jueves, mayo 29, 2014

¿De verdad podemos?



Lo más sorprendente de los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo, no ha sido la debacle de los dos grandes partidos - PP y PSOE – algo que ya estaba descontado. Lo más espeluznante ha sido comprobar cómo los de Podemos, han conseguido más votos que los de IU - que por otra parte, tampoco es tan difícil - y que ya han perdido el culo para aliarse y no perder comba.

Como la mayoría de españoles, he pasado de esta campaña como de comer caca. Ha sido después cuando la curiosidad, me ha llevado a leer algo del programa de Podemos, para ver si así podía entender qué me estaba perdiendo. Después de leer algo, tengo claro que no me pierdo nada, pero eso no quiere decir que sea prudente ignorarlo.

El programa, o al menos, lo que se ha publicado por internet y que de momento nadie ha desmentido, es básicamente un conjunto de medidas basadas en un sistema marxista, donde el Estado es el dueño de todo, donde la libertad individual, por supuesto, es la primera víctima y después, se adereza con unas cuantas utopías y demás estupideces sin sentido.

Reflexionando sobre ello, una vez más llego a la conclusión – ya demostrada con Zapatero – que la gente de la Universidad me recuerda a la del chiste del informático.

Erase un informático que buscando trabajo de cualquier cosa, empezó a trabajar en una finca de Andalucía como peón. El primer día, el capataz le dio la orden de extender estiércol por la finca. Cuando llegó el informático acompañado del capataz adonde estaba el estiércol, se encontró una montaña de mierda y una finca que no alcanzaba a ver los límites a simple vista. Le va a durar tres meses el curro a éste, pensó el capataz y se llevó la sorpresa cuando al cabo de 4 horas le llega el informático y le dice que ya ha terminado. El capataz va a ver y comprueba que la finca, está repleta de estiércol hasta la bandera. Sorprendido le encarga al informático que seleccione unas patatas entre grandes medianas y pequeñas. Mientras el chaval se ponía a la labor, el capataz fue pensando en cuál sería la siguiente tarea, porque ese monstruo se lo iba a ventilar a 10 minutos. El caso es que al día siguiente, el informático todavía tenía unas pocas patatas colocadas en tres montones y le esperaba un camión entero. Cuando llegó el capataz le sorprendió cavilando: “esta patata es grande…..pero tanto como esta otra…..aunque es más pequeña que aquella………”. Finalmente, el capataz, sentenció: “Vosotros los informáticos para trabajar con la mierda sois cojonudos pero para tomar una puta decisión, no valéis”.

Pues a ciertos teóricos de Universidades, les sucede algo parecido. El trecho que va de la teoría a la práctica, se hace en algunos casos, insalvable. Zapatero era un profesor de Universidad, como “el coletas” de Podemos, y se constata que ciertas teorías, más parecen un ejercicio de fin de curso, que una auténtica opción política. Algunos aspectos de esas ideologías, surgidas en las aulas, parece que no resisten un análisis mínimamente riguroso. Y de este aparente contrasentido entre lo que se supone que debería ser algo provechoso, y las nefastas consecuencias que se adivinan de su implantación en la vida real, se deduce que algo falla. Que no es posible que aquellas personas a las que se supone una cierta capacidad intelectual, se les ocurran auténticas ideas de Perogrullo. Por tanto, debe existir una lógica que haga que pueda encajar un mundo en el otro; la teoría con la práctica. Y esto me lleva a la siguiente reflexión.

Hace bastantes años, en 1967, en una Universidad californiana, unos estudiantes se plantearon el problema de intentar explicar cómo fue posible que unas ideas aberrantes, como las que dieron origen al nazismo, hubieran tenido cabida en la mente de un pueblo considerado históricamente culto y bien formado. Cómo fue posible que existieran los campos de exterminio, los fusilamientos en masa de judíos, y todo el horror que todos conocemos, sin que nadie de entre la población civil, elevara su voz y se dejara sentir. Debía haber alguna explicación al hecho del hipnotismo irracional que padeció el pueblo alemán sometido por el Fhürer. Su profesor de historia, Ron Jones, se propuso demostrar cómo se puede manipular a la masa y conseguir los propósitos que uno se haya marcado. Y comenzó a realizar un experimento que ha pasado a la historia conocido con el nombre de La Tercera Ola.

