Desde que se implantó el modelo del correo
electrónico, ya no te escriben por correo postal, ni los bancos. O casi.
Todavía hay bancos que, según qué clase de información se trate, te siguen
enviando cartas al buzón de siempre. Eso que nos ahorramos todos en papel.
Ahora, prácticamente, sólo te encuentras en el buzón de tu casa, toda clase de
folletos para venderte pizzas, restaurantes chinos, reformas a buen precio, un
asesor fiscal y contable baratito, una nueva tienda de ropa que jamás te vas a
poner, y un nuevo bar que ha abierto, a
tomar por saco de donde vives. Así que las únicas cartas que se reciben todavía
por ese sistema, son en su mayoría, pertenecientes a organismos públicos: que
si la Seguridad Social, que si Hacienda, que si una multa de Tráfico, y gentuza
por el estilo.
Antes, cuando yo era más pequeño, recuerdo que los
carteros llevaban unas carteras enormes, cargadas al hombro y así, hacían su
recorrido. Que más que un trabajo, parecía una penitencia. Con el tiempo, se
han ido modernizando, afortunadamente para ellos, porque me imagino que
debieron terminar con problemas de espalda todos. Primero, vinieron los
carritos de la compra, con un color amarillo “Piolín” bastante cantoso, pero
que por lo menos, les evitaba el tener que acarrear con toda esa mole de cartas
que llevaban antes al hombro. Después, en una nueva evolución, vinieron las
motos.
Pero al margen de los medios que utilizaran para
desempeñar su trabajo, lo que constituía una constante, una marca de la casa,
era la llamada al timbre de tu casa para hacerte entrega de una carta
certificada. Incluso, recuerdo, que antiguamente, si un día no estabas, lo
intentaban al día siguiente y entonces, si seguía siendo imposible localizarte,
te dejaban el aviso para que fueras a Correos a retirarlo tú. Eso, hoy, ya no
es así. Al menos en Benalmádena.
Tú puedes estar en casa o no, eso da igual. El caso
es que el Excmo. Sr. Ingeniero Postal, llega a tu residencia en su Rolls,
recoge las cartas a depositar en el buzón y procede, de paso, a dejarte el
aviso correspondiente de que tienes un certificado…por supuesto sin tomarse la
molestia de llamar a tu casa, no vaya a a ser que le hagas perder tiempo con la
dichosa firma y todas esas mandangas.
Así que, cuando tú, de vez en cuando, abres el
buzón, aparte de la mierda de publicidad que va directamente a la basura, de
las cartas de los bancos en las que te ofrecen regalarte acciones preferentes,
a hacerte la Declaración de la Renta y a venderte a su mujer y sus hijos por tu
dinero, aparte digo, te encuentras con que el cabrón del cartero, al que mal
rayo le parta, no se ha tomado la molestia de llamarte a casa para entregarte
una carta certificada. Y lo sabes, porque cuando ves el papelito, compruebas
que tú estabas en casa y que nadie llamó al timbre. Lo que traducido a román
paladino, significa que, el día que tengas coche y tiempo, debes hacerte unos 10
kms de ida y vuelta, para hacer lo que
al maricón del cartero no se le ha puesto en sus santos cojopios. Y total,
¿para qué? Pues para recibir la enésima notificación de una multa de tráfico
que no vas a pagar, porque ya la está tramitando Devuelta.
Una cosa es que se los carteros se hayan modernizado
y otra muy distinta, que por mor de esa modernización, ahora resulta que somos
nosotros, los ciudadanos, los que vamos a tener que asumir un nuevo rol en esto
de los servicios públicos. Porque no olvidemos, que a los carteros y a todos
los demás funcionarios de Correos, les pagamos el sueldo con nuestros impuestos.
Así que algo de “servicio” creo que deberían poner, no? Luego se quejarán –
como todos, claro – de que si se privatiza Correos y de que sobran o no, miles
de funcionarios a los que, la Administración, no sabe dónde recolocar, porque
aparte de repartir cartas, no saben hacer mucho más.
En resumen: poco tienen que hacer y menos que hacen.
Y ahora, nos los comemos con patatas, porque entre las empresas privadas de
mensajería y los emails, nadie necesita a Correos como un organismo oficial.
Y eso que decían que “el cartero siempre llama dos
veces”. Será en Hollywood. Aquí, que son muy chulos, no llaman ni una.