más votos tienen.
- La Justicia, NO es igual para todos.
Pero a pesar de todos estos inconvenientes, problemas y contradicciones, lo peor no es eso.
Uno de los puntos débiles de la democracia, tal vez, el peor de
todos, es que, por su propia naturaleza, permite a los enemigos de ella,
penetrar en su interior, como si de un caballo de Troya se tratara, y
así poder destruirla desde dentro. Son varios los ejemplos que nos
vienen a la memoria y por eso, comentaba algunos párrafos anteriores que
la democracia es un privilegio por el que debemos estar vigilantes y
continuar luchando por su mantenimiento, porque si no, hay grandes
probabilidades de que, en algún momento, la perdamos y volver a
recuperarla, es mucho más costoso.
En el mundo comercial se sabe positivamente que es mucho más difícil
conseguir un cliente nuevo que perderlo. Por eso es tan importante,
cuidarlo, mantenerlo y tenerlo feliz. Con la democracia, deberíamos
hacer lo mismo.
Para terminar, lo haré con una de las más famosas y célebres frases de Winston Churchill:
«La democracia es el menos malo de los sistemas políticos». Del
discurso en la Casa de los Comunes del 11-11-1947: «De hecho, se ha
dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas
las otras formas que han sido probadas de vez en cuando».
Parafraseando al inefable Billy Wilder: “Nada es perfecto”.