El general Robert E. Lee, fue, en primer lugar, el general en jefe del Ejército Confederado de Virginia del Norte, cuando en 1862, dicho estado, declaró la Secesión de la Unión Norteamericana. Posteriormente, a finales de la contienda civil, fue nombrado máximo responsable de todos los ejércitos sureños que quedaban, hasta su rendición en 1865.
A partir de ese momento, en el que los Confederados habían perdido la guerra que ellos mismos habían iniciado asesinando al presidente Lincoln, Lee rechazó la propuesta de mantener una insurgencia contra la Unión y llamó a la reconciliación entre ambos bandos.
Después de la guerra Robert E. Lee apoyó el programa de Reconstrucción del presidente Andrew Johnson, al tiempo que se oponía a las propuestas de los Republicanos Radicales para conceder el voto a los esclavos libertos y retirarlo a los antiguos confederados. Entonces les urgió a repensar sobre su posicionamiento entre Norte y Sur y sobre la reinserción de los confederados en la vida política de la nación. Lee pasó a ser considerado el gran héroe confederado y para algunos un icono de posguerra de la llamada «Causa perdida de la Confederación». Su popularidad creció incluso en el norte, especialmente después de su muerte en 1870([1]).
En España, hicimos algo parecido a finales del pasado siglo y lo llamamos Transición. Y duró hasta que llegó una desgracia para España llamada Rodríguez Zapatero.
Los españoles podemos sentirnos orgullosos de muchas cosas de nuestra historia. El Descubrimiento de América, - da igual que fuera por azar o por información privilegiada-, cambió para siempre la historia del planeta. Y aunque algunos se empeñen en empañar aquella gesta, tildando a los que fueron y a quienes les enviaron, poco menos que de asesinos, lo cierto es que España, la España del siglo XV y posteriores, se dedicó entre otras cosas, a fundar Universidades, a construir multitud de edificios de todo tipo y a otorgar derechos a los indígenas, algo que otros – y no miro a nadie- no pueden decir lo mismo.
Estar durante 800 años luchando contra el moro hasta conseguir expulsarles de la Península, habla de nuestra tozudez. Claro que, en aquel momento, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Antequera, también se aprovechó y se expulsó a los judíos. Ahora imaginemos qué habría pasado en España, si los judíos hubieran permanecido durante siglos aquí, y en 1947, la ONU hubiera decidido crear en Toledo el Estado de Israel. Pone los pelos de punta, ¿eh?
Pues bien, entre las muchas heroicidades que los españoles hemos hecho en nuestra historia, no podemos dejar caer en el olvido nuestra Transición. Un momento histórico en el que nosotros, decidimos libremente y guiados por S.M. el Rey Don Juan Carlos, pasar de una dictadura a una democracia y hacerlo de modo pacífico y ejemplar. Fue entonces, cuando todos los partidos, sentados en una mesa presidida por Adolfo Suárez, decidieron dar por cerrada la Guerra Civil española. Los muertos estaban enterrados y España debía dedicarse a mirar al futuro y centrarse en los vivos. Tarea, teníamos.
Y recuerdo todo esto porque, me temo que hay una gran mayoría de población que como decía hace unos días, Jiménez Losantos, “se lo han dado todo hecho”. Y ese, es un grave problema, aunque no aislado.
En efecto, la población nacida en España desde 1975 – año en el que muere Franco – según el INE es de 20.199.495 personas. Si tenemos en cuenta que según el mismo INE, la población total de España actualmente es de 47.329.981, los nacidos “entre algodones” representan casi el 43% de la población total. Es decir, que hay más de 20 millones de españoles, que no han vivido de cerca, los “años de plomo” de ETA, los secuestros, los asesinatos, los intentos de golpe de estado, etc. Y eso, representa un problema de concienciación porque no son conscientes del trabajo que nos ha costado a los demás, llegar hasta aquí.
Decía antes que efectivamente es un problema, pero no por sí solo. A profundizar en este problema ha contribuido la nada despreciable colaboración de disponer de un caos educativo, en manos de 17 CC. AA, cada una de las cuales – aunque unas más que otras – hace de su capa un sayo.
Aunque el detonante de tanta ignorancia y de tanto cacareo, es – como ya he mencionado antes - la infame actuación de Zapatero y su Ley de Memoria Histórica.
Somos un gran país, pero de vez en cuando, al poder – en España y fuera de ella – siempre llega algún cretino. En nuestro caso, ya llevamos dos en pocos años y del mismo partido.
