K-19 “El Creador de viudas”, es
el título de una película cuyos protagonistas son Harrison Ford y Liam Neeson. El guión se basa en un hecho real, sucedido en
1961, en un submarino nuclear soviético, que, por motivos políticos, es
obligado a hacerse a la mar sin haber pasado los pertinentes análisis y pruebas
que detectaran posibles deficiencias, fallos o errores, tanto técnicos, como de
protocolos contra la gestión de riesgos. Es decir, precipitación. Como es de
imaginar, el submarino sufre una serie de averías que, por un lado, le dejan
incomunicado con el estado mayor y, además, sufre una importante avería en el
reactor que amenaza, directamente, la supervivencia de la nave. En este punto, los
marineros están obligados a reparar el desperfecto, entrando en el núcleo del
reactor, sin ningún tipo de protección, porque los que construyeron el
submarino, no lo habían previsto. La nave se salva, pero fallecen 22 de los 137
miembros de la tripulación, como consecuencia de la exposición a la
radioactividad del reactor. Posteriormente a este suceso, la URSS impuso un
silencio absoluto a todos los supervivientes, bajo amenaza de sufrir lo que
todos intuían y conocían.
Hasta aquí, la sinopsis de la
película. Pero ahora voy a establecer un paralelismo con lo que sucede ahora,
en España.
La inmensa mayoría, por no decir
todos, los profesionales de la salud, tanto los que trabajan en el sector
público como privado, son enviados a trabajar y enfrentarse a diario a la
pandemia del coronavirus, sin los equipos adecuados de protección. ¿Por qué?
Simplemente por ineptitud, falta de previsión, exceso de soberbia y de sectarismo
político. ¿Resultado? Más de 30.000 profesionales infectados – el mayor índice
mundial – y decenas de médicos, enfermeros, asistentes y profesionales, muertos.
No se exige a este gobierno que
fuera tan previsor como para disponer en la reserva de docenas de millones de
mascarillas, batas y demás sistemas de protección. Lo que se le exige es que,
ya que de motu propio han sido ellos los que, sin contar con nadie, se han auto
arrogado la potestad de tomar toda suerte de decisiones bajo el amparo del Mando
Único Unificado (MUU), sean tan eficientes, como mínimo, como lo han sido otras
empresas privadas y otras Comunidades Autónomas, las cuales, en vista del
estrepitoso fracaso y ridículo que el denominado mando único ha obtenido en
repetidas ocasiones, han decidido tomar la iniciativa y han demostrado ser
infinitamente más eficaces, suministrando un material que el propio gobierno ha
sido incapaz de proveer. Eso sí, con semanas de retraso debido a la prohibición
expresa de actuar por separado a las CCAA. Pero una cosa se les da muy bien: intervenir
en el precio final de ciertos artículos, fastidiando – encima – a los pobres
farmacéuticos, que además de tener que enfrentarse en primera línea contra el
virus sin protección adecuada, han tenido que sufrir las bajas de varios
colegas por esa misma razón y ahora, encima, la decisión del gobierno de
intervenir el precio final de ciertos productos, afecta directamente a su
cuenta de resultados. ¡Genial!
Por si el paralelismo con la
película no fuera suficiente, queda aún la parte en la que la dictadura
soviética de la época, impone un rígido silencio sobre lo sucedido; una censura
previa, tanto interna como – sobre todo – externa, como si nada de lo sucedido,
hubiera pasado de verdad.
Llegados a este punto, hay que
recordar a aquellos que ya lo han olvidado, que un percance similar ocurrió más
recientemente (2000) con el submarino K-141 Kursk. Se hundió
durante un ejercicio naval en el Mar de Barents con 118 tripulantes a bordo. La
operación de rescate internacional fracasó y no hubo supervivientes. Fue la
peor catástrofe naval de la historia postsoviética. Más concretamente, Rusia,
se negó a recibir ayuda de la OTAN y condenó a muerte por falta de oxígeno a
toda la tripulación.
Posteriormente, tuvo lugar en un
teatro de Moscú, un acto en honor de los fallecidos. En un momento dado, de
entre el público, donde se encontraban los familiares de los marineros
fallecidos, se levantó una mujer que, visiblemente afectada y alterada, se
dirigía gritando hacia el estrado con el fin de llamar la atención y acusar a
las autoridades del asesinato de los miembros de la tripulación al completo. No
había dado media docena de pasos desde su asiento, cuando tras ella se
abalanzaron tres personas, una de las cuales llevaba preparada una jeringa que
inyectó a la mujer y que las otras dos personas sujetaron, porque la mujer
perdió el sentido inmediatamente.
El silencio a cualquier precio.
