Como era costumbre cada año, el director del
hotel encargaba al mismo empleado de siempre, la compra del número de lotería
de Navidad para el establecimiento. De ese número, participarían tanto los
empleados y familiares, como aquellos clientes que lo desearan. Era necesario,
por tanto, adquirir un número mínimo de series que pudiera cubrir la posible
demanda.
A pesar de que Palma de Mallorca nunca suele
salir en las noticias del día 22 de diciembre por haber dado grandes premios,
no por ello, se iba a perder la costumbre en el hotel de jugar, aunque sólo
fuera “por si acaso”. Y fue el Destino el que jugó con todos.
El empleado que habitualmente se encargaba de
elegir y comprar las series, aquel año se encontraba indispuesto. Fue por ese
motivo por el cual, el director, buscó a un sustituto. Y escogió al maître Joan
Colomer. El director, le llamó a su despacho y le dijo:
-
Joan, este año, se va a encargar usted de comprar el número para el
sorteo de Navidad. Albert está de baja y dado el importe que tenemos que
comprar, no es bueno que apuremos hasta el último momento, que luego tendremos
problemas.
El tal Joan, el hombre, se quedó un poco
apesadumbrado.
-
Mire usted, Sr. Bauzá. Yo por mí, no tengo ningún problema. Si usted
quiere, encantado voy y lo compro, pero es que seguro que no toca.
-
Jajaja, pero hombre, no se preocupe. Si no toca nunca!
-
Ya, pero mire señor Bauzá, es que yo soy gafe.
-
Jajajaja pero Joan, hombre, no se preocupe. España está llena de
gafes. Nunca nos toca a nadie! Ande, ande, no se preocupe. Mire aquí tiene el
dinero para comprar las series. Firme el recibí y compre uno. No se preocupe
más que no le exigimos que toque.
-
Sr. Bauzá, que soy gafe, de verdad, que no es broma. Que lo soy desde
pequeñito.
-
No se hable más. Este año, le ha tocado, Joan. Y le doy las gracias
por ofrecerse voluntario.
El pobre Joan, no podía soportar sobre su
conciencia el peso de saber que su condición de gafe, iba a ser la culpable de
que ni él ni sus compañeros, ni nadie relacionado con ese número, pudiera ser
agraciado con ningún premio y menos aún el Gordo de Navidad. Pero se lo había
encargado personalmente el director del hotel y no podía decir que no. Así que
un día que fue a visitar a su primo que vivía en Santa María, una localidad a
15 kms de Palma de Mallorca, aprovechó para pasarse por la administración de
Lotería del pueblo y quitarse el muerto de encima.
-
Buenas, ¿me daría 3 millones de pesetas de este número tan bonito?,
preguntó al lotero. Es que es un número muy bajo. Sólo tiene 4 cifras.
-
Lo siento, señor, pero de este número, no tengo tantas series. Si
quiere le doy las que tengo y el resto se lo doy de otro número.
-
No, no. Tiene que ser todo del mismo número, para evitar problemas.
-
Lo entiendo, es lógico. Mire, tengo uno muy parecido. De hecho, las
dos cifras finales son iguales y de este segundo número, sí le puedo dar 3
millones de pesetas.
-
Pues perfecto. Deme ese mismo. Tenga, aquí tiene el dinero.
-
Después de cada uno comprobara el dinero por un lado y los décimos por
otro, D. Joan Colomer i Colomer, maître en el restaurante del hotel de 4
estrellas, y gafe por convencimiento, salió de la administración con el deber
cumplido.
Llegó el día del sorteo por excelencia y oh,
milagro! por esos misterios que tiene la vida, el gordo cayó en Baleares.
Concretamente en un pueblo situado a unos 15 kms de Palma, llamado Santa María.
Y todos los que jugamos el famoso numerito de 4 cifras, estuvimos encantados de
comprobar que habíamos ganado 10.000 pesetas del año 1986, que para entonces,
no estaba mal.
Lo malo llegó al día siguiente.
-
Lo ve usted, Sr. Bauzá. Si se lo dije: que soy gafe – se excusaba Joan
ante el director del hotel que no entendía nada.
-
Pero Joan, por favor, si hemos cogido las dos cifras finales del
gordo! Está usted obsesionado! Eso son supersticiones suyas. Nunca cogemos nada
y este año usted nos ha traído la suerte!
-
Que no, señor Bauzá, que no. Que cuando fui a comprarlo en la
administración de Santa María, el lotero me enseñó el otro número, EL GORDO, el
03772, PERO NO LO PUDE COMPRAR PORQUE NO
HABÍA SUFICIENTES SERIES y me dio este otro, que es muy parecido. ¿Lo ve, señor
Bauzá, como yo tenía razón? ¿Soy o no soy gafe?
El señor Bauzá, director del hotel, intentó
convencerle de que no tenía importancia, mientras entre dientes mascullaba
algún tipo de maldición en alemán.