martes, diciembre 01, 2015

LINEA DIRECTA Y LA MADRE QUE LOS PARIO.



Hace años tuve el coche asegurado en LINEA DIRECTA. 

Unos días atrás, intenté ponerme en contacto con ellos. Necesitaba una copia de esa póliza que en su día tuve con ellos. Busqué por internet, y todos los teléfonos que aparecen, son 901 o 902. O sea, que tienes que pasar por taquilla. Bueno, pues como no tenía demasiadas alternativas, llamé al de atención al cliente.

Empiezan por contarte la vida y milagros de la Ley de Protección de Datos, los derechos que tienes, cómo los puedes ejercer, cómo se llamaba el primo del cuñado del bedel que llevó los papeles al despacho del ministro para que lo firmara y demás información valiosa. Finalmente, te dicen que “todos nuestros operadores, están ocupados. Manténgase a la espera”.

Después de cagarme en todo lo que se estaba moviendo en ese momento, y de echar espumarajos por la boca, busco en la infinidad de mi histórico de emails, y efectivamente descubro – oh, avances de la tecnología! – que tengo un email del departamento de atención a clientes, que no figura en la web.

Les envío un correo en el que les solicito una copia de la póliza que tuve con LINEA DIRECTA y les proporciono todo tipo de datos: nombre, dni, dirección (la de entonces), marca y modelo del coche, matrícula, todo. Al cabo de un par de días, recibo una respuesta en la que me dicen que van a mandar la información “al domicilio que les he puesto”. Inmediatamente, les vuelvo a enviar otro correo en el que les explico que ese domicilio que les puse en el email, era el que tenía en el momento de dar de alta la póliza, que ya no vivo allí y que además, yo no quiero la copia de la póliza en papel – tenemos que colaborar en la conservación de la naturaleza – sino que lo quiero en PDF. Un par de día después, recibo en mi bandeja de entrada un email, con un archivo adjunto en PDF. Yo, iluso de mí, pensé que por primera vez y sin que sirviera de precedente, me había encontrado con alguien medianamente eficaz. ¡No aprendo! Lo que me habían enviado los sagaces de LINEA DIRECTA, la torpe que tienen para despachar  emails como quien despacha churros, era un Certificado de Siniestralidad, que no es otra cosa que una lista de los partes que he dado a la compañía en los 5 últimos años. O sea, algo que no es lo que he pedido y que además, no me sirve para nada.

En esta ocasión, les vuelvo a escribir otro email, definiendo punto por punto, las fechas y la correspondencia  sobre el tema y adjuntando al correo, los correos anteriores, con la lejana esperanza de que alguien con más de una neurona al otro lado de la línea, fuera capaz de entender lo que se les está pidiendo. Esfuerzo baldío. La respuesta: el silencio.

Es evidente que una empresa que no habilita cauces normales para que sus clientes y sus posibles clientes puedan establecer un contacto normal con la empresa, es porque esta decisión responde a una estrategia, cuya finalidad consiste en alejar a los clientes del teléfono, del email, y que simplemente se dediquen a pagar sus cuotas. 

No me imagino el sufrimiento que deben estar pasando los actuales pagadores de LINEA DIRECTA, cuando al comprobar que la compañía pretende subirles la cuota – como hacían conmigo – quieran hablar con un ser humano y protestar por ese aumento, y se encuentren con que están llamando al desierto de Gobi y sus emails acaban en el éter.

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