Parece que, en Rusia, se llame
como se llame, gobierne quien gobierne y transcurran los años que transcurran,
hay ciertas costumbres que son de obligado cumplimiento, como es, por ejemplo,
el silencio impuesto. Que es exactamente, lo que se pretende implantar en esta
España que todos pensamos moderna y democrática, pero que este gobierno
bolivariano se ha empeñado en convertirlo en otro “paraíso comunista” de esos
de los que sus ciudadanos huyen en desbandada. Si pueden.
La censura del gobierno pretende
instalarse en la prensa, los medios de comunicación e incluso hasta en las
redes sociales, encargando, nada menos que a la Guardia Civil, la persecución
de lo que ellos generosamente denominan “bulos”, con el argumento de que esos
bulos, desprestigian la imagen del gobierno. Hipocresía y cinismo es lo que
subyace en este tipo de medidas, cuyo único objetivo es acallar – como lo
hicieron en su día en la URSS – las voces que se levantan y claman contra la
inoperancia de este gobierno mentiroso, manipulador y sectario. Para determinar
si algo es un bulo o no, habrá que compararlo con la verdad y en todo caso, es
responsabilidad de los ciudadanos de un país libre, el determinar si esos
ciudadanos creen en una versión o en otra. Es eso lo que se llama libertad de
expresión, libertad de prensa. Lo que pretende este gobierno no es otra cosa
que adoctrinar en base al lavado de cerebro que permanentemente lleva a cabo
usando los medios públicos como RTVE, la agencia EFE, algunas TV privadas a las
que riega de millones generosamente para mantener su fidelidad a la causa. Y
cuando su dinero y sus presiones no llegan a controlar el medio díscolo,
entonces entra en juego la amenaza, el miedo.
Como se ve, hay bastantes similitudes
entre el comportamiento de un gobierno al más puro estilo comunista, como el
del suceso del K-19, en 1961, cuyo máximo dirigente era Nikita Jrushchov, el de
la Rusia renovada por la glasnost y dirigida por Vladimir Putin en el
año 2000 o el que padecemos actualmente en España, donde se pretende instaurar por
la política de hechos consumados y refrendado por decretazos, un sistema que
los españoles no hemos votado democráticamente.
La última decisión del gobierno
de levantar progresivamente el encierro al que estamos sometidos, es una prueba
más de que para este gobierno, los españoles significan lo mismo que aquellos
marineros de los submarinos soviéticos muertos en aras de no se saben bien qué.
¿Cómo hay que interpretar el
hecho de que sea el propio gobierno el que prohíba la realización
de tests a título particular y al mismo tiempo sea incapaz de
someter a la población a dichos tests?
Los varios ministros y ministras
del Consejo que se han visto contagiados, ¿ellos sí pueden disponer de esos
tests? ¿Acaso no se ve claramente una diferenciación entre los unos y los
otros, tal y como la había en los remotos tiempos de la Guerra Fría, cuando los
dirigentes soviéticos obligaban a sus ciudadanos a pasar penalidades, mientras
ellos disfrutaban de sus dachas a orillas del Mar Negro? Ahora ya
no se estilan las dachas. Ahora lo que se lleva son los chalets unifamiliares
en Galapagar.
¿Cómo hay que interpretar que el
gobierno, a sabiendas de que no dispone de la información básica necesaria,
permita el levantamiento del encierro? ¿Acaso es tan complicado entender que es
más que probable que haya miles y miles de ciudadanos infectados, asintomáticos
o no, Y QUE ELLO PUEDE PRODUCIR UN REBROTE DE LA PANDEMIA? ¿Es acaso eso lo que
pretende?
Tal vez, lo que pretenda este
gobierno, a falta de vacuna, sea inocular el miedo en la población. El miedo a salir de casa por el
riesgo de contagiarse con el virus. Eso tendría un efecto secundario que al
gobierno le placería en grado sumo y es que mientras la población esté
enjaulada, las manifestaciones contra este gobierno repleto de soberbios
incapaces, serían inviables. No es lo mismo una cacerolada en los balcones que
una manifestación masiva por las calles de las grandes ciudades. La repercusión
nacional y, sobre todo, internacional, no sería la misma. Como tampoco sería el mismo
esfuerzo, utilizar los medios a su alcance para la lucha contra una gigantesca
manifestación callejera o contra una balconada. Y de paso, si por el camino mueren
unos pocos, tal vez el miedo termine por conseguir el propósito que no consigue
el gobierno totalitario: acallar a los ciudadanos. Además, el confinamiento por
miedo al contagio, sería por decisión propia del españolito de a pie, con lo
que la imagen del gobierno y del partido, quedarían a salvo y aplaudirían la “responsabilidad
cívica” de la ciudadanía.
¿Hay o no hay suficientes
paralelismos entre el K-19, el Kursk, los gobiernos de la URSS/Rusia y el de
Pedro Sánchez/Pablo Iglesias con el coronavirus?
Este gobierno pasará la historia
como el “Creador de Viudas” y Pedro Sánchez con el alias de “El Enterrador”.