En dicho experimento, se partía de la base de que la libertad, el individualismo, constituía un punto débil de la democracia. Por tanto, la fuerza, estaba en el grupo. El experimento comenzó por cosas sencillas, como por ejemplo, sentarse apropiadamente, insistiendo hasta que los alumnos fueran capaces de entrar al aula y sentarse correctamente en menos de treinta segundos sin hacer ruido. Luego procedió a ejercer más estrictamente la disciplina, tomando un rol más autoritario, lo cual resultó en una drástica mejora del rendimiento de los alumnos.

El profesor Jones, pensó que el experimento no viviría más allá del primer día, casi como un juego. Pero lo que sucedió a continuación, le llegó a sobrepasar. Para el segundo día había logrado convertir la clase de historia en un grupo con profundo sentido de disciplina y comunidad. Inventó un saludo similar al del nazismo, y ordenó a los alumnos a saludarse de esa forma incluso fuera de clase. Todos los alumnos obedecieron la orden.

El experimento tomó vida propia cuando alumnos de toda la escuela se unieron a él: el tercer día la clase había pasado de 30 a 43 alumnos. Todos ellos mostraron mejoras académicas y una gran motivación. Todos obtuvieron una tarjeta de miembros, y les fueron asignadas tareas (como diseñar un logo de La Tercera Ola, no permitir que entrase al aula ningún alumno no perteneciente al movimiento, etc.). Jones les enseñó a sus alumnos cómo iniciar a nuevos miembros, y para el final del día, ya contaba más de 200 miembros. Jones se vio sorprendido de que alguno de los miembros le reportasen si alguno de los otros no cumplía las reglas del movimiento.

El jueves, cuarto día del experimento, Jones decidió terminar con el movimiento puesto que se estaba perdiendo el control del mismo: los alumnos se estaban involucrando demasiado, y su disciplina y lealtad para el movimiento era notable. Anunció a los alumnos que La Tercera Ola formaba parte de un movimiento a nivel nacional y que al día siguiente un candidato presidencial del movimiento anunciaría públicamente la existencia del mismo. Jones ordenó que asistieran al día siguiente a una reunión para presenciar el anuncio.

Jones se preocupó por el resultado del ejercicio y lo detuvo al quinto día. En vez del prometido anuncio, les fue presentado un televisor en el que sólo se veía ruido blanco. Tras unos minutos, Jones anunció que habían sido parte de un experimento sobre el fascismo, y que todos voluntariamente se habían creado un sentido de superioridad, similar al de la población nazi. Luego pasó una película sobre el régimen nazi para finalizar el experimento.

Todo este desarrollo, que en un principio no era más que un simple ejercicio didáctico, me lleva a pensar si lo que actualmente estamos viviendo con Podemos, no será algo parecido. Y esto, a su vez, me lleva a plantearme si los famosos movimientos supuestamente espontáneos del 15-M y de no sé cuántos más “M”, no habrán sido sino la avanzadilla, el ariete de algún tipo de experimento social, cuya finalidad me temo que estamos empezando a vislumbrar.

Porque lo que más me preocupa de este tipo de fuerzas políticas, no es su programa, que resulta tan burdamente provocativo y utópico. Lo que me preocupa de verdad, es la finalidad que buscan, que literalmente  es “echar a los que están”. Es decir, subvertir el orden actual, para sustituirlo por un sistema más parecido al de los jemeres rojos del asesino Pol Pot, o a Venezolarizar España. Un estado totalitario, maoísta y encaminado a eliminar la libertad individual en aras de un estado utópico y al margen del resto del mundo.

Me parece tan exageradamente deleznable, que mi sentido común se niega a aceptar que pueda ser real y por tanto, no puede ser otra cosa que un ejercicio académico. Sólo así, mi cerebro podría admitir semejante cúmulo de despropósitos en el ideario de un partido. Un ejercicio académico, como el del profesor Jones, en California.
¿O no?

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