Tenemos vecinos nuevos desde hace unos tres meses o así. Los anteriores han estado como unos siete años y el único contacto que hemos tenido con ellos ha sido cuando coincidíamos en el garaje. Los nuevos vienen desde Carolina del Norte, EE.UU. Pero su procedencia no es lo único llamativo.
Es
una pareja joven con dos hijos adolescentes. Al menos eso es lo que nos dijeron
cuando los conocimos justo antes de convertirse en vecinos. Lo cierto es que no
hemos visto a los hijos. Supongo que se han debido quedar en USA hasta finalizar
los estudios. Y, de hecho, tampoco hemos vuelto a ver al hombre. Tan sólo lo
hemos visto el día que les enseñaron el piso los de la inmobiliaria junto con
nuestra amiga la dueña, antes de firmar el contrato de alquiler. A la que más
hemos visto ha sido a ella, a la mujer.
A
pesar de ser originaria de un estado sureño tiene un marcadísimo acento
neoyorquino, confirmado por ella misma. O sea, que cuando se embala hablando,
cazo una de cada diez.
Cuando
los conocimos preguntamos como algo natural a qué se dedicaban. Parecía que era
una pregunta lógica teniendo en cuenta que cuando la gente se muda, de algo
tiene que vivir y si encima te cambias de Continente, pues la pregunta era casi
obligada. Nos dijeron que trabajaban por internet, una respuesta que está muy
de moda. Más adelante, cuando hemos desarrollado una cierta relación de
vecindad, nos ha contado que se dedican a enseñar la biblia por internet.
Creo
que era un viernes por la tarde cuando de repente nos llaman a la puerta. Y
digo bien: la puerta, porque no tocaron al timbre. Eso es algo inusual por
estos pagos. Tal es la paz y el sosiego que disfrutamos. Era nuestra vecina. A
duras penas entendimos que su marido se había quedado encerrado en el ascensor,
pero que había conseguido salir de él bajando de nuevo hasta el garaje y subiendo a pie por la escalera.
Lógicamente había que informar para que vinieran a arreglarlo y eso es lo que
hicimos.
Unos
días más tarde volvió a subir nuestra vecina y estuvo hablando con mi mujer. Decía que ella,
en EE.UU. no estaba acostumbrada a usar una llave normal y corriente para abrir
la puerta de la calle; que usaba una apertura inteligente y por no estar
acostumbrada, tenía miedo de perder la llave. Con el fin de evitar posibles
problemas, quería disponer de un sitio donde tener una llave de repuesto por si ocurría
algo indeseable.
Mientras
el piso no estuvo alquilado nosotros siempre hemos tenido una llave de nuestra
amiga y vecina, la propietaria. De vez en cuando llamaba a mi mujer y le decía que iba a ir la
chica de la limpieza o que bajara a comprobar tal cosa. Por eso, en este caso,
mi mujer le ofreció a nuestra nueva vecina americana la posibilidad de tener
una copia en casa. La respuesta fue que no. Entonces, preguntó si podría poner
una copia de su llave debajo de alguna de las macetas que tenemos en el rellano
de la escalera, a lo que mi mujer le dijo que la señora de la limpieza movía
las macetas y que no parecía una buena idea, pero que, si se empeñaba, podía
introducir la llave dentro de la maceta.
A
mi mujer tampoco le pareció una buena idea. La llave con la humedad y con los
riegos, no creía que le viniera bien estar enterrada, pero como parecía tener
un antojo, pues así lo acordaron.
Todo
parecía normal hasta hace unos días.
En
mitad de la noche oigo que tocan el timbre de la puerta. Y aunque a mí no me
despierta ni un terremoto, en este caso sí que me desperté. A esas horas de la
madrugada – todavía no sabía la hora – no soy capaz de andar y mascar chicle al
tiempo, pero algo me decía que había algo raro. Me levanté y fui a mirar por la
mirilla para ver de qué se trataba. No sabía si era algún ladrón intentando el
más difícil todavía, un vecino alcoholizado que se hubiera confundido de bloque, de piso y de puerta o qué.
Entre
el sueño que tenía, que todavía tenía el corazón a cien pulsaciones y la poca
luz que había, por la mirilla me pareció ver a una mujer. No estaba de cara a
la puerta, cosa que sería lo normal si acabas de usar el timbre, o sea, que no
le vi la cara. Me pareció que estaba sentada en la escalera o agachada, pero en
cualquier caso estaba de espaldas. Me dispuse a abrir la puerta, pero antes me
puse el albornoz del baño. Y al abrir la puerta no había nadie. Y lo más
extraño es que tampoco escuché ningún ruido. Ni los pasos de nadie subiendo o
bajando la escalera, ni una puerta que se cierra. Nada.
Todavía
seguía aturdido y fue por curiosidad a la cocina. El reloj marcaba las 5.30 de
la madrugada. Volví a colgar el albornoz en su sitio, me metí en la cama y volví
a perder el conocimiento.
A
la mañana siguiente se lo comenté a mi mujer que no se enteró de nada. Ni del
timbre, ni de abrir la puerta, ni nada de nada. Pensando en ello, se nos
ocurrió que por algún motivo era la vecina que no encontraba su llave en la
maceta convenida. Entonces, mi mujer, que es la que sabe de qué maceta se
trata, fue a ver si estaba la llave. Y la llave no estaba. Y a partir de ese
momento no he parado de darle vueltas al tema y cada vez me surgen más
preguntas sin una respuesta lógica.
Si
de verdad era la vecina - y no tenemos motivos para pensar que no -, ¿qué hacía
a las 5.30 de la mañana llamando a casa?
Si
llamas a una casa a esas horas, al menos debes ser consciente de que no te van
a abrir en 30 segundos. Tendrías que dar un poco de tiempo, al menos, para que
se vistan y abran la puerta en condiciones.
La
única razón por la que podría llamar a una hora tan intempestiva era porque
había perdido su llave y necesitaba la copia escondida. Pero si ya sabía dónde
la había guardado, ¿para qué llama?
Suponiendo
que hubiera tenido que recuperar la llave escondida, lo suyo sería que después
de usarla la hubiera devuelto a su escondite. Sin embargo, salvo que haya
escondido la llave en otra maceta, no está en la que se guardó la primera vez.
Lo
normal, creo yo, sería que al margen de que hayas perdido la llave, hayas
tenido que recuperar la copia de seguridad o no, si has llamado a las 5.30 de
la madrugada a tu vecino, vayas al día siguiente y le des alguna explicación.
Me da igual que la razón tuviera que ver con la llave o que estuviera totalmente
cocida, pero decir algo.
No
hemos vuelto a tener noticias.
Nuestra
única referencia es el coche de alquiler que tienen en el garaje. Así sabemos
si están o no.
No sabemos qué ha pasado con la llave.