Los que ya vamos teniendo una edad todavía nos acordamos del impacto que supuso en la sociedad española la implantación de la idea del súper mercado. Estábamos acostumbrados a ir a las diferentes tiendas del barrio y ser atendidos personalmente por los dependientes o por los dueños, que nos iban sirviendo lo que les pedíamos, pesando en aquellas básculas de precisión discutible.
Las
cuentas se reflejaban sobre el papel estraza con el que se envolvía todo y en
ocasiones, se recortaba esa cuenta y se entregaba a la señora en prueba de
honestidad y profesionalidad. Los embutidos se cortaban a mano. Las legumbres
se compraban al peso, no en paquetes. El pollo te lo troceaban delante de ti. El
bacalao, amontonado en una pila, se cortaba usando una guillotina dedicada a
ello ex profeso. Y las amas de casa, cargaban con las pesadas bolsas hasta el
hogar familiar.
Y
de repente, apareció el carrito de la compra. Y eso fue el acabose. En ese
artilugio podías meter más comida, porque sólo había que tirar de él, no cargar
con ello.
Así
era el mundo cuando un día, una cadena de super mercados llamada SPAR introdujo
una idea que supuso un terremoto social: el concepto de súper mercado. El hecho
de comprar cambió radicalmente. Eso de meter en una cesta todo lo que quisieras
y pagarlo a la salida, era algo totalmente revolucionario. Y la idea de la
cesta estaba directamente relacionada con la bolsa que al principio llevaban
las amas de casa. Y también evolucionó, y con el tiempo, se convirtió en un
carrito con ruedas.
Las
generaciones posteriores ya han crecido con el modelo de super mercado y la
asociación con el carrito de la compra y como es natural, piensan que siempre
fue así. Hoy en día a nadie en su sano juicio, se le ocurre ir a comprar a un
super por modesto que sea y no coge un carrito de esos.
La
idea de utilizar un carrito para la compra se la debemos a un señor
norteamericano cuyo nombre es Sylvan N. Goldman. Más información, aquí.
Mr.
Goldman era propietario de una cadena de supermercados en la década de los 30
del siglo xx. Y se percató de que las señoras dejaban de comprar cuando la
bolsa que llevaban se volvía demasiado pesada. ¡Chico listo!
Los
carritos, cómo no, también han sufrido sus cambios y modificaciones a lo largo
de los años. Al principio eran todos metálicos y para coger uno había que
introducir una moneda. Con el uso y el paso del tiempo, esos carritos se
terminaban por estropear, sobre todo el rodamiento de las ruedas.
La
competencia entre las diferentes cadenas de alimentación ha obligado a ir
modificando también el uso de los carritos y su fabricación. Ya nos son
metálicos, son de plástico, por lo que su fabricación ahora es más económica.
Antes había que depositar una moneda para poder coger uno. Ahora puedes coger
el que quieras, pero en muchos casos, tienen un sistema de protección que
impide que traspases los límites del super para que no te lo lleves a casa.
Todo
son comodidades para el usuario. Ahora tienes dos tamaños: grandes y pequeños.
A lo mejor si vives solo, tampoco necesitas un tráiler para hacer la compra y
con el carrito pequeño te apañas. Son ligeros, robustos y están a tu
disposición siempre que los necesites.
Pero lo que no soporto es que hay gente, cada vez más, que cuando han metido la compra en el coche, no son capaces de devolver el carrito a su sitio. Aunque lo tenga a 2 metros. Y lo peor de todo es que suelen abandonarlo en mitad de una plaza de aparcamiento, con lo que, de paso, estorban. En bastantes ocasiones he tenido que coger uno de esos carritos abandonados en mitad del parking y llevarlo yo de camino a la entrada. Si a mí no me cuesta trabajo no comprendo qué clase de imbécil es el que lo ha dejado por ahí tirado. Parece que cada vez que se lo pones fácil a alguien, se toma la molestia de no respetar a los demás, como si fuera de una casta superior.