La maldita Ley de Memoria Histórica, pretende de una forma más o menos sibilina, contar no LA HISTORIA, sino OTRA HISTORIA. Una historia que les absuelva de su responsabilidad en el conflicto civil español, que les convierta sólo en víctimas de un régimen malvado y atroz, como si los socialistas y demás gentuza de izquierdas (PCE, POUM, ERC, etc…), no tuvieran relación alguna con todos los actos terroristas y crímenes más abyectos con los que inundaron España durante años, sin mencionar las amenazas de muerte que lanzaron desde la propia tribuna del Congreso de los Diputados a Calvo Sotelo, por poner sólo un ejemplo. Amenaza que tres días después, se cumplió. Todo eso, seguro que no aparece en el texto de la Memoria Histórica.
Mucho eliminar nombres de calles, derribar estatuas y denostar figuras; mucho abrir zanjas para desenterrar restos donde estarán mezclados los unos y los otros, porque “ellos” también asesinaron en las cunetas; “ellos”, también hicieron “sacas” de las cárceles en la Guerra Civil; “ellos”, inventaron las checas; “ellos” también tenían campos de concentración en España y “ellos” robaron el oro del Banco de España. Y ahora, hay que limpiar ese pasado y blanquearlo, como blanquean a los terroristas de ETA haciéndose socios de gobierno.
Por tanto, se juntan dos grandes circunstancias que conforman la conjura contra un estado de opinión algo más objetivo: por un lado, la demografía y por otro, la inexistencia de un plan educativo troncal que obligue, por ejemplo, a estudiar una serie de datos de nuestra historia de manera homogénea.
No me imagino a un americano, a estas alturas de la película, intentando sacar adelante una ley que modifique lo sabido sobre su Guerra de Secesión. No me imagino a ningún francés que pretenda arrinconar, hoy en día, a algún colaboracionista del gobierno de Petain o de la Francia Libre. Y, para terminar, en Alemania, estudian el nazismo como forma de gobierno y de sistema a perseguir y erradicar. Pero lo estudian.
“La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder”. (Aristóteles).
Aquí, en España, además de los problemas antes mencionados, hay que añadir que algunos están alimentando ese fuego del odio, de la revancha, de la venganza, echando más gasolina. Los estalinistas de PODEMOS, precedidos, como he dicho antes por Zapatero, han vuelto a abrir la brecha ideológica, aletargada por el acuerdo de la Transición y han puesto el ventilador en marcha.
Ahora, la Transición está muerta. La Constitución está vieja y hay que cambiarla. Ahora la Monarquía no sirve. Ellos no han participado en esa parte de nuestra historia, no se sienten representados, no asumen lo que decidimos y como además no les gusta, simplemente la quieren quemar y hacer otra más a su medida, para lo cual, hay que reescribir la historia.
Y si tenemos democracia, es porque Juan Carlos I lo quiso y así lo decidió y por otro dato súper importante y olvidado: las Cortes de Franco, se hicieron el hará-kiri. Ellos mismos votaron por su propia extinción para propiciar el advenimiento de la democracia. ¿Se imagina alguien algo parecido en nuestros días?
Los de esta generación conocemos la verdad, pero lo grave es lo que estudiarán las generaciones venideras.
Para un sistema totalitario, la educación es un sector básico para inculcar los principios con los que se quiere manipular a la población. Lo hemos visto en decenas de ocasiones con regímenes de todo tipo, pero fundamentalmente totalitarios, de derechas y de izquierdas y mientras no atajemos esta deriva, mientras no tengamos un auténtico Ministerio de Educación que ponga orden y mientras permitamos y consintamos que, en Cataluña, se persiga al castellano, a quien lo habla, y se injurie a la memoria de España y la histórica relación entre catalanes y el resto de españoles, por ese camino, vamos mal.
El objetivo de este gobierno estalinista, es el de destruirlo todo para construir ellos un estado fallido como el de Venezuela. Están siguiendo paso a paso los mismos esquemas que siguió Chaves. No en balde, quienes estaban a su lado asesorando, eran los Monedero, Errejón, Iglesias y compañía. Así es que no debería sorprendernos.
Su hipocresía los lleva a tildar a la Constitución de obsoleta, pero eso no les impide acusar de desleales a los del PP, exigiendo la renovación del CGPJ, órgano clave para terminar de adaptar la Justicia a sus intereses, después de haber colocado en la Fiscalía General a la churri de Garzón. Y para ello, para azuzar a las masas, entonces sí aluden a la Constitución y al cumplimiento debido del PP.
Y hablando de churris, qué costumbre han adquirido estos estalinistas de pacotilla, cuando se trata de colocar a la churri de turno, que contrasta sobremanera con esa supuesta imagen de partido feminista, cuando en realidad, se comportan como todo lo contrario. El presidente, ha colocado a su churri, en un puesto en el que nadie sabe a qué se dedica, pero que cobra un buen sueldo. El “moñas”, ha conseguido que su churri pase de cajera a ministra y el ex juez, que la suya, sea Fiscal General del Estado.
Y con estos mimbres, va a resultar complicado que la Ley de Memoria Histórica, no salga adelante.
“Incluso el pasado puede
modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo.” (Jean Paul Sartre).