En estos días, estoy terminando de
leer un libro que, si ya antes de comenzarlo me parecía interesante, ahora es
uno de esos libros que recomiendo de modo entusiasta. El libro se llama “Los
días de gloria” y el autor es Mario Conde.
Teniendo en cuenta que la tercera
parte de los recientemente encuestados por una TV, han declarado no tener ni
repajolera idea de lo que significa holocausto o Auschwitz, doy por hecho que,
al tal Mario Conde, no le conocen salvo los que tenemos ciertos años, y leemos
los periódicos de vez en cuando. Así es que, va por ellos.
Mario Conde es un señor – ahora
debe andar por los más de setenta – que allá mediados los 80 del siglo pasado y
comienzo de los 90, era el paradigma del hombre triunfador. Era el éxito hecho
carne. Joven, atractivo, impecablemente vestido, inteligente, simpático,
ocurrente y con esa retranca típicamente gallega. Todos esos atributos le
habrían proporcionado una vida de éxitos infinitos…si no hubiera nacido en
España, donde, como todos sabemos, el deporte por excelencia consiste en
destruir a los mejores para aupar a los gilipollas y a los mediocres. Si además
de ser listo, guapo y después rico, encima presumes de ello, tienes la
sentencia adjudicada desde el primer día. En otro país, digamos EEUU, serías un
Donald Trump – tal vez mejor, porque este es tonto y Mario Conde, no -, pero en
España, no se puede consentir que un tipo como Conde sobreviva o incluso
amenace con su sola presencia a los mindundis que le rodean. Y ese fue su gran
pecado: ser mucho más valioso que el resto.
Mario Conde nació en Tuy. Su
padre era un funcionario, inspector de aduanas, de familia modesta. Fue un
estudiante brillante. Extraordinario. Sacó magníficas notas en la carrera
de Derecho, que cursó en la Universidad de Deusto, y posteriormente, siguiendo
los consejos de su padre, decidió presentarse a las oposiciones de Abogado del
Estado. Para un ser normal, estas oposiciones representan un esfuerzo de unos
cuatro años de media. Pero Mario Conde decidió estudiar el doble y las sacó en
dos años, habiendo obtenido la mejor nota de toda la historia de dichas
oposiciones. Ni que decir tiene que obtuvo el número 1.
Una vez que ya tenía su plaza de
funcionario, de pronto un día le ofrecen un puesto de trabajo en una empresa
privada. La empresa, era una de tipo familiar, pero con cierto prestigio,
llamada Laboratorios Abelló. A partir de ahí, comienza el mito de Mario Conde,
además de una estrecha y profunda relación de amistad con Juan Abelló, uno de los
dueños de la compañía, junto con sus hermanas.
No voy a destripar el libro por
si alguno quiere leerlo, pero sí diré que, en el largo trayecto vivencial de
Conde, se describe con todo lujo de detalles, lo acaecido en Abelló, en
Antibióticos, su venta a Montedison y su desembarco en Banesto. Y aquí es
cuando empieza de verdad la feria.
Desde el desembarco en Banesto,
donde Conde y Abelló compraron miles de millones de pesetas en acciones, las
maniobras del PSOE de Felipe González y su Ministro de Economía, Carlos
Solchaga, no cesaron ni un solo segundo durante los siguientes siete años. Como
necesarios colaboradores de semejante operación de acoso y derribo, fueron
utilizando a diversos arietes, sistemas y métodos, comenzando por el mismísimo
Gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, y continuando en diferentes
momentos con “los Albertos”, Javier de la Rosa, Miguel Boyer, Sánchez Asiaín,
Emilio Ybarra, y finalmente, Luis Ángel Rojo, a la sazón sucesor de Mariano
Rubio, el cual había terminado en la cárcel por chorizo y sinvergüenza.
