Al día siguiente de la operación el cirujano quería verificar qué tal había ido todo. Nos ha citado a las 08.30 en la consulta del Hospital, así es que, hoy también me he levantado a las 06.00 de la madrugada. No conviene ir con prisas y hay que evitar atascos de todos los que tienen horario de verano. Al menos hoy hemos desayunado, no como ayer.
Al
salir del garaje de casa noto un ruido raro en la rueda delantera derecha. En
cuanto me es posible, paro y me bajo a comprobar qué puede ser. Pensaba que
sería algún tipo de piedrecita o algo que se hubiera clavado en el neumático,
pero lo cierto es que no he visto nada. Continúo la marcha y prosigue el ruido,
pero parece que cuando accedo a la autopista y aumento la velocidad, el ruido
desaparece.
En
un momento dado en el panel del interior del coche me aparece un mensaje:
“pérdida de presión en el neumático delantero derecho”, al tiempo que compruebo
que el coche se vence hacia ese lado y escucho un ruido característico. Está
claro: pinchazo. Vale. No hay porqué alarmarse. Mi compañía de seguros tiene
una súper APP, que además han mejorado hace unos meses y enseguida me mandarán
una grúa. Tal vez lleguemos un poco más tarde de lo esperado, pero nada más.
Como
estoy en medio de una autopista busco un pequeño espacio donde apartar el coche
del peligro y encuentro que es una vía de incorporación. Ahí, en ese espacio
“cebra”, detengo el coche con los cuatro intermitentes encendidos y me dispongo
a usar mi súper APP.
Primer
contratiempo: el usuario y contraseña no coincide. ¿Ha olvidado la contraseña?
Pues juraría que no. Voy a probar escribiendo un cero a la izquierda de mi DNI.
Pues tampoco.
El
tiempo pasa, los coches y los camiones vuelan por mi flanco izquierdo y yo
empiezo a perder la poca paciencia que tengo. Pero, sobre todo, vamos a llegar
tarde a la cita con el médico y eso sí que es serio. Dado que al parecer la
nueva súper APP ha cambiado algo los datos que tienen de mí desde hace veinte
años, intento contactar por teléfono con un ser humano. Mala suerte. “nuestro
horario de oficina es desde las 09.00…” A partir de ahí es cuando ya me empiezo
a ciscar en todo lo que se mueve. Mientras, en el asiento de atrás y con la
cabeza apoyada sobre el dispositivo para mantener la postura hacia abajo, mi
mujer usa su móvil para pedir auxilio a la compañía de seguro. Llamar a la
Guardia Civil no nos resuelve el problema. Necesitamos una grúa.
Después
de no pocos intentos telefónicos, conseguimos contactar con un ser humano.
¿Dónde se encuentra en estos momentos? - me pregunta la señorita-. Pues en
mitad de una autopista de circunvalación de Málaga.
¾
No
se preocupe. Le acabo de enviar a su móvil un mensaje, si responde yo recibo su
ubicación exacta. ¡Perfecto, señor! Ya tengo su ubicación. Dentro de 45 minutos
llegará la grúa.
Menos
mal que nos habíamos levantado temprano para intentar evitar sorpresas y no
llegar tarde. Menos mal que mi compañía de seguros había desarrollado una súper
APP que la había mejorado tanto, que tenía que volver a introducir los mismos
datos que ya tenían desde hacía veinte años. Menos mal que había conseguido
encontrar un reducido espacio en el que estacionar el coche, a la espera de la
grúa, que solamente va a tardar casi una hora en venir. ¡Qué suerte tengo!
La
grúa llegó, se colocó frente al coche y el conductor me guio a la hora de subir
mi coche a la rampa. Luego, todo consistía en bajarse del coche sin matarse, ni
caer en la autopista y ser arrollado por un vehículo, y subir a la cabina de la
grúa.
Allí,
evidentemente, estaba prohibido proceder al cambio de la rueda, así es que le
he dicho al buen hombre que fuera camino del hospital y que ya buscaríamos un
lugar apropiado para sustituir el neumático. Él mismo apuntó que, había una
gasolinera y que allí podríamos sustituir el neumático por el de repuesto.
No
he pinchado en mi vida y la única vez que he tenido que cambiar una rueda
pinchada fue a un tío mío y hace 50 años o así. Después de
ver todo lo que ha tenido que hacer el de la grúa, me alegro mucho de haberle
llamado.
De
un tiempo a esta parte las ruedas de repuesto ya no son del mismo modelo que
las que lleva el vehículo. Ahora te ponen una rueda para “salir del paso”.
