El
trilero de la Moncloa, el más grande tahúr al oeste de Berlín, se ha descolgado
hace unos días, con una supuesta oferta de diálogo, abierto a todas las fuerzas
políticas que se sientan aludidas, a fin de afrontar lo que él mismo ha
denominado “Los Pactos de la Moncloa II”.
Los
fontaneros de la Presidencia, con Iván Redondo a la cabeza, han debido pensar
que, dado la que está cayendo, -con
miles de muertos sobre la mesa, incremento de las críticas y ataques furibundos
contra el gobierno y demás consejo de sabios asesores-, era el momento idóneo
para despistar al personal, -que para eso somos gilipollas y nos distraemos con
cualquier cosita-, e intentar idiotizarnos, echando mano de una etapa que la
mayoría de los españoles añoramos, valoramos y nos sentimos orgullosos, como
fueron los Pactos de la Moncloa, que se firmaron allá por 1977.
Aquel
pacto, fue también – y digo bien: “también” - un pacto económico entre fuerzas
políticas cuya sintonía en ese terreno, era en algunos casos, simplemente
antagónica. Pero, sobre todo, fue un pacto político por superar la
historia, enterrar definitivamente la Guerra Civil, los odios y rencores que
habitaban en nuestra sociedad desde los tiempos de mediados del siglo xix o tal
vez antes. Fue un “dejemos el pasado en paz que por delante tenemos tarea”. Y
se consiguió. Y tal vez con algunas imperfecciones, dimos un ejemplo al mundo
de cómo transitar desde una dictadura hasta una democracia. Y eso, entre otras
cosas, se lo debemos a tres personajes claves, en la historia de España en esos
momentos: Torcuato Fernández Miranda, Adolfo Suárez y dirigiendo la orquesta,
Juan Carlos I. Después, la colaboración de insignes solistas, como Santiago
Carrillo, Manuel Fraga, Miguel Roca i Junyent, y tantos otros.
Previamente
a eso, hubo que desmontar la estructura del Estado que había diseñado Franco,
para lo cual, las Cortes Franquistas, votaron su propia extinción, su propia
muerte, su harakiri, permitiendo con su desaparición que España tuviera
democracia. Algo impensable en estos días.
Ahora,
el sempiterno busto parlante de los telediarios de los sábados al mediodía, auténtico
cansa almas de ciudadanos atribulados y presos en sus domicilios, siguiendo las
instrucciones de sus muchos asesores, pretende que en un estado de debilidad moral
en el que nos encontramos, aquejados de un ansia por salir del confinamiento domiciliario
cuando sea y como sea, y asumiendo que durante este período de tiempo nos hemos
vueltos más receptivos, más sensibles, más buenos e incluso hemos conquistado
el nirvana, aceptemos por bueno eso de empezar a pensar en otra cosa que no
sean los 20.000 muertos, 25.000 profesionales de la salud afectados por falta
de material adecuado y los probablemente 10.000 policías, igualmente afectados
por las mismas razones, sin contar con los Guardias Civiles, municipales y
militares, que igualmente, se hayan visto afectados por la pandemia, por no
disponer de los equipos de protección pertinentes.
Ahora,
el mayor tramposo, el más grande mentiroso compulsivo de los tiempos recientes,
el hombre que acuñó e hizo suya la frase “no es no”, el mismo que en el
discurso de la moción de censura prometió que si era presidente convocaría
elecciones lo antes posible, pero en cuanto se sentó en el sillón dijo que su
idea era acabar la legislatura; el mismo que juró y perjuró que jamás de los
jamases pactaría con los independentistas catalanes ni con los populistas de
Podemos; el mismo que dijo que no podía tener en el gobierno al coletas, porque
entonces no podría dormir por las noches; ese individuo, pretende ahora que le
creamos, que confiemos en él, cuando dice que “ofrece de corazón” un pacto de la
Moncloa, segunda parte, y que de paso, cesen las críticas al gobierno y que
todos somos buenos, hermanos, y que no le hagamos daño que está sufriendo
mucho.
Pues
mire usted, fraudulento máster en economía: NO. Y le voy a explicar algo, que
usted ya sabe de antemano, pero que es obligado que le haga saber que algunos
también lo sabemos.
Aquellos
pactos, fueron dirigidos por un líder, Adolfo Suárez. Un hombre íntegro y
honrado, conceptos ambos de los que usted carece por completo y que incluso,
ignora su significado. Merced a esos valores, Adolfo Suárez, disfruta del respeto,
admiración y cariño de una inmensa mayoría de españoles, algo que, me atrevo a
pronosticar, usted no tendrá jamás, ni en esta vida ni en ninguna otra, porque
si Suárez pasó a la historia de España como el gran arquitecto de la democracia
española, usted lo hará por haber llegado a la Moncloa por la puerta de
servicio, al lado de un comunista asesor de un gobierno tirano fascista, y
debajo de los 20.000 muertos que su incompetencia e irresponsabilidad, han
creado.