Conde y Abelló, fueron elegidos
miembros del Consejo de Administración de Banesto, al resistir con éxito, una
OPA hostil que el gobierno del PSOE pretendió llevar a cabo, utilizando al
Banco de Bilbao de Sánchez Asiáin y Emilio Ybarra – todavía era sólo de Bilbao
– como instrumento para sus espurios intereses.
En efecto, el PSOE, quería
controlar a toda costa un gran banco y fijó su objetivo en la figura de
Banesto. Sin ningún tipo de cortapisas, el gobierno se inmiscuyó en el negocio
privado de la banca y pretendía obligar “por el artículo 33” a que el Banco de
Bilbao, comprara Banesto y se fusionaran. A partir de ese momento y del
batacazo que se metió el Banco de España, el Gobierno, el Ministro de Economía
Carlos Solchaga y demás gentuza política involucrada en semejante tropelía,
comenzó una caza al hombre, contra Conde, al que finalmente terminaron por
enchironar de una manera bastante rocambolesca, no sin que antes, Banesto, tuviera que desembolsar 300 millones de
pesetas por un lado -que fueron a parar a un político muy conocido – y en otra
ocasión, otros 600 millones de pesetas, todo ello con la finalidad de
conseguirse unos aliados, tanto en el mundo de la política, como de la prensa,
con el fin de poder pelear contra ese monstruo que se denomina Sistema.
Un
Sistema y un poder, en el que Mariano Rubio, se permitía el lujo de lanzar
bulos totalmente falsos contra Banesto, con el único fin de torpedear el precio
de la acción en bolsa, intentar abaratar su precio y con ello, posibilitar la
adquisición por el Bilbao, mientras El País, sacaba en portada y a cinco
columnas otra noticia totalmente falsa y escandalosa, sobre el Frenadol, con el
único objetivo de perjudicar a los Laboratorios Abelló, fabricantes del
producto, por poner sólo un par de ejemplos de los muchos que se describen en
el libro.
En esta pertinaz persecución
política a la que fue sometido Conde, no debemos dejar de lado al ilustre
Narcís Serra, por entonces, Ministro de Defensa, el cual, abusando de su poder
y obviando cualquier atisbo de legalidad, contrató ilegalmente,
los servicios de una agencia de detectives extranjera llamada KROLL, para espiar
los movimientos y conversaciones de todo tipo de personajes de la vida política
y social de España, empezando por el propio Rey y terminando por cualquier
periodista o politicastro de tres al cuarto. Todo ello, convenientemente subvencionado
con el dinero de todos los españoles, pues se utilizaron los Fondos reservados
de los que disponía el CESID.
En el caso de Conde, las
investigaciones incluían a miembros de su familia más directa, como sus hijos.
Por tanto, no debemos extrañarnos
de lo de Villarejo.
Cuando consiguieron encarcelar a
Conde, - que no fue el único que acabó
en prisión, aunque el resto lo fue por diversos motivos (Julián San Cristóbal,
ex Director General de Seguridad del Estado, Rafael Vera, secretario de Estado
para la Seguridad del Gobierno, etc. lo fueron como consecuencia de los GAL) -
lo hicieron argumentando que el propio Conde había robado al banco; es decir,
se había robado a sí mismo, en la empresa en la que había invertido miles y
miles de millones de pesetas, y por la que había luchado a brazo partido por su
independencia y en favor de sus accionistas, contra el todopoderoso Banco de
España, el Gobierno, el PSOE, Prisa (Jesús de Polanco), El
País, y el sursuncorda.
Finalmente, el Banco de España, aguijoneado
por Felipe González, a la sazón presidente del Gobierno y por el entonces líder
de la oposición, José María Aznar, decidió intervenir Banesto, en una medida
sin precedentes en la Europa democrática. Tal fue el escándalo que se produjo
que se creó una Comisión parlamentaria, a la que tuvieron que ir a prestar
declaración, todos los involucrados. El representante del PSOE en dicha comisión,
fue Juan Pedro Hernández Moltó, que se permitió el lujo de pontificar acerca de
las mejores prácticas bancarias y hacer trizas la depauperada imagen del ya
entonces cadáver político Mariano Rubio, justo antes de ser nombrado presidente
de Caja Castilla-La Mancha, la cual, para más inri, acabó en la más absoluta
ruina debido a las prácticas escasamente ortodoxas del ínclito Moltó, siendo una de las cajas rescatadas con el dinero – otra vez – de todos los
españoles.
