Hace años tuve el coche asegurado en LINEA
DIRECTA.
Unos días atrás, intenté ponerme en contacto
con ellos. Necesitaba una copia de esa póliza que en su día tuve con ellos.
Busqué por internet, y todos los teléfonos que aparecen, son 901 o 902. O sea,
que tienes que pasar por taquilla. Bueno, pues como no tenía demasiadas
alternativas, llamé al de atención al cliente.
Empiezan por contarte la vida y milagros de
la Ley de Protección de Datos, los derechos que tienes, cómo los puedes
ejercer, cómo se llamaba el primo del cuñado del bedel que llevó los papeles al
despacho del ministro para que lo firmara y demás información valiosa.
Finalmente, te dicen que “todos nuestros operadores, están ocupados. Manténgase
a la espera”.
Después de cagarme en todo lo que se estaba
moviendo en ese momento, y de echar espumarajos por la boca, busco en la
infinidad de mi histórico de emails, y efectivamente descubro – oh, avances de
la tecnología! – que tengo un email del departamento de atención a clientes,
que no figura en la web.
Les envío un correo en el que les solicito
una copia de la póliza que tuve con LINEA DIRECTA y les proporciono todo tipo
de datos: nombre, dni, dirección (la de entonces), marca y modelo del coche,
matrícula, todo. Al cabo de un par de días, recibo una respuesta en la que me
dicen que van a mandar la información “al domicilio que les he puesto”. Inmediatamente,
les vuelvo a enviar otro correo en el que les explico que ese domicilio que les
puse en el email, era el que tenía en el momento de dar de alta la póliza, que
ya no vivo allí y que además, yo no quiero la copia de la póliza en papel –
tenemos que colaborar en la conservación de la naturaleza – sino que lo quiero
en PDF. Un par de día después, recibo en mi bandeja de entrada un email, con un
archivo adjunto en PDF. Yo, iluso de mí, pensé que por primera vez y sin que
sirviera de precedente, me había encontrado con alguien medianamente eficaz.
¡No aprendo! Lo que me habían enviado los sagaces de LINEA DIRECTA, la torpe
que tienen para despachar emails como
quien despacha churros, era un Certificado de Siniestralidad, que no es otra
cosa que una lista de los partes que he dado a la compañía en los 5 últimos
años. O sea, algo que no es lo que he pedido y que además, no me sirve para
nada.
En esta ocasión, les vuelvo a escribir otro
email, definiendo punto por punto, las fechas y la correspondencia sobre el tema y adjuntando al correo, los
correos anteriores, con la lejana esperanza de que alguien con más de una
neurona al otro lado de la línea, fuera capaz de entender lo que se les está
pidiendo. Esfuerzo baldío. La respuesta: el silencio.
Es evidente que una empresa que no habilita
cauces normales para que sus clientes y sus posibles clientes puedan establecer
un contacto normal con la empresa, es porque esta decisión responde a una
estrategia, cuya finalidad consiste en alejar a los clientes del teléfono, del
email, y que simplemente se dediquen a pagar sus cuotas.
No me imagino el
sufrimiento que deben estar pasando los actuales pagadores de LINEA DIRECTA,
cuando al comprobar que la compañía pretende subirles la cuota – como hacían
conmigo – quieran hablar con un ser humano y protestar por ese aumento, y se
encuentren con que están llamando al desierto de Gobi y sus emails acaban en el
éter.
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