Usted,
Pedro Sánchez, no es un líder. Nunca lo ha sido y por supuesto nunca lo será.
El líder no se hace. El líder nace. Porque usted nunca ha sido un líder, es por
lo que intentó engañar a todos haciéndonos creer que tiene un máster en
economía, porque, aunque no es un líder, sí que le gusta disfrutar del estatus
como tal. Es usted el paradigma del narcisismo.
Los
nuevos pactos de la Moncloa de los que usted hace publicidad, no son sino una
trampa saducea, con la que pretende desviar la atención de los españoles y
retrotraernos a un tiempo pasado que, sin duda alguna, fue mejor, incluso a
pesar de los terribles asesinatos de ETA. Porque en aquella etapa de nuestra
existencia como nación, existía mucha más unión que ahora. Una unión que sólo
ha conseguido poner de manifiesto la Selección Española de fútbol en 2010.
Ustedes,
los socialistas, desde que el más inepto negociador de la historia de la
democracia, o sea, el señor Rodríguez Zapatero, ascendió al poder, ustedes, se
han propuesto trastocar la historia, desenterrar a los muertos que llevaban 80
años descansando en paz, se han inventado una Memoria Histórica que sólo
responde a sus espurios intereses y cuyo único fin, consiste en destruir todo
lo que los españoles hemos estado construyendo durante los últimos 40 años. Es
decir, usted y sus secuaces, empezando por su VP, pretenden continuar la labor
de zapa que ya inició Zapatero, enfrentando a unos españoles contra otros. Lo
contrario de aquellos Pactos de 1977.
Usted
y sus secuaces, no se han ahorrado comentarios despectivos contra la Constitución,
insistiendo una y otra vez en que había que modificarla, pero no diciendo jamás
qué había que cambiar, ni cómo debía quedar. Su socio, el VP comunista,
pretende abolir la Monarquía e instaurar una República Bolivariana, a ser
posible, por decreto y no a través de las urnas.
Por
lo tanto, a tenor de todos estos precedentes, lo que usted propone no es
factible.
No
lo es, porque no tenemos un líder que nos guíe. Un líder, como Adolfo Suárez,
fue capaz de aunar entorno a él y la figura del Rey, a todas las fuerzas
políticas. Por el contrario, usted y sus secuaces, insultan al Rey Felipe, le
ningunean, permiten que otros le insulten, aceptan en el Senado que otras
fuerzas políticas pretendan despenalizar esos insultos al Rey, a la bandera y
al himno de España, en aras de una mal entendida libertad de expresión.
No
lo es, porque el espíritu de unidad que vivimos en 1977, no es el mismo
espíritu que sufrimos ahora. Y no lo es, fundamentalmente, por sus ímprobos
esfuerzos en enfrentar a unos españoles contra otros.
No
lo es, porque entonces, todos estábamos unidos a favor de una nueva
Constitución. Nos unía esa ilusión. Hoy, usted y sus secuaces, llevan años
socavando la imagen de la misma Constitución, incluido su socio el VP, que se
jacta de decir que él no la votó. Y al parecer, todo aquello que no cuente con
su aprobación expresa, o no vale o debe ser aniquilado. Ya se sabe que los
fascistas son muy intransigentes.
No
lo es, porque usted no es un líder que invite al diálogo. Usted, de ser algo,
es sólo un jefe y con modos tiránicos. Usted sólo entiende el poder desde el
ejercicio despótico del mismo. Usted es un fascista bajo la apariencia de un
demócrata discutible.
No
lo es, porque es usted un mentiroso. No se puede confiar en usted ni en su
palabra, que tiene menos caducidad que la de un yogur.
No
lo es, porque usted es un sectario visceral.
No
lo es, por la forma en la que usted llegó a ser presidente, cuando ni siquiera
obtuvo ningún voto de los españoles, pues su propio partido le había expulsado
de su puesto como Secretario General. En política, las formas son importantes.
No
lo es, porque usted y su gobierno, están cautivos de un grupo de comunistas cuyo
único objetivo es instaurar en España una república Bolivariana.
No
lo es, porque usted no inspira otra cosa que desconfianza, que es exactamente
lo contrario de lo que se necesita para realizar semejante tarea de aunar
esfuerzos, unir voluntades y abrirse al diálogo.
Todos
sabemos que esto de hablar de los nuevos pactos de la Moncloa, no es más que
una campaña de imagen. Otra más, señor Sánchez. Usted es incapaz de tener una
idea que merezca la pena, y se mueve exclusivamente, en el terreno de la
imagen, de la foto, de la superficialidad, del pan para hoy y mañana “ya
pensaré”. Cuando se escarba en su cerebro, se encuentra el vacío más absoluto. A
la política, española y europea, no ha aportado absolutamente nada
aprovechable, aparte de unas frases huecas y como mucho, biensonantes. Es usted
un florero y encima de imitación.
Así
es que, señor Sánchez, NO ES NO.