¿Y a qué era debida tanta inquina,
tanto odio africano hacia un individuo que lo único que pretendía hacer era su
trabajo al frente de un banco? Pues por la sencilla razón de que todos, y
cuando digo todos, me refiero a todos, - Felipe González, Aznar y todos los
demás -, estaban aterrorizados por la idea, totalmente falsa, de las
aspiraciones políticas de Conde. El rumor de que Mario Conde quería meterse en
política, eran tan intenso, como falso, pero estaba tan extendido, que abarcaba
desde el Rey hasta la prensa escrita y lo que se viene conociendo como “los
mentideros de la Villa”. Pero a pesar de la insistencia de muchos y las presiones de unos pocos, la única
obsesión de Conde era su banco, Banesto.
¿Por qué este pánico a Conde y su
posible irrupción en el terreno político? Pues porque era el único – insisto,
el único – que proporcionaba una imagen de auténtico liderazgo, de honestidad,
de capacidad, de solvencia, de integridad moral y ética, y todo ello, ponía de
los nervios a sus hipotéticos rivales, Felipe González y Aznar. Al primero,
porque – aunque ya estaba bastante harto de estar en el poder – veía que se le
acaba el chollo. En relación a Aznar, nadie daba un duro por él, porque todos
- incluidos los del PP - estaban de acuerdo en que era un mindundi, un “segunda fila” sin carisma, sin
liderazgo y sin capacidad. Todos percibían que, en caso de ganar las siguientes
elecciones, sería más por demérito del PSOE que por su valía y, por tanto,
Conde representaba una seria amenaza si se confirmaban los rumores de que
quería fundar un tercer partido a la derecha del PSOE. De ahí que, entre ambos,
González y Aznar, maniobraron para quitarse a Conde en medio, sin pararse en
barreras. Hasta Jesús Posadas, en una cena en una casa particular, corría alborozado por
los pasillos dando la noticia de que, "por fin, la caída de Conde era inminente",
y así se lo había trasladado Aznar.
Tras la lectura del libro, es
imposible detraerse a una sensación de frustración, de pesadumbre y hasta de
odio, por los métodos empleados por políticos, especialmente del PSOE, para
intervenir, mediar, entorpecer, y hasta robar, en una empresa privada en la que
ellos habían puesto sus codiciosos ojos. Al final de todo, Banesto fue primero
intervenido y después regalado al Banco de Santander. Al menos por el Popular,
el Santander tuvo que pagar 1 euro. En el caso de Banesto fueron 0 euros. Más
barato.
Otra de las impresiones que se
quedan después de leer el libro, es la inmundicia carroñera que inunda nuestra
sociedad, en casi todos los órdenes, no sólo el político, - en el que por supuesto, lo más suave que se
puede decir de la mayoría de ellos, es que son una panda de hijos de puta -
sino también, en la prensa, vendida como estómagos agradecidos a sus propietarios,
sin olvidarnos de algunos supuestos banqueros o personas que tenían importantes
responsabilidades alrededor del Banco de España.
En definitiva, no comprendo cómo
no hay algún guionista de cine que, en vez de seguir tocando las pelotas con el
manido tema de la maldita guerra civil española, no se dedica a escribir un guion
de verdad sobre Mario Conde, su vida, sus hazañas, sus victorias - que fueron muchas
- y su derrota. En Hollywood, ya lo
habrían hecho. Pero claro, allí, no dependen de los subsidios del Ministerio.