Alguna parece que son de juguete o que se la has quitado al coche de tu niño de
tres años. La mía en concreto parece normal, aunque lleva unas pegatinas muy
llamativas de color amarillo fosforito, pero no les presto atención.
Cuando
el hombre sacó la rueda pinchada, me la enseñó. Tenía dos rajas en el lateral
del neumático, de unos 5 centímetros cada una y no a mucha distancia una de la
otra. Si en vez de romperse poco a poco hubiera reventado de golpe, todavía
estarían recogiendo con una aspiradora nuestros restos. ¡Qué suerte tengo!
Solventado
el problema del pinchazo, retomamos la marcha con la rueda de repuesto camino
de la consulta con el médico.
Mi
idea, dado que mi mujer seguía estando con la cabeza apoyada en esa almohada
especial, era llegar hasta la puerta de entrada del consultorio, que buscaran
una silla e informar al médico que estaba allí. Total, sólo eran las 10.30 de
la mañana y llegábamos dos horas tarde. Esa era mi idea, pero alguien debió
leerme el pensamiento.
El
acceso a la puerta del consultorio estaba vallado. Al parecer alguien había
decidido que en ese espacio sólo tenían cabida las ambulancias y no los
particulares. Así es que no me ha quedado más alternativa que dejar el coche
justo al lado de la parada de taxis, sobre el paso de cebra. Pero tenía que
dejar pasar por detrás al resto de vehículos, principalmente a los que se
dirigieran a URGENCIAS que estaba a continuación.
He
puesto los cuatro intermitentes y he ido a buscar una silla de ruedas para
poder trasladar a mi mujer. En el consultorio siempre tienen una…pero no en ese
momento. ¡Mala suerte! He tenido que ir a la entrada de urgencias a ver si allí
podrían prestarme una. He encontrado una, he vuelto al coche, he sentado a mi
mujer, la he llevado al consultorio, hemos informado al médico de que estaba
allí y me he quedado con ella esperando que la llamara, mientras con el otro
ojo estaba pendiente del coche por si estorbaba. De momento allí seguía, sobre
el paso de cebra y no parecía que estorbara a nadie.
Cuando
el médico la ha llamado, la he dejado en su consulta y he ido a encontrar una
plaza de aparcamiento. Lo he intentado,
pero sin éxito. Cuando el doctor dio por terminada su labor, para recogerla no he
tenido más remedio que repetir la operación de aparcar el coche sobre el paso
de cebra. Una vez que mi mujer se ha acomodado dentro, he regresado a urgencias
para devolverles la silla que me habían prestado.
Odisea completada. Ahora había que solventar el problema de los neumáticos.
Al
llegar a casa, ya más tranquilo me ha llamado la atención – ahora sí – lo peculiar
de la rueda de repuesto y sus colores. Además, parecía tener algo escrito a lo
largo de la circunferencia, pero con la escasa luz que hay en el garaje y que
yo veo menos que un gato de escayola, he decidido hacer una foto con el móvil.
Ya lo vería más tarde, en casa.
Después
de acomodarnos, he ido al ordenador y en un momento dado he puesto la foto que
le acababa de hacer a la rueda de repuesto en el garaje. El texto en amarillo
fosforito y en varios idiomas, decía así: “velocidad más aconsejable 80 km/h”.
Lástima
no haberlo sabido antes, porque yo he circulado a 120 – tal vez más – para regresar
a casa antes. Habría sido una total fatalidad que hubiera tenido un segundo
percance con los neumáticos en el mismo día y con un intervalo tan corto de
tiempo.
Una
vez que he conseguido que los “congojos” se hayan reubicado en su espacio
natural, he empezado a navegar por internet para saber un poco más acerca de
las ruedas de repuesto. Como he dicho antes, la última rueda de repuesto que
tuve que cambiar, fue en el siglo pasado. Y aprendí mucho.
Por
ejemplo, que ahora las de repuesto, además de que te limitan la velocidad,
también te aconsejan que no las uses más de 100-200 kms como mucho. O sea, que
lo de sustituir la de repuesto por una de verdad, debes hacerlo cuanto antes.
Si
el neumático derecho había muerto - y podíamos dar gracias de la forma en la
que murió- el izquierdo llevaba el mismo camino, porque los dos tenían los
mismos años y el mismo número de kilómetros. El problema era que ya era martes,
más de mediodía y yo el sábado tenía un compromiso ineludible en Marbella. Los
tiempos andan algo apretaditos, pero no queda otra que intentarlo.
Pero eso lo resolvería, mañana. Miércoles.
(no os perdáis los siguientes capítulos)